28.7.08

Las cámaras de gas

Tadeusz Borowski y la muerte como forma de vida

En la larga bibliografía de ficciones referidas a los campos de exterminio del nazismo, hay un libro imprescindible por su carácter único: en inglés, que es como yo lo he conocido, su título es
This Way for the Gas, Ladies and Gentlemen. Algo así como Por aquí, a las cámaras de gas, damas y caballeros.

Su autor, el polaco (de origen ucraniano) Tadeusz Borowski, fue hijo de un librero apresado y enviado a un gulag por las autoridades soviéticas, y de una mujer que también terminó sus días condenada a trabajos forzados, en Siberia. Tadeusz mismo, cuando apenas superaba los veinte años, fue capturado por los nazis debido a su afiliación comunista, y enviado sucesivamente a Auschwitz y a Dachau.

Lo que vuelve únicos los relatos de Borowski es la crudeza con que describe, no la vida de los judíos en los campos de concentración, sino la de los polacos que, como él, para salvar la vida, colaboraron con los nazis en el orden y el funcionamiento de los campos. En algunos de sus relatos más chocantes y expresivos, de hecho, el protagonista y narrador, un kapo encargado de conducir a los nuevos reclusos a sus barracas, y ocultar a los viejos el momento en que los llevarán a las cámaras de gas, lleva su propio nombre: Tadeusz.

Si Primo Levi ha descrito la "zona gris" de los judíos colaboracionistas, Borowski recrea, con una sequedad mortal y una crudeza inmisericorde, la zona negra de esos asesinos anestesiados, renuentes pero fieros, animalizados en la búsqueda de la supervivencia, que era la región nebulosa en que vivían los que aceptaban ser parte de la maquinaria destructiva como único escape de la muerte. Es difícil imaginar ficciones más estremecedoras y que con tanta frialdad representen la manera en que el genocidio nazi deshumanizó la vida de víctimas, testigos y ayudantes, y burocratizó la administración de la muerte en las horas de mayor tristeza moral que ha producido Occidente.

Borowski vivió en Polonia tras la guerra. Se inscribió en el Partido Obrero, apoyado por las autoridades comunistas, y tras publicar sus relatos de los campos de exterminio (apenas tenía veinticinco años cuando escribió la mayoría de ellos y se volvió la figura más prominente de las letras polacas de postguerra), se fue inclinando cada vez más hacia una literatura panfletaria, demasiado pedagógica e incendiaria, sin medias tintas, muy diferente de la difícil y conmovedora ficción que había acuñado en sus primeras obras.

Cuando el régimen torturó y asesinó a su mejor amigo, Borowski se desencantó también del comunismo. Tenía 29 años cuando se suicidó, en 1951: el rastro más evidente de que la memoria de los campos de concentración nunca lo había abandonado está en el método que eligió para darse muerte: metiendo la cabeza en un horno de gas.

16 comentarios:

Héctor Huerto Vizcarra dijo...

Hola! Tengo un nuevo blog sobre poesía y te tengo linkeado. Acabo de publicar mi entrevista inaugural, espero te pases a verla. Gracias!

hector huerto

Anónimo dijo...

Podriamos hablar de la "inoportunidad" del lector de blogs? No lo se, luego de leer el post "Las camaras de gas" encontrarnos con ese radiante Hola! (misma revista) con que marcayuq inicia su comentario... como que el impulso de vida prevalecio, o no leyo el post.

Creo que en Borowski, son sus ultimos momentos los que mas pesan; que forma de terminar con su vida! Me pregunto si todo lo anterior tuvo algun valor.

Anónimo dijo...

Buen dato.

RODOLFO YBARRA dijo...

Penoso el caso de este Borowski, no obstante me parece, hasta cierto punto, forzada la asociación de la forma de su suicidio a sus épocas de las gulags y los campos de concentración. Acaso Sylvia Plath que no tiene nada que ver con el horror de los nazis, por ejemplo, no metió también la cabeza dentro de un horno; creo que, más que nada, fueron situaciones circunstanciales, hechos anecdóticos cuya relación con sus propias vidas pasa más por algún tipo de psicopatías hereditarias y fenotípicas, que por el horror de sus experiencias, aún cuando estas las hayan desencadenado. Hay varios estudios que versan sobre las formas de suicidio, el de la cabeza dentro del horno y la liberación de gas (sin olor, sin color y de absorción casi imperceptible), prácticamente se convirtió en una “moda” hasta los años cincuentas e inicios del sesenta en que hubo un auge con drogas más “placenteras” y, digamos, menos dolorosas (Borowski se suicidó el 51, Plath el 63).

De otro lado, no nos olvidemos que Primo Levi (el judío colaboracionista) también se suicidó (aunque de forma poco imaginativa) muchos años después de ser liberado y vagar años en tren como un loco por toda Europa (¿lo podemos asociar con Charlie Parker quien tenía la misma manía?), metiéndose por el hueco de una escalera (¿acaso la forma tiene que ver con su desastrosa vida?). Entonces, siguiendo tu tesis, podemos decir que Primo Levi se desencantó de sus creencias y decidió poner fin a su propia vida, la cual reflejaba el descrédito de sus utopías (¿religiosas? ¿políticas?, vaya uno a saber). Lo que estoy queriendo decir es que los desencantos no producen realmente los suicidios, eso es la epidermis de un cuadro más grave que en la mayoría de los casos es un hecho crónico que lacera la conducta hasta desencadenar la propia muerte. En definitiva, la ciencia y la medicina tienen mayores alcances que la propia literatura en estos casos. Obviamente hay lugares donde sólo llegan las mancias, como el caso de Horacio Quiroga a quien prácticamente se le suicidó todo el mundo: su padre,su padrastro, su esposa, su hijo, su hija y sus compañeros: Alfonsina Storni y Leopoldo Lugones. Al final, Quiroga se dió un trago de cianuro, el elemento en boga, año 1937.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

¿Primo Levi un colaboracionista? ¡Ya pues! Hay que informarse antes de hablar, Ybarra; no basta con el palabreo.

Anónimo dijo...

En Europa, la mayor parte del suministro de gas canalizado se cambió a partir de principios de los años 60. Se substituyó el decimonónico gas de hulla (o de cocque),producido a partir del carbón, por el gas natural. El primero era venenoso y producía pérdida de conciencia rápida. El segundo sólo puede matar por asfixia si impide respirar aire, (como mantener sumergida la nariz en el agua de una pila). Como es casi inodoro, para prevenir el peligro de acumulación y explosión se le añade otro gas de olor fuerte y muy desagradable.

Quizá esto aporte alguna luz a los psicopatólogos hereditarios o fenotípicos, zahorís de la gestalt, y demás heridos por letras perdidas.

No nos priven de sus cogitaciones.

Santiago

RODOLFO YBARRA dijo...

¿Palabreo?, no caigamos en el simplismo (ese viejo "reduccionismo teorizante y académico")por la falta de unas comillas en mis formas ad libitum (Bueno, no lo quería apuntar: no creo en los "héroes de guerra", ni de uno, ni de otro lado. Pocos han analizado la diferencia entre un sobreviviente por cuestiones de sortilegio, azar, y los sobrevivientes que lucharon activamente al frente de una trinchera y defendieron su causa. No hay acaso ahí, una diferencia por lo menos, literaria (espero que no se me malinterprete, aplíquese la hermenéutica y un poco de cartesianismo). Y en cuanto a informarse más: idem. (¿hay alguien realmente informado? me parece que alguien está reclamando a un omniscio)
Total, el fondo de mi comment no ha hallado respuesta.

Jen dijo...

No creo que Sylvia Plath haya sido taaaaan ajena al Holocausto. Acá unos fragmentos de su poema Daddy:

Una máquina, era una máquina
Insultándome como a una judía.
Otro judío a Dachau, Auschwitz, Belsen.
Como judía empecé a hablar
Y pienso que muy bien judía puedo ser.
....
Siempre te he tenido a ti
Con tu Luftwaffe, con tu glugluglú,
Y tu recortado bigote
Y tu ojo ario, azul celeste.
Hombre-panzer. Oh, tú...

Anónimo dijo...

cuando no ibarra metiendo las cuatro con su bururú, hay gente que confunde verborrea con sabiduría.

Anónimo dijo...

excelente post, Gustavo, es bueno que te ocupes de estos temas tan interesantes en lugar de hablar de tus amigos Ampuero y esos que escriben banalidades lindas. Aquí hay sangre. Saludos

Anónimo dijo...

cuándo no los detractores de ybarra que no aportan nada, sólo le echan carbón al fuego.

yo

Anónimo dijo...

¿verborrea? ¿sabiduría? creo que ibarra solo quiere comunicar y poner las cosas claras, el hecho de que Gustavo tenga puntos divergentes no pone a ninguno en un podio de elucubración o en el fango como se apunta aquí. Saludo este tipo de debate que es lo que a mí me gusta. Es bueno que se pueda mantener la altura de los comentarios. Esas banderillas, como apunta mi antecesor comentarista, no ayuda en nada.
Saludos y adelante con este buen blog

Estruendomudo

Anónimo dijo...

oye yo
ten mas cuidado en como firmas tus comentarios, puedo confundirme y pensar que soy yo.

P.S. Ybarra no me importa

Anónimo dijo...

Patologizar a los suicidas, explicar la conducta médicamente, empobrece la posibilidad de comprender la experiencia de la gente y los colectivos humanos.

Si un sobreviviente de las cámaras de gas se suicida con gas, podemos presumir que hay una relación entre ambos eventos. O podemos presumir que son episodios de uno solo.

Pienso que lo que cabe no es descartar el vínculo entre la agonía sufrida en el campo de concentración (la muerte latente y sostenida) y la muerte efectiva sufrida años después.

Más interesante, quizá más productivo, sea indagar, intentar explicar la relación. Acaso esta sea profunda, acaso casual, acaso simbólica, superficial, inconciente, baladí.

Dudo sim embargo que la muerte por propia mano de alguien, aún del ser más sencillo, pueda reducirse solamente a modas, practicidad o ahorro de energías. Menos aún en el caso de personalidades complejas y sensibles.

José Carlos

Anónimo dijo...

Hola
Me parece muy interesante tu blog, te interesaría intercambiar enlaces, el mío es http://www.consolotresg.com y tiene pagerank 4
Saludosv

Anónimo dijo...

Había oído hablar del libro de Burowski. Lo había buscado junto con el de Caballería Roja de Isaak Babel, y el Llano en llamas de Rulfo. Según decían era una trilogía explosiva, densa de sangre y humor. Los dos ultimos los conseguí; pero el de Burowski todavía no. Me parece que es poco comercializado en el Perú.
Gracias por tratar él. Es usted un poco irritante; pero a veces sus notas justifican que lo lea. Los Comentarios no están a la altura, desgraciademnte. Sospecho que tampoco el mio.
Gracias de nuevo. Ojala siga con esta clase de textos.
Omar