25.10.10

Vargas Llosa y "la mujer"

Una nota a contrapelo de la mayoría

Se escribe mucho y muy críticamente y con gran afán de denuncia contra ciertas obras literarias cuando en ellas se representa a ciertos grupos humanos de maneras que resultan inaceptables para ciertas personas. No se escribe casi nunca sobre por qué sólo se propone y defiende esa corrección en la representación de ciertos grupos humanos y no todos (o ninguno).

Veamos el ejemplo de Mario Vargas Llosa, uno de los autores latinoamericanos más rotundamente criticados por sus caracterizaciones de personajes femeninos.

No es infinita pero sí virtualmente inabarcable la lista de personajes ficcionales que Vargas Llosa ha representado como criminales, desequilibrados, fanáticos, ególatras, autoritarios, monstruosos, abusivos y destructores. Si algo tienen en común, es que probablemente todo ellos son hombres.

No hay personajes femeninos en las novelas de Vargas Llosa que sean siquiera lejanamente descriptibles dentro de esos parámetros, ni siquiera cuando el autor ha construido personajes matriarcales dentro de universos degradados, como la Chunga de La casa verde y de la pieza teatral epónima o la Mamaé de La señorita de Tacna o la Madrastra de sus dos novelas (aparentemente) eróticas.

Hay, en cambio, una serie de personajes femeninos vargasllosianos que representan la ilusión perenne de la reconstrucción o la reelaboración de sus propias vidas a través de la imaginación (Katie), la acción (la Niña Mala) o la memoria (Urania). Eso no es un rasgo secundario: en el imaginario de Vargas Llosa, la capacidad de rediseñar la propia vida es un rasgo clave, es el centro mismo de su idea de la literatura como revisión y resignificación del mundo.

Esto no es un precepto que yo quiera imponer sin justificación: los personajes están allí para quien quiera comprobarlo, los ensayos del autor sobre el tema abundan y, sobre todo, está la repetida y casi perpetua admiración de Vargas Llosa por un personaje de ficción que ha dominado su imaginación por décadas y que reaparece en sus novelas, reformada y variable, con gran frecuencia: la Emma Bovary de Flaubert.

Las emmas de Vargas Llosa, llamésmoslas así, son en el mundo del autor la cifra del poder de la literatura contra el agobio y la medianía de la vida cotidiana: Katie, Urania, la Niña Mala son eso, sus reencarnaciones, crudas y golpeadas, víctimas todas ellas de la dinámica de la sociedad masculina y patriarcal, y todas entregadas a la lucha por recomponerse y escapar de una sumisión contra la cual se rebelan.

Por supuesto, el mundo de Vargas Llosa sigue siendo predominantemente masculino y muchas de las mujeres que lo pueblan no escapan a la estructura del patriarcado. Algunas son puras funciones narrativas, como la Teresa de La ciudad y los perros o la Jurema de La guerra del fin del mundo, cuya presencia en la organización de esas narraciones responde sobre todo a la necesidad de Vargas Llosa de encontrar un estándar contra el cual contrastar a los muchos hombres que se relacionan con cada una de ellas.

Hay un número visible de prostitutas en las novelas de Vargas Llosa, y ese es otro motivo de crítica. No valdría de nada escribir esta nota sin mencionar ese rasgo que ha motivado numerosas críticas.

Allí están Bonifacia, las "visitadoras", la Pies Dorados, etc. Lo interesante es que no hay dos similares y que Vargas Llosa tiene bastante clara la diferencia entre la prostituta caricaturizada de una novela carnavalesca como Pantaleón y las visitadoras (que sin embargo también incluye al personaje trágico de la Brasileña), y la prostituta sometida, forzada, empujada a la prostitución por la violencia de su mundo y de los hombres que la rodean, como las que pueblan la primera Casa Verde y su reencarnación bajo el dominio de la Chunga.

A estas alturas de la obra vargasllosiana, me resulta curioso y extraño descubrir que Vargas Llosa siga siendo acusado de construir a sus personajes femeninos desde una especie de apenas oculta misoginia.

Lo que yo veo es un afán bastante realista, en el sentido más contemporáneo del término, por representar el lugar preciso en que la mujer ha sido encerrada y atrapada tradicionalmente en las sociedades latinoamericanas y la peruana en particular: un sitio marginal en la estructura de poder pero que recibe todos los coletazos de esa estructura; un lugar a la vez central y ubicuo pero escondido debajo de un tejido de relaciones masculinas que lo denigran y lo oscurecen y lo fuerzan y que ocultan esa violencia bajo una serie de discursos seudo-amorosos y románticos: la misoginia del macho que dice adorar a su víctima.

Hay muchas ficciones narrativas en la historia de las letras hispanas que han lidiado con la idea del autoritarismo y la corrupción del poder. No tantas lo han intentado hacer directamente sobre el eje de la confrontación entre lo masculino y lo femenino. Casi siempre, han sido mujeres como Rosario Castellanos o Diamela Eltit las que han tomado para sí esa perspectiva.

Vargas Llosa lo hizo en La fiesta del Chivo, construyendo una ficción en cuya primera mitad todos los abusos, todos los excesos, todas las inclinaciones destructivas y todos los crímenes están finalmente simbolizados en el falo del dictador, que es además el punto donde se conecta la historia pública dominicana con la historia privada de los individuos que tienen algún contacto con el tirano.

En la escena crucial de la novela (la escena primordial freudiana dentro de este relato), que es la de la impotencia del dictador en el intento de violación a la niña Urania y la posterior y accidentada consumación de la agresión, Vargas Llosa construye uno de los pocos escenarios alegóricos de su obra narrativa: la estructura del poder, que es patriarcal, caudillesco, tiránico y odiosamente masculino, todo al mismo tiempo, funciona como una mediocre máquina destructora destinada a violentar el cuerpo femenino, que es a la vez el cuerpo colectivo dominicano.

Yo he escuchado más de una vez describir esa escena como un regodeo misógino de Vargas Llosa, incluso como un desborde pornográfico gratuito que debería haber sido podado y descartado del libro. Eso es interesante; sobre todo porque lo he escuchado de críticos profesionales y académicos, largamente acostumbrados a descubrir ese tipo de lectura alegórica en otros textos latinoamericanos, sin escándalo.

Quiero explicármelo así: uno puede entender un personaje ficcional de varias maneras: como un tipo (a lo Lukács), como un arquetipo, como una metáfora, como parte de una alegoría, con rasgos simbólicos, etc. En términos más sencillos: un lector común puede entender que un personaje es equivalente a una persona y sólo se representa a sí mismo, o que ese personaje representa otra cosa, algo mayor, un colectivo o una idea.

Así como Vargas Llosa difícilmente creará a un personaje masculino que represente a "los hombres" o a "el hombre", difícilmente creará uno femenino que represente a todas las mujeres o a "la mujer". Sin embargo, la crítica suele leer en las mujeres de la novelística de Vargas Llosa, casi siempre, casi invariablemente, eso: Urania es la mujer, la Madrastra es la mujer, Jurema es la mujer, Teresa y la Niña Mala son la mujer.

(Antes de seguir, quiero observar que a veces esa cerrazón crítica es pura mala voluntad calculada o, peor aún, ceguera y miopía selectivas: si la Flora Tristán de El paraíso en la otra esquina fuera leída como la mujer, entonces la mujer en Vargas Llosa, más allá del color ideológico-crítico con que Vargas Llosa construye a Tristán en esa novela, pasaría a ser la cifra misma de la voluntad de transformación, la perseverancia en la lucha reivindicativa, la valentía del género ante la opresión de lo masculino. Gran parte de la crítica preferiría cortarse las venas antes de reconocer la existencia de algo así en el universo de Vargas Llosa. Acaso esa es una de las razones por las cuales esa novela es de las menos estudiadas, sobre todo desde el terreno de la crítica feminista).

¿Por qué tantos lectores entrenados le otorgan a los personajes masculinos de Vargas Llosa la posibilidad de ser entendidos como individuos y como cifras de algo más allá de su género, mientras que se niegan rotundamente a hacer otro tanto con sus personajes masculinos?

Si alguien quisiera demostrar que la diferencia no está en el ojo crítico sino en la propuesta ficcional de Vargas Llosa, adelante. Yo no lo creo. Yo creo que en general la crítica latinoamericana sigue encerrada en una visión de la ficción en que ciertos personajes son siempre necesariamente entendidos como una representación de cierta colectividad y otros no, y que eso tiene que ver con la percepción de dicha colectividad como marginal o sometida o ajena al centro del juego del poder social, político o cultural.

Se trata, entonces, de la misma razón por la cual un indígena en una ficción es casi siempre entendido como la cifra de lo indígena o un homosexual como la cifra de lo homosexual: una mujer, dentro de ese paradigma interpretativo, es casi siempre la cifra de la mujer o de lo femenino.

Pero esto suele ir acompañado de una condición previa: sólo funciona cuando el autor de la ficción es ajeno al grupo o, más simplemente, es visto como sospechoso de conservadurismo. Una mujer violada que restaña sus heridas y se sobrepone a ellas, en una novela escrita por una mujer, será casi siempre vista como una instancia de lo femenino violentado y reivindicado, pero no como la mujer en sí, e incluso cuando eso ocurra, se le dará al autor el visado especial que parecen merecer siempre (y que muchas veces merecen) quienes hablen desde adentro.

No creo que Vargas Llosa invente mujeres para representar a la mujer, así como no inventa tenientes que representen al Ejército ni curas que representen a la Iglesia ni criminales que representen el mal. Pero si inventa mujeres que, sin representarla alegórica o metafórica o simbólicamente, son mostradas como instancias de la fuerza de la lucha por la libertad individual, y no le adscribe a ese concepto un signo genérico.

En fin. Como decía hace unos días, es un momento oportuno para releer a Vargas Llosa.

(La fotografía es de Sergio Enríquez-Nistal).

...

13 comentarios:

Pepe dijo...

Creo que quedaron algunos puntos pendientes del anterior post sobre Vargas Llosa. Estábamos señalando que pese a su liberalismo casi siempre consecuente, hay algunas contradicciones que revelarían que no es tan liberal como pregona en sus textos:

- Condena a Cuba, pero no a China.
- Defiende la democracia, pero apoya la invasión a Irak.
- Cree en los derechos humanos, pero se olvida de lo que hizo Alan García en los 80s y se pone a su servicio como si nada.
- Critica (con razón) a Chávez, pero aplaude a Uribe, que atropella tanto la institucionalidad y los DDHH como el venezolano.

Y en su artículo de ayer, defiende a los fachos del Tea Party gringo como si fueran los adalides de principios libertarios.

Saludos,


Pepe

Anónimo dijo...

¿Vargas Llosa no condena a China? ¿Vargas Llosa olvida lo que hizo AGP en los ochenta? La ignorancia es recontra atrevida, por lo visto.

Anónimo dijo...

Completamente de acuerdo. No hay indicios de misoginia en la vida y obra de V LL. Todo lo contrario. Para él el mejor gobernante de todos los tiempos fue una mujer: la Thatcher; y ahorita nomás se acaba de mandar en El Pais un articulazo sobre el Tea Party (lo que me impulsa a creer que en un par de semanas saldrá su retrato de la Palin, donde claro,, resaltará el hecho de que esta señora anda reclamando para su pueblo la libertad por la que lucharon los padres de la patria y la reducción de un estado opresor que se inmiscuye en todo!!!!!!!) Si hasta título de película parece: "Mario y Sarah".

Franz Acuña dijo...

Parece que hubieran leido solo la glosa tendenciosa de Silvio Rendón y no el texto entero de Vargas Llosa sobre el tea Party: Vargas Llosa le saca la mugre al Tea Party salvo por dos párrafos, en los saca a relucir su coincidencia con ellas en el odio al Estado.

Anónimo dijo...

¿"Mario y Sara"? Ja! La describió a ella y a Glen beck como el par de estúpidos que son.

El Visitador Ad Honorem dijo...

Pepe, nada que ver, MVLl ha dicho que dentro del tea party hay tanto gente impresentable con mucha prensa e ideas estupidas como UNA idea general que es rescatable y defendible. Estar en contra del estado de bienestar no es ser un facho.

Anónimo dijo...

CORRECCION

Creo que la ultima palabra de este párrafo debe ser "femeninos" y no como se indica, "masculinos"..

"¿Por qué tantos lectores entrenados le otorgan a los personajes masculinos de Vargas Llosa la posibilidad de ser entendidos como individuos y como cifras de algo más allá de su género, mientras que se niegan rotundamente a hacer otro tanto con sus personajes masculinos?"


Saludos,
R Chiappe

Anónimo dijo...

¿Y que importa si hay o no misoginia en una novela? ¿Cuándo aprenderás a disfrutar de la literatura sin hacerte rollos eticos, Faverón?

Anónimo dijo...

No, no, no: "Mario y Sarah" está bien. La técnica es de todos conocida: Vargas Llosa le dice imbécil a Bush, pero al final aplaude la invasión a Iraq. Puede decirle payaso a Beck y tonta a la Palin, pero en lo principal están en lo correcto. ¿No es acaso el rollo contra el estado metete la columna vertebral del Tea Party? Lo demás (el racismo, la intolerancia, el dogmatismo religioso) son cositas secundarias. Lo importante es que el Tea Party sea el reloj despertador del Partido Republicano, que ya necesita una reforma profunda. Podrá Vargas Llosa decir que Beck es un payaso, pero cuando Beck habla en Fox cómo suenan sus palabras a guión escrito por nuestros neoliberales. Sí señor, hay que reducir el estado, y también hay que anular su paternalismo para con las minorías; es decir, a largo plazo, eliminar el programa de bienestar social y los beneficios de desempleo; para que los pobrecitos ciudadanos, jodidos como están, puedan recuperar su libertad de elección en el mercado!!!!!!!!!

Anónimo dijo...

Excelente artículo, Gustavo, lástima que los comentarios se desvíen del tema y la discusión se torne hacia la ideología política de VLL cuando para eso ya has facilitado otro espacio.

Creo que si se sigue tu propuesta de no identificar -en la obra de VLL- a los personajes, hombres o mujeres, con el colectivo del género al que pertenecen, podría decirse que todos los personajes con los que autor se identifica- sean hombres o mujeres- son femeninos. Todos ellos son víctimas de una "sociedad masculina y patriarcal y todos están entregados a escapar de una sumisión contra la cual se rebelan". Quiero decir que se puede generalizar lo que dices a propósito de Flora Tristán y de la niña mala a todos los personajes hombres con los que el autor (y supongo que también el lector) se identifica... Sabemos algo sobre la relación que VLL tenía con su padre, por lo que no es de extrañar que se identifique con este tipo de personajes (femeninos, en el sentido de sometidos por un poder autoritario y machista).

D.G.

Anónimo dijo...

Pero si inventa mujeres que, sin representarla alegórica o metafórica o simbólicamente, son mostradas como instancias de la fuerza de la lucha por la libertad individual, y no le adscribe a ese concepto un signo genérico.

ESTE FRAGMENTO ME RESULTA OSCURO, ME PARECE QUE EL DESLINDE ENTRE METÁFORA, SÍMBOLO, ¿INSTANCIA? NO RESULTA MUY FELIZ. NO SÉ TAL VEZ ALGUIEN ME LO PUEDA EXPLICAR, PERO RESULTA DECISIVO PARA LA EXPOSICIÓN DEL MEOLLO DEL ARTÍCULO Y, SIN EMBARGO, NO DEL TODO FUNDAMENTADO.

Anónimo dijo...

TRES IDEAS DE POST, YA QUE TE GUSTA ESCRIBIR SOBRE MVLL. TUVO TRES frases/LAPSUS INTERESANT[ISIMOS CON MOTIVO DEL NOBEL:
1. CUANDO COMENTÓ "OJALÁ ME LO HAYAN DADO POR RAZONES LITERARIAS"
2. CUANDO DIJO "YO SOY EL PERÚ", QUE LUEGO SE LA HAN INTERPETADO BENIGNAMENTE, PERO QUE EN VERDAD SUENA A LA DE VALDELOMAR EN EL PALAIS CONCERT.
3. CUANDO EN LA RUEDA DE PRENSA DIJO "NOSOTROS (SU FAMILIA??) ESTAMOS ALLÁ (EL PERÚ) HACE 500 ANYOS". ESE NOSOTROS SUENA TAMBIEN A NOSOTROS LOS ESPANOLES, UNA FRASE ABSURDA PARA LA INMENSA MAYORIA DE PERUANOS QUE EN VERDAD NO PODRIAMOS NEGAR LA INMENSA PROBABILIDAD DE TENER TAMBIEN SANGRE INDIA Y NEGRA, AL MENOS.

SALUDOS

Xavier dijo...

Anónimo, dices: "Lo demás (el racismo, la intolerancia, el dogmatismo religioso) son cositas secundarias".
¿Disculpa? Mejor explícate, hombre. Pareces Cipriani diciendo "¿Los derechos humanos? Esas son cojudeces".