Mi torpe formación, que es apenas académica, me dice que "debate" y "polémica" son nombres reservados a cierto tipo de discusión, en el que dominan los argumentos, la crítica y las razones.
Por eso no me referiré a las intervenciones de Tulio Mora y Jorge Pimentel acerca de la "antología consultada" de Güich, Susti, López Degregori y Chueca con ninguno de esos dos términos.
En lo que parece una carta dirigida a mí pero enviada a dios sabe quién, y de la que me entero por casualidad, Mora ha denostado mis comentarios sobre el tema con razones no sólo absurdas sino además contradictorias.
Dado que no le interesa discutir ninguno de mis argumentos, recurre a criticar la "extemporaneidad" de mi intervención. Es decir, critica el hecho de que yo haya escrito sobre el asunto, según entiendo, una o dos semanas después que él. Si yo fuera dado a los ejemplos desproporcionados, le mencionaría el caso de nuestro Lunarejo, que intervino en la polémica en torno a Faria y Góngora (que sí fue una polémica) treinta años después de muertos aquellos.
Como no le basta el absurdo, Mora añade la contradicción: también critica mi "sospechoso silencio". Es decir, me ataca por opinar y por no opinar, por intervenir y por no hacerlo. Y me critica, además, por querer quedar bien con todos, cuando yo tengo la impresión de que, como suele ocurrir, mi participación en este intercambio no me ha dejado bien con nadie, entre otras cosas, porque nunca me ha interesado quedar bien ni con unos ni con otros (y me importa increíblemente poco quedar bien con Mora, por cierto, aunque ese riesgo, según entiendo, no lo corro).
Normalmente, eso sí es verdad, quedo muy bien con aquellos que entienden que para debatir no hace falta arrojarse en ninguna trinchera, morder ningún cuchillo ni disparar arbitrariamente en ninguna dirección; basta con exponer los errores y los aciertos de cada quien. Y, como lo veo, en este tema, el error de los futuros antologadores ha sido el de una metodología discutible (y que he discutido), que, como toda formalización errada, arroja resultados dudosos, mientras que el error de Pimentel y Mora, al que nos tienen acostumbrados desde siempre, es creerse dueños perennes del derecho a la primera pataleta ante cualquier postura crítica que contradiga, menoscabe o erosione su visión de la poesía peruana contemporánea.
Hay un tema al que Mora, desde la carta inicial hasta ahora, insiste en regresar: la idea de que la encuesta conducida por Guich, Susti, López Degregori y Chueca, comete un notorio desacierto al pedir a los interrogados entregar una lista de los cinco libros de poesía peruana cruciales en el periodo 1968-2008. La razón inverosímil que Mora esgrime es que hay muchos más libros importantes y que, por ello, la pregunta no puede ser respondida. Eso es simplemente ridículo: si en un universo de mil libros brillantes se me pide mencionar, digamos, tres que me parezcan estupendos, ese es un ejercicio factible. Si se me pide mencionar sólo los que considero cruciales, ese ejercicio será incluso más factible: no todo lo bueno es crucial ni todo lo notable es una piedra angular. Si en un universo de mil libros se me pide mencionar cincuenta cruciales, en cambio, ese sí será, probablemente, un ejercicio ocioso y desnaturalizado: no todo es bueno, no todo lo bueno es brillante, no todo lo brillante es crucial. La mejor prueba es la misma lista que Mora produce para sustentar su punto: si tuviera que declarar qué es lo crucial, lo fundador, lo indispensable de la mayoría de esos libros, estaría en un aprieto del que su retórica primaria no lo podría sacar jamás.
Cuando, en sus documentos iniciales, el grupo Hora Zero mencionaba a un puñado minúsculo de poetas anteriores como los puntos clave de la tradición peruana, ¿estaban diciendo, acaso, que no había nada más de valor? Acaso sí, pero podemos concederles el favor de la duda y suponer que no. ¿Por qué, entonces, pedirles una lista similar para los últimos cuarenta años sería poco razonable? No quiero pensar que se deba a que ese periodo, a diferencia del otro, los incluye a ellos mismos. No es bueno asignarle ese ciego egocentrismo a nadie.
Lo más inverosímil de todo es que Mora concluye que quienes no respondieron esa pregunta (la de los cinco libros, que yo mismo tampoco contesté) no saben nada de poesía peruana, pues de otra forma hubieran producido unas listas no sólo de cinco, sino de quince, veinte o treinta libros notables. Como si dejar una respuesta en blanco equivaliera a ser un entero ignorante en la materia. Y como si recitar de memoria veinte títulos le diera a uno el grado de culto, de conocedor, de especialista, de erudito, y a los libros mencionados, mágicamente, el estatuto de imperecederos.
Digo esto último para pasar a lo más relevante: Mora parte de una idea escalofriante por miope, que hace explícita en esta carta: piensa que es imposible suponer que en las últimas cuatro décadas en el Perú no se haya producido una cantidad desbordante, abundante, exuberante de extraordinaria poesía. Dice literalmente:
"Yo, personalmente, le envié a (Carlos López Degregori) hasta dos cartas exponiéndole en una de ellas que no me parecía metodológicamente correcto solicitar un listado de 20 poetas y solo de cinco títulos para un periodo ya considerable de 40 años. Le pregunté si en las anteriores décadas (reduzcamos ese periodo desde Eguren hasta Cisneros e Hinostroza) podría proponer lo mismo, ¿en qué problemas metería a los consultados? Solo Vallejo, en mi opinión, tendría cuatro títulos, por ejemplo, ¿quién lo acompañaría solitariamente con otro: Eguren, Adán, Westphalen, etc.? Absurdo, ¿no? ¿O acaso esa reducción supone que en estos 40 años hay títulos menores que en los años previos? Eso implicaría un reconocimiento de inferioridad estética de las obras posteriores al 68".Bueno, pues. Aquí va otra de esas cosas que yo suelo decir debido a mis ganas infinitas de quedar bien con todo el mundo: las cuatro décadas que van desde mediados de los años veinte hasta mediados de los años sesenta en la poesía peruana son notoriamente superiores a las cuatro décadas subsecuentes y, además, por cierto, las dos décadas últimas son una duna solitaria en la que tres o cuatro autores relativamente jóvenes (Yrigoyen, por ejemplo) y otros cuantos que vienen escribiendo desde antes son un oasis para no morir en el desierto.
Ya quisiera yo ver el debate en el que Mora o cualquier otro explique quién es el Vallejo post-68 que ha deconstruido el lenguaje de diversas tradiciones poéticas y lo ha vuelto a sintetizar en uno que luzca enteramente nuevo, radicalmente nuevo; quién es el Martín Adán posterior a la década del sesenta; quién es el José María Eguren, el César Moro, el Emilio Adolfo Westphalen; quién el nuevo Jorge Eduardo Eielson o la nueva Blanca Varela; y sí, también, quién ha sido nuestro nuevo Antonio Cisneros después de Antonio Cisneros.
No digo, claro, que no haya poetas notables que hayan empezado a producir sus obras en los últimos cuarenta y tantos años: Mario Montalbetti, José Watanabe, el Verástegui de los primeros tiempos, por ejemplo, podrían ingresar en la lista de los anteriores con comodidad. Pero el paralelo de los dos periodos, en términos generales, nos habla de dos corpus poco menos que inconmensurables: frente a un periodo ávidamente transformacional, uno de reelaboraciones marginales; frente a un periodo de notorias originalidades, en el que cada individuo mayor construyó un espacio propio inconfundible, el otro, el reciente, parece hecho de epigonías menores y búsquedas secundarias, que evitan casi cualquier forma de radicalidad.
Y habiendo quedado bien, una vez más, con todo el mundo, me retiro, no sin antes recordar un verso de Montalbetti: “Dijo Lao Tzu: el que habla no sabe, el que sabe no habla. Si Lao Tzu lo dijo: habló”. Me permito añadir: no se necesita ser Lao Tzu, ni para hablar ni para no saber.
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16 comentarios:
Curiosa idea de "extemporaneidad", la de Tulio Mora. Él mismo se ha dado el trabajo de responder largamente este año, en el contexto de esta "polémica", a un artículo publicado por Rodrigo Quijano en Hueso Húmero... en el año 2000. No es que ello sea inválido, pero sí es, en esto de lo remporáneo y lo ex-, la viga en el ojo propio.
tE LUCISTE CON EL TÍTULO
Si limpiamos la maleza de todo este "debate", hay un tema de fondo sobre el que sería bueno discutir: ¿exite realmente la institución literaria peruana?, ¿cuáles son sus centros y cuáles sus márgenes? Me viene a la cabeza el título de un libro, algo cantinflesco, llamado "La ausencia de forma da forma a la crítica que forma el canon literario peruano" o algo por el estilo... ¿Qué hay sobre aquello?
Por otro lado, si la calidad de la poesía reciente es menor, según como la miras, ¿por qué ello tendría que ser uno de los sobreentendidos de la antología? Una minusvaloración a priori no parece muy justa.
Otrosí: La idea de que no seleccionar cinco poemarios era un mal síntoma no es de los HZ, sino del maestro Oquendo.
El articulo de Mora respondiendo Quijano no es de ahora, ambos textos son de finales de los 90. Lo que Mora hizo fue recircular sus argumentos, y sin añadir una coma. Del mismo modo que ha hecho Chueca en una revista extranjera donde republica un ensayo suyo sobre HZ. Lo extraño aqui es que Mora en su segunda carta con Pimentel reprocha a Chueca no "actualizar" sus argumentos (no considerar su antologia horazerista por ejemplo), cuando bien sabe que una republicacion es pues simple y llanamente eso. Igual a su rpta a Quijano Jr, donde no añade ni una coma.
El problema con esta polemica es que Mora no sabe polemizar. Mora debe saber que esa es una de las ideas-fuerza que esta quedando en esta polemica: su evidente termocefalismo obtuso, para decirlo en terminos suaves.
Oye anónimo especislista en termocefalismo y amigo o alter ego de Chueca.
Una cosa es recircular por facebook o internet un texto antiguo y compartirlo para los amigos, explícitamente, y otra, muy diferente, volver a publicar en una revista académica extranjera un texto que merecería una nota al pie llamando la attención sobre la reciente aparición de un libro importante que podría dar luces fundamentales al propio ensayo.
El problema con Tulio Mora es que no se calla la boca ni pide permiso para hablar suavemente y como pidiendo disculpas. El problema con Mora es que es el único que se atreve a hacer públicos reparos importantes con los que todos, incluidos Faverón y los mismos autores de la encuesta, han coincidido.
Faverón dice que Mora no da argumentos, pero todos coinciden con el argumento principal por que cual Mora se ha manifestado: el grave error metodológico que desvirtúa la investigación de Chueca.
No se trata de "formaldiades", sino de coherencia, de saber investigar y tener criterios claros y acordes con los propósitos -que en este caso no han habido.
No hay diferencia entre republicar un texto en un blog o en una revista academica extranjera. Un blog lo lee toda la aldea virtual, no solo "los amigos". Por eso una persona que no es parte de ese radio de amistad, Jorge Frisancho, es llevado a error por Mora, al no poder él sí un pie de pagina advirtiendo que su texto de respuesta a Quijano no es del 2011 sino muy anterior. Y no se trata de "formaldiades", sino de coherencia. Diferenciar entre un blog y una revista impresa es mantener una vision setentista, pre postmoderna. La escritora Gabriela Wiener, una de las 123 personas consultadas por la encuesta de la U. de Lima, lo explica muy bien el dia de hoy en el suplemento Babelia:
Gabriela Wiener conoce a la perfección el fenómeno. "Es mucho más importante tener un Facebook, un blog, un vídeo en YouTube o un Twitter de un libro que presentarlo en Fnac". Así cuando los medios silencian la obra y muere en las librerías "su rastro permanece en la Red y puede ser descubierto por lectores". Ella lo experimentó con el blog de su primera obra, Sexografías.
http://www.elpais.com/articulo/portada/literatura/animada/ciberespacio/elpepuculbab/20110129elpbabpor_10/Tes
Agradezco a los comentaristas que recuerdan a los despistados que los únicos argumentos que se siguen discutiendo son los que expusimos Pimentel y yo en nuestras cartas, incluyendo la de los 5 títulos (esa fue una de las razones por la que me excluí en 2009), y no del "maestro Oquendo". Efectivamente, ¿para qué Faverón intervino en esta consulta si nos sale después con que la poesía peruana actual no tiene el mismo valor que la de los primeros 60 años del siglo XX? O mejor, ¿para qué apoyar el desastroso esfuerzo de los "científicos" de la U de Lima defendiendo lo indefendible?
Por otra parte, el título del libro de Birger Angvik es "La ausencia de la forma da forma a la crítica que forma el canon peruano" (1999). Y es deliberadamente cantinflesco porqie se trata de una brillante burla de nuestros académicos manifestando, en pocas palabras, que los poetas suelen tener la mayoría de las veces mejores argumentos críticos que ellos.
Finalmente, cuando publiqué la 2ª carta cité que mi artículo sobre Quijano era del año 2000. ¿Era tan difícil retener ese dato? Si Frisancho no se dio cuenta, piña pues. En cambio Chueca se calló en todos los idiomas y estilos el año (2006) en que publicó su ¿ensayo? contra HZ cuando estaba obligado a recordarlo en la republicación (2010), incorporando en sus fuentes no solo la introducción a la antología de HZ, "Los broches mayores del sonido" (2009), sino también el artículo sobre el de Quijano (anterior al suyo) y los intercambios de opiniones con Mazzotti, en La República (más atrás aún, de 1995). Destaco "intercambio de opiniones" porque al propietario de este blog no le gusta que se "rebaje" la solemnidad de palabras como "polémica" o "debate". El cree que solo los académicos pueden usarlas (y ahí está Birger Angvik matándose de la risa).
Pregunta Tulio Mora:
"¿Para qué Faverón intervino en esta consulta si nos sale después con que la poesía peruana actual no tiene el mismo valor que la de los primeros 60 años del siglo XX? O mejor, ¿para qué apoyar el desastroso esfuerzo de los "científicos" de la U de Lima defendiendo lo indefendible?"
Creo que su pregunta ilustra perfectamente por qué en la esfera litararia peruana los debates son caricaturales y cantinflescos. Porque las intercenciones delatan la carencia de costumbre intelctual de los mismos debatientes; en este caso, la carencia de Tulio Mora. ¿Cómo es posible que alguien diga, seriamente, que si a X un periodo literario le parece inferior a otro, entonces X no tiene derecho a opinar sobre el primero? ¿Qué clase de absurdo es ese?
(Mora parece confundir una invitación a expresar una opinión con una invitación a un tono. Ahora da la impresión de que se negó a participar cuando percibió que él no era el dueño del santo).
¿Y qué relación tiene lo que dice con mis críticas sobre este asunto? Ninguna. Queda claro, una vez más, que es imposible hablar de "debate" o "polémica" cuando uno de los supuestos dialogantes tiene problemas incluso para mantenerse dentro de los asuntos discutidos sin resbalarse súbitamente en direcciones insólitas.
No se pique, señor Faverón, usando la sagrada palabra "debate" a la que estoy vetado por usted (aunque Birger Angvik se sigue cagando de risa). No hay nada caricaturesco en agregar a los argumentos de un "intercambio de opiniones" cierta carga irónica. Eso lo observará, ya que lo citó con la intención de decirme que usted sabía más que yo, porque es "académico", en la apología del buen Lunarejo, con cuya obra cuento como parte nada menos que de la edición que Ventura García Calderón publicó en doce tomos con el título de la Biblioteca de la Cultura Peruana, (París, 1938). Toda polémica o debate tiene un componente descalificador, dependiendo del ingenio de los que intervienen. ¿Le quita peso a mi argumentación, de la que todos se colgaron, que le dijera a los "científicos" "La banda de los 4"? No lo creo. Sea más relajado: reconozca que esos patas están jalados en estadística, así de simple. Por otra parte, es un exceso insinuar que yo intervine por envidia. Si cuando me autoexcluí nadie sabía cuáles iban a ser los resultados. Por lo demás, digamos desde la parábola que usted publicó para cochinear a Víctor Coral (y nadie le dice a usted que polemiza con un cuchillo entre los dientes) no debería quejarme porque estoy incluido en la antología de Y y W. Si fuera un arribista ya sería bastante para mí, pero ocurre que las antologías me tienen sin cuidado. Ya le dije que me he autoexcluido de cinco a seis últimas simplemente porque no me gustan ni los antologadores ni los acompañantes. ¿Quién me va a quitar ese derecho? Además, usted no solo ha descalificado la calidad de mi poesía (es su derecho también) sino de toda la poesía posterior a la del 60, salvo tres excepciones. Por supuesto, comprenderá que eso no me quita el sueño. Soy de los que creen, como decía Vallejo, que la vida es más importante que la poesía. Así que, para terminar a la manera mexicana, lo que piensan de mi poesía me vale madre. Nunca viví de ella y no me muero por tener un lugarcito ridículo en el parnasito.
Señor Faverón, ya había previsto que censuraría mi réplica a su piconería. Y por eso me anticipé a escribir una respuesta más larga que se encuentra en mi página de Facebook. Así que será inevitable que de todos modos se leerá. Una recomendación: lea a Birger Angvik para que se ubique. Parece ser además que ni siquiera cuenta con la antología de Hora Zero, ¿cómo diablos entonces se pone a polemizar sobre temas que no conoce?
No he censurado absolutamente nada. Su comentario apareció tan pronto como lo vi. Ya es bastante con las falsedades que dice por carencia para que además les sume otras dichas de mala fe.
Le agradezco, señor Faverón, la publicación de mis réplicas. Con ellas y su enciclopédica descripción, Google de por medio, sobre las antologías consultadas, creo que ya hemos expuesto claramente nuestras diferencias. Agregar algo más sería aburridísimo. Claro que tengo "carencias", no reconocerlo me calificaría de estúpido a los 63años. Pero no las escondo en la ambigüedad y amparándome en un academicismo del que Birger Angvik ya se burló ferozmente. ¿No lo confirma esta catástrofe de antología a la que usted aún le otorga derecho de duda permitiéndose pasarse de listo al querer darme lecciones en un tema que conozco mejor que usted? Esa antología será publicada, sin duda, como otro intento más en la larga lista de selecciones que se han hecho en los últimos años. Son tantas que el poeta chileno Héctor Hernández Montecinos (quien por cierto publicará una de la poesía joven latinoamericana muy pronto) está admirado de que los peruanos parecemos insólitamente inagotables persiguiendo no sabemos qué consagración con ellas, según el prólogo aún inédito que me ha enviado. Solo una objeción: no tengo nada contra López Degregori (respeto su poesía) ni contra Luis Fernando Chueca (no es buen poeta, según mi opinión), pero cuestiono que ambos nunca hayan sido objetivos con HZ. Cada uno es dueño de sus fobias, eso lo aprendimos en HZ muy temprano, y por eso Pimentel y yo preferimos no aceptar su invitación a ingresar en una casa donde sabíamos que íbamos a estar incómodos. En cuanto a los otros dos coautores, José Güich siempre me ha parecido muy ponderado en sus comentarios (se lo recordé a CLD en una de mis cartas) y a Alejandro Susti no lo conozco. Mala suerte que los 4 confomaran esa infeliz sociedad cuando tuvimos que comentar los resultados desastrosos del futuro libro. Eso es todo. Ya que vivimos en una sociedad libremercantilista póngalo de esta manera: si los gerentes de una empresa realizan una pésima gestión, ¿no los cuestionaría? Bueno pues, esa ha sido toda la intención de nuestra intervención pública. La incompetencia tiene un solo significado y sería bueno que aprendamos a decir las cosas por su nombre y no escondernos en la condescendencia o la falsa autoridad.
Le agradezco, señor Faverón, la publicación de mis réplicas. Con ellas y su enciclopédica descripción, Google de por medio, sobre las antologías consultadas, creo que ya hemos expuesto claramente nuestras diferencias. Agregar algo más sería aburridísimo. Claro que tengo "carencias", no reconocerlo me calificaría de estúpido a los 63años. Pero no las escondo en la ambigüedad y amparándome en un academicismo del que Birger Angvik ya se burló ferozmente. ¿No lo confirma esta catástrofe de antología a la que usted aún le otorga derecho de duda permitiéndose pasarse de listo queriendo darme lecciones en un tema que conozco mejor que usted? Esa antología será publicada, sin duda, como otro intento más en la larga lista de selecciones que se han hecho en los últimos años. Son tantas que el poeta chileno Héctor Hernández Montecinos (quien por cierto publicará una de la poesía joven latinoamericana muy pronto) está admirado de que los peruanos parecemos insólitamente inagotables persiguiendo no sabemos qué consagración canónica con ellas, según el prólogo aún inédito que me ha enviado. Solo una objeción: no tengo nada contra López Degregori (respeto su poesía) ni contra Luis Fernando Chueca (no es buen poeta, según mi opinión), pero cuestiono que ambos nunca hayan sido objetivos con HZ. Cada uno es dueño de sus fobias, eso lo aprendimos en HZ muy temprano, y por eso Pimentel y yo preferimos no aceptar la invitación a ingresar en una casa donde sabíamos que íbamos a estar incómodos. En cuanto a los otros dos coautores, José Güich siempre me ha parecido muy ponderado en sus comentarios (se lo recordé a CLD en una de mis cartas) y a Alejandro Susti no lo conozco. Mala suerte que los 4 confomaran esa infeliz sociedad cuando tuvimos que comentar los resultados desastrosos del futuro libro. Eso es todo. Ya que vivimos en una sociedad libremercantilista póngalo de esta manera: si los gerentes de una empresa realizan una pésima gestión, ¿no los cuestionaría? Bueno pues, esa ha sido toda la intención de nuestra intervención pública. La incompetencia tiene un solo significado y sería bueno que aprendamos a decir las cosas por su nombre y no escondernos en la condescendencia o la falsa autoridad.
Cuando empiezo a creer que, con un poco de esfuerzo, nos estábamos acercando al principio de un debate, Tulio Mora declara que él ya dijo todo lo que puede decir sobre el tema. En fin. Es precisamente lo que a lo que me refería cuando hablé de carencias.
Donde se dice aqui que el texto de Mora es del 2000?
http://sol-negro.blogspot.com/2011/01/emplazamientos-desplazamientos-y.html
Decirle a un lector que busque el dato en otro lado, en una carta, en tal o cual sitio, de tal o cual fecha, y que si no lo encuentra "piña", habla mucho de la seriedad de ese señor.
Sea más atento, señor anónimo: no dije que ese dato apareciera en el artículo que usted menciona, sino en la 2ª carta pública a los organizadores de la encuesta consultada. Incluso creo que me equivoqué porque puse 1999 como fecha, luego verifiqué en mi archivo que es del año 2000. Tómese su tiempo. Y no apresure adjetivos sobre mi seriedad. Quienes me conocen saben que soy maniáticamente puntual y formal. Y guardo paciencia al punto que escribir el prólogo de la antologia de HZ me llevó 10 años. Es que yo no vivo, como los académicos, de la financiación universitaria, sino de hacer periodismo en diversas formas, así que comprenderá que un trabajo de investigación en mi caso me toma cinco o seis veces más que a ellos. Pero lo hago porque,como repito, la crítica es algo demasiado seria como para dejarla en manos de los críticos.
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