22.10.05

¿Por qué escribir sobre textos malos?

V.S. Naipaul: ¿se atreverá a patear el tiro libre? (Montaje fotográfico: gfp.)

A raíz de mi comentario sobre Leonardo Aguirre, cuatro personas, dos de ellas desconocidas para mí, me han enviado correos electrónicos. Tres coinciden en una pregunta: ¿qué sentido tiene escribir sobre un tema que se juzga banal, poco interesante, o, más simplemente, en palabras de uno de los corresponsales: "¿por qué escribir sobre textos malos?".

Dos años atrás, el crítico inglés Terry Eagleton, a quien leo con tanto placer y admiración como a mis novelistas preferidos, publicó un libro, Figures of Dissent, en el que reunió ensayos suyos aparecidos originalmente, casi todos, en la London Review of Books durante los últimos quince años.

Son reseñas impecables y escrupulosas de libros escritos por artistas o intelectuales como Wilde, Yeats, Eliot, Lukács, Wittgenstein, Benjamin, Adorno, Conrad, De Man, Zizek, Steiner y Badiou.

Se entenderá por qué resulta sorprendente, tras esa nómina, descubrir al penúltimo de los escritores reseñados por Eagleton: David Beckham.

El comentario de Eagleton es, como los otros, detallista y a la vez comprensivo: le dispensa a las memorias de Beckham el mismo trato que a los demás textos analizados, aunque las conclusiones, claro, sean oceánicamente distintas. Una frase de Eagleton resume su impresión sobre el mérito formal del libro: "La prosa de Beckham", dice Eagleton, "es tan dolorosamente mala como uno podría imaginar que sería un remate al arco ejecutado por V.S. Naipaul". O, en otras palabras: zapatero a tus zapatos (y eso que Beckham escribió el libro con algo más que la sola asesoría de un ghost writer).

Otra frase nos da una pista de cómo juzga el crítico el mérito ideológico del libro, y, de paso, explica por qué Eagleton --autor de complejos y muy influyentes libros de teoría literaria-- decidió darse el trabajo de escribir sobre el libro del futbolista: a Eagleton no le preocupa mucho el autor, pero sí, más bien, "la cultura que Beckham representa".

Parte de esa cultura, la del consumo, hecha de engaños y apariencias, es la de aquellos que aceptan que las "memorias" de una persona las escriba otra, bajo contrato, y que leen esas páginas olvidando la falsedad original del texto.

También es la cultura que lleva a editores y librerías a intercalar en sus catálogos y en sus estantes las obras de Barnes, Roth o Vargas Llosa con las páginas escritas por algún empleado de Beckham, o a borrar engañosamente la distancia notoria entre Eco y Dan Brown, entre Rushdie y Coello, entre Morrison y Allende.

Esa no es una realidad ajena a nosotros: las colecciones de clásicos de la literatura peruana que mentirosamente deslizan a Bayly entre Vallejo y Valdelomar son una realidad desde hace tiempo. Las editoriales que antes exigían calidad ahora sólo calculan la seguridad de las cuentas en azul, sin arriesgar nunca. Nunca.

Como producto de esa mecánica, cualquiera que pueda ser más divertido que Bayly puede reclamar su consagración, porque Bayly es un consagrado (y porque la diversión está reemplazando a cualquier criterio estético o intelectual). Antes, la idea era tratar de superar a Ribeyro o a Vargas Llosa. ¿Ahora a quién? ¿A Roncagliolo, a Gustavo Rodríguez? Quién sabe, pronto será suficiente con Cattone, Gisella o Beto Ortiz.

Lo curioso es que, en otros países, ese fenómeno existe desde hace más tiempo y nunca ha sido suficiente para derrotar a la literatura. Nadie duda de los méritos de un best seller de Stephen King, pero nadie sugeriría darle un sitio junto a Faulkner. Entre nosotros, eso ya ocurre. Por fin, en algo, somos los primeros.

¿Vale la pena escribir sobre textos malos? Creo que sí. Vale la pena hacerle notar a la gente, sobre todo a quienes no han estado expuestos a una educación literaria, que existe una diferencia entre el arte y el pasatiempo, entre la banalidad y la estética, entre el negocio editorial y el mundo literario, y una diferencia, como dije ayer, entre escribir y ser escritor. ¿Vale la pena criticar textos malos? Sí, antes de que no tengamos otra cosa que textos malos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso del ghost writer, que en España lo llaman el negro literario, es ya una institución que está en todas partes. Cela dicen que tenía un ejercito de esa gente escribiendo por él, sobre todo cosas como prólogos o discursos.
Yo creo que si alguien quiere contar su historia y no es un estilista tiene derecho a recurrir a una tercera persona que ponga su oficio a disposición. Ese caso como el de Gisella es distinto de casos como Cattone o Beto Ortiz que sí saben escribir, sólo que hasta el perno.
Pero creo que la pregunta es si acaso la literatura mediocre, no artística, los best sellers o las cosas de puro entretenimiento no tienen derecho a existir, como parece desprenderse de lo que dice Faverón?
Oskar Matzerath

Daniel Salas dijo...

Gustavo no dice que las obras de entretenimiento no tengan que existir. Sostiene que hay que distinguirlas. Esto se llama "jerarquizar", una tarea que, debido menos a una confusión teórica que al enorme e impactante desarrollo de capitalismo, se ha empezado a ver como anticuada, elitista, conservadora y hasta reaccionaria.

Anónimo dijo...

Ya, pero esa jerarquía es solamente una cosa de méritos artísticos o es una cosa moral o algo así? O sea, es bueno leer cosas como el libro de Gisella? Y si no es bueno, entonces para que dejamos que exista?

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Ese nombre, Oskar Matzerath, que es el del protagonista de "El tambor de hojalata" de Grass, empieza a tener más sentido: Matzerath fue nazi durante parte de su vida, y nuestro visitante Matzerath se hace preguntas que van un poco por allí: ¿cómo es eso de si debemos o no debemos permitir que existan libros de puro entretenimiento, no literarios?

El asunto es simplemente, como dice Daniel, entender las diferencias, saber distinguir, nada de lo cual significa prohibir, vetar, ni siquiera despreciar, en absoluto.

Y, por si acaso, antes de que me caiga una respuesta airada, la comparación entre los dos Matzerath es sólo una broma.

Anónimo dijo...

Entiendo que esto no tiene nada que ver con la discusión, pero me alegró mucho haber encontrado este blog, Gustavo. Ya habrá tiempo de intervenir... R. Cachay

Gustavo Faverón Patriau dijo...

¿Raúl? ¿Qué ha sido de tu vida? Manda tus comentarios cuando quieras y nos veremos en Lima a fin de año, esta vez sí.

Anónimo dijo...

Al señor, Cachay si sigue por ahí, que comenta del apodo que le ha puesto Leonardo Aguirre: Todoterreno Cachay. En su columna de La mujer de mi vida, también dijo que sería parte de Con ventilador, que puede decir sobre eso.

Saludos

Daniel Miranda

Magda Díaz Morales dijo...

Muchas gracias por el enlace, una grata sorpresa. No conocía tu blog, así que después de aqui me voy a recorrerlo.

Me permito comentar, muy brevemente, sobre el tema de tu texto, sin tener mayor conocimiento de todo lo que comentas, y comentan, respecto de una persona, Leonardo Aguirre.

Creo que se debe de separar la obra de la persona cuando de hablar sobre alguien se trata, si ese alguien no es nuestro amigo personal a quien conocemos totalmente como persona, o lo más posible de conocer. Los blogs son como una "casa", la nuestra, e ir a visitar a alguien es eso, ir a la casa de alguien, si no nos gusta porque el o la dueño/a del blog no fue de nuestro agrado, nos despedimos y no volvemos. No soy partidaria de hablar mal de nadie, y no lo soy porque yo tengo enormes defectos, unos me los veo y muchos otros seguro que no, y lo que más me interesa es verme a mi misma para poder cambiar lo mejor posible. Ya de por sí la vida cuesta trabajo ¿por qué complicársela a los demás a través de la palabra? Si alguien lo hace, pues allá esa persona, con que nosotros no lo hagamos...

La obra es lo que cuenta, la literatura en sí misma, lo demás es nuestra vida lo importante.

Disculpa lo largo de mi comentario, no suelo ser tan explícita. No te conozco a ti ni a Leonardo Aguirre, pero sí se que quieren a la literatura, eso es lo que me importa.

Ahora a leerte.
Gracias nuevamente.