Que me disculpe Víctor Coral, pero creo que su último post, Tropelías académicas, referido a recientes afirmaciones hechas por Marco Aurelio Denegri y Carlos García Bedoya, comete deslices muy parecidos a los que critica.
Coral muestra las arbitrariedades de Denegri en sus comentarios sobre literatura (a raíz de uno en particular, sobre la reedición de Noches de adrenalina, de Carmen Ollé), y contradice ciertas opiniones, que juzga discutibles, del profesor García Bedoya con respecto a la crítica periodística y el trabajo narrativo de Jaime Bayly.
Tras enumerar las desbarradas del showman cultural y discutir las opiniones del profesor sanmarquino, Coral concluye dos cosas: la primera, que no está bien eso de hacer afirmaciones "generales e irresponsables" (se refiere a la forma en que García Bedoya descalifica a los reseñadores de la prensa); la segunda, que "cada vez que un profesor de literatura o un académico erudito toca temas literarios o periodísticos en medios, termina a menudo cometiendo deslices".
Yo juraría que su conclusión número dos es precisamente una afirmación general y, por qué no, poco responsable, con lo cual el comentario de Coral acaba mordiéndose la cola, o mordiéndole la cola a su conclusión número uno, en todo caso.
Por supuesto, no tiene nada de raro que yo, profesor universitario y académico, aunque no erudito, sea el primero en reclamar por la arbitrariedad de la afirmación. Debo decir que la opinión de García Bedoya sobre la trivialidad habitual de la crítica periodística peruana me parece, en líneas generales, acertada, aunque el mismo Coral, Javier Ágreda y alguien más por allí rescaten al oficio de la total medianía. Y que los libros de Jaime Bayly son frívolos y superficiales me resulta una verdad transparente (aunque estoy dispuesto, como siempre, a escuchar opiniones contrarias).
Pero lo que realmente me ha llevado a escribir este post no es nada de eso, sino el hecho de que Coral pueda generalizar una opinión y aplicársela a los académicos peruanos en conjunto a partir de un par de boutades de Denegri, quien, como sabemos, ha construido un idiolecto en el que la boutade es el núcleo, el centro del sistema y su unidad mínima de sentido.
¿Desde cuándo, me pregunto, Denegri es un intelectual, un crítico académico o un erudito (como no sea euridito en gallos, que es la erudición más ociosa que quepa concebir)? ¿Desde cuándo Denegri es un crítico literario o un estudioso de la literatura? ¿Qué tiene que ver la costumbre de leer el diccionario todas las mañanas con la teoría literaria? ¿Qué tienen que ver la obsesión ortográfíca y la normativa con la crítica? En otras palabras: ¿qué cosa hace que alguien considere a Denegri un crítico --no digamos ya un crítico académico--, y por qué juzgar a todo un gremio al que él no pertenece a partir de las afirmaciones que él pueda hacer?
Fotomontaje: gfp.
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1 comentario:
Gustavo, en primer lugar agradezco tus precisiones por lo bien intencionadas y pensadas.
Creo que estamos de acuerdo en lo básico sobre los excesos de Denegri.
Creo también que mi título debió ser más específico, tal vez "Tropelías de algunos académicos". Me apresuro a cambiarlo.
Mi supuesta oración generalizadora no lo es tanto pues está matizada por la expresión "a menudo"; es decir, no todas las veces y (quise decir) no todos los críticos.
Está demás dejar en claro que no te considero meramente un crítico académico, sino lo que Lezama Lima hubiera llamado un crítico creativo, y esto sin desmedro de la rigurosidad académica que tienes en medios universitarios.
Por lo demás, me sigue pareciendo orurobórico -para continuar con la imagen- que un profesor connotado se queje del amiguismo de los medios cuando su libro ha sido bien tratado por lo menos en El Comercio, y cuando se le da una página completa en un medio popular y valioso como Peru21.
Gracias por los aportes.
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