11.11.08

Primera plana

Algo que no tiene la prensa online

Cada vez que uno compara los diarios impresos, los de siempre, con los diarios
online, a uno le vienen a la cabeza interminables razones para pensar que los últimos son más prácticos que los primeros: se renuevan casi incesantemente, no ocupan espacio, no afectan el medio ambiente, suelen ser gratuitos, tienen un cierto grado de interactividad, no manchan los dedos, no tienen limitaciones de número de página o extensión de los artículos, y sus lectores no están forzados a conformarse con uno o dos diarios, sino que pueden leer cuantos quieran, e incluso ver la sección internacional de uno, la cultural de otro, la deportiva de uno más, etc.

¿Razones para preferir los diarios impresos? Pocas: uno los puede leer en casi cualquier parte sin necesidad de artilugios electrónicos; ayudan a no manchar los sillones si se ha planeado cambiarle el color a las paredes de la sala.

Hay una razón más, aunque resulta bastante coyuntural, precaria y solamente eventual. La semana pasada cientos de miles de norteamericanos hicieron colas inacabables ante los locales de los periódicos más prestigiosos del país para adquirir un ejemplar extra de su diario preferido en la edición matinal del 5 de noviembre: querían guardar para siempre la primera plana que anunciaba la elección del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos. El Washington Post tuvo que imprimir, por la tarde, 350 mil ejemplares adicionales; el Chicago Tribune, 200 mil; casi todos los diarios grandes siguieron el ejemplo; las colas continúan hoy, una semana después.

Claro, alguien podrá decirle a esos lectores fetichistas que no tienen por qué retroceder tan ansiosamente hasta el siglo pasado para saciar su deseo de una memoria perdurable: la primera plana electrónica del New York Times o del Wall Street Journal del 5 de noviembre del 2008 va a estar allí, en el ciberespacio, acaso para siempre, y la podrán ver y revisar y llorar lágrimas liberales ante ella todas las veces que quieran.

El problema es que un
souvenir de carácter histórico tiene que darle a uno pruebas de su historicidad: una arruga, un amarilleo, una quebrazón en las páginas. Los archivos de internet no envejecen, al menos su materialidad no lo hace, porque su soporte no es variable, es siempre igual, no siente el paso del tiempo. ¿De qué nos sirve un recuerdo de la historia que siempre parece creado hace cinco minutos?


3 comentarios:

zeta dijo...

Disculpa,¿pero no es más bien que el soporte de aquí es variable, y por eso imperecedero? No sé, no ando muy seguro de lo que pienso...

Jen dijo...

chochera, guárdame pe una portada pe

Leandro dijo...

No es verdad que no envejece el formato electrónico: basta ver el aspecto de las páginas de los años '90, e incluso el estilo. En las formas tecnológicas, todo envejece mucho, mucho más rápido. ¿Quién sabe en diez años cómo lucirá un periódico online, y qué tan pobre, qué tan pegado a su tiempo nos parecerá el modelo 2008?