Sobre un artículo de Abelardo Oquendo
En una reciente columna en La República, el crítico Abelardo Oquendo --a quien, nunca está de más recordarlo, se debe la vitalidad y la longevidad de la más interesante revista cultural peruana, Hueso Húmero--, escribió lo siguiente:
"Basta un ligero ejercicio comparativo para apreciar que la nuestra, como todas las literaturas nacionales, es una a la medida de sus lectores. Así, en estos casi cinco siglos que llevamos de lengua castellana solo un puñado de nuestra gente de letras ha tenido luz propia y suficiente para brillar e influir más allá de nuestras fronteras".
El argumento, comprensible y sin duda atendible, de Oquendo, es que las dimensiones de la lectoría en una sociedad son un factor importante en el crecimiento de una tradición literaria: donde no hay lectores, tienden a escasear los escritores; donde los lectores son muchos, los escritores se multiplican.
Todas las evidencias apoyan la sentencia de Oquendo y pintan un paisaje deprimente para las letras peruanas: el analfabetismo funcional es mayor en el Perú que en casi cualquier país de América del Sur, excepto por Bolivia (en el ránking de alfabetismo, el Perú ocupa el puesto 123 en el mundo); también estamos en la zona inferior de la tabla en materia de edición y comercialización de libros: tirajes, ventas, lectoría, importación, y también exportación.
Algún incauto alega de vez en cuando que todos esos índices son erróneos, porque no consideran la piratería de libros. Lo cierto (lo obvio) es que la piratería de libros no tiene cómo sortear el muro del analfabetismo ni la falta de costumbre librera: el Perú no está entre los mayores escenarios de la piratería latinoamericana. Ese es el puesto de México, Brasil, Chile, Colombia y Argentina (y Paraguay, donde se imprime buena parte de las ediciones piratas que luego se venderán en Argentina y Brasil).
Pero, yendo al punto que los infectados de chauvinismo quieren obliterar: Oquendo --quien no dice que no haya brillantes escritores en la literatura peruana (sobre todo en la poesía)--, no está equivocado al afirmar que son pocos los autores peruanos que han alcanzado a ser en verdad influyentes en las letras de otras tradiciones.
Eso se puede decir de Garcilaso de la Vega en el periodo colonial, de Ricardo Palma en las primeras décadas del siglo XX, de José Carlos Mariátegui en las inmediatas, de José María Arguedas hacia mitad de esa centuria y de Mario Vargas Llosa en la segunda mitad.
Algo similar podría asegurarse sobre César Vallejo, voz fundamental en toda una rama de la genealogía poética latinoamericana. Y de Antonio Cisneros, más recientemente, en el ámbito de la lengua española, donde quizá se le unan un puñado de otros poetas peruanos, de manera menos visible en lo inmediato, pero real: Belli, Eielson, Varela, Hinostroza.
Pero no me vienen a la mente muchos otros casos: los de Ciro Alegría y Manuel Scorza como voces influyentes en la narrativa latinoamericana fueron fenómenos temporales, rápidos, más o menos borrados al poco tiempo de surgir. Bryce ha sido siempre tremendamente popular, pero también enormemente idiosincrásico y, por ello, no muy recurrido como referente.
Por supuesto, es dudoso que la influencia internacional sea un rasgo a tener en cuenta para evaluar la calidad de un autor o la firmeza de una tradición nacional: muchos de nuestros nombres clave no alcanzaron casi nunca esa posición: Julio Ramón Ribeyro (en la foto), Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, José María Eguren, César Moro, Luis Loayza.
Argüir el éxito actual de librerías de autores peruanos como señal de su influencia (tal como hace alguno de quienes responden a Oquendo) es un recurso superficial e irreflexivo: está claro que nombres como los de Alonso Cueto, Iván Thays, Jorge Eduardo Benavides, Fernando Iwasaki, Fernando Ampuero, Santiago Roncagliolo o (por qué dejarlo de lado) Jaime Bayly, se cuentan entre los más reconocibles de la narrativa latinoamericana actual.
Pero no está clara la naturaleza de la huella que sus obras vayan a dejar fuera del Perú. Quizá algún joven escritor en el Distrito Federal, en las Ramblas catalanas o en algún parque de Santiago esté aprendiendo la puntualidad y la refleja introspección en las páginas de Cueto o Thays, o la habilidad organizativa en las de Benavides, o la rápida pulsión narrativa en las de Ampuero o Roncagliolo, pero eso no lo vamos a saber de inmediato.
Se puede alegar, sí, algún dato en contra de la afirmación de Abelardo Oquendo: Islandia, por ejemplo, es un país con 1% de analfabetismo, tiene el mayor índice per cápita de publicación de libros en todo el mundo, el mayor índice universal de lectoría, y la quinta mayor densidad de libros en bibliotecas por cada habitante.
Sin embargo, ciertamente, Islandia está lejos de ser un gigante literario, pese a que su tradición es larga, desde Snorri Sturlusson (que mi generación, como otras, buscó tras leer a Borges) hasta Halldór Laxness, premio Nobel de literatura. Aunque, claro, Islandia apenas tiene 300 mil habitantes, y no casi cien veces más, como el Perú.
Mientras que en países como Francia e Inglaterra el promedio de lectura de la población es de casi veinte libros por año (y en la garra nórdica llega a cincuenta), en México el 85% de los habitantes no leen nunca un libro y el promedio nacional es de medio libro al año por persona (más alto que en el Perú, por cierto). México, sin embargo, es el país de Sor Juana, Octavio Paz, Elena Garro, Juan Rulfo, Fernando del Paso, Carlos Fuentes, Elena Poniatowska, Juan Villoro, etc.
En resumen, no son pocos, pero tampoco son demasiados los autores peruanos que han alcanzado una notoria capacidad de influencia fuera del Perú. Sin embargo, eso no contradice la seguridad de que la tradición literaria peruana es rica, es sólida, construida con nombres cruciales y obras de valor inestimable. Por otro lado, las condiciones de la lectoría, el mercado editorial, el alfabetismo, etc., son centrales para la prosperidad de una literatura, pero no son factores que sirvan para explicarlo todo.
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8 comentarios:
Chévere, pero faltó que propongas una posible explicación al fenómeno.
Propongo el siguiente trabajo de investigación: recoleción de data para investigar este índice:
(Promedio de libros leídos al año X Población) / (Escritores con influencia)
Pero Islandia tambien, estimado Gustavo, es un pais que en octubre del año pasado se declaro en quiebra economica. Rusia practicamente lo rescato financieramnete de la extincion como todo (tasas de analfabetismo y libros per capita incluidos). Hablemos de Rusia, cuando se hable de Islandia...
Slds
La quiebra de Islandia no tiene nada que ver con su sistema educativo ni nada similar. Tiene que ver con la irresponsable burbuja de un sistema bancario y una bolsa inflada ficticiamente. No entiendo bien el comentario. Así como hablé de Islandia, podría haber puesto los ejemplo de Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia, cuyos índices relativos a este asunto son sumamente parecidos.
Como siempre, y de manera subliminal, Gustavo, vuelves a las andadas utilizando palabras de otro, en este caso de Oquedo, e intentas hacer creer a los lectores incautos, o cómplices tuyos, que los escritores valiosos peruanos, al nombrarlos, son tus amigos: Cueto, Roncagiolo, Thays, Benavides, Iwasaki, que de paso son los que publican en España y al no nombrarlos desechas a los verdaderos escritores importantes: Miguel Gutiérrez, Edgardo Rivera Martínez, Oswaldo Reynoso, Gregorio Martínez, Éduardo Gonzáles Viaña, Carlos Calderón Fajardo, Augusto Higa, Oscar Colchado, Enrique Prochaska, Luis Nieto Degregori, Ricardo Sumalavia, Juan Carlos Galdo, El Bombardero y te faltó mencionar a Daniel Alarcón. Gente que lee tu blog en el extranjero es desinformada de esta manera sutil.
Lo que me queda claro es que la cantidad de escritores de una tradicion conocidos internacionalmente no esta en proporcion directa a la calidad de esa tradicion. Totalmente de acuerdo en eso. El problema de fondo sigue siendo el de la industria cultural, en la veta editorial,por un lado; por otro, el asunto del alfabetismo.
Me parece que los escritores que verdaderamente han traspasado las fronteras peruanas y tenido alguna influencia más allá de América Latina son dos: Vallejo y Vargas Llosa. No está mal. ¿De cuántos escritores brasileños, mexicanos, colombianos, españoles, incluso argentinos, se puede decir lo mismo?
Por otra parte, me parece importante recalcar lo que comenta Gustavo de que la influencia en la literatura mundial poco tiene que ver con la calidad de una literatura nacional. Y también me parece esencial la idea de que la literatura latinoamericana va mucho más allá que lo que decidan publicar las editoriales españolas. Es curioso que se esté construyendo un canon desmembrado a partir de las decisiones de una industria editorial extranjera. De ahí que todas las figuras literarias del momento parezcan salidas de la nada, nacidas como por generación espontánea. Pero la culpa, naturalmente, no es de las editoriales, sino de los lectores y de los críticos mal informados que toman como verdades incuestionables las contratapas de los libros y las reseñas de los suplementos culturales.
Para acabar, me gustaría, Gustavo, hacerte un par de preguntas: ¿consideras que en el momento actual la cohesión de las literaturas nacionales, tan denostadas como concepto, es mayor o menor que décadas atrás? Aunque ya comentaste que la pluralidad de la literatura latinoamericana actual es igual a la que existía hace tres décadas, ¿señalarías alguna corriente trasnacional como alguna vez lo fueron el modernismo y el realismo mágico?
Gran blog. De los pocos donde se leen ideas. E ideas originales y razonables.
Gustavo, deberías pensar que a nadie, o casi nadie le interesan algunos de tus post, como este de números y letras, Habría que preguntarse por qué tan pocos comentarios. Acabo de estar en un congreso de Literatura Fantástica acá en Lima, donde habían extranjeros que efectuan la siguiente modalidad de turismo: consiguen un pasaje de una universidad europea, acá les pagan hotel y comida y hasta una fiestecita, sacan un papel que dice que han sido ponentes en un Congreso Internacional, y si hay alguna idea de un aborigen que asoma por ahí se la roban. Regresan a su país y la publican como suya. Y sus ponencias no aportan nada, mejores cosas hay en google- Y qué tiene que ver esto con el post, que todo la literatura está podrida, profesor Faveron. No tiene explicación para ningún fenómeno. La única explicación son intereses, y más intereses, intereses personales de la gente, que como dice Vargas Llosa parece que no amaran a la literatura.
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