3.10.06

Paranoia madeinusa

Paolo de Lima ha publicado en su blog un texto de Juan Zevallos Aguilar sobre la cinta Madeinusa, de Claudia Llosa. El artículo es impresionante: tiene, por decirlo así, una gran verosimilitud interna, una coherencia perfecta en sus argumentos. Lo malo es que no da pie con bola.

Sus errores son de distintos tipos. Los hay puramente prejuiciosos y derrotistas. Por ejemplo, cuando Zevallos celebra el poco éxito que, según afirma, la película de Llosa ha tenido en México: “a diferencia de la asistencia multitudinaria que están teniendo las salas que proyectan Madeiunsa en Lima, el público en la Cineteca [de México] no llegaba a las 40 personas”, afirma Zevallos, para luego añadir algo sorprendente por la vacuo: “cuando terminó la película, había un silencio incómodo. El público asistente, en su mayoría mexicano, dejó el espacio sin aplaudir y comentar la película, algunos asistentes más bien intentaron emitir tímidos silbidos”.

Difícil comprender por qué Zevallos coloca a esos espectadores mexicanos (aparentemente incapaces incluso de emitir un silbido, pese a sus esfuerzos), como autoridades cuyo juicio sobre la película puedan desacreditar por sí solas el éxito de la cinta en el Perú. Eso de que nuestro arte tenga que ser siempre consagrado en el exterior es ya de por sí uno de los peores rasgos del frecuente servilismo mental de muchos peruanos. Pero que esa consagración la aprueben o desaprueben los espectadores de la Cineteca mexicana es algo que, por arbitrario, linda con lo ridículo.

Luego Zevallos da una muestra poderosa de su visión utilitaria e instrumental del arte. Dice lo siguiente: “artísticamente Madeiunsa se sostiene”. Y explica su juicio de este modo: “se narra una historia de manera adecuada. La construcción del microcosmos es verosímil en el sentido que hay una correspondencia entre actores, medio ambiente y tiempo histórico que se podría llamar mundo andino”.

¿Cuál es la virtud que define lo artístico en una película, según Zevallos? Que una historia esté bien contada y con cierta coherencia referencial de tono realista. Ah, y que “la iluminación, el uso de planos y los enfoques” sean “profesionales”. Excelente definición. Lo malo es que eso convierte al noventa por ciento de los comerciales de la tele en obras de arte... Es (sin ironías) la misma definición de arte que tiene Susan León cuando dice que sus calendarios son “artísticos”.

Hablando de tele, Zevallos dice que, técnicamente (aunque para él no hay diferencia entre arte y técnica, como hemos visto), la película representa “un avance” en el cine nacional, cuyas obras antes “manifestaban problemas técnicos” y “contaban historias inverosímiles”. ¿Cuál es el ejemplo que da Zevallos de ese “cine nacional anterior” que estaba tan mal hecho? La serie televisiva Mataleché. Uno se pregunta si este súbito crítico cinematográfico ha visto cine alguna vez.

Más adelante, Zevallos dice: “el arte es entendido como un síntoma de algo más que el crítico debe averiguar. Slavoj Zizek, entre muchos, ha remarcado esta línea de análisis”. Y entonces inicia lo que, al parecer, debería ser una lectura lacaniana de la película. El problema es que el anuncio se queda allí, y en adelante ese aparente marco teórico no vuelve a asomar. Ni ese ni ningún otro. Y la idea del síntoma queda en el aire. Aunque, en el fondo, eso no es importante: lo único que Zevallos ha querido decir es que el arte es interpretable y que la interpretación puede desplazar hacia la superficie sentidos negados o reprimidos en ella. Zevallos, con demasiadas palabras, dirá luego, en resumen, que Madeinusa es un síntoma del racismo limeño.

Sus ejemplos, sin embargo, son asombrosamente inadecuados, por decir lo menos. Dice esto, por ejemplo: “la verosimilitud de la película se basa en elementos realistas que recrean un imaginario urbano que se tiene sobre el denominado mundo andino. Es decir, los rasgos fenotípicos de los actores, el paisaje, el acento del español”.

Si releen la cita, verán algo increíble: Zevallos dice que el paisaje, el acento de los personajes e incluso su fenotipo son una recreación del (evidentemente racista) estereotipo que se tiene en Lima de los pobladores andinos. Han leído bien: dice que los actores, naturales en su mayoría del pueblo ancashino de Canrey Chico, probablemente por insidiosa decisión de Llosa, han adoptado un fenotipo y un acento que cuadre dentro del prejuicio de los limeños.

Otro giro espectacular del artículo es el que da Zevallos al saludar el buen oficio con que Llosa recrea tópicos literarios como el del microcosmos anacrónico, o intemporal, el mundo al revés, el tiempo santo, etc., para, de inmediato, decir que un gran error de la cinta es que, en contra de lo que ocurre realmente en las fiestas religiosas andinas, no muestra “la presencia de alcaldes, policías, maestros, soldados, turistas, antropólogos y reporteros que causan problemas” habitualmente en “esas fiestas”.

Justo cuando uno pensaba que Zevallos sabía qué cosa es un microcosmos, qué cosa es el carnaval como tópico literario, y qué cosa es, en general, un tópico literario.

Luego el artículo cambia. De la inexactitud pasa al delirio. Zevallos dice que la cinta es una “celebración de la victoria del neoliberalismo en el Perú”. Hay muchos motivos para discutir esa afirmación (uno de ellos: el neoliberalismo, gracias a Dios y a todos los santos, no ha triunfado en el Perú). Pero no voy a hacerlo porque prefiero pasar directamente a las conclusiones que Zevallos extrae de esa premisa.

Zevallos dice literalmente esto: “Madeinusa forma parte del cargamontón neoliberal que quiere expandirse en los Andes, que adoptan valor por la existencia de yacimientos de minerales”. Repito: dice que la película es parte de un esfuerzo de “los neoliberales” por adueñarse de la explotación de minerales en los Andes. No han leído mal. Eso dice.

Y lo repite aun más claramente luego: la cinta sería, dice Zevallos, “parte de una campaña” hecha para conquistar económicamente los Andes para “los neoliberales”.

Esa “campaña”, a decir de Zevallos, implicaría una prolongación del mismo discurso racista “neoliberal” con el que el Estado peruano justificó el asesinato de miles durante los años de la violencia política.

¿Y qué cosa quieren hacer ahora “los neoliberales” que producen cintas como Madeinusa, según Zevallos? Quieren probar que los pobladores andinos son inferiores y prescindibles, que se merecen “la tortura y la muerte”.

La campaña neoliberal de la cual, según Zevallos, Madeinusa forma parte, “está buscando el aniquilamiento de una incómoda población”. Así como lo oyen: en este artículo irresponsable y delirante, Zevallos acusa a Madeinusa de ser parte de una campaña hecha para justificar un genocidio orquestado por “los neoliberales”.

¿Qué cosa quiere decir Zevallos cuando dice “neoliberales”? Si uno tiene en cuenta que entre los complotadores que él reúne bajo esa etiqueta están incluidos el ejército, los gobiernos de Belaúnde, García, Fujimori y Toledo, Claudia Llosa, Susana Torres y Patricia Bueno, entre miles de otros, incluyendo posiblemente a todos los críticos que hayan hablado positivamente de la película, como Gustavo Buntinx, la definición se vuelve un tanto difícil. Un tanto laxa. Un tanto inútil. Cualquiera puede ser un neoliberal. Cualquiera. Todos son sospechosos. Si te gusta Madeinusa eres un neoliberal. Y recuerda que, según Zevallos, eso te vuelve complotador y genocida.

De hecho, también podrían estar en el complot los pobladores de Canrey Chico, según se entiende por la frase final de Zevallos: “es preocupante la acogida que ha tenido la película en Lima y en el pueblo donde se filmó la película. Pareciera que ya se ha desarrollado un sentido común neoliberal en la mayoría de los pobladores urbanos y rurales”.

PD.- Me olvidé mencionar otro párrafo antológico. Zevallos escribe lo siguiente: “El microcosmos podría haber sido ubicado en La Molina cambiándole de nombre. Claudia Llosa sabe bien que en este barrio también hay momentos en los que el mundo se invierte, el incesto y la pedofilia son frecuentes, el asesinato se hace más común y las borracheras colectivas, consumo de drogas y orgías son frecuentes en fiestas donde también el tiempo y el control social se suspenden”. (Mis cursivas).

Es decir, si Claudia Llosa hubiera contado la misma historia, pero la hubiera hecho con pitucos molineros, parece que Zevallos habría dado su visto bueno… Es más, habría dicho que eso sí que es realismo. Nada más putrefacto que vivir en La Molina, bastión del neoliberalismo. Y todos sabemos que incesto y neoliberalismo van de la mano. En resumen: lo que Llosa cuenta como reelaboración fantasiosa y hechiza, estetizada y metamorfoseada, en un escenario andino, Zevallos lo rechaza por racista; pero la misma historia en La Molina le parecería de un realismo fotográfico.

(Por cierto, ese “también” que he subrayado especialmente dos párrafos más arriba es muy significativo. Parece señalar que Zevallos, paradójicamente, sí cree en la verosimilitud referencial de la historia contada por Llosa. Eso lo convertiría en el único espectador que ha visto la película de ese modo. Revísenlo: ¿será ese “también” lo que los lacanianos llamarían un síntoma? Porque, si es así, Zevallos se vuelve sospechoso de ser un malvado "neoliberal").

3 comentarios:

Miguel López dijo...

Yo también leí con sorpresa ayer ese texto. Lo que me parece interesante en el disentimiento de opiniones sobre el tema en los posts de paolo de lima, pero concuerdo en que es exagerada la lectura que Zevallos Aguilar hace del film.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo invito a "Lucho Lípez" a decir su nombre y apellido reales y enviar su DNI, porque publicar anónimos y seudónimos sí baja el nivel de mi blog.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

MENSAJE DE ALONSO IZAGUIRRE GODOY

Alonso Izaguirre Godoy, de Perú.21, me envía un mensaje que le he pedido me permita publicar:

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Hola. Leo de vez en cuando tu blog. El tema Madeinusa me intranquiliza.
¿Pueden haber una mirada racista de la Llosa en su trabajo? Difícil.
Quienes se quejan del supuesto racismo de Llosa escoden la verdadera razón de su protesta: "Llosa, eres pituca limeña, por tanto, no tienes ni el más
mínimo derecho de proyectar una parcela del mundo andino".
Sospecho que el racismo y prejuicio vienen de aquellos que piensan que el mundo andino es santo y sagrado, intocable y libre de cualquier tacha, un mundo perfecto al que todos estamos obligados a mirar con ojos obnuvilados.
Por ende, los limeños blancos no tenemos derecho ponerle un dedito encima.
No es la primera vez que esto sucede. A Fabrizio Aguilar le sucedió lo mismo con Paloma de papel -con las diferencias cualitativas que hay entre esta y la película en cuestión-.
Así, hay como una prohibición: los limeños no podemos filmar en los andes porque, supuestamente, somos blanquitos y los malos de la película por no haber mirado nunca al interior del país.

Tim Roth, el actor británico, dirigió una película regular titulada Zona de guerra (1999), cuyo tema es, precisamente, el incesto. Me parece que los británicos no arremetieron contra Roth por las escenas crudas que muestran allí. ¿Por ver este filme se nos ocurrirá acusar a los británicos de salvajes y brutos?

Alonso Izaguirre Godoy