21.4.10

Los recitales

Y por qué me escarapelo ante su sola mención

Cuando estaba en los primeros años de la universidad, en la Católica, asistí a varios recitales poéticos. Incluso leí mis propios poemas en algunos de ellos; a tanto llegó mi desfachatez.

Recuerdo uno en particular: un largo desfile de más de veinte poetas (y un monólogo teatral), en un gran salón de Letras lleno de bote a bote, lo que resultaba especialmente llamativo considerando que había otros dos recitales al mismo tiempo en el campus y todos estaban similarmente pobaldos. Es sabido que en la Católica dos de cada quince estudiantes son poetas y al menos uno de ellos merece la inmortalidad (a su juicio).

Como parte del público embobado, me tocó escuchar algunos recitales memorables: Enrique Verástegui caminando a la hoguera con Giordano Bruno; Rodolfo Hinostroza carraspeando con vozarrón de barra brava las épicas estrofas de "Nudo borromeo", Antonio Cisneros o Ernesto Cardenal remezclando sus nuevos cantos y sus viejos epigramas.

También recuerdo los especialmente estúpidos y los gratuitamente beligerantes: un poeta que se llamaba César Ángeles, por ejemplo, terrible imitador de Luis Hernández, gritándole al hermano de Luis Hernández, en un homenaje al poeta muerto, que Luis Hernández era suyo y no del hermano.

Aunque no reniego de los buenos recitales a los que fui, los otros en cambio me erizan la piel de vergüenza propia y de vergüenza ajena. Hace veinte años, quizás, que no voy a un recital: la costumbre me curó a punta de espantos y me vacunó con carácter, espero, vitalicio.

Los recitales de poesía, que son el más burgués de los ritos literarios, son una costumbre heredada sobre todo, curiosamente, por quienes más antiburgueses se proclaman.

Los recitales del antiguo modernismo hispanoamericano eran una mezcla de soirée de damas de tertulia y concierto de Julio Iglesias: los poetas declamaban encaramados en un podio y luego firmaban álbumes con rúbricas, garabatos y florecitas e improvisaban al margen de la página sus peores rimas "de ocasión".

Los recitales de la vanguardia europea, y por calco y herencia los latinoamericanos, eran bastante menos reverentes en forma, tenían algo de la calidad de un acontecimiento estético en sí mismos, y muchas veces eran, además, precisamente antiburgueses. Pero no dejaban de ser el mostrador de exhibición de quienes se sentían distintos y adelantados.

La última transformación más o menos fundamental vino con los beats, la acogida del jazz en el mundo poético, la experiencia de la música y la poesía reunidas nuevamente, como en su origen mítico y en su pasado histórico, y otra vez los recitales fueron presididos por el espíritu de la protesta anti-establishment.

Pero yo no vi ninguno de esos. Yo lo que vi fue la procesión interminable de los egos grandotes y los poemas chiquitos: la vanidosa exposición de lo crudamente mediocre en una ceremonia de orgullos olímpicos. Lo que vi fue a poetas más interesados en el espacio, los ojos y las bocas del recital que en los textos escritos o compuestos.

El recital limeño es como el concurso de belleza de los feos y los jurados tuertos: cada quien está listo para ser democráticamente deslumbrado por lo que le guste a la mayoría o para emitir el juicio destructor de lo que disguste a la mitad más uno; todos están seguros de que al lado de lo propio lo ajeno es un galimatías insípido y hueco; noventa y nueve de cada cien poemas son idénticos e idénticamente olvidables y el que es diferente resulta poco menos que imperceptible, opacado en la marisma de medianías.

Los recitales se han devaluado cada vez más, por cierto. Si alguna vez marcaron hitos en la esfera pública, hoy son hitos de la historia privada, rincones meramente propios en la autobiografía, o, en el mejor de los casos, casetas de peaje en el callejón sin salida del colectivo miniatura, del grupúsculo incoloro que piensa estar escribiendo leyendas aunque nadie jamás las lea.

(Dicho sea de paso, por eso es que, como acaso habrán notado, no suelo anunciar recitales poéticos).

..

24 comentarios:

El Gaucho Santillán dijo...

Aquì, esos "recitales" desaparecieron hace mucho tiempo.

Quedan algunas "tertulias literarias", pero solo van los grupos de amigos a aplaudirse entre ellos.

En gran parte, han sido reemplazadas por la internet y la blogòsfera.

Una menciòn para los "Happenings", que organizaba Marta Minujin y la gente del instiruro "Di Tella", en los 60.

Comenzaba como "recital", despuès se bebìa, y se fumaban cosas "raras", y al funal, se sacaban la ropa!!!

(Esas eran terurlias "literarias"!)

Saludos

Anónimo dijo...

¿Algo similar podría decirse de las presentaciones de libros?
En los de los egos, al menos, hay coincidencias.
Yo asisto a presentaciones como quien asiste a matrimonios: sólo de los amigos cercanos y bajo protesta.

Anónimo dijo...

Los vas a extrañar ahora que van a ser reemplazados por las letanías del Opues Dei en la Católica.

zeta dijo...

Disculpe, señor Faverón: ¿podría aclarar un poco eso de «ser democráticamente deslumbrado» y aquello de «emitir el juicio destructor»? Resulta entendible, pero se me hace un poco difícil poner en el lugar que corresponden dichos juicios. Un par de ejemplos o otras palabras se agradecerían. Excelente blog, por cierto. Suerte.

Anónimo dijo...

"El recital limeño es como el concurso de belleza de los feos y los jurados tuertos"

Concuerdo plenamente.

Por mi lado tuve la ocasión de ir a algunos en mis épocas universitarias. Vi a un tal Leo zelada (no se cómo se escribe) lo vi vestido de gabardina negra a lo fox mulder y en el recital habían velas, pensé q me había equivocado, que estaba en algún show pre-emo pero no, era un recital. En fin. De acuerdo con tu frase. Esos seres hechos para el recital usan la literatura como una suerte de "Televisa" una institución donde pueden llegar a ser estrellas, comprendí que no fue gratuito el look "Matrix" del declamador aquél día.

UltraMan dijo...

Hablando del (re)encuentro entre música y poesía, ¿qué opinan de este olvidado proyecto francés de los años sesenta?

http://www.ubu.com/sound/doyen.html

Archivos de sonido.

PDL dijo...

tu comentario sobre los recitales es especialmente atinado ahora que en palacio de gobierno alan garcía ha convocado a un recital de poetas "jóvenes".
La encargada de la organización es doris moromisato y los poetas invitados son césar panduro, andrea cabel y alessandra tenorio, esta última, qué casualidad, es la encargada de comunicaciones de la inefable casa de la literatura peruana, cortesía de la vergüenza aprista.

saludos.

Anónimo dijo...

Ok, Gustavo, pero no lances la banera con todo y nino. La mayoria de los conciertos en USA y en todas partes son bastante misios (aunque impliquen millones de dolares) en terminos esteticos de novedad y/o de capacidad de expresar/crear colectividades o modas.
Y quien seria el gendarme del arte poetico?
Habria que no hacer mas recitales, si es que no pasan por tu visto bueno?
O de plano erradicar los recitales poeticos, tan burgueses como la presentacion de libros, y su promocion periodistica -de la que tienes harta experiencia (incluyendo tus resenas a poemarios en el comercio)?
Vallejo participo en recitales, Allen Ginsberg era todo un teatrero en ellos, y fue un poeta excelente.
Como es obvio que sabes eso, tu post burlon va solo contra los recitales peruanos, especialmente los de la catolica, y en general lo llenos de gente.
Que prurito antipopular te impide verte entre aquellos con los que participabas de joven y ahora rechazas sentado en un iglu?

Anónimo dijo...

yo lo que he aprendido a odiar es esa nueva onda de "performances" en que los poetas ponen música se ponen ropa rara y un par de luces sicodélicas, todo para leer como siempre, sin entonación, sin ganas. y encima quieren que los aplaudan, andáaa

Anónimo dijo...

No, no. Esto no es "novedad", anónimo, si dichos joints han sido incluso satirizados en la televisión americana en una época tan lejana como los sesentas. Que hayan seguidores de esta corriente es algo imposible de sorprender, aunque claro, resulten siendo espectáculos tan "culturales" como las corridas de toros.
Recuerdo una vez que fui al Británico a escuchar a unos poetas entonar sus loas en un homenaje a Reynoso. Se paró un compadre con pose de niño radical y al grito de "Mi obra se reduce a estas doce páginas", se puso a leer un panfleto con versos que harían ruborizarse a un faite del jirón Lucanas. Y he escuchado en otras ocasiones poemas que parecen letras de una canción de los Amigos Invisibles. Así no es, pues.
Esta gente tiene que comprender que hay que darle un sentido a la poesía, para que pueda llamarse como tal. Empecemos por no llamarle poetas a bufones conocidos y rescatemos lo realmente válido, aquellos versos que de veras nos comuniquen lo que siente el poeta.

Eduardo Gonzalez dijo...

Yo en cambio, echo de menos los recitales poeticos en los que un novel Faveron y los no menos noveles Reategui y Salas presentaban sus sonetos ante la critica certera y justa de nuestro inmortal maestro Ricky Choronguito, en su estudio de San Miguel, cerca al Fundo Pando...

Jorge Frisancho dijo...

En desacuerdo contigo, Gustavo. Y mira que desde aquellos años de la PUC, que compartimos (y donde creo que alguna vez hasta leímos juntos), no leo en público con mucha frecuencia, en parte por elección, en parte porque no me invita, y en parte porque no vivo en Lima. En desacuerdo también con los que se quejan de que mucho de lo que se escucha en recitales es de bajo nivel. Para mí el punto no es ese, aunque sea cierto. El punto es que los recitales y lecturas públicas, en especial los que reúnen y promueven a escritores jóvenes o nuevos, tienen una importancia difícil de sustituir en la circulación y difusión del trabajo poético y en la generacion de un público para él. No hay demasiados de esos mecanismos, y yo digo que es ejor que los haya, aunque no todos salgan bien. Y eso de que los recitales poéticos son una tradición burguesa dice en realidad muy poco. Muchas ceremonias y prácticas de nuestra vida cultural son inevitablemente "burguesas" así en un sentido genérico y amplio (como escribir novelas, y leerlas -o ir al cine, vamos) y eso no las invalida. Que haya mucho poeta mediocre en el mundo, mucho poema mediocre, mucho recital aburrido y mucho payaso sin circo es, en realidad, un mal menor, comparado con la alternativa: que la poesía no circule y no tenga audiencia.

Anónimo dijo...

Hagamos esto: como regla general, que nadie publique, recite, bloguee o comulgue antes de los treinta. O si no, que los veinteañeros sean declarados literariamente inimputables.

El Gaucho Santillán dijo...

Tener 20 años, no solamente te hace inimputable. Es obsceno.

Asì que Ud, Sr Faveròn, participaba de estos recitales?

Y tenìa un maestro llamado "Choronguito"??????

En fin. Gonzàlez me ha aclarado algunas cosas.

Anónimo dijo...

señor frisancho,
los recitales solo cumplen una función de difusión secundaria> du=ifunde a poetas que quieren ser conocidos, pero no difunden poesía a nuevos lectores.
conozco pocos poetas, vamos creo que ninguno, interesado en ir a leer su poesia a escuelas, especialmente de los conos, para formar lectores. lo que quieren es difundirse entre un grupo concreto, parnasito del que no sale nuevo público por lo demás.

zeta dijo...

Entonces soy y todos seremos o fuimos obscenos alguna vez. ¡Yupi!

Jorge Frisancho dijo...

Anónimo de esta mañana, lo que afirmas no es tan cierto. Lo digo por experiencia personal. En los 80, participé en muchos recitales en lugares como Villa El Salvador o Huaycán, en San Juan, en Comas; leí en escuelas, en centros comunitarios, en eventos políticos. Y me consta que ese tipo de acitividad no ha cesado desde entonces, aunque no se le difunda mucho. Y me consta también que tanto entonces comno ahora, eran actividades con bastnte concurrencia de público.

Pero en todo caso lo que más me llama la atención es la idea de que "los poetas" deban estar "dispuestos a ir" a los conos. Es decir, asumes que "los poetas" están a priori localizados en un espacio que no es el de los conos (usémoslos como metonimia), y por lo tanto que en esos espacio no hay, también a priori, "poetas". Eso es demostrablemente falso (ya lo era en los 70 y en los 80, y lo es más hoy en día). Si hay poetas que prefieren no salir de Miraflores, San Isidro o Barranco, pues allá ellos (yo no conozco ninguno, pero en fin). Más importante que denostarlos me parece valorizar los circuitos de circulación y producción de poesía en zonas de la ciudad menos tradicionalmente céntricas. Serán circuitos pobres y escasos, pero en realidad así lo son todos, estén donde estén.

Anónimo dijo...

Dado que Gustavo no es poeta y está alejado del medio hace años, su post solo alcanza el grado de mera opinión. Más interesante sería que diera su punto de vista sobre cierta "crítica" literaria peruana que perpetra cosas como esta:

""""el mayor problema del libro es que, a pesar de ser básicamente un melodrama, está plagado de bromas de un humor demasiado grueso, como de comedia de televisión: “él jamás logró arrimarle el piano ni, mucho menos, baldearle el callejón…” (p. 116). Y esto no lo dice un personaje sino el propio narrador omnisciente. Por eso, algunas páginas de Nunca confíes en mí parecen Romeo y Julieta, pero en versión de “Recargados de risa”. Definitivamente no se trata de la mejor opción para la literatura en estos tiempos de Internet.""

Anónimo dijo...

sr. frisancho, ilústreme con nombres de poetas que surgiendo de una zona periférica de Lima hayan realizado consistente labor de difusión en su zona, para lograr más lectores. no de poetas que siendo de extracción pobre hayan caminado hacia la "canonización" de la Lima letrada, para llamarla de algún modo. de esos hay muchos.
no es sarcasmo, en serio, es curiosidad.

Anónimo dijo...

Este pertinente post no sabría terminar bien sin un imperativo complemento de igual tónica sobre los “talleres”. En tales ganapanes, los únicos que aprenden cuentística, novelística, poesía y dramaturgia son los que los organizan. Estrictamente “nadies” más.
PIRULO.

JorgeC dijo...

Saludos a todos,

siempre he pensado que la poesía se encuentra en cualquier lugar, menos en los recitales.

Igual, sirven. ¿Para qué? Para que algunos hagan el ridículo y no pase nada (porque nadie la entiende) y entretenga un poco al respetable.

También he pensado que los poemas que se recitan mejor son los "más accesibles", por llamarlos de algún modo. Los que pueden conectar fácilmente con el público.

Gracias,
Jorge

Anónimo dijo...

Ciertamente, hay mucho "poeta joven" por allí ansioso de publicar libros y de ir a recitales para que lo aplaudan sus tres amigos. Ser "poeta" en el Perú se ha vuelto tan común. Además, "poeta", esa palabra... José Watanabe decía que le parecía idiota que alguien se autodenomine así.

zeta dijo...

¿Por qué Watanabe pensaba eso? Si en verdad lo hacía...

Piero dijo...

los recitales deberían ser así, ojo que aquí el es un poeta performer
http://www.youtube.com/watch?v=bZsmneEtdWU