14.2.08

A y B

De David B. a Marjane Satrapi, ida y vuelta

Cada cierto tiempo aparece una discusión de este tipo: una pareja de artistas, A y B, dedicados al mismo oficio, trabajan con estilos muy similares, y tiempo más tarde, cuando uno de ellos, o quizá los dos, se hacen famosos, alguien hace notar que el trabajo de A es demasiado similar al trabajo de B.

Falta de originalidad, se dice casi s
iempre, aunque a veces, sobre todo cuando los artistas ya están muertos, se habla incluso de plagio o de suplantación: decir que las mejores esculturas de Rodin las hizo Camille Claudel ha de ser como el non plus ultra de esa línea argumentativa.

Ah, pero a veces sucede. Hay críticos en Francia y Estados Unidos que se toman un trabajo terrible para describir el estilo gráfico de los cómics de la iraní Marjane Satrapi (de quien varias veces les he hablado en los últimos dos años): dicen que es una peculiarísima mezcla de expresionismo alemán y arte naif oriental, que es la respuesta persa a Alison Bechdel, que es como un híbrido de Seth, Chester Brown y Gabrielle Belle pero con conciencia social, que es el Guy Delisle de la literatura gráfica femenina, etc.

Siento ser aguafiestas, pero eso de la relación entre A y B en este caso parece ser una mejor explicación. A es Marjane Satrapi y B es B. Es decir, B es el celebérrimo novelista gráfico francés David B, nombre de pluma de David Beauchard, cuya carrera en el cómic se remonta a 1986 (catorce años antes del inicio de la de Satrapi), y quien se consagrara mundialmente con el éxito de su notable novela gráfica L'Ascension du Haut Mal (traducida como Epileptic), que fuera publicada por entregas entre 1996 y el año 2003.

De hecho, Satrapi, que fue novia de David B por varios años, no tenía una carrera en el mundo del cómic cuando lo conoció, y su obra está marcada mucho más allá de lo normal por el trabajo de aquél, sobre todo por Epileptic: se mueve en el mismo género de la autobiografía novelada, recurre a la misma mezcla de acidez inocente, o de inocencia ácida, que habita el mundo de David B., construye igualmente personajes que son niños o adolescentes recreados desde la adultez y evocados retrospectivamente, y alternativamente asume no sólo su punto de vista sino también su lógica infantil para luego abandonarla y crear un sentimiento de enternecedora ironía.

Formalmente, las similitudes no podrían ser mayores: Satrapi tomó ciento por ciento el estilo gráfico de David B. en Epileptic: el blanco y negro sin matices, las grandes áreas de oscuridad, la absoluta limpieza de la línea, la alternancia de las páginas limpias con las laberínticas, el uso del trazo ingenuo y caricatural para ir construyendo espacios de pesadilla, la emboscada del humor, la importancia similar que le da a los cuerpos y a las sombras de los cuerpos, como creando un mundo de acechanzas y peligros que uno no entiende pero sospecha.


Si una diferencia se puede señalar entre ambos es que, como dibujante, Satrapi carece de la elegante versatilidad de David B. y de su rango estilístico: en todos los libros de Satrapi (he leído todos los traducidos al inglés, porque soy un fan de Persepolis, aunque debo decir que Satrapi no ha podido reencontrar ese nivel en el resto de su trabajo hasta hoy); en todos los libros de Satrapi, digo, el dibujo se parece al de Epileptic, mientras que el mismo David B. no suele regresar a ese estilo con frecuencia, sino rebuscar en nuevos terrenos y descubrir formas novedosas cada vez: la marca del artista creativo es temer más a aquellos terrenos en los que se puede afirmar con facilidad que a la arena movediza de lo desconocido. De hecho, no sería exagerado decir que todo el estilo gráfico de Satrapi proviene de las primera cuarenta páginas de Epileptic, porque en las otras trescientas veinte David B es bastante, bastante más experimental.

Imágenes: extractos de Epileptic.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Otra película excelente que nunca veremos en el Perú

Anónimo dijo...

Es cierto, el estilo de Satrapi le debe al otro estilo, o quizás haya sido una alimentación mutua: aunque por lo que dices él estuvo mucho más tiempo antes en el mundo del comic. Pero a su vez, la diferencia con Satrapi es precisamente el mundo representado en Persepolis. Y es un punto importante porque, por lo visto, el tema del éxito de Persepolis es la presentación de un Irán que no conocíamos, la cotidianidad de una niña con ojos cosmopolitas, que vive la revolución islámica y la padece. Es decir, a pesar de que el dibujo de Satrapi no es tan increíblemente bueno como el de David B, la fuerza de su historia es absolutamente conmovedora. Y su historia, es su vida. Por eso mismo lo posterior --entre ello, Brounderies-- no tienen esa fuerza, esa inocencia, ese poder.