9.10.08

El Nobel

Y la otra cara de la literatura francesa

Hay quienes no le prestan atención al Nobel y quienes lo esperan pero solo para ver si sus autores preferidos son premiados. Yo aguardo sentado, desde hace años, el Nobel de Vargas Llosa, el de Oz, el de Murakami, el del notable Harry Mulisch. Pero, en el fondo, espero incluso con más ganas que, cada año, la Academia Sueca me descubra a un autor extraordinario del que nunca he tenido noticia. Con eso me doy por bien servido.

Jean-Marie Gustave Le Clézio no me resulta una novedad y tampoco es de ninguna manera uno de mis autores favoritos, aunque esa opinión mía puede cambiar en las próximas semanas, luego de que lo lea con más amplitud: hasta ahora, después de todo, mi contacto con su obra ha sido hasta cierto punto sui generis: ocurre que Le Clezio es un latinoamericanista de corazón, y los libros suyos que he leído son los que van por ese lado.

Le Clézio vivió cuatro años en Panamá, en el seno de una comunidad indígena, y ha pasado temporadas en otros lugares de América Central. Viajero constante, ha vivido intermitentemente en México e incluso ha sido (tal vez lo sea todavía) residente de New Mexico, una de las regiones más latinas de los Estados Unidos --el único estado de la unión que hoy mismo tiene un gobernador bilingüe de origen mexicano (el demócrata Bill Richardson, ex precandidato presidencial y ahora seguidor de Barack Obama).

Su infancia y su juventud no fueron menos internacionales: hijo de un inglés de las islas Mauricio y de una madre francesa, vivió en Nigeria, en Tailandia, estudió en Inglaterra y, ya en años posteriores, hasta hace muy poco, fue profesor en Estados Unidos y en Corea.

Le Clézio ha escrito estudios de carácter histórico e incluso casi antropológico sobre México, país que es, por decirlo de algún modo, su pasión y su segunda patria, además de haber traducido
Las relaciones de Michoacán y algunos de los libros que conforman el corpus del Chilam Balam. Es también uno de los varios intelectuales en la lista del Nobel que siguen apoyando a Fidel Castro: escribe laudatoriamente sobre su régimen, condona sus pecados, contribuye a la leyenda del Che Guevara, y tiene una tendencia similar a mitificar a ciertas figuras del imaginario socialista latinoamericano en Europa.

El primer libro suyo que leí fue
Diego y Frida, una biografía compartida, casi hagiográfica, de Frida Khalo y Diego Rivera, en la que Le Clézio despliega, hay que decirlo, una encomiable amplitud de fuentes y referencias, pero también una mirada sumamente inocente no sólo sobre la relación entre los dos célebres pintores y amantes mexicanos, sino, incluso más, acerca de su supuesta naturaleza como símbolos encarnados de la rebeldía socialista postrevolucionaria en el México de la primera mitad del siglo.

La premiación de Le Clézio, sin embargo, no deja de ser interesante desde otro punto de vista: hace ya varios años que es lugar común hablar, creo que con apresuramiento e incluso algo de saña (las pequeñas venganzas de la periferia), de la decadencia de la literatura y de la intelectualidad francesa en general. Creo que ese juicio, que pasa por alto la influencia supérstite del postestructuralismo y el postmodernismo, suele perder de vista, además, acaso el fenómeno más interesante de la cultura francesa en las últimas varias décadas.

Me refiero a la creciente toma del centro del establishment francés por parte de intelectuales que provienen de las antiguas colonias francófonas, de migrantes de otros países que escriben en Francia y en francés, o provenientes de minorías religiosas. Una lista rápida: Derrida era un judío sefardí nacido en Argelia; Helene Cixous también es argelina de padres judíos; Bernard-Henri Lévy es asimismo argelino y también judío, como lo era el parisino George Perec; Jonathan Littel, la última sensación de la novela francesa, es un norteamericano de New York; Michel Houellebecq es originario de la isla Réunion, al este de Madagascar; Youssef Rzouga es tunecino; Amin Maalouf es libanés; Julia Kristeva es búlgara, y la lista es mucho más larga.

Así que la renovada visibilidad de Le Clézio puede ser leída también como una cifra de la vida inusitada de esa otra literatura francesa, la menos eurocéntrica, la del influjo postcolonial, la que encuentra muchas de sus explicaciones teóricas, dicho sea de paso, en la obra de otro francófono, el filósofo caribeño (de Martinica) Frantz Fanon. Fanon hablaba de la paradoja postcolonial: la del intelectual que tiene que recurrir a los discursos de la metrópoli para sustentar las ideas de su propia liberación: algo de eso debe de haber en la emergencia de toda esta otra literatura francesa.

La reacción de Alberto Fuguet.
La reacción de Jean-Francois Fogel.
La reacción de Pierre Assouline.
La reacción de Camilo Marks, vía Iván Thays.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Absurdo que dejes de lado en tu lista al divino viejo superlúcido Edgar Morin, ex Edgar Nahoum, que conservó su cambio de nombre durante la Resistencia francesa ante la ocupación nazi.
R. BARTHES

Anónimo dijo...

Yo estoy de acuerdo con la premiacion del frances, porque es un gran critico del eurocentrismo.
Okay, su vision de las minorias puede ser un poco inocente; pero ojo, no es un ensayista o un antropologo; lo que escribe es ficcion y eso libera.

Simplemente lo han premiado porque tiene una sensibilidad de santo y una pluma divina.

Para los que quieran leer declaraciones "en caliente", les recomiendo que lean la clasica entrevista que hace Adam Smith, luego del anuncio del Nobel.

Cliqueen abajo:

http://nobelprize.org/nobel_prizes/literature/laureates/2008/clezio-telephone.html


El Faro

Anónimo dijo...

Fuguet, en su blog, se opone. Ha escrito:
¿Francia, en el siglo 21, ganando un nobel de literatura?
give me a fucking break
el tipo ha escrito muchos libros...
¿y?

no lo conocía ni de nombre, no me interesa leerlo ahora que es un nobel, y
maldición a quién lea sus páginas, como diría Puig.

Anónimo dijo...

No conocía a ese francés. Ahora, me imagino, será muy famoso, sobre todo para legos entre los que me cuento.

Anónimo dijo...

La cita de Fuguet encaja perfectamente en la larga lista de ridiculeces escritas por él. Ojalá se tranquilice y sus majaderías no lleguen a opacar a su obra de ficción, que alcanza picos valiosos y no deja de ser importante e influyente. Pero basta que le pidan una opinión y se vuelve loco, quiere las primeras planas.

Anónimo dijo...

Interesante post, solo para agregar sobre Nuevo Mexico, que es el unico estado de la union americana donde se reconoce al Castellano (junto al Ingles) como idioma oficial.

Anónimo dijo...

Disforzado y mediatico el comentario de Fuguet. Es el tipico escritor posmoderno preocupado por el premio y la imagen.
Me pregunto que hay detras de tanto interes por el Nobel...

Anónimo dijo...

Parece que esta vez LuzdeLimbo Coral te puso contra la barra y, literalmente, te dejo en el banquillo, sentado esperando que gane Vargas Llosa y leyendo las novelas de Le Clezio.
Otra cosa, por que insistes en hacer listas de escritores de origen judio (p.e. en tus dos ultimos post) y no las haces de los otros escritores como escritores de origen protestante, catolico, musulman, etc?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

En esa lista sí hay musulmanes. Y los católicos no son minoría en Francia. Creo que no entendiste el punto.

Anónimo dijo...

Dos ejemplos mas:

Andrei Makine, que nacio en Rusia y gano en 1995 el Premio Goncout y el Medicis y tiene mucha reputacion en Francia (y ha sido traducido al ingles y castellano).

Y Albert Camus, que, como muchos franceses quisieran olvidar, nacio en Argelia (y gano el Nobel en 1957).

Anónimo dijo...

Espero que tus ahorros y fondos en la Bolsa no hayan sido motivo para que no publiques el comentario que envie ayer.

Anónimo dijo...

El Nobel se gana por "una obra" o por "la obra" de un escritor.

Lo pregunto porque en más de una oportunidad he leído/escuchado referirse a que fulanito ganó el Nobel por tal obra.

En el N° 149 de la revista Humboldt, en el artículo de Mark Münzel titulado Claude Lévi-Strauss, escritor de literatura fantástica leo lo siguiente:

Sólo unos pocos años atrás, el título de este artículo habría sido entendido negativamente.Pero entretanto al etnología ha avanzado-o regresado finalmente-hasta las raíces del conocimiento, cuando éste todavía no estaba estrictamente separado de la literatura, como en 1902, por ejemplo, cuando el historiador Theodor Mommsen obtuvo el Premio Nobel de Literatura por su Historia de Roma.

jeromo dijo...

Espero que pronto, antes de que sea demasiado tarde, se lo den a Miguel Delibes.

Anónimo dijo...

¿El Nobel se gana por "una obra" o por "la obra" de un escritor?

jeromo dijo...

Yo creo que por “una obra”.