22.12.06

El perfecto negacionista

En La Primera, las columnas casi diarias de César Hildebrandt se ponen cada vez más divertidas. Por lo delirantes. La última es una defensa del revisionismo, una apología de los historiadores que dicen que el Holocausto nunca sucedió, o sucedió en dimensiones minúsculas. Lean este párrafo de su artículo:

“¿Por qué el Comité Internacional de la Cruz Roja protestó, en 1944, en contra de “la guerra aérea” de los aliados, que ya había fulminado Dresden, más dos tercios de Alemania y Japón, y había matado a miles de prisioneros en campos de detención considerados como blancos colaterales inevitables, y no lo hizo en relación a lo que ya debía de ser evidente, es decir el carácter varias veces millonario de la matanza nazi de judíos?

Hildebrandt aboga por una revisión del Holocausto. Aunque en la mayor parte de su artículo hace todos los esfuerzos posibles por dar la impresión de que lo único que le interesa es que se establezca una verdad exacta acerca de la cantidad de víctimas que tuvo el Holocausto (como si tres, cuatro o cinco millones de muertos fueran una verdad menos horrorosa que seis u ocho), párrafos como el que cito dejan muy claro que, en el fondo, Hildebrandt dice que el Holocausto jamás sucedió o que, si sucedió, fue tan pero tan pequeñito que en 1944 resultaba imperceptible incluso para organizaciones como la Cruz Roja.

¿Qué le faltó contar a Hildebrandt? Que la Cruz Roja ha sido acusada centenares de veces por su silencio. Que existe una biblioteca interminable de libros que documentan la pasividad de la Cruz Roja en el tema del Holocausto. Que en 1997 la misma Cruz Roja entregó al gobierno de Israel 60 mil páginas de documentos históricos relativos al Holocausto y que esos documentos detallaban casos específicos de matanzas de judíos que habían sido denunciadas durante los años en que estaban sucediendo y cómo las denuncias fueron desestimadas por la Cruz Roja.

También le faltó decir a Hildebrandt que más de una autoridad de la Cruz Roja ha defendido pública y vergonzosamente la idea de que esa organización hizo bien en no abogar por los judíos porque, de haber acusado abiertamente a la Alemania nazi de sus crímenes, hubiera puesto en peligro sus operativos de salvataje de prisioneros de guerra aliados en territorio ocupado por los alemanes. (Lo mismo que han dicho algunos impresentables miembros de la Iglesia Católica acerca del silencio análogo de las autoridades de esa institución en los peores momentos del genocidio).

Igualmente le faltó decir que existen historiadores respetables y contundentes, como el francés Jean-Claude Favez, que han apuntado la existencia de diversos planes para bombardear las líneas ferroviarias que llevaban a centenares de miles de judíos de Europa a los campos de concentración donde eran asesinados, y que los gobiernos aliados desestimaron esos planes porque no se amoldaban a su política de conseguir primero la victoria antes de preocuparse por detalles secundarios como el de los campos, que no eran estratégicamente relevantes en la guerra. Favez ha dejado en claro que ese bombardeo de las líneas de tren habría sido inevitable (y salvador) si la Cruz Roja lo hubiera pedido abierta y públicamente. Pero no lo hizo.

Y hay gente como Hildebrandt, que dice que el Holocausto no sucedió, o sucedió pero no fue para tanto, y que, para probar esa tontería estrafalaria, torpemente, presentan como prueba el hecho de que la Cruz Roja no dijo nada sobre él hasta luego de que había concluido. Eso es dar fe al silencio de los cómplices para demostrar que un delito nunca se produjo. ¿En que cabeza cabe? En la más pequeñita, claro está.

Herodoto, el payaso

Obviamente, las leyes que impiden a la gente, en muchos países del mundo, decir públicamente que el Holocausto no existió, resultan en principio violaciones del más elemental derecho a opinar. También son inconducentes porque terminan por dar un aura de rebeldía antihegemónica a las bravatas de cualquier pronazi con lapicero, como el doctor David Irving, cuyo año pasado en una cárcel austriaca lo convierte en una suerte de mártir. Un mártir de su propio odio.

¿Quién es este Irving a quien Hildebrandt defiende como si fuera el Herodoto de la historia contemporánea?

Irving es un historiador inglés. En sus tiempos de estudiante se hizo famoso por escribir en las revistas de la University of London artículos en que se refería a "Herr Hitler" (así lo llamaba) como un político incomprendido, y por sus acusaciones según las cuales los medios de comunicación británicos estaban en manos de judíos que conspiraban malévolamente contra la formación de una comunidad europea.

En años posteriores, Irving defendió el apartheid sudafricano y echó una que otra flor al régimen nazi. En 1959, el Dayly Mail citó una frase suya en la que se autodenominaba "un fascista moderado" ("a mild fascist").

En 1977, Irving publicó su libro más célebre, Hilter´s War, una historia de la Segunda Guerra Mundial desde los ojos del dictador nazi. En el libro, Irving defendía a Hitler como un político brillante, acusaba a Winston Churchill de ser el verdadero responsable de la guerra, y retrataba a la Alemania nazi como un Estado forzado a pelear debido a la estulticia y la cerrazón de los gobiernos aliados.

¿Les empieza a dar la impresión de que Irving, el historiador modelo de Hildebrandt, es un loco de atar? Pues acá vienen más datos: Irving escribió en su libro que Hitler nunca supo que el Holocausto estaba ocurriendo; que el genocidio fue en verdad planeado a sus espaldas por Heinrich Himmler y Reinhard Heydrich. En efecto: lo que dice Irving es que el pobrecito Hitler fue engañado por un par de oscuros rasputines.

En un libro posterior, The Trail of the Fox, Irving describió como traidores y cobardes a los conspiradores que intentaron asesinar a Hitler en el complot del 20 de julio, y caracterizó la venganza posterior de Hitler como plemanemente merecida.

El historiador David Pryce-Jones ha opinado sobre estos dos libros de Irving con una observación implacable: en sus libros, Irving pone en duda todos y cada uno de los datos históricos que son de conocimiento común, pero jamás, ni siquiera una vez, pone en duda nada que Hitler haya dicho o escrito: la palabra del Führer es para él palabra divina.

Cuando, en 1983, los famosos diarios apócrifos de Hitler fueron dados a luz, Irving fue uno de los primeros en decir (antes de leerlos) que eran una falsificación. Pero, curiosamente, cuando el texto se hizo conocido y resultó que en ellos no se decía una sola palabra sobre el Holocausto, Irving públicamente defendió la idea de que eran los verdaderos diarios del dictador.

En 1987, en Churchill´s War, su biografía del primer ministro británico, Irving sostuvo que, en el tiempo de la Segunda Guerra Mundial, Inglaterra debió haber tomado el partido de Alemania, que era "su aliado natural".

Hildebrandt dice esto en su artículo:

"Irwing es un revisionista, para algunos. Pero para los judíos y sus adjuntos es un negacionista neonazi. Sea como fuere, ha escrito decenas de libros que tratan de formular preguntas –capciosas muchas, cínicas otras, realistas otras– en torno a cuestiones claves del llamado Holocausto, así, con las mayúsculas que el poder del sionismo demanda y consigue casi como un estatus mortuorio de país favorecido por la lástima".

Por supuesto, todo eso es asombrosamente falso (hasta el nombre, que es Irving, y no Irwing). Desde 1989 en adelante, Irving ha sostenido muchas veces, por escrito y a viva voz, y en documentales que todo el mundo puede ver, que jamás hubo tal cosa como el Holocausto, que no hubo cámaras de gas en Auschwitz, que no hubo una política estatal alemana dedicada al exterminio de judíos. ¡Y a Hildebrandt le sorprende que lo llamen negacionista!

Desde ese año, Irving, rechazado por sus colegas y abandonado por lectores y universidades, ha sobrevivido dando conferencias a grupos de neonazis alrededor del mundo (eso es lo que lo llevó a Austria esta última vez), y se ha visto reducido al ridículo de citar como su fuente más inapelable para su creencia de que el Holocausto nunca ocurrió a un personaje tan ridículo como el famoso "doctor muerte", Fred Leuchter.

En fin, hay muchas páginas en Internet que pueden consultar para saber algo más acerca del sujeto que alimenta la sabiduría de César Hildebrandt en materias de historia contemporánea. Lo que no encontrarán allí es nada parecido a lo que Hildebrandt construye en el resto de su artículo: la idea de que el Holocausto es propaganda sionista. Eso ni el mismísimo Irving se ha atrevido a escribirlo nunca.

14 comentarios:

Daniel Salas dijo...

Leí la desinformadora columna de Hildebrandt esta madrugada e inmediatamente saqué de mi librero el excelente libro de Michael Shermer “Why People Believe Weird Things” (Por qué la gente cree cosas extrañas.). Shermer estudia varios fenómenos de seudociencia y cultos sectarios y entre ellos incluye los negadores del Holocausto, los creyentes en el diseño inteligente (que propone negar el darwinismo) y la secta “libertaria” randiana.

¿Quiénes son los compañeros de ruta de David Irving? Pues los miembros del Institute for Historical Review, fundado por Willis Carto, que edita el Journal of Historical Review, dedicado integramente a cuestionar el Holocausto. Carto fue también editor de otras revistas como “Right” (‘Derecha’) y American Mercury. Carto fue acusado de robarse los principales fondos del Instituto, a saber, 15 millones de dólares donados por Jean Farrel Edison, la nieta del inventor.

El editor del Journal of Historical Review al momento de publicado el libro de Shermer es Mark Weber, quien alguna vez fue editor de National Vanguard, el vocero de la infame National Alliance, que predica la segregación racial en Estados Unidos. Otros miembros del IHR son Ernst Zundel, reconocido nazi que afirma que él, al igual que Hitler, no pierde el tiempo pensando en los judíos. Sufrió un juicio en Canadá y que es uno de los temas del excelente, brillante, documental “Mr. Death: the Raise and Fall of Fred A. Lechter”, dedicado a un fabricante de sillas eléctricas y que cayó en desgracia al apoyar con su dudoso testimonio las teorías negacionistas de Zundel. Uno de los ex miembros más raros del IHR fue el cínico David Cole, ex miembro del Partido Comunista Revolucionario de Estados Unidos, ex libertario, ex miembro del Congreso Mundial Judío, ex miembro de la ACLU (la organización de derechos ciudadanos de Estados Unidos, identificada con la izquierda de ese país) y ex miembro de la organización de ultraderecha de Lyndon LaRouche. Hoy Cole está arrepentido de su postura negacionista, pero puede ser otro de sus cínicos avatares.

¿Tienen derecho los negacionistas a ofrecer su versión? Yo creo que sí, que es una lástima que una democracia tenga que renunciar a uno de sus principios fundamentales. Pero defender el derecho de los negacionistas a expresarse no implica, de ninguna manera, defender su causa. Chomsky, en efecto, ha sido acusado de negacionista, por el simple hecho de haber defendido el derecho de expresión de Robert Faurisson (otro miembro del IHR). Claramente, defender la libertad de expresión no es apoyar las expresiones que a través de ella se manifiestan. La opinión de Hildebrandt es lamentable porque convierte a Irving en un campeón de la verdad, cuando es un simple charlatán beneficiado por la persecución. Todos los negacionistas que aquí menciono han sufrido acoso y agresión física, pero también es verdad que han hecho buen dinero en el nicho del antisemitismo.

Ahora bien ¿cuán importante para los peruanos es el conflicto que causan los negacionistas? En mi opinión, hay que tomar en cuenta el problema porque las estrategias de los negacionistas del Holocausto no son muy diferentes de los negacionistas del Informe de la Verdad: denunciar la existencia de una conspiración, la omnipresencia un “pensamiento único” impuesto por grupos de interés (organizaciones de derechos humanos, activistas “caviares”). Como lo explica Shermer, los negacionistas suelen reclamar “una prueba, sólo una”, que demuestre la existencia de las cámaras de gas, pero nunca explican qué entienden ellos por una prueba válida. En el Perú, las pruebas sobre los crímenes de Sendero, el MRTA y las Fuerzas Armadas son abundantes; sin embargo, son constantemente negadas en varios medios. En este contexto, la columna de Hildebrandt resulta desafortunada. La causa de la libre expresión no debe ser confundida con la causa que defiende el crimen.

Mi amigo Silvio Rendón ha escrito también al respecto aquí:

http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/csar-hildebrandt-y-la-negacin-del.html.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Muy de acuerdo. Eso sí: el loquito de las sillas eléctricas es Leuchter, no Lechter. Aunque no sería raro que fuera Lecter.

Un detalle sintomático en el texto de Hildebrandt. Dice: "para los judíos y sus adjuntos (Irving) es un negacionista". ¿Has notado ese uso curioso de "los judíos". No dice "los israelíes" ni "los sionistas", sino "los judíos", como si todos ellos pensaran lo mismo, como si no tuvieran discrepancias, como si fueran, claro está, un monstruo de mil cabezas. Esos son los típicos deslices de los antisemitas. (Dato curioso: de hecho, en el reciente congreso mundial de negacionistas organizado por el gobierno de Irán, hubo delegados judíos israelíes y, sin embargo, gente como Hildebrandt es incapaz de ver diferencias entre unos judíos y otros; es un rasgo típico de la caricatura y la demonización. Es la manera en que piensan los racistas).

Eduardo Gonzalez dijo...

Daniel da en el clavo al comparar el negacionismo neonazi con el negacionismo criollo contra el trabajo de la CVR. Las alucinantes preguntas de Hildebrandt ("Donde estan los documentos nazis registrando cada asesinato?") se parecen a los argumentos de Agustin Haya, Raul Wiener o el ministro Percovich ("Donde estan las libretas electorales de los 69,000 muertos?")

Es mejor la libertad de expresion americana, que permite al Ku Klux Klan realizar marchas en las calles, que la censura alemana que prohibe la negacion del holocausto?

La respuesta no es tan sencilla como un "si" o un "no": No creo que la prohibicion del negacionismo neonazi sea un desastre por poner un limite a la libertad de expresion. Tambien existen limites a la libertad de asociacion (uno no puede ser legalmente miembro de Al Qaeda, por ejemplo), a la libertad sexual (uno no puede esperar proteccion juridica para la pedofilia), a la libertad de comercio (esta prohibido vender LSD). Todo derecho se ejerce dentro de las regulaciones de una ley, y no se puede decir automaticamente que cualquier regulacion anula un derecho.

Tampoco creo que el negacionismo sea simplemente un conjunto de sonidos. El discurso, bien lo sabemos, es tambien accion efectiva. Quien dice que las mujeres merecen ser violadas o que los negros merecen ser esclavos esta violando el derecho a una vida digna de mujeres y negros.

El negacionismo es un acto politico, como es un acto politico en el Peru decir "todos los desaparecidos eran terrucos", o decir "la guerra popular que condujo el Dr Guzman..."

Lo que puede objetarse a las leyes anti-negacionismo es la dificultad de su aplicabilidad. Es dificil determinar en un texto legal la diferencia entre el discurso cientifico que alimenta dudas razonables y la seudociencia manipulada politicamente para favorecer la permanencia de ciertos patrones de victimizacion.

Lo unico que puedo decir es que el negacionismo es como la pornografia: es dificil de definir, pero me doy cuenta de lo que es cuando lo veo. La pornografia es un estimulo de efecto inmediato porque no apela a la razon, sino a la pulsion.
El negacionismo, igualmente, no apela -en realidad- a la razon, sino al odio: la pregunta no es "Donde estan esas camaras de gas?" sino "Por que nos mienten los judios?", que no es otra cosa que decir "los judios son todos unos mentirosos".

Todos los casos que involucran la libertad de expresion son complejos, pero para eso estan los jueces. Estoy segurisimo que en los 60 anhos que han pasado desde la guerra, Austria no ha mandado a la carcel a nadie por investigar seriamente un archivo, pero el Sr. Irving no es un investigador serio, sino un activista que favorece el trabajo de organizaciones de terror, que no otra cosa es el nazismo.

Anónimo dijo...

Acabo de leer la columna del Sr. Hildebrant y aparte de cierto sesgo racista- totalmente fuera de lugar por supuesto- dice algo con lo que estoy plenamente de acuerdo. Debe haber siempre libertad de expresion, a pesar que uno se encuentre con comentarios desafortunados como el del Sr. Hildebrant o no hace mucho- o a lo mejor hace mucho, no tengo una buena nocion del tiempo- del entrenador de la seleccion espannola, Sr. Luis Aragones con respecto a Thierry Henry. En todo caso, que existan personas que quieran creer a los negacionistas, chupacabras, etc. estan en todo su derecho, y que se le va hacer, son los deslices de la democracia.

Un saludo, excelente blog ademas.

Javier M.

Anónimo dijo...

el señor Hildebrandt solo emite su opinión, no milita ni apoya ninguna causa nazi ni autoritaria. Más bien es intolerante y autoritaria la postura del administrador de este blog, que no acepta opiniones divergentes y siempre es agresivo con quienes no piensan como él. Saludos.

Toñito

tabo dijo...

A pesar de las antipatías que me despierta Hildebrandt, me parece que su post, mas que defender la negación del holocausto, esta criticando las leyes absurdas que penalizan su afirmación.

Como decía Voltaire: "Desapruebo lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a expresarlo". Justamente la posición de Chomsky.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Hildebrandt está diciendo claramente que las teorías de Irving son interesantes y provocadoras y que el Holocausto es un sobredimensionamiento de una realidad menor, un mito inventado para favorecer al Estado de Israel. Es curioso cómo un comentario así puede ser reducido por los lectores a una especie de defensa principista de la libertad de opinión.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Una cosa más: el pobre Voltaire, a quien le han atribuido esa frase miles de veces, jamás la dijo ni la escribió. La escribió, parcialmente, una biógrafa suya. La gente la repite como un lugar común, y no la piensa demasiado. No sé, estimado Tabo, si tú hubieras dado tu vida para defender el derecho de Hitler a opinar que había que matar a todos los judíos.

Silvio Rendon dijo...

Hola Gustavo, gracias por los enlaces y por los comentarios. He actualizado el post sobre Hildebrandt, http://grancomboclub.blogspot.com/2006/12/csar-hildebrandt-y-la-negacin-del.html,
con el tema planteado por Daniel sobre el negacionismo en el Perú. La verdad es que creo que nuestro negacionismo doméstico es mucho más grave...
Saludos,
SR

Miguel Rodríguez Mondoñedo dijo...

Ese texto de Hildebrant es ominoso, no porque defienda el derecho de la gente a decir lo que quiera (algo que hace de manera poco clara, en verdad) sino porque manipula la información sobre el Holocausto y los crímenes nazis para dar la impresión de que hay algo oscuro que se está ocultando. Y eso no es cierto (el recurso al silencio de la Cruz Roja, por ejemplo, es o de una ignorancia supina o un grueso intento de manipulación).

Por otra parte, me gustaría comentar sobre lo que Eduardo propone, que es igualmente peligroso. Según él, el derecho de expresión podría, como otros derechos, limitarse a un cierto conjunto de temas. Esta limitación, según él mismo sugiere, podría abarcar no solo el negacionismo pro-nazi sino también cosas como la pornografía (y, me imagino, la apología del terrorismo, los elogios a Stalin, el negacionismo pro-comunista, etc, etc). Y como, según Eduardo, son los jueces los que deben decidir los límites, estos dependen en verdad de la comunidad en que uno se encuentra. Así, un juez peruano podría decidir que no se puede jurar en quechua en el congreso, un juez americano podría impedir que se jure por el Corán, y, en el colmo del absurdo, un juez iraní podría decidir que está prohibido no negar el Holocausto (y un largo etcétera nada imaginario). Bajo ese criterio, los agentes del Estado deciden qué es correcto expresar y qué no---"para eso están", como dice Eduardo. ¿Es el Estado el que nos tiene que construir un mundo feliz a nosotros los despistados ciudadanos?

Creo que Eduardo comete el mismo error que el anónimo que acusa a Gustavo de intolerancia por criticar ese deleznable texto de Hildebrant (solo que al revés). El límite entre lo que es científicamente aceptable y lo que no, no lo debe decidir el Estado sino la propia comunidad científica (el discurso científico es, después de todo, eso que los científicos dicen). Cualquier revisión informada del negacionismo encuentra claro y distinto que este es falaz y absurdo, y que no tiene el más mínimo fundamento. La comunidad de especialistas ha generado un montón de argumentos y evidencias que claramente demuestran cuán ridícula es la posición negacionista, la cual es más que minoritaria, minúscula, entre quienes tratan esos temas (es más, como bien ha observado Daniel, los negacionistas son casi siempre pro-nazis o antisemitas). Uno podría objetar que eso arriesga la posibilidad de que alguna vez la comunidad científica se vuelva negacionista (quizá esa es la motivación detrás del argumento de Eduardo, y el de los legisladores europeos). Pero eso es como decir que deberíamos prohibir que alguien investigue si la Tierra se mueve alrededor del Sol con el argumento de que podría descubrir que no es así. Es más, los “cuestionamientos” negacionistas, que Hildebrant repite sin ton ni son, tienen el mismo sabor. Es como si alguien observara la trayectoria del Sol durante el día y concluyera: “ah el Sol se mueve alrededor de la Tierra, nos han engañado estos científicos, es una conspiración”, pero cualquier alumno de secundaria medianamente atento puede hoy refutar semejante conclusión.

El negacionismo puede y debe ser combatido en todo tiempo y lugar, pero no por el Estado, sino por los ciudadanos. Denunciarlo, como hacen Gustavo y Silvio, no es una muestra de intolerancia, es exactamente lo contrario. Una cosa es decir que no debería encarcelarse a nadie por su opinión y otra muy distinta es que no tengamos derecho a repudiar una opinión que nos parece despreciable.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Sobre los argumentos finales de Miguel voy a añadir algo en los comentarios al post sobre Niyazov.

tabo dijo...

Gustavo:

Repondiendo a tu pregunta: No, no estaría dispuesto a dar la vida para que Hitler pueda dar sus discursos. La paternidad hace que el número de causas por las que estaría dispuesto a ser un mártir se acerquen al cero absoluto.

Pero si me haces una pregunta mas mesurada, digamos, si estaría dispuesto a defender el derecho de Hitler a dar un discurso de odio, pues si lo estaría. Asi como estuve de acuerdo con el derecho de los Humala a dar un discurso de odio y racismo en Perú. Otra cosa _muy_ _distinta_ es que esté de acuerdo con lo que digan. Y es ahi donde esta el derecho a expresar nuestro total desacuerdo con este tipo de discursos.

Y sobre tu comentario de la clasificación que hace Hildebrandt de estas teorías como "interesantes y provocadoras", acaso no lo son? El Mein Kampf de Hitler y el Capital de Marx son tambien bastante interesantes y provocadores, lo que no implica que estemos de acuerdo con las barbaridades que intentan difundir.

Ah y sobre el tema de Voltaire, interesante comentario. Tal vez podrías hacer un post educativo sobre frases mal atribuidas a personajes que ya son parte de la cultura pop.

Saludos.

Anónimo dijo...

Está de más opinar sobre los comentarios aqui expuestos, ya que calificar al profesor Leuchter, ingeniero químico y considerado el mejor diseñador de cámaras de gas en las penitenciarias norteamericanas, con 25 años de trayectoria impecable, como "el loquillo de las sillas electricas", no es sino una muestra de IGNORANCIA y falta total de comprensión de lectura. ¿Alguno de ustedes eruditos de computadora ha siquiera leído el Informe Leuchter? Por supuesto que no, sino sabrían que es un informe absolutamente técnico y que no esta emitida ni una sola opinión subjetiva.

Acusar a Hildebrant de simpatizante nazi, jajajaja, con eso se coronaron. Hay pruebas que hacen dudar de que el famoso incendio de Roma haya ocurrido... Según uds. entonces quienes ponene en duda tal hecho histórico son una especie de imperialistas neoromanos pro neronianos por dar el beneficio de la duda a tal teoría. Que tal razonamiento, y luego cuatro intelectualoides se ponen a maullar en un rincon virtual quejandose de como va el Perú.

Anónimo dijo...

No entiendo cual es el problema con que se investigue un hecho histórico?, por que cuando alguien pone en duda el holocausto tiene que ir a la cárcel? es que acaso no existen derechos humanos universales? por que los pseudo "democratas" se arañan por ese tipo de manifestaciones?. Que falta de tolerancia para con los comentarios diferentes de su linea de pensamiento.
Deja mucho que desear que se de este tipo de situaciones, con esto da la impresió que tienen miedo a algo. Quizás a que se sepa la verdad?