24.1.07

Un cuento de la guerra

Entre las primeras discusiones que hubo en este blog, según recuerdo, una surgió de la pregunta ¿por qué hay tan poca literatura peruana relacionada con el asunto de la Guerra del Pacífico?

Recuerdo que quienes intentaron listar los contraejemplos, mencionaron algunas cosas, como las novelas históricas de
Guillermo Thorndike y hasta las alusiones de Vargas Llosa en La señorita de Tacna.

No recuerdo, en cambio, si se habló de "El hombre de la bandera", uno de los relatos que forman el libro
Cuentos andinos de Enrique López Albújar.

En el cuento, un hombre regresa a su pueblo en los Andes huanuqueños, sometidos a una administración civil nombrada y sostenida por las fuerzas chilenas de ocupación, portando una bandera, y la esgrime ante sus coterráneos al tiempo que los instruye acerca de la idea de nación y de la posibilidad de pertenecer a "una comunidad" que vaya más allá de la tierra, las cosas y las personas visibles para cada quién.

El cuento es increíblemente problemático, entre otras cosas, porque López Albújar no esquiva el asunto de la mirada horizontal con la que los pobladores andinos de su ficción identifican a los "mistis peruanos" con los "mistis chilenos". ¿Por qué pelear en una guerra que los enfrenta a ellos?

Su solución discursiva es abominablemente conservadora: hay que defender a los mistis peruanos en su guerra con los del sur porque los peruanos son paisanos, parte de la misma abstracta comunidad; ya luego de que se expulse al invasor se podrá pensar en hacer algo con la injusticia interna.

Es curioso: las razones de la identidad son enteramente simbólicas, y están representadas en la bandera blanquirroja que porta el orador, mientras que las razones para sentirse enemigos de los "mistis limeños" son palpables, y resumen siglos de maltratos e inequidades. Pero éstas deben quedar sometidas y aplazadas ante la invasión. (En efecto, así sucede en la narración: el cuento está marcado a fuego por un patriotismo que lo afea y lo desmerece como a ninguna otra ficción de López Albújar).

(Un artículo muy interesante, escrito hace más de veinticinco años por el historiador
Heraclio Bonilla --y que pueden encontrar aquí-- cita y comenta un extenso pasaje del cuento).

Leyendo a López Albújar son muchas las sensaciones encontradas: los textos tienen una matriz racista inocultable, tan desbordada que la noción de raza se vuelve excusa y explicación de cualquier cosa: las virtudes tanto como los defectos de los personajes, los hábitos más desgraciados y los más felices, el salvajismo y la heroicidad.

Unos son valerosos porque son indígenas, otros porque son nietos de españoles; unos son asesinos porque son indios, otros porque no lo son, otros son caníbales porque son andinos, otros son gallardos y casi sobrehumanos por la misma circunstancia.

Leyendo esos cuentos uno alcanza a intuir uno de los rasgos más terribles del racismo: su entera arbitrariedad, que lo hace literalmente capaz de ser usado para justificar cualquier cosa. Hay una cosa más que se descubre en esta lectura (un descubrimiento atroz): que el patrioterismo puede ser incluso más antiestético que el racismo.

Imagen. En la versión televisiva de Matalaché, la serie producida en el Perú en los años ochentas, basada en la célebre novela de López Albújar, un actor blanco fue pintado con betún para representar al protagonista mulato. Esa serie de televisión era acaso más racista que el hábito social en el cual el texto había sido engendrado medio siglo antes.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Alguien habrá pensado alguna vez en Grau como personaje literario? Porque Grau es como una excepción a la regla y lo único que recuerdo haber leído en torno a él, aparte de lo que figura en los textos de historia, es su retrato por Manuel Gonzalez Prada.

Anónimo dijo...

No sé si es del todo correcto ser tan duro con López Albújar, que al fin y al cabo, era un hombre de su época (perdón si suena a perogrullada) y compartía prejuicios raciales que también son evidentes en muchos intelectuales latinoamericanos de las primeras décadas del XX. La lectura que presentas sobre "El hombre de la bandera" es atinada, pero el tono de reproche es un poquito anacrónico. Echarle en cara al autor su racismo es como criticarle a Aristóteles que considere a la mujer un "hombre imperfecto" (qué machista!) o denunciar que la Santa Inquisición no respetaba los derechos humanos (asesinos!). Para López Albújar, Mariátegui, Lugones o Vasconcelos era una verdad "científica" que existían unas razas superiores a otras. Recuérdese que la tesis de Clemente Palma en San Marcos se llamó "El porvenir de las razas en el Perú" y abogaba por la inmigración aria. Diremos por eso que era un fascista?
Todo lo dicho no niega por supuesto el hecho de que aquellas ideas de hace un siglo, vistas con los ojos de ahora, nos parezcan absurdas, caducas, ingenuas o hasta infantiles.

Anónimo dijo...

más racistas, menos racista, esa graduación es inoperante, Gustavo.

Marcial

Anónimo dijo...

esos son los límites de la visión historicista de la literatura; al quedarse en los "contenidos" limita la percepción de la obra y la mella. Sin embargo, cabe preguntarse si un contemporáneo del autor era capaz de ponerse por encima de las ideas racistas imperantes, por qué López Albújar no? Entonces adquiere sentido el reproche que haces.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Dos observaciones.

La primera: si el racismo de alguien se pudiera justificar con ese típico lugar común ("fulano era un hombre de su tiempo"), entonces no tendríamos derecho tampoco a criticar el racismo de hoy en el Perú, que no es menos general que hace ochenta años.

La segunda: una cosa es historizar y otra muy diversa es ser historicista en el sentido en que usa el término el anónimo anterior. Historizando, por ejemplo, podremos distinguir claramente cómo López Albújar era infinitamente "más racista" que decenas de intelectuales peruanos que estaban ya muertos antes de que él naciera.

El Sacristán dijo...

También existe un cuento de Juan Manuel Polar, "Después de la Derrota", que fue publicado en la antología de cuentos Pliegos al Viento de Francisco Mostajo en 1908.

Su inicio es verdaderamente memorable: "Caía la tarde. Como rebaño descarriado y hambriento, marchaban los dispersos esparcidos por el siniestro desorden de la derrota."

Y su final aún más: "La noche, piadosamente,iba amontonando sombras sobre la tierra."

Y bueno están las tradiciones de Ricardo Palma con respecto a la guerra: "Un montonero" sobre Leoncio Prado, las que versan sobre Bolognesi -textos básicos en la construcción simbólica del mito trágico del Morro.

Después existe esa suerte de saga "Episodios Nacionales: Nuestros Héroes de la Guerra del Pacífico" -debida a la pluma de varios autores-. Esta colección de textos -que datan de las primeras décadas del siglo XX- están a caballo entre el "episodio" perez-galdosiano, la hagiografía y la historia militar. Están imbuidos por un élan de tragedia verdaderamente impactante. Son tremendos.

No se trata de una simple pieza de literatura revanchista y patriótica -que también lo es- sino que alcanzan a las cuerdas de una fatalidad casi metafísica.

Para muchas gentes del sur, que tuvimos ancestros que vivieron en Tarapacá, la lectura de estos episodios fue casi obligada en la infancia.

Aun así, sorprende que la producción narrativa con respecto a la guerra no haya sido mayor.

Quizá sea debido a que la Infausta Guerra fue ferozmente traumática para el Perú.