5.5.08

Negativo / Positivo

Problemas que hay que saludar

En el mundo literario, hay cosas que, cuando suceden, producen una queja general y que sin embargo a mí me entusiasman. Y no me refiero a los malos libros (que no fallan en ser la delicia de muchos) sino a otro tipo de cosas.

Por ejemplo, las polémicas. Apenas se inicia una polémica literaria, salvo por los contendientes, a todos los demás parece envolverlos un ánimo pacifista mal comprendido. ¿A qué tanta pelea?, dicen. ¿Por qué no se callan todos y se dedican simplemente a escribir?, preguntan. Y mientras tanto, como ave de mal agüero, yo aplaudo y pido más: ¿acaso es la polémica otra cosa que el diálogo literario llevado más allá de los libros, un tanto encarnizado (porque finalmente ha encarnado) pero potencialmente productivo?

Otra cosa es que la polémica se descomponga en bronca, en pelea de perros, pero lo que hay que pedir no es que termine, sino que vaya en la dirección correcta. Salvo por algunos egos magullados, por ejemplo, ¿la pasada polémica de los narradores peruanos, provocó algo más que la saludable apertura de esa olla de presión que es el enfrentamiento contencioso entre los diversos círculos literarios peruanos? Quienes tienen siempre en la punta de la lengua la palabra represión, deberían notar que acallar polémicas es reprimir ideas que seguirán allí, latentes, hasta el próximo estallido.

Otra de esas cosas son las crisis. Como la largamente anunciada crisis de la novela actual, por ejemplo. La misma de la que Tom Wolfe acaba de hablar en Buenos Aires como si se tratara de una enfermedad endémica y terminal, causada por el agente patógeno que Wolfe identifica como la novela vanguardista (bien dice Iván Thays que Wolfe se refiere con ello a todas las novelas excepto a las que él escribe). La crisis general de la novela contemporánea no puede ser otra cosa que el reflejo de una búsqueda estética y el intento de capturar el aire de los tiempos (que los lectores de Williams preferirán llamar, más complejamente, la estructura de sentimiento de nuestras sociedades).

Claro, dirán, ¿pero qué pasa si no es una crisis de desarrollo --para asumir la metáfora psicologista-- sino una crisis mortal? ¿Qué pasa si estamos viviendo los últimos días de la novela tal como la conocemos? En ese caso, estamos frente a otra de esas cosas que yo no sólo disfrutaría, sino que observaría con inmoderado deleite. Después de todo, ¿cuántas veces tiene uno la oportunidad de ver morir un género? ¿Y cuántos géneros literarios mató Cervantes cuando tuvo él su propia crisis de la novela, la crisis que engendró al Quijote y los siguientes cuatrocientos años de historia narrativa en casi todo el planeta, pero que remató a la epopeya, a la novela de caballerías, al romance cortesano, etc.?

Y si suponemos --foucaultianos, derrideanos, barthianos, afrancesados todos en conjunto-- que la figura del autor murió hace medio siglo, ¿cuánto tiempo hemos pasado llorando su desaparición y cómo ha influido el deceso en la suerte de la literatura? Morirá la novela un día, y le pondremos flores al autor todos los años, pero los libros estarán allí, y seguirán multiplicándose... Salvo que muera el libro.

Pero la muerte del libro es otra cosa que sería interesante presenciar. Tanto como lo fueron su nacimiento o la invención de la imprenta. A veces la gente habla de la muerte del libro como si se tratara de meter en un cajón a la literatura y enterrarla junto con la memoria de Shakespeare, el recuerdo de Quevedo y el humor de Rabelais, y más aun, como si la muerte del libro fuese a aniquilar la ficción, la imaginación y la voluntad humana de destruir y reconstruir el mundo circular y vastamente, como lo ha hecho desde siempre. Dudo que tal cosa suceda alguna vez.


Y, en todo caso, todas las pistas que encuentra uno disponibles, desde la internet y su pasajera blogósfera que será continuada por algo más sofisticado después, el auge de los videojuegos, la invención virtual de mundos alternativos, la metaficcionalización que abunda en el cine contemporáneo, la intermibale puesta en abismo de historias sobre historias que son el alma del cine de hoy, desde
The Matrix hasta El laberinto del fauno, y el omnipresente crecimiento de la novela gráfica, todas esas pistas, digo, no parecen sino anunciar que el afán humano de volver el mundo ficción no está decayendo, sino multiplicándose.

En resumen: las polémicas, las crisis y las muertes genéricas no son problemas que haya que solucionar a tiempo: son rastros que hay que seguir, en los que hay que hurgar, porque son señales de nuestra vida futura.

13 comentarios:

Lucio Suárez dijo...

Coincido con la celebración de las polémicas y las crisis. Pues, por lo general suelen ser señales de algún desencadenamiento, de algún desembalse de energía.
Ahora bien, algo que sí sería interesante de notar es que en nuestro medio, no se pone tanta energía en el acto de crear, como en el acto de enfrentarse. Nuestra vocación de enfrentamiento, lamentablemente, no corre pareja con nuestro ímpetu creador.
Acerca de las nuevas vías que la creación y la ficcionalización están tomando como nuevas posibilidades, será interesante no solo considerar los recursos o instrumentos en sí mismos, sino también el el reflejo que produce en el imaginario contemporáneo que produce su utilización intensiva.

Anónimo dijo...

El día del libro en la derrota de la Literatura...?Posted by Pablo Paniagua Ver discusiones

Las novelas de caballerías regresaron con fuerza al panorama literario, cuando parecía que con el Quijote se iniciaba un camino definitivo. Alonso Quijano ha de salir de nuevo a los caminos, pero esta vez disfrazado de mono y con una pulga como escudero, cuando son otros los tiempos y otros los lugares por donde cabalga ahora sin rocín. Su musa, el motivo de su locura y su búsqueda, sigue siendo Dulcinea, la coartada para que el escritor se vaya directo a través de la literatura, a través del arte. Si Miguel de Cervantes arremetía contra todo un género narrativo en predominio, yo, el que está detrás del mono, hago lo mismo ahora con todos mis actos y afirmaciones. En realidad soy una mezcla Cervantes y Marcel Duchamp, un provocador en pos de la esencia artística, un chango que salta por la jungla cibernética con ese grito de Tarzán que suena como si fuera aullido de lobo, aullido como el de Allen Ginsberg pero anunciando, a otra generación, el final de los tiempos.

Hoy, que vivimos caminando directo hacia la distopía, casi ningún escritor es capaz de estar en su tiempo, de enfrentar esa distancia entre el presente y el futuro, para conformarse con asimilar y narrar exclusivamente lo banal; ahí está la verdadera derrota de la literatura. Y ya no son las actuales novelas de caballerías, de un historicismo suplantador para lograr mejores ventas, lo es todo, una narrativa vacía de contenidos que no viene diciendo, salvo excepciones, nada nuevo, que no sobrepasa ese costumbrismo galdosiano: la misma novela escribiéndose una y otra vez es la novelística española del siglo XX. ¿Serán capaces los autores españoles de escribir algo distinto en este siglo? ¿Y qué harán los autores hispanoamericanos? "La novela, ahora más que nunca, ha de indagar en los problemas esenciales del hombre, en su tiempo y en lo que se avizora en el horizonte y más allá de él".

El mono arremete contra los gigantes del mundo editorial, que son esos molinos de viento, mientras la literatura se ahoga en un pozo profundo. Nadie hace nada y todos se miran al ombligo, no hay una ruptura… porque la misma crisis de la Humanidad se ve reflejada en todas sus manifestaciones, cuando ni siquiera los que deberían alzar su grito, a través de la palabra, lo hacen.

El escritor, hoy, es menos que nada… un burgués complaciente, un derrotado, pues son muy pocos los que asumen el peso de una responsabilidad evadida por la mayoría.

(Este Quijote-mono, que ya no utiliza lanza, acaba de arrojar un cóctel molotov).

-Capítulo 8 "Del salto del Mono" (blognovela que se puede leer en el foro de militeraturas).-

Max Palacios (Lima, Perú) dijo...

¿LA MUERTE DE LA NOVELA?

Hola Gustavo:

He leído con mucho interés el presente post dada su importamcia con respecto a un tema que está flotando en la atmósfera literaria desde hace buen tiempo: la muerte de la novela como género literario. Como bien señalas, sería fascinante ser testigos de la muerte de este género que ha existido desde hace más de 500 años, desde su fundación moderna realizada por Cervantes. Sin embargo, tal cosa no sucederá (no al menos durante nuestra existencia). Lo que sí ocurrirá es la muerte de cierto tipo de novelas (y creo que a esto se refiere Wolfe y que no ha precisado en sus declaraciones en Argentina). Ejemplo de ello es la extinción inevitable de la novela existencialista, tal como la plantearon Sartre o Camus; o de la novela negra clásica, a la manera de Dashiell Hammett o Raymond Chandler (aunque existe una reactualización interesante de la novela negra, bajo otro tipo de formato o mezclada con otros géneros).

Por otro lado, es imposible afirmar la muerte de un género que se caracteriza por su desbordante creatividad y su espíritu de metamorfosis, adaptándose a los tiempos posmodernos y contemporáneos. Lo que sí podremos presenciar es el advenimiento de un nuevo tipo de novela, la novela híbrida posmoderna, en la cual hay una disolución de los géneros, y en la que se combina la novela autobiográfica, el diario, el testimonio, la crónica, la poesía, los elementos dramáticos, los aportes de las artes visuales y la cultura de masas, etc.

El fanatismos que los lectores muestran por la obra de Bolaño y Vila-Matas, por citar dos ejemplos en nuestra lengua, ratifican el buen estado de salud de un género que se niega a morir y que en futuro tendrá diferente formatos y soportes, pero que dudo vaya a desaparecer, al menos no en nuestro tiempo.

Jorge Frisancho dijo...

Quizá la novela sea el género que siempre está muriendo, que siempre está en crisis, que siempre está necesitando reinvención; quizá, digo, esa sea su naturaleza. ¿No?

Anónimo dijo...

es conmovedor el entusiasmo casi parvùlar de palacios por la novela. pero también el quee no haya captado el espìritu del post.

Anónimo dijo...

Interesante.
No creo en la muerte de la novela como genero, tal vez mueran ciertos tipos de novelas y sobre sus cenizas aparezcan nuevas formas, en todo caso siempre sera necesaria la polemica alturada y las crisis de todo tipo.
Mientras leia su post recorde un pasaje que forma parte de ese tremendo monologo del policia Bell en la novela de Mc Carthy "No es pais para viejos". Aparecio en mi mente por alguna razon que creo y espero tenga alguna relacion con el post y alguno de sus comentarios (pero que en realidad me tiene sin cuidado que sea mas por lo contrario...)
Lo que esta en crisis es la sociedad y de ello no tengo ninguna duda y a partir de esta crisis, podria creer que el arte en general y la novela como genero en particular ya no pueden ser viables, bajo la premisa de que una sociedad -y una juventud- totalmente destructiva no puede generar arte que la regenere. Es como decir que la enfermedad es tan grave y avanzada que ya ninguna expresion de arte puede aliviarla. A veces creo que la premisa esta equivocada o no es valida y que por el contrario son justamente la reactualizacion y el desarrollo de las formas de violencia y destruccion lo que facilita que la novela siga su desarrollo.
Si algun dia el genero novela desaparece estoy convencido de que ni cuenta nos vamos a dar; su extincion va a ser similar como la muerte de esas viejitas que pasan desapercibidas por el mundo y un buen dia se nos mueren como a los 114 años...
Mi preocupacion en todo caso seria algo asi como despues de las novelas de Bolaños, Vila-Matas y otros contemporaneos, que otra novela se podria escribir y tan buenas como estas?? Es muy prematuro esperar algo "nuevo", pero que de aqui a unos años aparecera, no me cabe la menor duda y en todo caso los formatos seran diferentes -en esto la tecnologia juega un rol importante-.
Aqui el fragmento:

"Hace tiempo lei en un periodico de aqui que unos maestros encontraron de casualidad una encuesta que enviaron en los años treinta a varias escuelas del pais. Incluia un cuestionario sobre cuales eran los problemas de la ensenanza en las escuelas. Y encontraron unos formularios que habian enviado desde varios puntos del pais respondiendo a estas preguntas.Y los mayores problemas mencionados eran cosas como hablar en clase y correr por los pasillos. Mascar chicle. Copiar deberes. Cosas por el estilo. Cogieron uno de los impresos que estaba en blanco, hicieron fotocopias y los volvieron a enviar a las mismas escuelas. Cuarenta años después. Y he aquí las respuestas. Violación, incendio premeditado, asesinato. Drogas. Suicidio. Me puse a pensar en eso. Porque la mayoría de las veces cuando digo que el mundo se está yendo al infierno la gente simplemente sonríe y me dice que me estoy haciendo viejo. Que es uno de los síntomas. Pero lo que yo creo es que cualquiera que no vea la diferencia entre violar y asesinar gente y mascar chicle tiene un problema mayor que el que yo tengo. Y cuarenta años tampoco es tanto. Tal vez los próximos cuarenta sacarán a la luz algún problema más. Si no es demasiado tarde."


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Anónimo dijo...

Muy oportuno tu post, Gustavo. A propósito, creo que es un buen momento para revisar algunos artículos que salieron a propósito de la supuesta irrupción de la novela posvanguardia en el Perú. He aquí el link y, a continuación, la nota completa (El Dominical de El Comercio).

http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-03-22/balas-sobre-occidente.html


LA IRRUPCIÓN DE BOMBARDERO
Balas sobre el occidente
Por Enrique Sánchez Hernani

Con absoluta seguridad Bombardero, el megatexto del poeta y escritor César Gutiérrez, es el experimento narrativo posvanguardia más ambicioso de los últimos cincuenta años. Alguien que ha revisado el libro (descomunal, por otra parte: 558 páginas) nos mencionó que tenía en mente Escalas melografiadas de César Vallejo o La casa de cartón de Martín Adán, en su resuelto interés de modificar los límites del género narrativo. Nosotros no nos animamos a ubicar dentro de un género a Bombardero. Aparenta ser una novela (hay un narrador omnipresente) y desarrolla varios cuadros que podrían tener una sucesión histórica: va del ataque a las torres del World Trade Center hacia un futuro incierto. Pero la narración corresponde más bien a un gran texto de prosa poética que incluso ha trabajado la tipografía: hay centenares de modificaciones de tipos de letras y se han insertado todos los isotipos que han sido posibles cuando se habla de tal o cual marca.

Por otra parte, la reflexión que existe sobre la gran deflagración (profecía que los ecologistas manejan para avizorar el fin del planeta) y sobre la guerra, al incluir una devastadora cantidad de información (desde marcas de objetos civiles y bélicos, a datos minuciosos sobre una multitud de cosas y sucesos) y al hacer confluir a muchos personajes -no todos perfectamente identificables-, nos hace pensar que también hay un propósito ensayístico y filosófico en el uso del lenguaje.

¿Qué cosa es Bombardero entonces? Un megatexto cuyo cuerpo central, podemos identificar, es un gran alegato antibélico. Pero no hay nada que sea identificable con un discurso político (aunque subyazca una ideología) o con un género narrativo convencional que hayamos visto antes. La técnica narrativa se parece, más bien, a ese tipo de redacción que viene consolidándose con el uso de la tecnología informática y de la telefonía celular para enviar mensajes. Y los referentes son decenas y decenas de canciones o grupos musicales (el autor fue alguna vez DJ en Arequipa, su ciudad natal), centenares de hechos y situaciones producto de la gran cultura de la multiinformación.

El autor, y esto, pensamos, más en clave de humor, además incorpora textos en otros idiomas, desde el inglés y el quechua al árabe, que finalmente son guiños a otras culturas y así, creemos, deberían ser tomados. Por momentos los referentes podrían ahogar a un lector poco culto. El libro lo abren 25 epígrafes, con párrafos de El Corán o frases de Brian Eno o David Bowie. Creo que esto es una advertencia sobre el afán totalizador y enérgicamente ambicioso del megatexto. De alguna manera es, también, la clave para leer el libro como un universo particular al que hay que aproximarse asiéndose de la poesía y la tecnología visual e informática. De otra manera -y esto lo sabemos porque hablamos con su autor en una conversación que hemos extraviado- es el relato de un viaje interior que comprendió, también, un viaje exterior: el libro fue escrito a lo largo de más o menos ochos años en ciudades que van de Arequipa y Lima a Nueva York. Por eso es que está salpicado del recuerdo de una mujer (Rachel) y de una multitud de referentes a la cultura peruana dentro del contexto explícitamente neoyorkino donde el texto pretende desarrollarse. El lector no la tendrá fácil al leer este libro. Pero no podrá eludir su magia fascinante y su carisma, su poesía.

Quienes estén interesados por el desarrollo moderno de la cultura occidental y sus no pocos tropiezos con el mundo musulmán, avizorados desde una torre poética, aquí tienen una pieza narrativa que van a adorar. Obviamente, Bombardero debe merecer una lectura y análisis académico pues, definitivamente, algo nuevo ha nacido en la literatura peruana e hispanoamericana.

Anónimo dijo...

Y qué cosa tiene que ver Bombardero aquí; mejor leamos algo sobre Michel Houellebecq; quizás el mejor escritor en al actualidad:

Las partículas elementales
de Michel Houellebecq


Manuel Valverde Maldonado





La novela de Houellebecq se puede asociar al género de la ciencia ficción, porque el narrador, externo a la historia, y en tercera persona narra desde un tiempo futuro, próximo a 2080, cuando se aproxima la extinción del ser humano. Los humanos han preparado su propio relevo mediante una nueva especie, la duplicación perfecta, con que se supera la reproducción sexual, propia de una evolución natural de los seres vivos, llena de desventajas. Sin embargo, la novela camina por otros derroteros, la acción transcurre en su totalidad en la segunda mitad del siglo XX; cuando va a terminar, el autor le da un vuelco al argumento mediante un capítulo final, el epílogo, donde se desvela el tiempo histórico, 2080, desde el que el narrador cuenta los logros de Michel Djerzinski, el biofísico nuclear protagonista que abre con su teoría una nueva era en la ciencia.
Por tanto, la ciencia ficción no es el objetivo de este gran libro, que tanto impacto ha causado en el panorama literario francés y cuya traducción al español por parte de la editorial Anagrama representa la forma de dar a conocer en lengua española la mejor obra de un autor que comienza a ser calificado como el mejor novelista europeo actual.
Las partículas elementales es una estampa despiadada y a la vez tierna, triste, retrata el estilo de vida que la cultura occidental europea y norteamericana impone como dominante en las cinco últimas décadas. Es una crítica feroz a ese modelo, que corresponde al de una burguesía liberal, un socialismo progresista o una izquierda materialista, cuya hegemonía política en este periodo viene a simbolizarse por lo que se conoce como la cultura resultante del mayo del 68 francés.
La estructura de la obra se inicia con un prólogo que contiene un poema en el que se dice: «hoy vivimos en un reino completamente nuevo», «podemos contar el final del antiguo reino»; estas afirmaciones nos remiten al final del libro, 2080, una vez superada la civilización actual, pero desde una lectura lineal, el sentido del prólogo no se vislumbra porque desconocemos las claves de esa voz narrativa que maneja los hilos de la historia. Sigue una primera parte titulada “El reino perdido”, título muy simbólico y muy acertado. Ese reino es la infancia de los protagonistas, Michel y Bruno. Desde los cuarenta y pico años de edad los personajes sienten su decadencia, una crisis vital que los llevará a bucear en sus recuerdos. Recuerdan su infancia y adolescencia con un lenguaje duro y directo. Son un mundo del que fueron expulsados (reino perdido), cuando terminan la preparación para la vida y el desarrollo del crecimiento. A continuación una segunda parte con el título de “Momentos extraños”, que comprende desde su incorporación profesional con el matrimonio incluido de Bruno y la soltería vocacional de Michel, hasta el momento presente. Es una etapa extraña, de la que no son conscientes hasta que no se produce el término de la misma. Es la etapa en que se confirma el fracaso vital de los personajes, la vida transcurrida sin ningún sentido, incluida la rapidez, “momentos”, porque no han sido conscientes del paso del tiempo, han vivido como en una imagen retenida, hasta que con la perspectiva temporal de la crisis existencial han visto que la plenitud de sus vidas ha terminado: sólo les queda envejecer para morir. Finalmente una tercera parte titulada “Infinito emocional”, con la que el autor pone a estos personajes, vitalmente arruinados, ante la última oportunidad desde la que alcanzar un sentimiento de felicidad, intentando probar una nueva experiencia en que se les dé una oportunidad al amor como un deseo noble que ha de mover a los seres humanos. Michel y Anabelle, equivocadas y rotas sus trayectorias, vuelven a encontrarse en la etapa de la decadencia física: el esfuerzo por practicar el amor como un acto noble es de una tristeza inimaginable. El resultado: la muerte de Anabelle y la soledad más absoluta de Michel. Por otro lado, Bruno también busca esa oportunidad mediante una relación adúltera, tras una vida repleta de infidelidades, que incluirá el divorcio. Esta relación adúltera la encontrará en una bióloga, Christiane, que, como Bruno, ha roto su vida entregándola a una práctica extenuante del sexo, que se ha convertido, siguiendo a Freud, en el argumento que explica todos los actos de la conducta humana. La estampa de la muerte de Christiane, tras la última crisis de su enfermedad degenerativa de médula ósea mientras practicaba el sexo múltiple en una orgía interminable, es espantosa: queda inválida en una silla de ruedas, aterrada, porque desde la erótica de la seducción y del culto al cuerpo, es incapaz de asumir vivir en un cuerpo viejo y mutilado. Se suicida para escapar de sí misma. Bruno se pierde en el sórdido mundo de un psiquiátrico, que le sirve de espacio en que recluir una existencia que se ha escapado a cualquier tipo de control lógico, cuando su práctica profesional como profesor de literatura comenzaba a ser peligrosa para él mismo por sus problemas con el sexo, y su vida íntimo-familiar muere definitivamente; incluso la relación afectuosa con su hermanastro, Michel, termina en estos momentos: tras el entierro de Janine, la madre de ambos, en el momento en que se van a separar los dos hermanos, el narrador termina el capítulo mediante una anticipación o prolepsis, diciendo que sería mucho después cuando Michel se daría cuenta de que este era el último momento en que veía a su hermano.
El autor no termina la novela aquí, sino que le da un vuelco al argumento, mediante el epílogo que ya hemos comentado y con el que traslada la historia a la ficción de un futuro desde el que nuestro presente actual es visto con la perspectiva de una civilización que ha terminado.

Esta es la estructura externa de la obra, dividida en tres partes, con un prólogo inicial y un epílogo final. La arquitectura que utiliza el autor para darle soporte a la acción es brillante, casi perfecta.
En entrevistas concedidas al escritor responde que su concepción de la novela pasa por el ensayo y la reflexión filosófica. Hay mucha filosofía en esta novela, mucho pensamiento postmodernista. Se aleja un poco de la posición dominante en la novela del siglo XX, en que preocupa más cómo hay que escribir y contar la historia, que lo que hay que decir. Para el autor, la novela actual tiene que decir cosas y por eso sus páginas se llenan de filosofía, y la reflexión abstracta propia del ensayo ocupa un papel importante.
Vamos ahora a abrir el capítulo del pensamiento de la novela. El autor se convierte en un escritor de tremenda actualidad. En los últimos años, importantes pensadores han estudiado cómo el tema del sexo se ha metido en todos los ámbitos de nuestras vidas, en la literatura también. Michel Foucault inicia una serie de estudios en torno a la literatura y su relación con el erotismo. El ensayista español Juan Carlos Rodríguez también atiende a este fenómeno mediante su estudio Literatura, moda y erotismo. Por poner sólo dos ejemplos, el primero concluye en sus últimos escritos que en la sociedad actual «hay que destronar al sexo rey»; el segundo advierte del tremendo poder manipulador de la erótica, en este caso la erótica actual, sobre la práctica sexual que una persona desde su vivencia personal puede considerar normal. En definitiva, se sospecha y se investiga qué hay detrás de esta exacerbación del tema del sexo en nuestros días. Es más, hay que destronar el culto a ese nuevo Dios: el sexo.
Si situamos la novela en este contexto, el autor parte de lo que llama la ola lúdico-libidinal que en los años 50 nació en los EEUU, la erótica de la seducción y el culto al cuerpo. Esta nueva erótica pondrá fin a la erótica monogámica tradicional que presupone la fidelidad de la mujer inscrita en el hogar y la dedicación a los hijos. Janine, la madre de Michel y Bruno, abandona su estilo de vida tradicional para practicar la liberación del cuerpo y el sexo libre en una comuna de hippies. Este culto al cuerpo, al sexo y a la liberación de las convenciones de una sociedad, mediante las drogas, se convierte en uno de los mitos del rock de la época: sexo, drogas y rock and roll. Nace un nuevo estilo de vida que en la novela se llama la erótica socialdemócrata, que pasa por la utopía revolucionaria de mayo del 68 y cruza los años 80 y 90 con una búsqueda de nuevos placeres asociando el sexo a las prácticas violentas y criminales en lo que llama el código sádico. Esta práctica también se asocia a un nuevo resurgir de la espiritualidad y las prácticas religiosas en lo que se conoce hoy día como la New Age. La nueva erótica, que va de la mano del pensamiento de la burguesía liberal y de la izquierda progresista, han conducido a la civilización occidental a un callejón sin salida: el ser humano es incapaz de asumir su propia vida desde una erótica que presupone un cuerpo eternamente joven, tema del carpe diem, y un culto al cuerpo y a la belleza con unos niveles de exigencia que llevan a la frustración de quienes no responden a dicho modelo. Bruno es obeso y no es atractivo en su relación con las chicas: su sexualidad se manifiesta desde su infancia de forma obsesiva y patológica, necesita atención médica. Todos los personajes de la novela, al llegar a los cuarenta años, son incapaces de asumir desde la erótica que la sociedad establece como dominante que sus cuerpos envejezcan, que el deseo sexual comience a declinar. Es el desencanto vital, es el malestar permanente del hombre contemporáneo, es, por brutal que parezca, la incapacidad de asumir que los seres vivos envejecen y mueren. Por tanto, esta imposibilidad de asumir un cuerpo obeso, un cuerpo viejo, es lo que lleva a que se suiciden Christiane y Annick, dos amores frustrados en diferentes etapas de la vida de Bruno.
Los personajes de Houellebecq son apáticos, no sienten deseo por nada, o el deseo que sienten, al practicarlo, no les produce ningún tipo de placer, se sienten infelices. Este nihilismo y falta de voluntad que se respira en sus personajes, hacen al autor heredero del gran novelista francés Celine, y concretamente de su Viaje al fin de la noche. Por tanto, la teoría de Freud de que la conducta del ser humano se explica desde el deseo, siendo el deseo sexual consustancial al hombre, se viene abajo y queda ridiculizada en la novela. Hay alternativas, que no pasan por la erótica que la sociedad, con su tremendo poder manipulador, impone. Bruno dice que su hermano Michel, que es un superdotado, no es humano. No es humano porque no ha sentido nunca el deseo sexual, o lo ha sentido tan escasamente que no le ha interesado practicarlo, al no encontrar placer en él. Incluso la práctica sexual de Michel es más intelectual y racional que emocional. Michel se siente atraído por el conocimiento, por la ciencia, aunque ésta también se encuentre atascada en postulados insolubles, que no dan respuesta a las grandes preguntas que necesita la vida y la sociedad que él vive. Por eso practica la soltería, casi el celibato. La ciencia y el conocimiento deben darle salidas a una civilización decadente, que sufre una crisis mortal de necesidad. También es infeliz porque esas respuestas no aparecen por ningún sitio. Sin embargo, su hermano lo envidia, cree en su integridad como intelectual, aunque sabe que sentimentalmente también ha fracasado: el primer amor de Michel con Anabelle se rompe porque ella no entiende esa falta de deseo sexual del Michel adolescente, y tiene un aborto de una relación sexual esporádica con David Di Meola. Michel, que ya era un ser solitario, acentúa esta personalidad, hasta que, a los cuarenta años, Michel y Anabelle vuelven a encontrarse, para recuperar una vida que se ha gastado sin darle una oportunidad al amor como ideal noble que mueve a los seres humanos. Michel, como Bruno, fue educado sin madre ni padre, su abuela es la persona por la que ha sentido un cariño y una pena infinitas: su abuela ha vivido por amor, lo ha cuidado por amor. Michel llora dos veces en la novela: cuando muere su abuela y cuando muere Anabelle, una chica víctima de la erótica de la seducción, dispuesta siempre a amar y que la vida le arrebata incluso la última oportunidad de poder realizar este deseo: el cáncer de útero supone su tercer aborto, en este caso, un hijo de Michel, al que siempre ha amado. La muerte de Anabelle es una muerte por amor, que sumerge a Michel en una tristeza tal que tomará una decisión extrema: huye de la civilización, se sitúa en el extremo geográfico de la misma, Irlanda. Por amor, que es pena y tristeza, a la humanidad, se entrega al estudio de su teoría de la duplicación perfecta, y no muere sino que desaparece, se adentra en el mar y nadie hasta hoy ha sabido recomponer de una manera certera cuál ha sido el final de la vida de Michel Djerzinski.
Resumiendo las cuestiones que se refieren al deseo/placer/felicidad, está claro a lo largo de la novela que el autor descalifica que el ser humano se mueva por deseos, estos no se manifiestan con la misma intensidad en todas las personas, incluso puede darse el caso de una ausencia total de deseos. Eso no es nada patológico. Está claro que el deseo sexual no determina la conducta, sino una erótica social, la de la seducción en la segunda mitad del siglo XX. Por tanto, Freud está desfasado y superado. Hay otros tipos de deseos, hay que destronar la primacía del sexo. Por otro lado, practicar aquellos deseos que la sociedad nos incita, no siempre produce placer o el mismo grado de placer. La sociedad placentera es un mito funesto que es preciso desterrar. Nuestra sociedad actual del bienestar y del culto al placer nos incapacita para asumir nuestras vidas, cuando no responden al modelo dominante. Nuestras vidas son las vidas de estos personajes rotos que desfilan por la novela buscando una felicidad que sólo es la imagen de una cultura, una felicidad que ha movido al hombre moderno a buscar la perfección, el progreso. Una imagen con la que la cultura occidental, desde que se instala en el siglo XVI, trata de “racionalizar” el sentido de la vida.
Hago un paréntesis para lo siguiente: si la felicidad sólo es una imagen cultural, la tragedia humana reside en la búsqueda de esa supuesta felicidad, tragedia que Houellebecq remonta al primer texto que crea al hombre occidental en la Grecia Antigua, El banquete de Platón, en donde tiene lugar el diálogo en que Aristófanes expone su concepción del amor. Texto cuya lectura recomiendo. Al final de su novela La posibilidad de una isla (Alfaguara, p. 433), Houellebecq vuelve a hablar del hombre occidental como un ser escindido, que nace en el texto de Platón y que en la actualidad ha muerto: el hombre ha muerto.
La felicidad mueve al hombre, el progreso mueve la historia. Aquí el autor conecta con el pensamiento actual de la postmodernidad: la evolución histórica ha terminado, la historia ha muerto, la literatura ha muerto, el hombre ha muerto, el fin de la historia, el fin de la civilización humana.
Esta última idea lleva a otras cuestiones de Las partículas elementales. La evolución histórica ha terminado, la evolución natural, Darwin, es imperfecta, porque la reproducción sexual, siguiendo el azar de la naturaleza, puede ser reemplazada por la evolución genética. Por tanto, se vuelve al tema tradicional y mítico de la literatura occidental: la fe en la ciencia. Se ha acabado la etapa de los cambios históricos, se inicia ahora la etapa de los cambios científicos, con la biología, o mejor, la biofísica nuclear, como la ciencia guía de todos los saberes. Por eso, en la descomposición del átomo, las partículas elementales pondrán fin a esta civilización occidental que tanta importancia da a la atracción de los cuerpos, cuerpos escindidos cuya atracción es lo que desencadena el sentido trágico de la vida humana, y que ha convertido al sexo en un rey. El sexo ya no será necesario para la supervivencia de la especie. La evolución genética ha de prescindir de la reproducción sexual. Eso, desde Djerzinski, tiene un nombre: la duplicación perfecta, que se fundamenta en la teoría de las partículas elementales, y que viene a darle título a una novela que se escribe como homenaje al hombre que, antes de su desaparición total de la Tierra, ha sabido preparar el relevo para el nacimiento de otra época.

Anónimo dijo...

conclusion:

1)la novela sigue vivita y coleando
2)mismo virus del sida, ha transmutado en un nuevo bicho y
3) la idea o realidad de su muerte, tarde o temprano formara parte del genero para asi enriquecerlo

Anónimo dijo...

Pero necesitan ustedes un grupo de reglas con las que puedan llevar adelante los debates y asì evitar las peleas de perros, como la regla derivada de la ley de Godwin, que dice que empieza a comparar al interlocutor con los nazis, automáticamente pierde.

Empiezo proponiendo que se omitan referencias a la ideología del interlocutor. Si el interlocutor es miembro del Club de Amigos de Star Trek, eso no es algo que uno pueda mencionar en un debate sobre el fanatismo en general.

¿Alguien se anima a proponer otras?

Anónimo dijo...

Thays te cita a ti y encumbra como blogger digno de sacar un libro que reúna sus mejores posts, además se vuelve un experto en ciertos conceptos como el de "antisemitismo" y "antisionismo". Pero la cosa no acaba ahí, Faverón cita y recalca "como bien dice Thays". Esa amistad intelectual y notoria, por tanto no sorprenderá cuando saque una novela hecha a cuatro manos y provoque la misma, una polémica.

Anónimo dijo...

Ja, casi todos los comentarios hablan de cualquier cosa, se quedan en los ejemplos, o ven solamente fragmentos de algo más importante.

Me quedo con tu último párrafo: "En resumen: las polémicas, las crisis y las muertes genéricas no son problemas que haya que solucionar a tiempo: son rastros que hay que seguir, en los que hay que hurgar, porque son señales de nuestra vida futura."

Allí está lo importante (pese a tu mención "en resumen", creo que muchos no llegan hasta el final).

Buen post. Saludos.

Unknown dijo...

EL MUNDO CON MIGUEL GUTIÉRREZ
Hace unos días se presentó en la librería Crisol, de Miraflores, la reedición de la novela El mundo sin Xóchilt (son pocos los que pronuncian correctamente el nombre), del escritor Miguel Gutiérrez. Estuvo a cargo de los poetas Abelardo Sánchez León y Alonso Rabí do Carmo. El primero hizo una entretenida reseña de la trayectoria narrativa y ensayística del escritor piurano, salpicándola con recuerdos mutuos de juventud; debido a que ambos cultivan una amistad de hace varias décadas. Recordó, por ejemplo, las características de la polémica literaria de los años 70s (durante el Congreso de Escritores Peruanos realizado en el Cusco ese año), cargadas de tintes políticos e ideológicos; y puso de relieve la importancia del grupo Narración en el panorama de la literatura del siglo pasado. A su turno Alonso Rabí comentó, con brillante brevedad, la densidad dostoievskiana de El mundo sin Xóchitl al trabajar la dimensión psicológica de los personajes, la persistencia de la propensión totalizadora con que el autor narra la historia de amor incestuoso de los hermanos Wenseslao y Xóchitl, y el manejo de la técnica novelística denominada “cajas chinas” -historias dentro de historias. También mencionó que estas dimensiones, propias en muchos casos de la gran novela decimonónica, constituyen aspectos esquivos en las últimas producciones narrativas que han puesto más el acento en la inmediatez y el golpe visual de los contenidos. Finalmente Miguel Gutiérrez abordó lo que podría denominarse la condición del artista en la sociedad. Reiterando su eterna distancia de todo círculo de poder, sea este político o literario. Su independencia como hombre opinante sobre temas relacionados a la sociedad peruana y la creación literaria. Además comentó la incursión del artista (puso como ejemplo al escritor comunista José Saramago) en los territorios del gran mercado como una forma de llegar a las grandes colectividades y como una forma de trabajo remunerado que no constituye ningún deshonor. En suma, una noche de celebración de la novela donde se puso de relieve, una vez más, la notable producción de Gutiérrez que se suma al reconocimiento de su obra en los grandes medios y la obtención de recientes galardones artísticos como el Premio La casona 2007 otorgado por la UNMSM.