22.9.09

La muerte de la "literatura latinoamericana"

Nota sobre ciertas declaraciones de Jorge Volpi

La literatura es un producto cultural y un producto histórico. Eso no la distingue de ninguna otra cosa hecha por el ser humano; por el contrario, eso se debe a que todas las cosas hechas por el ser humano son productos de su cultura y de su historia.

La inevitabilidad de su carácter cultural e histórico y el hecho de que comprendamos ese carácter, es lo que da origen al estudio de la literatura dentro de las ramas cruzadas de sus diversas tradiciones y, a la vez, en relación con el medio social, el tejido cultural y la encrucijada histórica en que cada obra literaria es concebida.

Dije inevitabilidad: ninguna obra literaria aparece en el vacío o proviene de la nada, ninguna escapa a su coyuntura histórica, ninguna puede ser ajena al medio cultural del autor y de sus receptores primarios, ni desliarse del origen social de quien la crea. La historia de la literatura podemos escribirla de diversos modos; el carácter histórico de la literatura es, en cambio, invariable.

No soy determinista: no pienso que distintos ambientes culturales y distintas coyunturas históricas dicten necesariamente una cierta forma de hacer literatura para cada medio y cada devenir; hay, por ejemplo, muchas formas de ser un escritor latinoamericano, y para confirmarlo basta con sólo recorrer los pasillos de cualquier biblioteca.

Pero eso no significa que las tradiciones literarias sean simplemente intercambiables. El gótico no pudo haber surgido en el Japón del diecinueve como surgió en la Inglaterra del dieciocho; el realismo no hubiera sido concebible antes de la Europa del diecinueve; el romanticismo no pudo haber antecedido al neoclasicismo;
Cien años de soledad y Ficciones, Mala onda y 2666, Los ríos profundos y Rayuela no hubieran sido naturales en la Italia fascista o en el Egipto postcolonial.

La diferencia palpable que las pone a unas en relación y diálogo con las otras no tiene que ver sólo con el conjunto de referentes objetivos que se esconde detrás de las ficciones, o con el hecho de que aludan de manera directa a escenarios latinoamericanos, ni mucho menos con la pura coincidencia geográfica.

Tiene que ver con las coyunturas históricas que informan la visión del mundo de sus autores, que --quiéranlo o no-- comparten los rasgos básicos de la posición de sus medios culturales e históricos en el orden mundial: un cierto carácter orbital, una mirada liminar, su emplazamiento en sociedades mestizas, híbridas, que no han ingresado en la modernidad al mismo tiempo que el resto de Occidente, que han lidiado de maneras diversas con análogas historias políticas y que se han escrito en mayor o menor medida en tensión con una semejante tradición lingüística.

En más de una declaración, Jorge Volpi se ha referido a la carencia de futuro de la literatura latinoamericana, no aludiendo a un declive (Volpi, por el contrario, es un entusiasta del nivel de la literatura actual en la región), sino en referencia al hecho de que no existe hoy en día nada que pueda llamarse "literatura latinoamericana" en el sentido de un corpus identificable propio de la región y distinto de otras.

Es interesante que la observación de Volpi se base en dos elementos inteconectados: por una parte, una evaluación de los cambios históricos del mundo moderno, que apuntan a un sobreseimiento de las fronteras y a una cierta globalidad del quehacer literario; por otro lado, su seguridad de que los autores de la región cada vez juzgan más irrelevante o simplemente ajena la tarea del escritor como observador social y político.

Cabría decir que el Volpi que dice lo primero está, precisamente, contrariando lo segundo: mostrando su propia estimación de un hecho en la historia literaria de la región, y generalizando su apreciación hasta abarcar, justamente, todo ese universo que según él no existe: la literatura latinoamericana. De hecho, este es un terreno para las paradojas: cualquier afirmación general sobre la literatura de América Latina recrea el concepto, incluso si su intención es afirmar su inexistencia.

La primera objeción posible, más allá de eso, es la siguiente: la globalidad de la literatura no es una realidad palpable y actual, sino el posible telos de la globalización, es decir, hoy, un objeto inexistente, una pura aspiración. Lo realista es decir que la globalidad propone como fin ideal un orden mundial preternacional, pero que en los caminos históricos de la globalización los actores ingresan cada cual con la carga de su propia historia particular y comunal, y desde una avenida distinta, con distintas posibilidades, diferentes posiciones y, sí, también con mayores o menores poderes y lugares jerárquicos, todo ello en función de su lengua y su origen.

Lo segundo: si la noción de compromiso social, a la que alude Volpi, e incluso el interés de un número creciente de escritores jóvenes en los problemas políticos, culturales y sociales de sus países de origen, o de la región latinoamericana en general, ha menguado, o incluso si ese interés fuera del todo inexistente, eso de ninguna manera extrae a esos escritores de la historia, y, ciertamente, no los extrae de la historia de esos países y de esa región.

Para desligarse de la historia, un escritor no tendría simplemente que despreocuparse de ella: tendría que morir y nacer de nuevo convertido en una mónada, de preferencia extraterrestre, de preferencia extragaláctica, y de preferencia vegetal o mineral.

Por supuesto, entiendo lo que Volpi quiere afirmar: la historia latinoamericana tiene hoy un rumbo que no tenía antes, y ese rumbo puede eventualmente conducir a su literatura hacia una suerte de interacción e integración total, una incorporación absoluta dentro del cuerpo de algo que podríamos llamar "la literatura mundial".

Si eso ocurre alguna vez, será dentro de unos cuantos cientos de años y, para que el fenómeno sucediera de manera legítima, tendrían que desaparecer primero todas las barreras, las fronteras, los límites y las idiosincracias que hacen que hoy, lo queramos o no, cada nación tenga una historia nacional. Mientras éstas existan, cada nación tendrá también una literatura nacional: la literatura no se "adelanta a su tiempo"; en el mejor de los casos puede anunciar difícil, tentativa y quizás erróneamente supuestas variantes de futuro, mundos posibles.

Una de las aristas más difíciles del discurso de Volpi es el hecho de que sus observaciones sobre la inexistente literatura latinoamericana se construyen a partir de un canon de autores (pueden llamaralo muesta o suma o selección o corpus) que es inverosímilmente limitado para alguien que quiere juzgar un universo tan amplio como el de la creación literaria de la región.

Volpi repite, en esto, la misma parcialidad de la prensa cultural: cuando habla de la joven literatura latinoamericana, se refiere a los escritores de la región que han conseguido acceder al circuito internacional, que sobreviven en él, que responden a los criterios de selección de las editoriales mayores, que satisfacen las expectativas de los organizadores de congresos y ferias. Autores entre los cuales, huelga decirlo, están muchos de los mejores escritores de América Latina, pero ciertamente no todos, y creo que no la mayoría.

Recapitulando: primero Volpi limita su muestra a los autores que son más aptos para el mercado internacional, y luego descubre que, en efecto, entre ellos es difícil encontrar escritores cuyos temas cruciales se relacionen con el universo social y político de sus países de origen. Es un argumento perfectamente circular, perfectamente inconducente.

(Y quizá también poco ajustado a la realidad incluso dentro de sus propios parámetros: Volpi cita como ejemplo a Bogotá 39; los tres escritores peruanos invitados a Bogotá 39 han publicado en los últimos dos o tres años novelas sobre el periodo del terrorismo).

¿Qué pasa con ese argumento si uno considera la importancia de la literatura argentina de la postdictadura, la novela peruana de la violencia política, la poesía chilena del postpinochetismo, el teatro mexicano de la violencia social? ¿Es justo borrarlas del panorama y considerarlas irrelevantes sólo porque su acceso al mercado internacional es inmensamente difícil? ¿No forman parte de unas ciertas tradiciones, eminentemente ligadas con la historia de sus países? ¿Son inventos académicos?

La literatura latinoamericana existe y tiene futuro; los cambios históricos no la eliminan, sólo le sugieren nuevos caminos. Ningún cambio en la voluntad o la intención de algunos de sus autores podrá evitar que siga siendo producto de la historia, de su historia, de sus historias (y eso incluye las obras de esos mismos escritores): eso está en la sangre de todo producto artístico.

Por cierto, conocí a Jorge Volpi hace algunos años, cuando pasó unos meses en Cornell como profesor visitante, y tengo el mejor recuerdo de él y de las pocas veces que conversamos (coincidíamos en un bus camino al campus). En ese tiempo, él estaba escribiendo su novela sobre la Unión Soviética, y leyó algunos fragmentos en una presentación pública. Su novela tiene una fuerte conciencia de la historia, de la posible circularidad de la historia y las revoluciones inútiles, y está obsedida, como sus otros libros, por la interrogante sobre el asunto del poder y de su legitimidad. A riesgo de ser arbitrario tengo que decir que todos esos temas, siendo "universales", son también muy,
muy mexicanos.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

La "literatura" está muerta desde hace tiempo, cierto tipo de literatura a la que la mataron los comerciantes: editores, libreros, egentes, malos criticos, etc. pero los escritores siguen escribiendo, publicando y la gente sigue leyendo. Los que han muerto son los agoreros de la mala literatura, que quieren armar circo con la muerte de la literatura. Es un remedo grosero de la famosa "muerte de Dios" de Nietzsche. Volpi y la gente del crack siempre han buscado ganarse alguito con la estupidez y los balazos al aire, viva México.

depeupleur dijo...

Me parece que se confunde literatura escrita en Latinoamerica con literatura latinoamericana.

Si los temas de Volpi son mexicanos, como lo hace eso automáticamente un autor latinoamericano.

Bolaño es un autor que a golpe de vista se nota latinoamericano por su ambición y preocupación continental, pero como Bolaño no hay muchos a decir verdad.

jarjacha dijo...

gustavo. hablas mucho de la literatura latinoamericana pero no dices nada del cine peruano decadente que solo produce bodrios con vedetes. Hay que apoyar el documental q preparan ybarra y su brazo armado, Rafo Inocente, sobre la realidad de nuestro cine donde solo se salva JARJACHA.

http://leozeladabrauliograjeda.blogspot.com/2009/09/la-otra-noche-en-blanco-y-el-relevo.html

Yo la mayor parte de las veces dijo...

Hola Gustavo, quisiera pedirte que me ayudes (si puedes y quieres claro) a ayudar. Tengo un amigo que es bueno escribiendo cuentos, tenemos una especie de "club literario", nos reunimos todos los lunes a leer mutuamente nuestros avances (y a tomar algunas chelas) y la verdad es que su trabajo es verdaderamente bueno. Supongo que lo más lógico es que busque a un editor y que le entregue su obras, pero tu debes de conocer el ambiente literario peruano. ¿Se te ocurre alguna otra forma de que pueda publicar? algún concurso, alguna web, algo distinto al mainstream editorial peruviano.

Se te agradece por adelantado.

¡Éxitos!

Anónimo dijo...

ala de los mas sotas post de la semana. Con las justas pude terminarlo. LA MUERTE DE... algo se hace ya en pleno fin de década del 2000 algo tan soporífero. En fin seguro por ahi algo q leiste ye acicateo.

Julio Meza Díaz dijo...

Estimado Gustavo:

Hace pocas horas me acabo de enterar por intermedio del profesor Gamio (llevo una clase con él) que han amenazado de muerte al Doctor Salomón Lerner. La noticia la ha publicado la misma IDEHPUCP. Aquí está el enlace:

http://www.pucp.edu.pe/idehpucp//index.php?option=com_content&task=view&id=398&Itemid=1&bsb_midx=

Saludos,

Julio Meza.
DNI: 40894255

El agente 86 dijo...

Cynthia: dile a tu pata que se meta en un taller de cuentos, de ahì puede salir varios contactos

Carelia dijo...

Muy bueno, gracias por compartirlo!

LuchinG dijo...

Supongamos que alguien hace una encuesta a todos los católicos sobre la Santísima Trinidad, la Transubstanciación y los íconos e imágenes (supongamos también que estas creencias son la base del catolicismo -- no soy teólogo); supongamos que el 90% responde:
1) La santísima trinidad son tres personas y un solo dios; pero en las preguntas de control dicen que son tres dioses distintos.
2) La hostia se convierte en la carne de Jesús; pero en las preguntas de control dicen que se trata de un acto simbólico.
3) Los íconos e imágines son sólo símbolos; pero en las preguntas de control explican cómo en realidad son una forma de paganismo.

¿Podemos decir que son realmente católicos?

Alguien podría decir que sí lo son, porque no es casualidad que esos conceptos hayan llegado a sus oídos: llegaron por un proceso histórico, proceso el que el catolicismo ha convertido a muchas naciones, las cuales, a su vez, han aportado sus creencias y costumbres al “canon” –en este momento no se me ocurre qué otro nombre usar– católico, el cual se halla en constante transformación; además de que tampoco es casualidad que los encuestados se declaren católicos: eso demuestra una voluntad de su parte de pertenecer a esa comunidad de creyentes.

No puedo dejar de reconocer que eso es cierto, pero, vamos, ¿qué tiene que ver un teólogo católico con el pagano común y corriente que nos encontramos todos los días?

Todo lo mencionado por Faverón tiene justificación, pero no puedo dejar de ver que las coincidencias entre los individuos son circunstanciales y las diferencias son enormes, como dos hermanos que sólo tienen en común una historia familiar pero están separados por un mar de puntos de vista distintos. Me cuesta trabajo creer que la literatura es diferente, y no veo por qué un escritor debería creer que ciertos lazos son inquebrables.

mati dijo...

La literatura latinoamericana no esta muriendo, creo que hoy por hoy se escribe con muy alta calidad, lo digo porque trabajo en una editorial y parte de mi trabajo es realizar el confrontado de los escritos, claro, nunca faltan los patéticos ególatras que hacen lo que sea para figurar como "escritores" conozco unos cuantos que se llegan a todas las presentaciones de libros de verdad para tratar de robarse el show regalando sus baratelas, y de esa forma hacerse llamar escritores.
Por cierto, acá les dejo la dirección de la Librería virtual Legado: www.editlegado.com, es una librería que trata de difundir escritos centroamericanos. Visítenla y si les gusta pasen el link ;)

Unknown dijo...

Pero por supuesto que la literatura latinoamericana está vivita y coleando, lo mismo que la literatura escrita por mujeres, la "última", la de la violencia, etc... Todo segmento del mercado puede ser satisfecho mendiante una categoría de marcas con la que podamos identificarlo.

¡Suerte y Éxitos!