11.5.08

¿Novela artística?

Calderón Fajardo, Oquendo, César Gutiérrez

En un artículo publicado en el cada vez más popular blog Porta 9, de Francisco Ángeles, el novelista Carlos Calderón Fajardo ensaya una clasificación de la novela contemporánea en, por un lado, textos artísticos, y, por otro, textos sociales. La nomenclatura, que recuerda la equívoca y ya desusada división de la poesía peruana en pura y social, no parece menos arbitraria que aquella: no es posible pensar en ambos grupos sin que sean más numerosas las excepciones que los textos que calcen perfectamente. Se trata de una clasificación impracticable porque el primer término (novela artística) está definido en el campo de la estética, mientras el segundo (novela social) está concebido en función de contenidos temáticos y aspiraciones de intervención en el debate político.

Aunque la nómina de los contraejemplos es inacabable, bastará con decir que a La casa verde, acaso la más compleja construcción alegórica de la nacionalidad que se ha escrito en el Perú, no se le puede negar, a causa de su evidente resonancia social, el estatus de texto artístico, como sería injusto rehusárselo a libros como Conversación en la Catedral, La violencia del tiempo, País de Jauja, Redoble por Rancas, Ximena de dos caminos, Rosa cuchillo, La hora azul, etc., que también se distinguen por ser lecturas, totalizantes unas, fragmentarias otras, de una cierta realidad social peruana.

Es más: si la clasificación es bipolar, y en esa bipolaridad se quiere recoger la totalidad de la novela peruana, bastará con apuntar que no toda novela que no es social es artística y que no toda novela que no es artística es social, para concluir que la nomenclatura bipartita de Calderón Fajardo es no sólo insuficiente sino a las claras inconducente.
No se lo digas a nadie no se vuelve artística por no ser social, como no se vuelve social por no ser artística. Pero el error más notorio de la bipartición está no en la cantidad de ornitorrincos que genera (entre ellos, no pocas novelas de Calderón Fajardo, que uno quisiera clasificar a la vez en ambos campos), sino en la base sobre la cual se levanta, es decir, en la idea de que si un narrador quiere concebir su obra como una observación o una crítica o una intervención o incluso una plataforma desde la cual proponer ideas de carácter social, su obra inmediatamente abandona los linderos del arte y se vuelve otra cosa.

También es inconducente la idea central del artículo de Calderón Fajardo: la noción de que la novela peruana que él llama artística ha encontrado en la simbología, la metáfora o la alegoría de la casa como espacio una cifra peculiar, que la distingue, una suerte de escenario natural, desde Martín Adán hasta Luis Hernán Castañeda, pasando por Vargas Llosa y Prochazka. No sólo porque la casa como espacio es el más común de los lugares de la novela, desde la tradición burguesa de Austen hasta el romance decimonónico (que la hace lugar de disputa interfamiliar), la novela gótica (que la trasmuta en castillo), el cuento de hadas (que la convierte en casa encantada), el cuento de terror (que la transforma en espacio sobrenatural), la novela del segundo realismo mágico latinoamericano, sobre todo el escrito por mujeres (que la reconvierte en espacio doméstico y la reclama como fundacional), etc. Y no sólo porque ya Gastón Bachelard reclamó la casa como el espacio mínimo vital de la novela. Sino que es además un tópico inconducente para ejemplificar la división entre novela artística y novela social porque la casa es también el espacio privilegiado de la narrativa peruana que lidia con temas sociales de toda índole, desde Diez Canseco hasta Vargas Llosa, desde López Albújar hasta Rivera Martínez, desde Arguedas hasta Alfredo Bryce.

En un artículo de hoy, Abelardo Oquendo propone (pero matiza, problematiza y finalmente descarta parcialmente) la bipartición entre novela artística y novela comercial. Como el mismo Oquendo no tiene mayor problema en señalar la arbitrariedad de la división, y las vastas posibilidades de encontrar ejemplos que la contradigan, no tiene sentido detenerse a criticar, en su caso, que eche mano de esas etiquetas. Pero en su columna hay otro aspecto que es digno de discutir: Oquendo apunta que es el afán de búsqueda y experimento el que distingue a las novelas que se orientan hacia la bravura y el descubrimiento del arte, de aquellas otras que se conforman con la estandarización y reniegan del ensayo de variantes y la apertura de nuevos territorios. Hacia el final da ejemplos de tal novela artística, y entre ellos, además de las últimas y excelentes obras de Mirko Lauer, señala a
Bombardero, de César Gutiérrez, a la que llama "la gran novela peruana de vanguardia".

No he leído de
Bombardero sino los largos fragmentos que publiqué como adelanto en Puente Aéreo meses atrás, de modo que no puedo opinar sobre su valor estético como totalidad, pero creo, a partir de mi lectura parcial, que es por lo menos innegable un hecho: Bombardero no es una novela de vanguardia.

Es claro que el término "vanguardia" se usa de varias maneras distintas. Dos de ellas, las más comunes, son éstas: un texto es vanguardista si se corresponde con los postulados de la vanguardia, en tanto fenómeno estético-histórico (dueño de unos ciertos rasgos que quizá nadie ha descrito mejor que Peter Bürger en su libro ya clásico). O un texto es vanguardista si es altamente experimental, innovador, si abre un camino no transitado hasta el momento de su composición. En el primer caso, es evidente que la novela de César no responde a los principios de la vanguardia, y por lo tanto no le corresonde esa etiqueta. En el segundo caso, el término
vanguardista está usado de manera equívoca, en un sentido elástico que no es el que la crítica literaria le otorga; y, además, bastaría con señalar la impronta evidente de Pynchon para concluir que el terreno estético de Bombardero es un espacio ya conocido y hasta cierto punto estandarizado por la novela contemporánea.

Más interesante es discutir el primer sentido. La vanguardia tiene una tendencia al fragmento y la atomización textual --que sí es verificable en
Bombardero-- pero su fragmentación tiene que ver, como observaron Benjamin, Jameson, Buck-Morrs y Burger, con un cierto afán alegórico, que no creo que esté presente en el texto de César. Bombardero es más bien un texto postmoderno, y la postmodernidad es un momento estético poco reconciliable con el de la vanguardia histórica: la vanguardia era irónica ante el mundo, el texto postmoderno es irónico ante sí mismo; el pastiche y la parodia eran recursos de la vanguardia, pero recursos orientados a la desacralización de sus referentes, mientras que el pastiche y la parodia postmodernos son mucho más que herramientas en esa desacralización: son el cuerpo todo del texto; son el texto mismo, hasta el punto que a veces es difícil reconstruir la conexión representacional de un texto postmoderno, porque la suya es una textualidad exacerbada.

Bombardero es un texto hecho de citas, un pastiche de elementos ajenos, una red de referencias y de autorreferencias, y a la vez una parodia de sí mismo: es más fácil conectar la novela con "El aleph", hasta cierto punto, que conectarla con Martín Adán o con Oquendo de Amat, o con cualquier ejemplo de estética vanguardista que uno quiera convocar. No se trata de que sea algo así como una imposible vanguardia postmoderna; simplemente es otra cosa y hay que leerlo como algo distinto si es que queremos encontrar su espacio propio en la narrativa peruana contemporánea.

30 comentarios:

Miss Vilma dijo...

La inolvidable imagen de Buñuel...

Colifloressecas dijo...

Tengo una pregunta, algo que no me queda muy claro.

¿Cuándo hablas de la vanguardia (concepto que si entiendo a nivel del Perú), te refieres también al modernismo en general?

Anónimo dijo...

Yo pienso que lo CCF, para resumir algo que él mismo ha dicho va a desarrollar ideas sobre el mismo tema más adelante, es me parece la idea de que existen dos tipos de novela. Una que es un mundo en si mismo sin tener como referente la realidad social, y por eso CCF se extiende con Casa de Prochaska, quizás la novela más representaiva de ese propósito, pero hay otras novelas con similar intención como por ejemplo Viaje interior, de Iván Thays. Estas novelas no se pueden comparar con la que se refieren directamente a la realidad peruana, o a la realidad social. Pero el tema de si es que hay una literatura de intención más "artística" que social ahora en el Perú está abierto. Hecho que no era típico en nuestra literatura, donde la novela social era canónica y cualquier otro tipo de novela una herejía.

Anónimo dijo...

Leyendo hoy la columna del Chato Hildebrandt, a propósito de Maite Rico, periodista de El País, columna ésta en que no deja de estar ausente su tormentoso pero profundo, ¡qué duda cabe!, amor de otrora (“Es como la Chichi pero alfabeta, a lo grande y con éxito”, que traducido al buen cristiano significa “te amé y te sigo amando pero considero que eres una pobre huevona”), me llama la atención lo que me parece un ejemplo interesante de proyección sicoanalítica para los alumnos de secundaria (¡Ojo, Trahtemberg!):
“Y como ella no podía dejar de ser la diva del entierro, el centro de la galaxia y
el ombligo de la bailarina ventral que de verdad quisiera ser, pontificó: ¡Esto es una farsa!”
Mayor motivo para que el cucufato culturoso César Lévano, siga pregonando que el Chato Hildebrandt es su columnista estrella.

R. BARTHES

Anónimo dijo...

Curioso lo que planteas. Porque, claro, discutes la definición de Oquendo a partir de una lectura fragmentaria (la tuya)de Bombardero. Hace unos meses, cuando se lanzó el libro de Gutiérrez, fuiste tajante al concluir que jamás podrías hablar de un libro que no has leído completamente. Y ahora estropeas tu crédito aventurando una definición absoluta y concluyente: "Bombardero no es vanguardia".
¿Qué te pasó? ¿O será que Bombardero es tan posmoderna que invoca lecturas fragmentarias para definiciones de igual naturaleza? ¿Por qué no esperas leerla completamente, como seguro lo hizo Oquendo, para concluir de una manera más concluyente?
A.L.

Anónimo dijo...

¿No puedes tú visualizar por ventura,Gustavo,la extrema impostura,sobresaturada de frases hechas, de CMS (tú sabes de quien hablo)? Hay que desenmascarar a este jovenzuelo farsante que no tiene ni puta idea de lo que realmente está en el fondo de lo que dice pero que está allí.¡Qué diferencia tan abismal con Güich,que sí es un ejemplo de honestidad intelectual!
R.B.

Anónimo dijo...

Qué insulso tu comentario, "R. Barthes". La columna de César Hildebrandt es de las mejores que se pueden leer en la alicaída y analfabeta prensa peruana y el tío Lévano es un tío consecuente con sus ideas. La Primera es tal vez el único diario que uno puede comprar en los quioscos sin temor a enmierdarse las manos.

Lástima y pena provoca tu comentario: totalmente insustancial.

PD: La psicoanálisis es una pseudociencia. Es una necedad pretender darle validez científica a las ideas que se le ocurrieron al buen Freud a partir del análisis de una mínima porción de la burguesía vienesa del siglo XVIII. En todo caso, si insistes en psicoanalizar a Hildebrandt, lee a Lacan y su refutación a Freud y a sus seguidores ad pedem literae.

El Tukuyrikuy

Anónimo dijo...

Bombardero es un texto altamente experimental, innovador y que abre un camino no transitado hasta el momento de su composición. Eso dicen todos los que la han leído. Es más, dicen que la novela de C. Gutiérrez responde a los principios de la vanguardia y, por lo tanto, le corresponde sobradamente esa etiqueta.
Lo que la hace altamente vanguardista es la impronta de Houellebecq, Gaddis, Bourrougs, Dick, Joyce, Pynchon y centenares de autores que Faverón está en incapacidad de conocer porque no ha leído el libro. El terreno estético que critica Faverón es un espacio que desconoce completamente. O que conoce fragmentariamente, lo que es peor.
A.L.

Anónimo dijo...

Gracias a Gutiérrez por autocomentarze. Recuerda a Neyra cuando quería que lo leyeran junto a Blanchot y nadie lo hizo caso. Lo que extraña es que Gus no acuse a Fajardo de ígnaro por mandarse con esa categorización primariosa que recuerda las clasificaciones peregrinas que Ivan Thays hizo en Viejeros perdurables.

Anónimo dijo...

¿Qué es esta gazmoñería de la novela artística? ¿Acaso todo texto literario no es en sí mismo artístico? ¿O hay literatura que no es arte?

Anónimo dijo...

"Bombardero es simplemente es otra cosa y hay que leerlo como algo distinto si es que queremos encontrar su espacio propio en la narrativa peruana contemporánea".
¿Y qué o cuál se supone que es esa "otra cosa", Gustavo? ¡¡Dínosla, por favor!!

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Caray, anónimo, qué curioso: la mitad de mi post explica cuál es esa otra cosa: una novela postmoderna, hecha de pastiches, citas, parodias, referencias, etc., dedicadas a ironizar y desacralizar el propio discurso.

Anónimo dijo...

¿Qué pasa Tukuyrikuy? Yo no he dicho por ningún lado que la columna del Chato sea una de las peores y hasta he defendido sus artículos, diciendo en anterior ocasión que nadie deja de leerlos si se cruzan con ellos porque suelen ser interesantes, con las reservas del caso claro está porque nadie es perfecto, según afirma el señor Nadie
en flagrante plagio del Chato de tus amores. Tampoco he dicho que tu tío Lévano no sea consecuente con sus ideas y lo que es más, en él me inspiro para ser yo también consecuente con las mías y calificarlo consecuentemente de cucufato culturoso.

Se ve que eres fan del Chato, una de cuyas muletillas más frecuentes, creo que su favorita, cuando quiere insultar, está precisamente en relación refleja con la mierda.

PD: Así como no hay que ser ingeniero para hablar de tornillos, no hay que ser tampoco sicoanalista para hablar de “proyección”, algo comprobable todos los días en variadas ocasiones. Gracias por el dato sobre la caducidad de Freud. Te digo en retribución que también Einstein, incluso en vida, estaba superado y que los físicos serios que llegaron a conocerlo en la última etapa de su existencia, lo consideraban como un simple testarudo que no quería dar su brazo a torcer. En cuanto a Lacan, se diría que crees que reina en la actualidad lo que me hace recomendarte que leas mejor tu Wikipedia.
R. BARTHES

Anónimo dijo...

De un tema a otro, Faverón, deberías cuidar los comentarios, se supone que sólo deberían ser referentes a tu post. Por otro lado, ¿cómo es eso de pretender clasificar lo que, de hecho, y en su concepción ya es artístico?, (salvo que sea un panfleto, lo que no le quita lo artístico, sino la etiqueta de novela). Más bien parecemos como los comentaristas de fútbol que tratan de "adivinar" el tipo de jugada, el dedo que rozó la pelota para el gol de equis jugador. Esto sucede porque carecemos de un Cornejo Polar o un García Canclini, ya que si se trata de hacer estudios de la narrativa peruana, ésta se presta a un análisis más agudo y complejo, no a simples etiquetas de narrativa social o artística (o ese culebrón de andinos y criollos). Más reflexión señores y menos balas de arcabuz...

José Córdova

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Néstor García Canclini es el mismo que en un artículo académico pone la obra de Vargas Llosa como ejemplo de realismo mágico... ¿Ese es el tipo de reflexión que reclamas?

Anónimo dijo...

Con este post liquidas tu supuesta competencia para comentar algo con conocimiento de causa. Comentar sin leer, juzgar sin ver, meterse un autogol sin sonrojarse, dispararse al pie... Tus enemigos deben estar felices por haberte suicidado.

Pepito dijo...

Hum... ¿podrías poner un ejemplo de qué es de vanguardia actualmente?

Anónimo dijo...

El título de la antología de Thays es ingeniosamente "Pasajeros Perdurables" y no "Viajeros Perdurables". Entre uno y otro hay miles de kilómetros de distancia de talento literario. Y en esa antología no existe nada remotamente parecido a una clasificación entre "artísticos" y "sociales".

Qué cómico. Yo tenía un profesor en la cato que usaba siempre la palabra "ígnaro", me lo recordaste.

Chau, profe.

SOMBRITA

Anónimo dijo...

Bien dicen que la ignorancia es atrevida.

Anónimo dijo...

¿Cómo que no has leído Bombardero? Tu chochera el autor no te lo mando? Qué raro me parece todo esto.

Anónimo dijo...

¿Qué dices "R. Barthes"?

¿Cucufato cultoroso?¿Fan del Chato?

A ver explícame eso, porque me resulta intragable.

Tu comentario refleja un descreimiento cínico de cualquier ideal colectivo y parece que sientes cierto goce perverso al insultar a Hildebrandt y Lévano.

No los sacralizo. Es más: algo muy malo debe estar sucediendo en un país en donde llevan la voz cantante los periodistas y los cocineros.

Probablemente Hildebrandt no sea perfecto, pero sus artículos son muy buenos y para mí es gratificante ver a un muchacho universitario, a un obrero, a una oficinista, a un ama de casa leyendo La Primera, el Antauro o un libro, en vez de El Chino, Ajá, El Bocón, Ajá, Correo, Comercio o La Razón.

Repito: Lévano dirige uno de los periódicos (otro es el Antauro, con ciertas reservas que me las guardo) que puede leerse sin enmierdarse las manos.

Respecto a Lacan, te sugiero que te des una vuelta por la Biblioteca de la Nueva Escuela Lacaniana (se reúnen, o reunían, los viernes, para discutir temas que la gente prefiere olvidar los viernes por la noche).

Intenta leer Nuevos Súbditos, de Juan Carlos Ubilluz, después hablamos de "tu Wikipedia".

El Tukuyrikuy

Anónimo dijo...

¿Novela artística?

¿Novela de vanguardia?

Como se ve que Calderón Fajardo no ha leído a Martín Roldán (Generación Cochebomba), José de Piérola (El Camino de Regreso), Cayo Vásquez (Hostal Amor), Rafael Inocente (La Ciudad de los Culpables), Julio Durán (Incendiar la ciudad), Arturo Delgado Galimberti (La Ruptura), Julián Pérez (Retablo), Fernando Cueto (Llora corazón) y varios otros que se me van de la sesera.

¿Acaso no son suficientes Alonsito Cueto, Roncagliolo y Thays et al, como para promocionar ahora a este muchachito pseudopunk,César Gutiérrez?

Por favor, señores: hay que leer, leer e informarse antes de promocionar a un bluff que sus amigos inflaron en Somos.

El Tukuyrikuy

Anónimo dijo...

Coge esta bella flor "R. Barthes", con cariño de tu tío César Lévano:

El arte de la metáfora

El Arte Poética Reeleccionista del Apra (cuya sigla es APRA) ha decidido arremeter contra las imágenes de la poesía.

Alan García ha asegurado que si lo dejan “cinco años más, tendrá usted más del doble del asfalto de lo que tenemos”.

Los complacientes periodistas de El Comercio que lo entrevistaron le preguntaron, entonces: “¿Piensa usted reelegirse?”. Respuesta: “No, no, es una metáfora.”

Lo cual nos recuerda que cuando dijo que a los corruptos había que botarlos “a patadas”, su intérprete Jorge del Castillo precisó que se trataba de una metáfora

Ambos personajes ignoran, por lo visto, el significado de la palabra metáfora. El académico Fernando Lázaro Carreter indica en su Diccionario de Términos Filológicos que la metáfora es un tropo mediante el cual se presentan como idénticos dos términos distintos. Su fórmula más sencilla es A es B (“Tus ojos son dos luceros”, canta el vals criollo).

En la metáfora más elaborada o metáfora pura, B reemplaza a A: sus perlas (en lugar de sus dientes).

A veces, la metáfora está escondida. Por ejemplo, cuando cierta canción expresa: “Se cuenta que el otro día, / cuando el lucero salió, / al ver tus ojos decía: / ¡para qué he salido yo!”.

El recordado Francisco Umbral, en su libro Un ser de lejanías, discurriendo sobre la metáfora, nos asombra con ésta: “Cuando la cosa se constituye en metáfora se salva del tiempo y de la ruina. La mujer no es sino un jarro tembloroso de agua. Si disociamos esta imagen, la mujer se marchitará pronto.”

Don Fernando Lázaro Carreter explica que existe un tipo muy frecuente de metáfora, llamada en alemán Animalisierung (animalización), que consiste en emplear nombres de animales como términos metafóricos: llamar, por ejemplo, asno a un hombre torpe.

Una animalización doble, casi una animalada, cometió Federico More cuando dijo que “los apristas son búfalos educados por asnos”. Fue en los pasionales años 30. ¡Y se refería a los apristas de entonces!

En alguna parte escribió Jorge Luis Borges que el primer hombre que comparó a la mujer con una flor fue, ese sí, un poeta. Todos los demás somos unos babosos que hemos trivializado la metáfora. Sin embargo, el autor de Historia de la eternidad recuerda que, a fines del siglo X, Malherbe quiere consolar a un amigo por la muerte de su hija, y escribe: Et, rose, elle a vécu ce que vivent les roses. (= Y, rosa, ella ha vivido lo que viven las rosas).

En suma, las palabras de García y Del Castillo no tienen nada que ver con la metáfora. Son, metafóricamente, una patada a la poesía.

Incluyen, además, insultos a la cordura. García dice, por ejemplo, que no le debe votos a nadie. Mal agradecido con la derecha. Cuando le recordaron el puntapié a Jesús Lora, García engordó la vulgaridad: “cada uno siente las cosas donde le gusta.”

Anónimo dijo...

Are you kiding me?

Esa categorizacion de la novela, llamarla artistica o social me parece una reverenda huachafada. Redundante. Existe alguna novela que no se artistica. O social?
Por favor, paren esa cantinflada.

Anónimo dijo...

Me auno al comment anterior. Se esta dando un clamor pidiendo que Calderon Fajardo no siga escribiendo en Porta9. Haz caso ha este clamor Angeles. Y agradecele a Faveron por haberlo suscitado.

Javier Ágreda dijo...

Gustavo: César Gutiérrez acaba de poner en su blog el texto que leyó Mirko Lauer en la reciente presentación de Bombardero. Ahí se comenta sobre el vanguardismo de la novela. Saludos.

Anónimo dijo...

Gracias por la flor, hermano. Hace poco un amigo me acorraló diciéndome que le defina con claridad qué es un “cucufato culturoso” (CC).Me hizo recordar a San Agustín o Tomás de Aquino (no me acuerdo cuál con precisión y no me interesa recordarlo ahora) quien sostuvo que sabía qué es el tiempo pero que no sabía definirlo. Lo mismo me pasa con la cucufatería culturosa: para mí es clarísimo que César Lévano es un CC pero me faltan elementos para definir a cabalidad lo que debe entenderse por esto. De lo que estoy seguro es que el mismo César también ve claro al respecto y ni qué decir del otro César, admirado por el primero y envidiado -según este segundo César se pajea- por todos, quien sin duda alguna también comprende la vaina. Y por si no le sepas, tú también eres un CC y tu “comment” me parece una prueba contundente de ello.
R. B.

Anónimo dijo...

Ja, ja, ja!

Qué buena, "Roland Barthes", me gustó tu comentario.

Cojo esa bella flor que me envías, ese artículillo de Hildebrandt sobre la envidia que le tenían, me recuerda a los que dicen, es que me tienen envidia...

Haz un esfuerzo y lee Nuevos Súbditos de Juan Carlos Ubillúz.

El Tukuyrikuy "CC"

Anónimo dijo...

Gracias a Ágreda, que puso el link de Gutiérrez, pude leer lo que Lauer dijo en esa presentación... Nada que ver con lo que sostiene Faverón. La polémica está servida...

Anónimo dijo...

¿Se han preguntado porque Mirko Luer levanta a un bodrio de cinco kilos como el del Bombardero? Lo de la vanguardia es un pretexto. Cualquier estudiante de literatura sabe que la vanguardia se produce sólo en el lapso de unos años para agotarse luego y disolverse. Lauer y Oquendo levantan al Bombardero para cotinuar con su espiítu de Crisóbal Colón, es decir, ser ellos los clarividentes que VEN por donde pasa lo más importante de la literatura peruana, lo nuevo. No quieren dejar de ser los propietarios del canon, mejor dicho de la canonización. Dedicaron su vida a eso. Al levantar al Bombardero, niegan a los otros. A los que realmente están innovando la literatura peruana. Pero la razón principal de esta actitud de Lauer y Oquendo es el resentimiento y su despecho porque ni en los medios periodísticos ni en la blogosfera, en ningín periódico o blog se elogia, las novelitas huachafas de Lauer, más bien se las critica calificándolas de mamarachos, seudo intelectuales, artificiosas, falsas e intrascendentes. Saben la dupla de Hueco Húmero que no pueden hacer la defensa descarada de Lauer, aunque Oquendo a veces no se aguanta y la hace, pero Lauer es más astuto: defiende a capa y espada al Bombadero, diciendo: hay alguien además mío que es mejor escritor que todos ustedes los que me ningunean.