La flor de Coleridge y la música de Hawthorne
En su Anima Poetae, Samuel Taylor Coleridge se preguntó:
"If a man could pass through Paradise in a dream, and have a flower presented to him as a pledge that his soul had really been there, and if he found that flower in his hand when he awake - Aye, what then?"
"Si un hombre pudiera atravesar el Paraíso en un sueño, y le fuera dada una flor como seña de que su alma realmente estuvo allí, y él encontrara esa flor en sus manos al despertar: ¿entonces qué?"
La pregunta --como otra seña a través de otro sueño-- nos ha alcanzado, a la mayoría de los hispanohablantes que la recordamos, repetida y traducida por Borges en un ensayo célebre de Otras inquisiciones, titulado "La flor de Coleridge".
En The House of the Seven Gables, Nathaniel Hawthorne imagina la historia de una mujer, Alice, una más entre las muchas desgraciadas en la genealogía de la familia Pyncheon, que cae víctima de alguna forma de consunción:
"This lovely Alice had met with some great and mysterious calamity, and had grown thin and white, and gradually faded out of the world".
"Esta adorable Alice se había encontrado con alguna enorme y misteriosa calamidad, y había enflaquecido y perdido el color, y gradualmente se había desvanecido del mundo".
Tras la muerte de Alice, su fantasma regresa a la casa familiar, más de una vez, prefiriendo las noches, y los días cuando alguien está a punto de morir. Se sienta ante el clavicordio y toca --"sadly and beautifully", escribe Hawthorne-- las melodías más melancólicas que se hayan escuchado.
Moradores de la casa y concurrentes eventuales se conmueven ante la inmensa soledad de las tonadas, y un amante de la música logra transcribir una de ellas --"exquisitely mournful"-- sobre el pentagrama.
Los vecinos de Salem y Boston reservan la melodía para las ocasiones de tristeza extrema, cuando el dolor es tan grande que se vuelve empatía y ellos alcanzan a comprender el pesar dulce de la muerta y de su espíritu visitante.
A diferencia del escenario que imagina Coleridge, en la novela de Hawthorne no hay Paraíso alguno. Quien viaja entre las dimensiones es un alma en pena; lleva su melodía del infierno preternatural al sublunar. La melodía es la flor, la partitura es la seña de la flor.
"¿Entonces qué?"
Imagen: Nathaniel Hawthorne vivió a dos cuadras de aquí varios años. Y a una hora y media todavía se encuentra la casa de los siete tejados, en donde también habitó por un tiempo, en Salem, Massachusetts.
18.1.10
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1 comentario:
En la transcripción de la música desde el aire al pentagrama, hay mediación humana...
¿y en la flor?
Leo hace mucho tu blog, Gustavo...lo disfruto mucho.
Me encantó la serie "Cuestionario de Proust".
Y gracias a ti supe de Prochazka.
Hay un par de consultas que me gustaría hacerte si tienes tiempo.
Saludos desde Madrid!
Lena
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