1.10.06

De Canrey Chico a Manayaycuna

Un reciente artículo de Wilfredo Ardito Vega sobre Madeinusa parece resumir una buena parte de los argumentos de quienes ven en la película de Claudia Llosa una afrenta contra la población andina. Yo les propongo que lean el artículo, pero de todas maneras quiero resumir (y comentar) sus puntos centrales. Y luego quiero añadir unas notas acerca de este tema.

~ En primer lugar,
Ardito afirma que Madeinusa presenta a "una comunidad andina degradada", formada por "seres alcoholizados, ignorantes y violentos", que se ensañan con un "limeño inocente".

** Es importante que el mismo
Ardito reconozca que se trata de "una comunidad andina" y no afirme que la película trata de mostrar algo así como la cultura andina como una unidad degradada. Lamentablemente, a lo largo de los siguientes párrafos Ardito olvidará esa precisión.

** Cabría preguntarles, a Ardito y al resto de quienes reniegan de las libertades que se toma la cinta, qué sentido encuentran ellos en que la película, filmada en la comunidad de
Canrey Chico, en Ancash, hable sobre la inexistente comunidad de Manayaycuna: ¿está Llosa subrayando una horrible generalización, o está llevando su cuento a la tierra de nunca jamás?

~ Dice luego
Ardito que, en la película, "las tradiciones andinas más importantes y solemnes, como las relativas a la Semana Santa, son convertidas en orgías".

** En vista de que, al final de su comentario,
Ardito llega a exigir a Llosa que se disculpe ante toda la población de los Andes por la forma en que la ha retratado, cabría preguntarse si Ardito pedirá también una disculpa formal ante la Iglesia Católica, por deformar sus credos. (Y como atribuye toda la visión que Llosa tiene de los Andes a "los peores prejuicios limeños", no estaría de más averiguar si el anticatolicismo es uno de ellos).

** Pero más importante es esto: eso de convertir un periodo sacro en un una suerte de orgía, eso de transformar una secuencia de días en una especie de bacanal, tiempo de nadie, en el que la normalidad de la ley colapsa... ¿eso es una desacralización de "las tradiciones andinas más solemnes", o es la billonésima versión del tópico de lo carnavalesco en una ficción occidental? ¿Ese tópico no suele derivar en una inversión moral del mundo descrito? Y si es así, ¿cuando vemos ese universo deplorable y torvo del que habla
Ardito en Madeinusa, no estamos viendo un mundo que se presenta ante nuestros ojos, explícitamente, no sólo como ficcional, sino como una imagen inversa y negativa de la realidad, incluso de la "realidad" dentro de la ficción?

** ¿Qué más tendría que haber hecho
Llosa para dejar claro que su película juega con tópicos literarios y cinematográficos y con reglas genéricas, y no con la cultura andina? Es transparente el hecho de que el argumento proviene del cine americano: es una mezcla de dos docenas de westerns (en los que, también, pueblos enteros están habitados por cobardes y criminales, y el personaje más positivo en el típico "forastero") y, sin duda, la línea básica de The Wicker Man (1973), que, por cierto, está detrás, como arquetipo, ya que no como referencia, de novelas como Lituma en los Andes y Abril rojo.

~ Ardito afirma también esto: "los defensores de la película sostienen que se trata de una obra de ficción, por lo que juzgar el contenido es un error".

** No hay que ser "defensor de la película" para sostener que se trata de una obra de ficción. Pero sería interesante que
Ardito mencionara quiénes son esos críticos que afirman que no se debe juzgar a una ficción por su contenido. Son sin duda los críticos más descabellados del planeta.

~ Ardito razona posteriormente de este modo: "Una obra de ficción que ensalzara la lucha de Abimael Guzmán, negara el holocausto de seis millones de judíos, o difundiera la versión del vicepresidente Giampietri sobre el conflicto armado en el Perú, sería altamente cuestionada".

** Correcto: sería cuestionada en términos ideológicos, sin duda, desde todos los sectores que rechazaran la noción y la práctica del genocidio. Pero para ser más fiel a su argumento,
Ardito debería decir cuál es el punto (para él, al parecer evidente) que hace a Madeinusa comparable con esos tres ejemplos hipotéticos de apología del genocidio que él menciona.

** Y si su argumento es que, en la película, durante un ficticio carnaval que les permite cometer todos los pecados que no cometen el resto del año, los habitantes de un pueblo de la sierra que está separado del resto de la cultura andina tanto temporalmente (encerrado en su "tiempo santo") como físicamente (no tiene carreteras ni caminos de entrada o salida), son retratados como borrachos y delincuentes, entonces Ardito tendrá que buscar otro argumento, porque su lectura ha sido poco sutil, generalizadora; ha pasado por alto la intertextualidad del filme; ha partido del prejuicio de que el realismo (curiosamente, el realismo más hiperoccidental) es la única forma de representación válida.

** Y ha reducido elementos clave de la cinta para, al desaparecerlos, permitir que su crítica fluya mejor: por ejemplo, ha olvidado que la cinta no tiene personajes colectivos, sino individuales, y que sus pulsiones difieren, como difieren sus ilusiones: sólo eliminando la humanidad diferenciada de los personajes podemos subsumirlos a todos bajo la etiqueta de "la población andina". Sería realmente interesante que Ardito explicara por qué el personaje de Madeinusa es, como afirma él acerca de todos los andinos en la película, un ser moralmente degradado.

** Y luego
Ardito debería entrar en honduras y preguntarse, ya no si es permisible juzgar a una ficción por su contenido, como se interroga él, sino, más bien, si es válido declarar mala a una película basado exclusivamente en su contenido ideológico, y cuáles son las consecuencias de una práctica así cuando se vuelven costumbre.

** Cuando
Ardito compara la mirada del mundo andino de Llosa en Madeiunsa con el racismo segregacionista de Griffith en El nacimiento de una nación (incluso anota que "los malvados negros" del film de Griffith son "mucho menos malvados que los campesinos andinos presentados por Llosa"), nos pone en bandeja el mejor contraejemplo, claro está: ¿Se ha vuelto la película de Griffith una mala película luego de los triunfos antisegregacionistas del último medio siglo en Estados Unidos? ¿El hecho de que su intención pedagógica negativa se haya vuelto vergonzosa con el tiempo hace que esa ficción extraordinariamente construida pierda su fuerza estética y cualquier significado interesante? ¿Hay que prohibirnos ver El nacimiento de una nación?

El cine como ejercicio democrático


Yo no creo en las acusaciones de racismo que Llosa viene recibiendo, me parecen injustas y arbitrariamente dirigidas contra un film que ha hecho todos los esfuerzos posibles por dejar en claro que su historia es radicalmente distinta de la realidad observable en los Andes peruanos.

Pero me parece interesante ver la reacción de quienes sí juzgan que la cinta es racista. Quiero especular un poco sobre esto.

Tengo la impresión de que una de las mejores cosas que el arte, en general, nos puede dar, es la posibilidad de confrontación con lo que juzgamos distinto o incluso opuesto a nosotros, a nuestras ideas y nuestro mundo.

Creo que un objeto estéticamente bien conformado, una ficción funcional, una película creativa, se ganan por lo menos el derecho a ser atendidas, y, a la vez, basan en su bondad estética la palanca que les permite infiltrar sus ideas en el espectador. Mejor aun: una cosa no entra sin la otra, son indesligables. Lo importante es saber cuál es la naturaleza de esa infiltración.

Uno puede ver una película nazi con asco constante. Pregunto: ¿sería moralmente peligroso ver una película nazi y colocarse temporalmente en el lugar ideológico desde el cual se ha hecho la ficción, y ver el mundo desde allí? (Más fácil: ¿es moralmente reprensible identificarse con el asesino en una película?).

Tengo la impresión de que una ficción efectiva, formalmente efectiva, creativa, interesante, funcional, coherente, verosímil de acuerdo consigo misma, etc., inevitablemente nos introduce temporalmente en su maquinaria, y con ello en sus ideas, sin importar cuáles sean.

El hecho de que, desde ideologías que nos son repelentes, se hagan objetos artísticos que nos cautiven aunque sea durante el minuto que nos sometemos a sus reglas, no es dañino en sí mismo: yo, por ejemplo, creo haber entendido mejor el error del fascismo viendo la obra de Leni Riefensthal.

La identificación con un punto de vista, en el fenómeno estético, no es esquizofrenia ni es conversión ni transmigración: en la ficción, se puede uno extraviar en una ideología ajena, y puede emerger de allí juzgando a la vez que la ficción fue notable y que, sin embargo, uno tiene ahora mejores armas para combatir esas ideas.


Es más peligroso pensar que si se es racista, segregacionista, antisemita, autoritario, comunista, radical, reaccionario, nazi, o cualquier cosa que unos y otros crean estigmáticas, entonces se ha perdido la simple capacidad humana de crear objetos apreciables y discursos estéticamente conformados.

En otras palabras, cuando se dice que un objeto artístico no puede ser "bueno" si está insuflado de ideas contrarias a las nuestras, se está ejerciendo contra su autor un nivel radical de censura: se le está diciendo que él (o ella) es incapaz de generar arte. Esa es, obviamente, una manera de deshumanizar la figura de nuestros rivales. Como estrategia, puede ser útil; como creencia es atroz.

Ahora bien, ¿eso quiere decir que jamás tendremos derecho a denunciar ideológicamente una obra de arte? Falso. Mi idea es que tenemos, primero, el deber de someternos a las reglas de esa obra, para entenderla y juzgarla desde tan adentro como nos sea posible; y después de esa inmersión tenemos todo el derecho del mundo de decir si esa obra nos parece generada desde el prejuicio, el odio, la maldad, el error, o lo que sea.

Pero esos son dos pasos, y el segundo puede ser terriblemente injusto si el primero no se hace a consciencia. El primero es el fundamental. Por eso la censura es algo tan brutal: porque es una disrrupción en ese circuito que es el ejercicio del criterio del individuo: el censor suele ser alguien que da el primer paso embuido de prejuciios y le niega a todos los demás su derecho a dar los dos pasos por sí mismos.

Pienso que
Ardito ha dado el primer paso con una fragilidad y una falta de sutileza que sólo son comparables con la enormidad de su prejuicio. Y eso lo ha llevado a rechazar la cinta sin hacer ningún esfuerzo válido por comprenderla. Es más, ha dado el segundo paso antes que el primero.

Piensen en el final del artículo de Ardito: "En otro país, Madeinusa no hubiera durado ni tres días en la cartelera. En todo caso, a Claudia Llosa le corresponde pedir perdón a la población a la que está ofendiendo".

¿Cuál es ese otro país donde la película no habría durado? ¿Es un país digno de imitación, uno en que es preferible no ver y sin embargo juzgar antes que ver y juzgar por uno mismo?

Madeinusa fue premiada en Cuba como el mejor guión latinoamericano hace un tiempo, así que sabemos que ese país no hubiera sido la Cuba de los años dos mil. The Passion of the Christ, con su mensaje transparentemente antisemita, duró meses en cartelera en Estados Unidos, un país donde la industria del cine cuenta con enormes capitales judíos, y que reúne a la población judía más grande del mundo. Entonces, tampoco habría sido Estados Unidos. Me imagino más bien un escenario como Irán: la summa de la intolerancia.

Madeinusa fue estrenada con algarabía y fiesta local en Canrey Chico, la locación del rodaje. Allí nadie fue tan ingenuo como para sentirse denigrado y obviamente todo el mundo supo distinguir ficción de realidad, a diferencia de lo que viene sucediendo con varios comentaristas en Lima. Si un día de estos los lugareños ven llegar al pueblo a Claudia Llosa pidiendo disculpas por su obra, van a pensar que la directora se ha vuelto loca. Ah, pero eso sí, habrá quedado conforme y contento el señor Ardito, que sí sabe de verdad lo que la población andina piensa y siente. A diferencia de ellos mismos, ¿no?

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