13.7.06

Lolita (y su abuelita)

El crítico alemán Michael Maar ha escrito un breve y entretenido libro, publicado el año pasado bajo el título de The Two Lolitas, que da un status cuasi académico a lo que en años recientes había constituido ya un giro inesperado e interesante en los estudios nabokovianos: el descubrimiento de lo que podría ser la fuente original de Lolita.

El remezón empezó hace pocos años con artículos y cartas publicadas en revistas y diarios alemanes e ingleses, en los que se discutía un hecho insólito: el escritor alemán Heinz Von Lichberg publicó en el año 1916 un libro de cuentos titulado La gioconda abominable, que le produjo poco más que los halagos de unos cuantos conocidos y la relativa frialdad del medio literario germano.

Entre los relatos de ese libro hay uno acerca de un individuo que busca alojamiento en una pensión, por unos días, pero que acaba quedándose en ella indefinidamente debido a la pasión que despierta en él la adolescente hija de la dueña de la pensión, una mujer-niña llamada Lolita. El nombre de la tentadora protagonista, por cierto, da título al relato.

En su libro, Maar baraja una serie de explicaciones, desde la coincidencia asombrosa hasta el plagio descarado, pasando por la criptoamnesia y por combinaciones de los tres diagnósticos anteriores.

Uno de los aportes de Maar al debate abierto con el hallazgo de esta suerte de ur-Lolita alemana --además del de haber probado que Nabokov ya dominaba el alemán y vivía en Berlín en años en que el libro era aún localizable en librerías-- es acaso tan impresionante como el anterior: el mismo libro de Von Lichberg contiene otro relato, titulado Atomite, que contiene todas las ideas centrales de otro libro de Nabokov: La invención de Waltz, incluyendo una versión reducida de toda su escena inicial.

Postdata

Escribiendo este post en la casa de mi novia, en el 709 de East State Street, en Ithaca, New York, me entero de que Nabokov escribió los capítulos finales de Lolita a poco más de cien metros de aquí, en el 927 de esta misma calle, durante los años que pasó como profesor de literatura en Cornell. Así que coloco el punto final y me voy, fetichista al fin, a dar una vuelta por esa casa, a ver si todavía se siente en ella la presencia del maestro ruso.

Ah, por cierto: mientras que la imagen superior es la de Sue Lyon, la Lolita de Stanley Kubrick, la otra fotografía es una curiosidad: se trata de una vista interior de A.D. White Library, de Cornell, en la que aparecen una docena de adolescentes estudiantes de esta universidad, lolitas cornellianas, por decirlo así, leyendo la novela del escritor ruso: no es un montaje, sino una vista tomada durante la celebración del cincuentenario de la publicación de Lolita.


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