10.11.07

El demonio

Y la nueva muerte de Norman Mailer

Yo, como muchos de mi generación, vi morir a Norman Mailer antes de empezar a leer cualquiera de sus libros: Mailer moría tres o cuatro veces al año, en los ciclos de cine del Raimondi, asesinado a tiros por un esposo celoso en cierta escena de Ragtime, una de las mejores películas de Milos Forman, y una de las más interesantes sobre el tema del racismo en los Estados Unidos (cinta basada en una novela también excelente, del mismo título, escrita por E.L. Doctorow).

Mailer no era un gran actor (olvidable, pero, a su manera, inolvidable, hizo hasta de Harry Houdini en Cremaster 2). Tampoco fue un gran director, a pesar de que ninguna de las cuatro películas que filmó carece de interés. En una de ellas, Maidstone, hizo el papel de un cineasta legendario y genial, un hito en la historia del cine: sólo dentro de su propia ficción alcanzó a serlo. El personaje se llamaba Norman Kingsley. Como él: Norman Kingsley Mailer.

En 1948 había logrado la fama instantánea con su novela The Naked and the Dead. Diecinueve años más tarde, en 1967, quiso ser alcalde de New York y en su plataforma el punto crucial era su propuesta de independizar a la Gran Manzana del resto del país. Las siguientes cuatro décadas las pasó intentando mantener la fama sin hacer el intento real de volver al nivel de sus primeros libros.

En el minuto 2:24 del video que coloco aquí debajo, pueden ver un momento televisivo que le dio a Mailer una de las muchas celebridades pasajeras que disfrutó en su larga vida (volvió a morir ayer, a los 84 años). Me refiero a su famosa bravata pública contra Gore Vidal en el programa de Dick Cavett.

Celebridad más duradera no se la dará su última novela, The Castle in the Forest, una débil, artificiosa, seudopolémica investigación sobre la infancia de Adolf Hitler, que acaba por atribuir la naturaleza posterior del genocida a la obra de su demonio guardián y a un supuesto origen incestuoso.

Para leer al mejor
Mailer, entonces, hay que buscar al primero, al que murió parcialemente hace muchos años: el mismo al cual el Mailer posterior intentó eliminar para siempre tantas veces, con cada nuevo escándalo gratuito, con cada renuncia a la sinceridad y a la originalidad de su obra, con cada intento de recrear la hoy casi ilegible moda del new journalism: el Mailer de The Deer Park, de los primeros cuentos, de An American Dream. Ese Mailer valiente y caradura pero con los ojos siempre abiertos, a costa de morir en cada libro, que viva para siempre.



Imagen: Mailer como candidato a alcalde de NYC.

4 comentarios:

césar dijo...

un tipo atormentado, mailer. y verdaderamente brillante ("la canción del verdugo" es uno de los libros más pajas que he leído en mi vida). por cierto, su filme "los tipos duros no bailan" está incluido en la lista de los 1000 filmes indispensables de jonathan rosenbaum, así que algún interés como director tendrá. saludos.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Pues tienes razón: "La canción del verdugo" es un buen libro (aunque es en gran medida un regreso a la fuente original del new journalism, "A sangre fría", con todo y las entrevistas en la "death row"). Pero "Los tipos duros no bailan" (basada en otro libro de Mailer) es una película bastante mala, diría yo.

césar dijo...

¿Buen libro nomás? ¡Exijo un superlativo para Mailer! Por alguna razón, A sangre fría nunca me emocionó o algo así. Lo he leído tres veces, solo por la duda, por ganas de llegar a apreciarlo como lo hace medio mundo. Entiendo su importancia histórica, pero no puedo registrarlo en un plano emocional... Lo contrario me pasó con "La canción del verdugo" y por esa razón -subjetiva como todas- la considero superiorsísima: yo llegué a sospechar inclusive que Mailer escribió el libro solo para poder publicar las cartas de amor que el protagonista le escribía desde la cárcel a su novia (qé pena que haya devuelto el libro ya, me gustaría copiar una específica). Es un reportaje extraordinario sobre la estupidez humana, también, por otro lado... Argumentaría más pero no tengo el ejemplar a la mano, y quizás si lo releyera se me caería un poquito. Urgh. Saludos again.

Anónimo dijo...

quiso es con s, no con z