(Existe en Estados Unidos la costumbre de imprimir ejemplares previos a la edición final y distribuirlos entre algunos reseñadores y comentaristas. Hace unos pocos años, Edmundo Paz Soldán recibió una copia anticipada de otra novela de Auster, Oracle Night, y antes de leerla me la dio por unos días. Mi lectura quedó a la mitad porque dejé el ejemplar en un avión; la lectura de Edmundo quedó peor, quedó nonata. Ahora encuentro que hay algunos ejemplares de The Brooklyn Follies ya en remate en half.com e Ebay. Quizá me anime por uno de ellos).
Es el más borgeano de los escritores norteamericanos (¿más borgeano que Hawthorne?, preguntará un borgeano recalcitrante), y sin embargo es raigalmente neoyorquino: Auster concibe New York como un laberinto --"vi un laberinto roto (era Londres)", escribió Borges--. En ese laberinto, seña de caos y orden simultáneos, transitan decenas de millones de solitarios, esperando el momento azaroso que decida sus vidas, midiendo la longitud de sus movimientos y calculando las probabilidades de que la casualidad los redima y los salve de una tragedia que intuyen cercana, aunque no sepan explicar por qué.
Nunca más roto el laberinto, quizá, que en The Brooklyn Follies, pues en ella, como pasó ya en Leviathan, la historia contemporánea irrumpe con toda su violencia, de esa manera en que, como diría Slavoj Zizek, sólo puede ocurrir en este país (rompiendo burbujas, aniquilando inocencias y abriéndole los ojos a miles de ciegos),esta vez, bajo la forma de los atentados del World Trade Center.
(Fotomontaje: gfp).
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