En el archivo de notas culturales recientes de La Repubblica, el diario italiano, me encuentro con una nota divertida sobre cómics; en verdad, se trata más bien de una serie de pequeños apuntes que anuncian lanzamientos editoriales en Italia en el mundo de la novela gráfica.
La menciono no porque sea particularmente buena, sino porque me parece interesante enterarme a través de ella de que Fantomas contra los vampiros multinacionales, la célebre pero poco leída incursión de Julio Cortázar por los terrenos excéntricos del mundo del cómic, está siendo objeto de una edición nueva en italiano. (Dicho sea de paso, si quieren contribuir a volverla una pieza más leída, pueden hacerlo entrando aquí).
Dicho esto, quiero llamar la atención sobre un tic del redactor anónimo, tic que uno encuentra con frecuencia desbordada fuera de América Latina: el comentario sobre Cortázar alude al narrador argentino como cultor del realismo mágico.
Pensándolo bien: también algunos latinoamericanos caen en ese estereotipo: alguna vez leí un artículo de Néstor García Canclini en el que enumeraba a Mario Vargas Llosa entre los realistas mágicos. Puede parecer un desliz secundario. Pero cuando uno piensa en la cantidad de estudios literarios y culturales que se basan hoy en las observaciones de García Canclini sobre la cultura latinoamericana, y reconoce la simplificación escondida detrás de esa atribución errónea, empieza a distinguir la posible dimensión sintomática de una equivocación como esa.
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