La ambigüedad de la leyenda
Quizá nadie en la literatura peruana tiene un aura legendaria tan grande y una impronta de influencia tan pequeña en nuestras letras como Javier Heraud.
Su nombre es de los pocos que casi cualquier escolar reconoce, aunque sus libros sean virtualmente ajenos a cualquier discusión sobre el devenir de la literatura en el país.
Muerto tras escribir sólo aquella parte de su obra que en casos normales hubiera llevado la etiqueta de obra primera u obra de juventud, Heraud deja escasas señales en nuestra tradición, con sólo un puñado de poemas de retórica libertaria y rebelde y tono de profecía dicha a media voz.
Joven talentoso, poco más que un adolescente, Heraud se perfilaba como una promesa literaria, que quedó incumplida con su muerte violenta en Madre de Dios, pero muy rápido se convirtió en cifra de la izquierda revolucionaria y del ímpetu transformador de la juventud.
Paradójicamente, Heraud se ha convertido en una figura oficial: su nombre bautiza calles, plazas e instituciones, tanto formales como informales, y su estela se ha vuelto parte del tejido de la memoria nacional. Quien murió luchando contra el Estado y el status quo, a manos de la misma gente del pueblo a quien decía defender, ha sido subsumido y consumido para transformarse en una figura romántica, heroica no por su ideal político sino por su apariencia de personaje novelesco: el chico del Markham que viajó a la Unión Soviética y a Cuba y le gustó lo que vio (dos de las dictaduras más atroces del siglo) y se transformó en guerrillero.
Heraud murió rechazado por la gente de Madre de Dios, que colaboró con la policía en una operación improvisada contra la pequeña columna de ocho miembros del Ejército de Liberación Nacional. Fue en mayo hace cuarenta y cinco años, en 1963, cuando la izquierda oficial, liderada por el Partido Comunista, ofrecía su apoyo a Belaunde en la campaña electoral que marcó el regreso del país a la democracia. No murió asesinado, como porfía la leyenda contemporánea, sino acribillado a consecuencia de una balacera en la que usó las armas con las que planeaba iniciar operaciones guerrilleras días más tarde.
Hay quienes dicen hoy que Heraud sería, en el Perú de nuestros días, vilmente acusado de terrorismo si hiciera las cosas que hizo en aquellos tiempos. Lo dicen como apuntando a lo que llaman la campaña macarthista del gobierno contra los movimientos reivindicativos regionales y sindicales que tienen lugar ahora. Heraud nunca cometió una acción terrorista. Y sin embargo me pregunto cuántos peruanos hoy, tras la experiencia de Sendero Luminoso y el MRTA, no estarían de acuerdo en llamar terroristas a quien tomaran las armas para derribar el sistema político. Y cuántos peruanos hoy podrían culpar a los que llamaran terroristas a quienes ensayaran la subversión violenta y armada y sediciosa en vez de buscar vías democráticas para transformar la sociedad.
Yo creo que a Heraud hay que leerlo como a un poeta joven, que eso fue, un poeta idealista, como se entiende en sus páginas, y un poeta a veces intimista y a ratos populista, como delatan sus versos. Pero no entiendo que se quiera transformar a Heraud en un ejemplo político ni en una figura a imitar. Jóvenes idealistas que tomaron las armas y luego presenciaron la conversión de su movimiento en una espiral de asesinatos y violaciones, los hay muchos en el Perú. Jóvenes idealistas que triunfaron para luego transformarse en saurios dictadores y símbolos de la prepotencia y el atropello, hay ya demasiados en América Latina.
15.5.08
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
23 comentarios:
En eso estoy totalmente de acuerdo: Leerlo con un trasfondo politico es inutil , y mas tomarlo como un ejemplo a seguir.
De acuerdo con tu post. Aunque también es atendible lo que hace un tiempo dijo Antonio Cisneros: no es que Heraud haya regresado a Perú con la intención de hacer una revolución, sino que venía muy decepcionado de lo que había visto en sus estadías en Cuba y la URSS.
Y hay también jóvenes que migran a los Estados Unidos, pero no precisamente para lavar autos o quedarse sordos fabricando cadenas de bicicletas, sino para vivir del presupuesto que en ese país se asigna a las entidades universitarias, y desde la comodidad de ese rincón de ensueño, donde no hacen más que leer y leer, y escribir y escribir, meditan sobre la realidad peruana como si hubieran vivido la misma en sus más dramáticas facetas. Espectáculo triste, de veras.
El tipo se rindió, y lo balearon igual. Si eso no es asesinato ¿entonces qué es?
Curioso lo de su oficializacion. Me imagino que para algunos debe ser bacan ponerle Javier Heraud a una calle, despues de todo suena fashion. O sea, tambien tenemos revolucionarios, manyas. Si se hubiese apellidado Ccahuaticco, no lo recordaria nadie.
Interesante tu post, pero me parece poco mesurado el juicio que hace de Heraud desde el año 2008, como cuando indicas que "viajó a la Unión Soviética y a Cuba y le gustó lo que vio (dos de las dictaduras más atroces del siglo)". Valga recordar que en 1961-1962 (fecha del viaje de Heraud) Cuba no era lo que es hoy, sino más bien un pueblo que acababa de liberarse de la feroz dictadura de Batista, y era una Cuba que en ese momento a muchísima gente le entusiasmó, y bastante, como es el caso de Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Asimismo, por esos años se vivía una Guerra Fría en la que las visitas a la parte amable de la URSSS encandilaban a mucha gente, que desconocía en gran medida, lo que se cocía tras las bambalinas de ese régimen. Hasta mediados de los 60 se consideraba que las denuncias que salían eran calumnias propaladas en medio de esa Guerra Fría. Las atrocidades de Stalin recién empezaron a hacerse internacionalmente públicas hacia 1962-1963, a partir de las "aperturas de archivos" de Jruschev, y el mismo "Archipiélago Gulag", que desde la literatura marca un antes y un después lapidario en la visión de la URSS en el mundo, data de 1973.
Karina Pacheco Medrano
Heraud paso a la historia inmortalizado y lleno de romanticismo mientras que usted señor faveron pasará a la historia como un crítico rabioso y sectario, sin pena ni gloria.
Antoine
Anónimo de las 8 y 12, le falta algo a tu idea: se dedican a leer y leer, escribir y escribir, pero mal, con la intención de justificar a como dé lugar la permamencia académica, como la llamada Generación de la violencia, ´cuando la única violencia que conocen es la que vivieron en el Queirolo, El Sapo, Don Lucho, Las Rejas y el mítico Pierr´s.
Gustavo estas en una cruzada de demolición que merece todos mis respetos. Primero los blogs, apuntando a Paolo de Lima y a Coral, luego Calderón Fajardo, enseguida Intemezzo Tropical, ahora Javier Heraud, ¿Quién sigue Gustavo? ¿El grupo Narración, José Carlos Mariátegui? Esperamos con ansiedad, nuevos novedades. Tu blog se está poniendo más intersante que un Thriller sangriento.
¿Qué hubiera sido de Heraud si no hubiera muerto?
No hay duda: la muerte enaltece, purifica...
Pareciera que en el Perú -quizá en todo el mundo- si eres poeta y mueres joven, pasarás a formar parte del colectivo imaginario, completamente al margen de tu calidad poética...
En el Perú hay más de un par de poetas de esa estirpe...
Ah, pero, prohibido tocarlos... la muerte santifica. Uf, y suave nomás, que no tardarán en salir en su defensa un tropel de hombres incondicionales...
la verdad que es muy incómodo leer en la pantalla, deberías tener una sección en un periódico mejor. En papel impreso, esto de leer en pantala cansa más rápido, no hay mejor cosa que sujetar el libro o diario, oler la tinta. Esas son cosas que estoy seguro no cambiarán por lo menos en mucho tiempo. Es una pena porque no me siento con energía para seguirte leyendo. Saludos
Karina, válida tu observación, excepto por aquello de la "feroz dictadura de Batista". La frasecita parece salida directamente de los textos escolares de la editorial "Pueblo y Educación" (los podrás encontrar en la Biblioteca de la Escuela Vocacional Lenin de La Habana)
Feroz?... ni por asomo. Feroz es lo que vino después.
Madre de Dios no está incrustada en los bosques británicos de Sherwood, ni tampoco cerca a ninguna hermosa ciudad, como Barnsdale, por ejemplo, ergo : cualquier despistado, cabecita caliente, esnob o huachafo que se identifique con los zarrapastrosos de esos lugares, vaya a saber God donde quedará, le llega a la suela de los zapatos a Robin Hood..! De ahí que ninguna persona en sano juicio, gente responsable, demócrata, occidental y cristiano, tiene que imitarlo, ni tampoco reventarle cohetes, y menos aún seguirlo en su locura.
El gran mérito de Javier Heraud y que lo eleva por encima de los enanos, fue que dejó de pensar en él y en su propio interés, y lo hizo en ellos, por quienes ahora después de muchos años lo lloran.
Es algo tan fácil de entender para muchos, y tan, pero tan dificil de algunos comprender.
Fuenteajena
Pd.- Si no es "feroz" el secuestro y ejecución de centenares de estudiantes y líderes sindicales que realizó la Seguridad del Estado de Fulgencio Batista, cuyos cadáveres aparecían junto con petardos de dinamita para acusarlos de "terroristas", ¿qué cosa es...?
¿Y los "tigres" de Más Ferrer como ajusticiaban a los "cívicos" que denunciaban las matanzas y la corrupción..?
¿Verguenza contra dinero..? Ese fue el santo y seña de la Cuba pre castrista.
Y el gobierno de Castro no fue sino una traición a los ideales democráticos que impulsaron la rebelión. El plan original (y lo dice insistentemente el Che en sus diarios) era instaurar una junta transitoria liderada por el presidente de la Corte Suprema.
Otra manera de entender la gesta del Poeta
DEL BLOG DE GONZALO PORTOCARRERO
Crítica Literaria2007 09 11:54 pm
La vida como aventura
La vida debe ser aventura: a propósito de Elegía de Javier Heraud
La Elegía es una composición lírica donde se elabora la pérdida de un ser querido. De un lado, el duelo, la manifestación de dolor por la partida. Del otro, sin embargo, el consuelo que puede aportar un recuerdo emocionado de lo mejor de la persona que nos deja. La Elegía quiere fijar un recuerdo, rechazar el olvido, establecer una presencia diferente pero viva.
En el poema Elegía, Javier Heraud trata de definir un talante vital que implique una apertura al cambio y la aventura. Lo que se deja atrás, lo que ha muerto, es una inocencia que resulta ciega ante los problemas de la vida. A partir de ahora, entonces, no se trata de reírse de la muerte, de inmolarse. Pero, menos aún, se trata de vivir por la obligación de hacerlo. Entonces, entre este no tener miedo a la muerte y el rechazo a una vida vacía, se instituye una subjetividad marcada por la búsqueda de lo que realmente merece la pena.
El talante vital que Heraud quiere expresar en su poesía puede ser mejor entendido si lo comparamos con el actualmente vigente. En efecto, hoy en día, los mandatos instituyentes de la subjetividad son “cuídate” y “goza”. Imperativos que son difíciles de conciliar y que tienden a producir desgarramientos. El mandato “cuídate” apunta a un preservar la vida en la perspectiva de llevarla hasta sus “últimos días”. Vivir aparece como un deber sin que sea claro el para qué de esa vida que se nos exige cuidar. Este mandato emana de lo que Foucault llama la “bio-política”. Resulta que la tarea fundamental de la sociedad y el Estado es prolongar la vida. Este compromiso es el fundamento de la legitimidad del orden social. El cuidado de la salud, la preservación de la vida, se revela en la proliferación de consejos y advertencias: ¡no fumes!, ¡no tomes!, ¡no comas!, ¡haz ejercicio!, ¡consulta a tu médico! ¡no dejes de comer! No es casual que el culto al cuerpo, la multiplicación de gimnasios, la guerra al tabaco y las campañas de moderación en el consumo de alcohol, se hayan intensificado en los últimos 20 años.
Pero este mandato de “cuídate” coexiste con el de “goza”. Disfrutar se convierte en una obligación, en la más importante razón para vivir que nos ofrece la sociedad contemporánea. Surge entonces, la refinación del gusto. Se deja atrás la actitud ascética de desdén de los placeres del cuerpo. Ahora la idea es la sofisticación: el auge de la gastronomía, la renovación cada vez más rápida de la indumentaria por su obsolescencia estética, la proliferación de los aparatos electrónicos. En una palabra: el consumismo.
La articulación entre el “cuídate” y el “goza” es desde luego problemática pues se trata de orientaciones divergentes. Cuidarse es refrenarse del goce y gozar implica descuidarse. Zizek cita una serie de productos que nos permiten conciliar ambos mandatos y que, por tanto, serían los hechos más sintomáticos de nuestra época: la cerveza sin alcohol, el café sin cafeína, la coca-cola sin azúcar.
Ahora bien ¿pueden estos mandatos fundar entusiasmos que hagan que la vida merezca la pena? Según Julia Kristeva, en el mundo de hoy, la más importante de las nuevas “enfermedades del alma” es la depresión. Una tristeza sin causa aparente que es en realidad resultado de una falta de entusiasmo, de una interrupción del flujo deseante. De pronto, ocurre que mucha gente no tiene aspiraciones que la movilicen. Los
mandatos vigentes no sostienen un fervor, un apego a la vida. Se impone entonces lo que Heidegger llama aburrimiento profundo, una perdida del vínculo entre la criatura humana y el mundo que la rodea. Nada resulta lo suficientemente interesante.
II.
La época que le toco vivir a Heraud fue muy distinta. Desde fines de los años 50 emergían poderosos mandatos con su consiguiente impacto movilizador en la subjetividad. Estaba vigente el ideal de una vida intensa, apasionada. “La invitación a la vida heroica”. En el poema que comentamos se puede identificar la disponibilidad a la aventura; disponibilidad que se puede cifrar en la fórmula: “no se trata de vivir por vivir pues no hay que tenerle miedo a la muerte, aunque tampoco haya que suicidarse, se debe buscar un apasionamiento, un sentido, una causa” Esta fórmula fundamenta una subjetividad a la búsqueda de ideales e intensidades.
III.
El poema se enuncia desde la relación entre un yo y un tú. Ese tú es el pasado del yo; es decir, la manera en que era el yo antes de acceder a una verdad decisiva que es la que funda el nuevo yo, el que está abierto a la aventura, el que rechaza la rutina.
Ese tú, o yo inicial, era definido por una serie de deseos y pretensiones. Es alguien que quiere vivir hasta el final de sus días sin buscar intensidades, sin aspirar a un afán que lo oriente. Es también alguien que cree poder vivir sin vínculos humanos significativos. Pero, mucho más significativamente es alguien que no conoce la vida, que no se ha enfrentado a esa rutina cuya reiteración produce un sentimiento de absurdo y de dolor. Justamente, es la toma de conciencia del dolor de vivir rutinariamente, sin nortes, lo que produce el acontecimiento que precipita la aparición de esa nueva figura que es el yo.
Ese yo se define ante todo, en relación con su propia mortalidad: “yo nunca me rió-de la muerte-simplemente sucede que-no tengo-miedo-de-morir-entre pájaros y árboles.” No se trata pues de asumir riesgos inútiles, pero tampoco basta huir de la muerte. Lo que se demanda es una vida significativa que, en todo caso, culmine en una reintegración fecundadora al ciclo natural de muertes y nacimientos.
Pero esta demanda de entusiasmo no encuentra fácil satisfacción: “pero a veces tengo sed-y pido un poco de vida,-a veces tengo sed y pregunto- diariamente, y como siempre- sucede que no hallo respuestas- sino una carcajada profunda- y negra. Ya lo dije, nunca-suelo reír de la muerte,-pero sí conozco su blanco rostro, su tétrica vestimenta.”
Es claro que pedir más a la vida es exponerse a la muerte, arriesgar. Más todavía porque si no se llega a descubrir el afán aparece entonces la faz seductora de la muerte. La muerte no es el puro horror, es también una invitación al descanso de quien no encontró el sentido de su vida.
Por tanto, de no lograr ese “poco de vida” que nos coloque en el camino de la aventura, lo que queda es acudir mansamente al llamado de la muerte.
IV.
Otra vez, si dejamos de ver en la muerte el puro horror, si cesamos de ver en la vida un fin en sí mismo, entonces estamos dispuestos a la aventura. Habremos enterrado ese “tú” que pretendía contentarse con tan poco. Es la muerte de ese tú, el acontecimiento que desata la Elegía. Si no estoy dispuesto a vivir peligrosamente, abierto hacia la intensidad, entonces mejor me muero.
En este poema ya se anuncia el compromiso de Heraud con una opción revolucionaria. Su apuesta a transformar el mundo. Su entrega a un absoluto, a la causa del cambio social. Compromisos que lo llevaría primero al dogmatismo y luego a la inmolación.
V.
La idea de vivir intensa, peligrosamente fue muy seductora hasta fines de los años 80. Con la caída del muro de Berlín se desvanece la expectativa revolucionaria y el mandato que instituía la figura del militante. Se inaugura entonces la época donde los imperativos son “cuídate” y “goza”.
Pero no es ni casual ni fatal que la época romántica haya fenecido. No es casual porque la búsqueda de intensidad se vinculó con lo imposible e inconducente de manera que terminó en la inmolación o en la vuelta a la rutina. Pero tampoco es fatal porque mucho del temperamento aventurero está presente detrás de otras apuestas quizá no tan visibles como la revolución o el amor romántico pero si suficientes para calentar el frío de la existencia.
ELEGIA
Tu quisiste descansar
en tierra muerta y en olvido.
Creías poder vivir solo
en el mar o en los montes.
Luego supiste que la vida
es soledad entre los hombres
y soledad entre los valles.
Que los días que circulaban
en tu pecho sólo eran muestras
de dolor entre tu llanto. Pobre
amigo. No sabías nada ni llorabas nada.
Yo nunca me río
de la muerte.
Simplemente
sucede que
no tengo
miedo
de
morir
entre pájaros y árboles.
Yo no me río de la muerte.
Pero a veces tengo sed
y pido un poco de vida,
a veces tengo sed y pregunto
diariamente, y como siempre
sucede que no hallo respuestas
sino una carcajada profunda
y negra. Ya lo dije, nunca
suelo reír de la muerte,
pero sí conozco su blanco
rostro, su tétrica vestimenta.
Yo no me río de la muerte.
Sin embargo, conozco su
blanca casa, conozco su
blanca vestimenta, conozco
su humedad y su silencio.
Claro está, la muerte no
me ha visitado todavía
y ustedes preguntarán: ¿Qué
conoces? No conozco nada.
Es cierto también eso.
Empero, sé que al llegar
ella yo estaré esperando de pie
o tal vez desayunando.
La miraré blandamente
(no se vaya a asustar)
y como jamás he reído
de su túnica, la acompañaré
solitario y solitario.
>>>>¿Verguenza contra dinero..? Ese fue el santo y seña de la Cuba pre castrista.<<<<
... y lo fatal es que los barbudos de la Sierra no resultaron ser sino unos vulgares sinverguenzas por dinero.
Es muy fácil hablar de "traición" de ideales desde la comodidad de un reclinable con ordenador ‘wireless’, sin asomo alguno de humedad, marcando la temperatura del studio 75 grados centígrados, cortinas medio abrir a la claridad del día y múltiples pájaros volando simplemente entre árboles... y no hallo respuestas sino una carcajada profunda
y negra, ya lo dije….
Si el acecho norteamericano de invasiones, atentados, bloqueos y embargos hubiera sido menos torpe, quizá los "ideales democráticos" ( el "plan" original) de la revolución cubana, que en efecto se hace referencia como objetivo desde sus inicios, incluso el criminal sanguinario, Che Guevara, lo menciona insistentemente en su Diario, hubiera corrido mejor suerte.
Hoy, como salta a la vista, a muchos escarbadores de la evidente monstruosidad que en la isla sucedió entre la diáfana teoría de los jóvenes de la Sierra Maestra, “novedosa” teoría que encandiló a medio mundo, (No sería más apropiado hablando en peruano decir: "que dejó huevón a medio mundo) y a otro tanto, igual o mayor, dejó boquiabierta; esos "ideales", hablando en rigor, cualquier ser humano con dos dedos de frente no tendría reparo en apoyar, darle fuertes vivas y, por qué no, aventurarle parabienes...
Darle parabienes... of course, desde algún recóndito cenáculo de pensadores de la problemática indoamericana, mejor si se hace desde “tierras de libertad”, you know what I mean..?
Todo ese mar de ilusión que significó la revolución cubana fue asquerosamente traicionado por la “nomenclatura”, los papachulis -cabrones- del proceso. Es la praxis repudiable que todos conocemos, con su odiosa monotonía del día a día, que enardece, deprime, saca roncha, saca pica, saca choro, es decir, altamente llega al…. En otras palabras, es algo inaceptable, obsoleto, y por lo tanto, debe ser
barrido de la historia para dar paso a....
¿El sueño americano..?
¿A la pesadilla tercermundista..?
¿A la anexión del Destino Manifiesto..?
¿O para que los zambitos quimbozos de la isla de la guaracha y el guaguancó finalmente se dejen de cojudeces y democráticamente, como corresponde, vengan a engrosar las filas de muertos de hambre del continente..?
Fuenteajena
1. A lo que regresó Javier Heraud fue a implantar por la fuerza de los fusiles una dictadura comunista, cuyas víctimas íbamos a ser todos los peruanos.
2. La Srta. Karina Pacheco miente, o está muy mal informada. Desde el inicio mismo del gobierno de Castro, empezaron las ejecuciones, los encarcelamientos y las persecusiones. Baste leer las memorias de Huber Matos "Cómo llegó la noche" Tusquets Editores 2002, "Después de Fidel" de Brian Latell, Norma, 2006, y "La Hora Final de Castro" de Andrés Oppenheimer. Incluso, la propia biografía de Fidel de Ignacio Ramonet la desmiente. Se supo desde el primer instante lo que ocurría. Todos los testimonios de los cubanos que salieron de la isla perseguidos desde 1960, y que son recogidos en el "Archivo Cuba" así lo demuestran.
3. Es lamentable que se hable de una "gesta romántica" cuando la realidad que pretendía Heraud para el Perú iba a ser, por ejemplo, esta:
"El gobierno cubano mantiene cautivo a más de 200 prisioneros políticos, según informes de Amnistía Internacional, el Comité Cubano para los Derechos Humanos, Human Rights Watch y Reporteros Sin Fronteras. Estos prisioneros están ilegalmente detenidos de acuerdo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, ambos firmados y reconocidos por Cuba".
4. Si se quiere insistir que Heraud realizó una "gesta romántica", lo mismo que De la Puente Uceda es un "luchador social", ocurrirá lo mismo con Abimael Guzmán, treinta años después. Hacer eso es una afrenta contra todos quienes han padecido la dictadura que ensangrenta Cuba desde hace más de cuarenta años. Pero no se puede peras al olmo, o que las izquierdas vean lo que es evidente, seguirán negándolo aunque la sangre de sus víctimas les empape la cara.
Héctor
CURLY, QUIERO DECIR, ROBERT JARA, POR QUE NO DICES QUIENES SON ESE "MAS DE UN PAR (?) DE POETAS DE ESA ESTIRPE" QUE MENCIONAS? ASI NO VALE VIEJO, ESTAS COMO ALAN GARCIA QUE DICE QUE HAY CONSPIRADORES PERO NO DICE QUIENES SON? FACILITO NO?
Creo que analizar a Heraud a la luz de la contemporaneidad puede ser algo injusto sea cual fuese la intencionalidad manifiesta.
Para empezar Heraud no era un poeta con simple óperas primas o arrebatos juveniles.Su obra fue valorada por tirios y troyanos y reconocida con un Premio Nacional de Poesía.Paralelamente -y al igual que muchos de sus coetáneos- fue contagiado de la fiebre revolucionaria que imperaba en dichos años.No olvidemos que personajes como MVLL fueron encandilados de la misma forma y eso no lo convirtió en un propagador de la revolución a dedicación exclusiva,todos encontraron diversas formas de abrazar una causa que en sus inicios consideraron justa y que el juicio del tiempo y la historia develó en su real y cruel esencia.
Pienso que cometes una ligereza al inferir que Heraud gustó de lo que vió en los oprobiosos regímenes de Rusia y Cuba. Recordemos que muchas de las crueldades e injusticias que hoy conocemos fueron develadas a fines de los 70´s y luego de la caída del muro.En los años iniciales dichos gobiernos,especialmente el de Cuba, generaron simpatías por las radicales medidas populistas que implantaron y el aparato mediático que se encargaba de difundir en base a mentiras el supuesto standard de vida del que sus pobladores gozaban.Todo se derrumbó con los años pero muchos fueron seducidos por dichos cantos de sirena.
Coincido contigo en que hay que leerlo desapasionadamente sin tratar de convertirlo en un ícono político.Si rescato el compromiso que el tomó con sus ideales de cambio en un país donde nadie se compromete a nada salvo al beneficio propio.Un talentoso escritor que se abrazó al ideal equivocado.
Saludos
Jorge
Ejemplo?:
Juan Ojeda
Luis hernandez Camarero
Abraham Valdelomar
...
Y, Javier Heraud, claro.
Sólo me pregunto: ¿si no hubieran muerto jóvenes, hubieran llamado tanto la atencion?
Necrofilia, creo, hermanos...
SI HERAUD NO FUESE HERAUD
De Javier Heraud se ha dicho casi todo y su prestigio en la poesía peruana es indiscutible. Aprovechando el grave momento en el cual, por voluntad de sus familiares, se han trasladado sus restos desde su ya mítica tumba en Puerto Maldonado hasta Lima (merced a la generosa labor del Equipo Peruano de Antropología Forense) y -más aún- ahora que se conmemoran 45 años de su muerte; cabe hacer algunas disquisiciones que puedan servir a los escritores jóvenes de hoy.
Como ya lo señalé en un comment por allá, algo que me sigue extrañando en el ecoambiente informativo y noticioso relativo a Heraud es que:
" Es curioso como en los medios hegemónicos se respeta a Javier Heraud y se lo vé, en el peor de los casos, como un iluso o el último de los románticos. Cuando hoy en día el sanbenito de “terrorista” le quedaría hasta pequeño. Por un lado creo que hay una suerte de mitificación generacional legitimada no sé por qué (quizá porque muchos de sus simpatizantes están reconvertidos como Béjar o simplemente muertos hace años y en paz). Pero creo que hay otra cosa y es el elemento racial-clasista. Heraud era Heraud y no Atoccsa, Curi o Tasayco. Era de lima limón, de gente bien y seguramente compañero de clase de quienes luego fueron banqueros o contralmirantes. Al césar lo que es del césar y mi tocayo murió en su ley, pero me llega altamente que otros con menos pedigrí social sean vistos como poco más que hienas sangrientas enemigas de la patria y bla bla bla…"
1) Curiosamente, a ningún miembro del rastrero periodismo oficial le da por llamar "terrorista" a Heraud, a pesar que él asumió explícitamente la via armada para cambiar las cosas, siguió cursos de entrenamiento militar en Cuba y viajó al Perú para montar una guerrilla que combatiría inexorablemente contra la policía y las Fuerzas Armadas, bajo un modelo guevarista en el cual no se escapaban ni los curas si éstos eran enemigos de la Revolución. Heraud contaba con un plus que, pese al actual stablishment, no lo convirtió en traidor a la patria y sí en un icono tolerado por el sistema (incluso por El Comercio).
2) Otra atingencia. Antes era legítimo usar las armas. Alternativa quizá equivocada y tristona, pero considerada -décadas y siglos ha- como legítima. Nadie osaría llamar a Mariano Melgar "terrorista", "violentista" o "autoritario" por elegir levantarse contra la Corona en vez de negociar con ella cuotas de poder y buen gobierno (De hecho, en muchos sectores de historiadores -de la PUCP, todo hay que decirlo- está hoy de moda decir que habían bastantes posibilidades de consenso entre realistas y criollos americanos que fueron lamentablemente superadas por los hechos consumados de San Martín y Bolívar). En esa órbita, hasta a Miguel Grau le colgaríamos el sambenito de "terrorista", por apoyar con la violencia la insurrección vivanquista contra el gobierno elegido de Castilla. Pero hoy, cualquier comunero o trabajador minero que con una huaraca se enfrenta a la Policía nacional ya tiene el socorrido estigma. Protestar firmemente ya es sinónimo de "terrorista", no importa la causa. El gran Domingo de Ramos, con su poesía y un coctel molotov en la mano, hace cuarenta años sería un héroe popular; hoy estaría purgando pena en Canto Grande. El pensamiento hegemónico ha hecho hoy de la violencia un recurso privativo solo de los Estados y ya no se tolera, bajo ninguna circunstancia, que la población civil se levante políticamente en armas. Pero Heraud murió en 1963.
3) Y finalmente, Heraud era poeta. No era obrero textil, contador público, peón de almacén, trabajador metalmecánico, vendedor ambulante o ingeniero agrónomo. A Heraud el aura de poeta lo hizo mucho más legendario y recordado que sus propios compañeros de armas caidos en combate a quien casi nadie recuerda. Un áura que uno calificaría de injusta (sobre todo si uno no es poeta). Si Heraud no fuese Heraud ¿Cómo sería hoy recordado?
Con todo esto no he querido desmerecer en absoluto ni la obra ni la estatura de mi tocayo. Pero sí he querido señalar esas disonancias para volvernos a replantear críticamente la presencia de Heraud entre nosotros. Unos ven a Heraud a la distancia, simpático pero lejano, con la misma postura acrítica de nuestros textos escolares de historia. Para otros -y saludo la valentía- se señala directamente que la trayectoria de Heraud debería representar lo que los jóvenes peruanos no deben hacer, el camino que no deben seguir.
El debate está abierto ¿Cuáles son los límites para nuestra rebeldía y nuestras ganas de cambiar las cosas? ¿como hacer para que el criterio de clase y de raza no siga ensuciando nuestro recuerdo y aceptemos la patraña de tener revolucionarios "buenos" y "malos"? ¿Te hubiera gustado que los criollos resistieran las tentativas rupturistas y apoyaran a Abascal, resistieran exitosamente a las tropas de San Martín y Bolívar y el Perú terminara siendo una de las últimas colonias españolas como Cuba, Puerto Rico y las Filipinas? ¿La poesía, incluso la libertaria, se mancha con la sangre?
Una reflexión final: Me hubiera gustado que Heraud viviera, que entre tazas de café o chelas me dijera cómo fue capaz de entrar a Puerto Maldonado llamando tanto la atención, llegando en tropel al ventiúnico hotel de la ciudad con unos tipos ostensiblemente barbudos y que cuadraban con el esteriotipo del comunista y sin nigún contacto con la población. Que cómo se podía ser tan ciego, que cómo se podía ser tan loco. Que cómo jugó la increíble carta de dejar la vida muelle de la oligarquía limeña para hechizarse en Moscú y en Pekín, lanzándose gigantescamente al vacío y terminar su vida junto a las orillas de un río remoto con solo ventiún años.
Bueno Javier, por lo menos a tí no te llaman terruco ni antipatria. Tu poesía ha sido la barrera contra los baldazos de indignidad que los de siempre arrojan sobre quienes les señalan sus felonías y crímenes.
Tocayo, descansa en paz.
JAVIER GÁRVICH
Publicar un comentario