El novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez, en conversación con Richard Lea, en The Guardian, dice lo siguiente:
"La gran invención de la novela, como la conocemos desde Cervantes, es la neutralidad. Es el primer vehículo narrativo humano que puede explorar más de un lado del mismo asunto de una manera completamente neutral, sin tomar partido... si la novela respeta el legado de Cervantes, será neutral, empática, inclusiva".Una de las maneras en que se puede interpretar la afirmación de Vásquez es analogando su idea de "neutralidad" con lo que Bakhtin llamaba dialogismo: la entraña democrática de la novela, en su sentido más abarcador, es su capacidad de construirse como un tejido de oposiciones y discrepancias, incluso más abierto que un zigzagueo dialéctico (porque el dialogismo bakhtiniano no encuentra jamás el telos de una síntesis).
Se puede argüir, como lo han hecho muchos, que la novela es el territorio literario por excelencia de la modernidad y la postmodernidad debido precisamente a ese rasgo dialógico, democrático, que Vásquez llama "neutralidad". Si uno acepta ese principio, se entiende que las novelas que se alejen del dialogismo (es decir, de la convivencia textual de discursos heterogéneos), de una suerte de empatía multidireccional, y opten por la tesis y el sesgo, la parcialidad o el prejuicio, pueden, si no necesariamente resultar fallidas, al menos dejar en el lector contemporáneo un sabor extraño de premodernidad, un resabio incluso de didactismo más o menos primitivo.
Es interesante notar, si traemos la discusión al terreno del debate peruano actual, que afirmaciones como las de mi amigo Iván Thays sobre la obra narrativa de Miguel Gutiérrez, podrían en efecto sustentarse en la percepción de que en esa obra se trasluce una comprensión ideológica del mundo que es más doctrinaria o dogmática que dialógica, más impuesta que reflexionada. La lógica de esa crítica se puede delinear así: si la novela se escribe desde la convicción ideológica y no desde la duda ante la realidad, el texto resultante no es una exploración del mundo, sino una demostración de veradades previas a la exploración. Y con ello, la naturaleza de la novela como forma de conocimiento se desvirtúa y desaparece.
Como lo he dicho antes, yo no creo que la obra de Gutiérrez caiga en ese facilismo: al contrario, me parece arriesgada y sincera; comprometida, sí, pero capaz de escapar de la prisión doctrinaria de su autor, del mismo modo en que las novelas de Vargas Llosa no pueden ser suficientemente descritas con sólo recurrir a la explicación del neoliberalismo económico, el procapitalismo o la tendencia políticamente conservadora: esas novelas son más complejas que la simple adhesión a una doctrina.
Pero el hecho de que Gutiérrez no caiga en el precipicio tutorial de recurrir a la novela como arma pedagógica, no implica, de ninguna manera, que el fenómeno esté ausente en la literatura peruana. Los cuentos de Hildebrando Pérez Huarancca, y aun más los relatos de Dante Castro, por citar dos ejemplos a la mano, son con frecuencia poco menos o poco más que ilustraciones de una postura política: sus personajes carecen de individualidad, son caracteres vaciados en un molde poco menos que tipificador, cuando no simplemente alegórico: están donde están para servir a una tesis que no emerge del relato sino que le da origen a un relato que acaba por construirse, entonces, como la puesta en escena de un axioma, una aproximación puramente racional a problemas que, por su propia naturaleza, y en la expectativa del lector contemporáneo, exceden el terreno de la sola demostración.
Son textos hechos para convencer o para agradar a los ya convencidos, pero no ofrecen al lector la posibilidad, indesligable de la mejor literatura desde la tardía modernidad, de ver el mundo como Picasso veía los objetos de su pintura: desde muchos puntos de vista simultáneamente
6 comentarios:
No entiendo, estás hablando de la NOVELA y de pronto mencionas los RELATOS y CUENTOS de dos autores. Es decir, ¿estás hablando de la NOVELA o de la NARRATIVA? En todo caso, ¿estás extiendo la característica de la neutralidad de la novela a otras formas narrativas como el relato o el cuento?
saludos
Al leer tu blog, me acordé de una cosa que leí hace poco. Creo que alude a lo que describes sobre el dialogismo y la postmodernidad:
"Despite its explicit suspicion of grand or meta-narratives, such as Hegel's emancipation through reason, and its hostility to overarching social explanations or ideologies, such as liberalism or communism, postmodernism remains caught up in the coils of modernity by its very definition. It can only aim to displace the modern by going beyond it; therefore the modern and modernity must be alive and kicking if postmodernism is to have a raison d'être. Postmodernism generates its own heroic narrative of refusing modernity even while giving modernity a new lease on life" (106).
Hunt, Lynn. Measuring Time, Making History. Budapest and New York: Central European University Press, 2008.
En "Balas sobre Broadway", Chazz Palmintieri le corrige a Cusack el guión de su obra de teatro para que los personajes se comporten como humanos "reales"; Palmintieri tenía la "calle" que a Cusack le faltaba para saber cómo se comporta un ser humano "normal", por eso la versión de Pamintieri era mucho mejor que la de Cusack. Esto es una forma de ideología: tener cargados en la mente cuáles hechos están conectados y cuáles no. Es razonable pensar que un Palmintieri haga una mala novela debido a que se ha comprometido con una determinada ideología y cree que la conexión de dos hechos es obvia y lógica; lo que me intriga es: ¿cómo es posible entonces que Joe Matt, que tira más para el lado de Cusack, haya hecho buenas novelas?
Para mí una posible explicación es que un Cusack o Matt consciente de que está en minoría, lo que hace es omitir los detalles en los que nadie coincide con él y cambia su versión de lo "lógico" por una más neutral, en la que su posición es cuestionada; una actitud que puede no ser producto del talento o autocrítica, sino de la timidez o la técnica.
sería interesante analizar esto de la novela neutral a la luz de las reseñas de González Vigil y Agreda, que a cada rato benefician el plano ideológico en sus lecturas, cómo podrían admirar la ambiguedad de una novela como Bombardero si están pidiendo siempre "normalidad" estructural, de lenguaje, de personajes.
No sé si entiendo a Luching (probablemente no) pero lo que dice me recuerda dos cosas:
Una anécdota que leí en una biografía de Yukio Mishima en que éste le increpaba a un compañero por algo que había escrito. El compañero le dijo que lo había contado tal como ocurrió en realidad pero Mishima le dijo que al hacer eso estaba sacrificando el texto o algo así.
Lo segundo es la anécdota de la grabación del tema "Trio" de King Crimson: El baterista Bill Brufford creyó que quedaría mejor sin batería pero eso decidió no intervenir en el tema. Cuando el tema fue grabado, les pareció tan bueno a los otros integrantes que decidieron agregar el nombre de Brufford al de los autores del tema precisamente por decidir no intervenir en él.
Saludos
Lo dialógico, según el gran Edgar Morin pontífice del pensamiento complejo, es la interacción entre fenómenos opuestos pero complementarios (lo lírico y lo objetivo en el actuar de un escritor, por ejemplo).
R.B.
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