27.6.10

¿Por qué una novela panfletaria es una mala novela?

Una nota sobre la ficción como forma de conocimiento


Por un ensayo que vengo escribiendo, releo una novela corta del mexicano Paco Ignacio Taibo II: Máscara Azteca y el Doctor Niebla (después del golpe), una ficción postapocalíptica con rasgos de cómic fantástico e, inevitablemente, huellas del amor de su autor por la novela de anticipación.

Es la historia de un súper héroe esquizofrénico, cuya personalidad se ha dividido casi infinitamente, y que, en extraña comunión con sus alter egos, forma un movimiento llamado "La Resistencia", que lucha por derrocar a la dictadura populista que gobierna un México distópico.

Taibo II escribe desde el marxismo y el situacionismo francés de los sesentas. Muchos motivos de la novela revelan esa doble presencia: la lucha de clases, la alienación industrial y postindustrial, la idea de la falsa conciencia y la de la conciencia utópica socialista al estilo de Karl Mannheim; también está la noción de la espectacularización de la realidad, que en él es una herencia de Guy Debord.

Pese a ello, uno queda con la impresión de que bajo la superficie de la novela hay más bien una recusación de toda ideología, incluyendo entre ellas al materialismo dialéctico, y también una suerte de desesperanza profunda ante la idea misma de revolución, en favor de una forma individualista de reivindicación de la rebeldía personal.

No parece, sin embargo, que Taibo haya buscado expresar eso en su ficción. Más bien, el escepticismo ante la posibilidad del cambio radical como ejercicio colectivo parece haber usurpado el espacio del convencimiento socialista del autor, contra su propia voluntad.

Al leer La fiesta del Chivo, de Vargas Llosa, y específicamente ante la glorificación del heroísmo del atentado magnicida como respuesta a la tiranía, es casi inevitable preguntarse si no hay un hálito anarquista filtrado entre las formas que toma el discurso del liberalismo en la novela.

Mirando más atrás en la obra del peruano: ¿no existe en El hablador una duda recurrente sobre cuán moral, cuán ética y cuán justa pueda ser la perspectiva de asimilar a los pueblos indígenas dentro de las culturas occidentales, incluso a pesar de que tal es la propuesta mil veces repetida por Vargas Llosa ,como opinador político y social, para el mismo caso peruano que trata la novela?

Borges solía repetir su admiración por la raíz judeo-cristiana y clásica de las culturas occidentales. Pero un número crecido de sus ficciones, o bien establecen una equivalencia moral y cultural de facto entre todas las civilizaciones ("Los dos reyes y los dos laberintos", "Historia del guerrero y de la cautiva"), o bien se preguntan si no será que precisamente las civilizaciones más sofisticadas son las más proclives a generar las formas más abyectas de barbarie ("Deutsches Requiem").

Hay una valor especial es esas ficciones que parecen erigidas en contra de las ideas que, como ensayistas o comentaristas públicos, defienden sus autores; ficciones que parecen contradecir esas ideas, dudar de ellas, dudar de su veracidad o su lógica o su moral, arrojarse sobre ellas para desmontarlas y acaso negarlas.

La explicación más habitual no es extremadamente convincente: es el trabajo del inconsciente, se dice; es la ficción apropiándose del texto, llevándolo por caminos que el autor no ha planeado. Creo hay una manera más racional de plantearlo.

Como vehículo congoscitivo, la ficción contemporánea tiene unos rasgos propios, que la distinguen del ensayo o de la crónica y ciertamente de la historia y de las ciencias sociales: la ficción exige ser escrita desde dentro o como si se viviera desde dentro de la consciencia de los personajes, pero también, por ello mismo, se abstiene de ser expositiva, porque se abstiene de asumir que el mundo narrado pueda ser orgánicamente percibido desde un solo mirador.

Y al descartar la unicidad del punto de vista, deja de ser un buen vehículo para la articulación ideológica, que es siempre panóptica y siempre unívoca y casi siempre monológica. No se trata, pues, de que al escribir el autor se transforme en una fiera inconsciente o deje escapar las voces de su subconsciencia: es que el método de la construcción de ficciones le exige asumir (inventar, imaginar, instaurar) en el texto una multiplicidad de consciencias, casi todas ajenas.

Lo que hacemos cuando declaramos que una novela es mala porque es panfletaria, es reconocer que el texto carece de ese rasgo que esperamos de él. Y cuando una novela panfletaria nos parece buena, es probable que nosotros estemos inclinados a pensar que el mundo es una unidad discreta observable de una sola manera (incluso si la manera específica en que el mundo es visto en dicha novela no nos place del todo).

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nota a posteriori: Pasaba por aquí i escribí… total, a quien se exhibe no le importará, creo. Chucha que esta mal redactado su texto estimado, lo digo de buen rollo i sin acritud. Desde mi ignorancia i atrevimiento lo digo. Eso me llamó la atención, más allá de los dichos dichos por otros. En todo caso, cada texto tiene su propio significado i significante i una novela panfletaria o no, puede ser tan mala, como un escrito mal redactado.

postdata: (ojo con la aliteración i la sintaxis entre cada enunciado)
Que le rinda, nos "pillamos" en alguna interfaz (twitter, blog i un largo etc), sigo leyendo hegelianamente a Marx y de manera marxista Hegel.

chao pescao.

firma: hombre mediocre

Portnoy dijo...

Hablando de Vargas, ¿cómo calificarías La guerra del fin del mundo? Siempre me ha chocado la posición literaria de V-Ll en contraste con su posición política... vamos, que no lo entiendo.
Un saludo