25.1.11

Post de antología

En un pueblo no hay barbero

En un pueblo en el que viven cien poetas, vive un poeta llamado Z, que sólo antologa a los poetas que no se antologan a sí mismos. ¿Z se antologa a sí mismo?

Si Z se antologa a sí mismo, entonces no es uno de los poetas que no se antologan a sí mismos; por tanto, no se antologa a sí mismo. Y he allí la paradoja, que es sospechosamente similar a la paradoja del barbero.

En el mismo pueblo, los poetas Y y W antologan a cuarenta y cinco poetas, lo que deja a muchos de los otros cincuenta y cinco poetas, o bien sumidos en la desesperación, o bien hundidos en la derrota, o bien entregados a la venganza, o bien planeando una antología propia que sí los incluya a ellos mismos. (Otros no reaccionan o no se enteran y siguen escribiendo)

En el mismo pueblo, nadie antologa al poeta X, que escribe con sorprendente fruición, publica con severa devoción, cita con equívoca erudición y lee con anteojos multifocales, para aprehender mejor. Pero ocurre que no hay quien se queje (en el pueblo) de que nadie antologue al poeta X.

En su mente, X es un poeta imprescindible, un poeta indispensable o, por lo menos, piensa el mismo X, un poeta francamente antologable. X medita y después premedita (lo segundo después de lo primero, debido a su audacia formal) y se encuentra ante un problema de tipo ético-lógico: "¿Habré de antologarme a mí mismo?", se pregunta.

"Si me antologo a mí mismo", elabora, "pasaré a ser uno de los poetas que se antologan a sí mismos. Con eso pierdo toda esperanza de que Z me antologue alguna vez, puesto que Z sólo antologa a los poetas que no se antologan a sí mismos". Olvida, en su atropellamiento, que Z es un ser paradójico y que, por tanto, no hay tal Z.

Más tarde, X razona que él podría antologarse a sí mismo, junto a otros, y renunciar a ser antologado por Z (que no existe) y también a ser antologado por Y y W, que, de cualquier forma, ya lo han pasado por alto. Pero X se considera un poeta único. Y, siendo así, ¿qué antología puede recoger su obra, consagrándola, sin, al mismo tiempo, rebajarla, al ponerla en el mismo nivel de los demás antologados? X se da cuenta de que acaba de llegar a su propia paradoja.

Esta ya no es la paradoja del barbero, sino la paradoja del oportunista: el barbero no tiene nada que hacer con X, pues, como reconoce la sabiduría popular (que X desprecia), "a la oportunidad la pintan calva".

Con reacción entendible (desde el punto de vista de las orugas, que invaden el pueblo), X decide no antologarse, lo cual es moralmente encomiable y metodológicamente plausible, pero tambipen decide una cosa más: emprender una micro-campaña mediática que destruya el trabajo de Y y W y los avergüence ante toda la colectividad de poetas, tanto los antologados como los de libre circulación.

Y por eso hay un lugar en nuestras redes virtuales donde el poeta X, sin opinar, recoge las opiniones de todos aquellos que están en contra de la antología hecha por Y y W. Porque X sólo recoge las opiniones de aquellos que opinan en contra, pero como él nunca opina, entonces no recoge, obviamente, su propia opinión.

Pregunta: ¿quién es X? Respuesta: siendo él también una entidad paradójica, X no existe. Es por eso que, con estupendo discernimiento entre realidad e irrealidad, Y y W no lo antologan.

...

6 comentarios:

zeta dijo...

¿Puedo copiarlo para una clase de Estadística? :)

Anónimo dijo...

Se parece a ese cuento de B. de Ll. Salvando, claro está, las diferencias que le convengan a los involucrados.

Daniel Ávila

Escritor cochebomba dijo...

y por último, a los poetas de ese país nadie los antologa, como estupendo ejercicio de discernimiento entre lo destacable y lo que no

Anónimo dijo...

Lo puse en tu entrada anterior, pero se mantiene el sentido del comentario:

¿Tan importante es ser parte de un canon o alguna antología?

Armar canones o antologías me suena a entrar a un "Top 40" o "Top 10" que no dicen nada de nada.

Son referenciales, pero, del mismo modo, a que yo como lector pedestre seleccione mis autores en mi librería de turno. Punto.

Aquiles dijo...

Lo paradójico no es la prueba de la inexistencia de algo sino de una mala explicación, o yo no tendría en este momento una tortuga en brazos.

(Por cierto, si un espacio finito no se puede divir infinitamente -condición necesaria para que yo alcance a la tortuga-, ¿no significa eso que la realidad es digital, como propone Wolfram?)

Anónimo dijo...

Tu humor y tu prosa, Gustavo, están oxidados. Chirrean. Cada vez que tratas de ser creativo patinas. Y con roche. Mejor quédate criticando libros y criticando las críticas de libros. Ese es tu lugar, en el que medianamente (y con mucho esfuerzo) te defiendes. El arte (y el humor) le corresponde a quién tenga ese talento.

Firma: Eduardo Pomareda.