Slumdog Millionaire, de Danny Boyle
En las viejas películas de Hollywood, los pobres eran casi siempre personajes de dos tipos: desgraciados de vida miserable y suerte patética, puestos en el ojo de tormenta de un atroz melodrama, o pícaros vagabundos con un pie en la delincuencia retratados con tono humorístico y de vez en cuando redimidos por un golpe de buena fortuna.
Los pobres emblemáticos de Hollywood eran con frecuencia farsescos y, aunque eventualmente resultaran entrañables, solían ser estúpidos y risibles: el caminante mudo y manierista de Chaplin, el dúo de buenos para nada de Laurel y Hardy, el inmutable hemipléjico de Buster Keaton. (Hollywood, más tarde, importaría a Cantinflas: el malviviente de buen corazón, el latino estafador con el pantalón bajo la cadera).
Hollywood no estaba muy preparado para hablar de la pobreza con otros tonos, aunque de vez en cuando hallara variaciones: el pequeño burgués arruinado al que la suerte y el destino recompensan, el anónimo de pueblo que se da de cara con algún avatar del sueño americano.
Cualquiera que vaya al cine de vez en cuando, sabe que el tema de la pobreza es, sin duda, uno de los más recurrentes en las pantallas de hoy, no sólo en Hollywood sino en todo el planeta. Si se repasa la nómina del mejor cine de las últimas dos décadas, los títulos no dejan de venir a la mente.
La ruda y magnífica película brasileña Ciudad de Dios de Fernando Meirelles; la sorprendente cinta americana Frozen River; casi toda la obra del original (y también americano) David Gordon Green, empezando por la notable George Washington; la extraordinaria trilogía del proletariado del finlandés Aki Kaurismaki; poco menos que todo el llamado "nuevo cine argentino"; las mejores cosas de Lukas Moodyson (especialmente la inesperada Lylia-4-ever), e incluso cintas de éxito comercial en las que la pobreza funciona como trasfondo ético y compasivo: Blood Diamonds de Edward Zwinck o The Constant Gardner del mismo Meirelles.
Sólo en los últimos dos años, algunas de las mejores películas del planeta tuvieron la pobreza como tema crucial: The Edge of Heaven del turco Fatih Akin; After the Wedding, de la danesa Susane Bier; la notable cinta rumana 4 meses, 3 semanas y 2 días, de Cristian Mungiu; la israelí Ushpizin, de Giddi Dar, un largo etcétera.
Debido a lo profundamente originales que muchas de esas cintas son, resulta curioso que la película relativa al asunto de la pobreza que más atención ha concitado en estos tiempos sea Slumdog Millionaire, que, en cierta forma, parece caer completa dentro de la vieja lógica del tratamiento hollywoodesco de la pobreza: a los lugares comunes, Slumdog Millionaire les añade, según el gusto contemporáneo, una buena dosis de violencia estilizada y una rápida reedición de la retórica visual que Meirelles acuñó para hablar de la fiereza del mundo suburbano en Ciudad de Dios.
Pero los elementos del viejo Hollywood están ahí: la pobreza siempre a un paso del lumpen y el delito, el tono picaresco en el relato de la infancia (sin olvidar que la picaresca, en efecto, también suele ser despiadada y cruel), la celebración del amor redentor y la eventual reivindicación de los personajes de mejor corazón, reivindicación en la que no poco tiene que ver la busca del resarcimiento económico, etc.
Mucho de lo que digo ya lo apuntó Salman Rushdie en un comentario durísimo sobre Slumdog Millionaire. Yo no quiero que mi opinión sobre la cinta se quede en lo negativo: la película de Danny Boyle es sin la menor duda apasionante y conmovedora, trepidante por pasajes, e incluso en el plano de las ideas tiene, después de todo, la virtud de mostrar el absurdo de esa versión torcida del sueño capitalista que es el sueño del dinero rápido y fácil.
Eso lo logra al colocar la historia del concurso en paralelo con la de esa otra competencia, real, terrible, sangrienta, cada vez menos sobrevivible con dignidad, que es la lucha por la mera existencia decente y humana en un universo empobrecido y vuelto miserable.
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7 comentarios:
El cine hindú cuenta además con un clásico en el tema de la pobreza: "Mendigar o morir" que es bastante antigua, posiblemente de los inicios del negocio cinematográfico en la India.
Pero creo que la cinta Slumdog Millonaire trata mas de temas tipicamente espirituales teniendo como fondo la provocadora imagen de la indigencia.
Hugo Del Portal Faveron
Gustavo, después nos hablas sobre la pobreza en la poesía peruana, ya, tú que ers un diez con la palabra mismo cubillas.
Esta es una típica película hollywoodense, así sea inglesa con influjo de la India, y como muchos de esos productos, está “bien hecha” y nada más, es decir, utiliza adecuadamente los recursos materiales y técnicos, y el director es un tipo inteligente, pero que termina por caer en el lugar común. Claro que, comparada con “Benjamin Button”, para meternos en el terreno oscaril, sí resulta más viva y apasionada, donde la otra es plana y falta de vida.
En ese sentido, concuerdo con Rushide, excepto por su apreciación sobre “The reader”, que me parece la única realmente buena película de este lote.
Saludos.
Hijoles que usted resulta ser tambien un muy buen enterado en materia de cines. A mi que tanto me gustaban las peliculas, y desde hace tres años me dio por retomar la lectura de obras de ficcion -que es como decia don Miguel de Cervantes Saavedra, en palabras mias, la manera mas sana, mentalmente hablando, de volverse loco-. Volvere pues al cine, para oxigenarme un poco mas a traves de la imagen concreta. Y que mejores peliculas -supongo yo, no lo se- que las que usted menciona en ese post.
No se nada de cine...
Rushdie es un atorrante, por favor no lo mencionen. Bien figureti y snob que me parece. Lo mejor que el tiene son sus ex mujeres y punto.
Disculpen que haga un comentario que nada tiene que ver con el post, pero es que acabo de terminar de leer esna novela corta de Cesar Aira Como me hice monja (1989). Realmente recomendable y buenisima. Solo una pregunta: ¿Por que el titulo ese?, no le encontre ninguna relacion con el contenido de la novela. Alguien me puede dar alguna luz?
Gracias,
Debe ser porque el personaje-autor se está autocalificando metafóricamente de monja en su vida actual, la misma que sí se explicaría o expondría en la novela.
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