A César Gutiérrez lo conozco desde hace años, cuando ambos trabajábamos en El Comercio y, más específicamente, en la revista Somos. César solía ser la causa de algunas de esas pesadillas que los editores de revistas tenemos con los redactores más díscolos: cierres en la hora undécima, textos idiosincrásicos, pequeños vuelos de la imaginación no del todo comprobables en la realidad, etc.
También solía ser la fuente de algunas de las crónicas más divertidas que publicábamos en esa época, en que a Somos no le faltaban cronistas divertidos: estaban el oso Luis Miranda, Óscar Franco, Doris Bayly, Jeremías Gamboa, Pati del Río, el perro Fernando Velázquez, Alonso Rabí, Pablo O´Brien, Jorge Riveros, Raúl Cachay, entre los nombres que recuerdo de inmediato.
Y César era, además, como Doris, Fernando, Raúl y Alonso, uno de los poetas en la redacción de Somos. En ese tiempo publicó su poemario La caída del equilibrista, un libro que, sin duda, sería mencionado con frecuencia en la infinidad de censos y antologías de la poesía de los noventas que brotan como hongos por todas partes si César fuera uno de esos poetas pateros, constantemente autoantologados, para los cuales la literatura es antes que nada un medio publicitario y un acicate egotístico.
Hace ya varias semanas Hueso Húmero hizo público un largo fragmento de la (según dicen enorme) novela Bombardero, escrita por César en New York, donde ha vivido ya algún tiempo gracias a la voluminosa liquidación que recibió a su salida del diario (los muchos años de servicio merecen una recompensa proporcional, y César había sido subeditor de Ruedas & Tuercas por buen tiempo). La novela, según tengo entendido, anda en busca de editor, y ojalá lo encuentre pronto, para poder colocar este fragmento en su contexto general y ser capaces de disfrutarlo como sin duda se merece y de evaluarlo como es deber de la crítica.
Por lo pronto, ahora que Hueso Húmero ha colocado el fragmento en su sitio web, dejo aquí un link para que lean este adelanto aquellos que, como yo, no han conseguido un ejemplar de la revista. (El link abrirá un página que, a su vez, al pie, presenta un link de "descargar archivo", donde encontrarán el texto completo en Word).
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2 comentarios:
Hola, Astrid. No entendo tu problema de lectura. Está claro gracias al adverbio ya y al presente perfecto "ha vivido" que César aún vive allí. No veo a qué viene eso de que "todo escritor debe vivir en NY", ni tengo la menor idea de cómo puedes interpretar eso a partir del texto. Lo que sí sé es que para escribir una novela en NY tienes que estar en NY. ¿No?
El comentario firmado "Paolo Gómez", y enviado por alguien que obviamente sólo quiere utilizar la identidad de un poeta peruano para ocultar la suya, lo publico únicamente para contarle que no lo seguiré publicando en adelante.
Y a su pregunta final, la respuesta es: no sugiero en lo más mínimo la comparación simplona y forzada que te has inventado. No sabía que estaba prohibido enumerar a los redactores con los que uno trabajó alguna vez. Pero, eso sí, te diré que no hay ser humano que no pertenezca a una generación: sólo entre los poetastros nacionales tal pertenencia parece tener calidad de premio que todos buscan.
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