3.9.06

Ficciones del demonio

Cada cierto tiempo uno escucha algo como esto. Pasó con Natural Born Killers, cuando algunos chiflados cometieron crímenes imitando los de la película.

Ocurrió con The Matrix, que, según se dijo, fue inspiración parcial de los muchachos idiotas que asesinaron a un puñado de compañeros suyos en un High School en Columbine, Colorado.

Años antes, un fiscal norteamericano le echó la culpa parcial de las barbaridades de Charles Manson a una canción de Paul McCartney, Helter Skelter, y a otro puñado de cosas de los Beatles.

Y también los Beatles tienen que ver con otra, más célebre, historia de estas: Mark Chapman, el asesino de John Lennon, y su descabellada interpretación de The Catcher in the Rye de Salinger, que fue uno de los factores que lo condujo a matar al beatle.

Ahora dicen que detrás de la historia inverosímil y compleja de
Natascha Kampusch --la joven austriaca secuestrada a los nueve años de edad y que hace una semana, una década después de su desaparición, consiguió escapar de su captor-- hubo también una ficción inspiradora para el delincuente: la novela The Collector, que el británico John Fowles publicó en 1963.

The Collector
(que parece una mezcla del "Wakefield" de Hawthorne, El silencio de los inocentes y Misery, la novela de Stephen King) cuenta la historia de un solitario que, desde la ventana de su casa, observa cotidianamente las entradas y las salidas de su joven vecina de enfrente, hasta que decide un día secuestrarla, y lo hace, y la encierra en el sótano de su casa.

En la novela, la historia es contada primero desde el punto de vista del secuestrador y luego desde los ojos de la víctima, hasta que esta muere y la voz regresa donde el pepetrador del delito. El desenlace, afortunadamente, ha sido distinto en la realidad: la chica ha huido y su secuestrador ha terminado suicidándose.

Es curiosa el aura negativa (o, en el otro extremo, el aura de culto) que adquieren algunas veces las obras de ficción cuando se convierten en detonantes de una de estas desgracias. La gente parece sorprenderse de que el arte, y muchas veces, el arte de gran calidad, ejerza un poder real sobre la mente de psicópatas, asesinos, delincuentes consuetudinarios y corruptos, etc.


Como si en verdad el disfrute, el placer o la atracción estética o intelectual estuvieran reservadas a unos cuantos justos. Como si
Hitler no hubiera sido un acuarelista amante de sus mascotas y Vallejo un abortista despiadado.

El problema, pongámoslo de este modo, es que el arte es siempre capaz de rescatar, despertar, remover, atizar o echar a andar aquello que tengamos en nosotros de extraordinario, sea extraordinariamente bueno o malo. Y las mismas ficciones que a algunos de nosotros nos son suficientes para ventilar nuestros lados oscuros y dejarlos expandirse un rato sin dañar a nadie --salvo, acaso, a nosotros mismos--, para otros son pasajes de salida y de regreso a una realidad más torva y cruel, más negativa y criminal.


Porque la literatura y el cine, entre otras, son formas de locura controlada, y siempre, como con cualquier simulacro, se corre con ellas el riesgo de olvidar la distancia entre los hechos de su mundo y los hechos de la realidad.


Imagen: el libro y la vida. Fotomontaje: gfp.

1 comentario:

Tanque de Casma dijo...

Entre los libros que enajenan mentes y provoca que gente que no los entiende cometan crímenes a cantidad habría que incluir a la Biblia, el Corán, la Torá. Al final, si un sicópata quiere, va a encontrar una excusa perfecta en una canción de los beatles, en una religión o en el debate andinos y criollos.