Los compadres

San Marcos y la Católica y las rencillas absurdas

Cuando me tocó hacer el bachillerato, hace ya varios años, había enfrentamientos, envidias y discordias parciales entre gente de San Marcos y gente de la Católica, que es donde yo estudié.

No sé si recuerdo mal, pero creo que el consenso de aquel tiempo entre mis compañeros de literatura no era tanto que una fuera mejor que la otra, sino que una --San Marcos-- tenía el potencial de ser excelente, pero estaba lisiada por los problemas políticos de la época, y que la otra --la Católica-- tenía la virtud del orden y la serenidad y resultaba, en la práctica, un escenario más viable para el estudio.

Había profesores brillantes en ambos lados. Quizá el mejor en la PUC fuera Mario Montalbetti, pero su concentración era la lingüística chomskyana y la filosofía del lenguaje y sólo como rara excepción dio algún curso de literatura.

A mí en particular me admiraba la nómina de poetas y narradores que San Marcos listaba entre sus profesores. El problema, según me contaban amigos de allí mismo, era que las clases se daban tarde, mal y nunca.

Ha pasado todo el tiempo del mundo; las aristas más radicales de la oposición entre San Marcos y la PUC parecen limadas (creo que hoy, tras la batalla que muchos de los suyos libraron contra Sendero Luminoso, habría que ser muy burdo para estigmatizar a los sanmarquinos como revoltosos gratuitos; creo que habría que ser no menos despistado para censurar a la gente de la PUC como si fueran una masa de pitucos indolentes). Las condiciones más obvias de la confrontación no parecen estar todavía allí.

Y, sin embargo, me encuentro cada vez con mayor frecuencia textos en blogs y comentarios, a veces firmados y a veces anónimos, e incluso insultos destemplados y vergonzosos escritos por profesores universitarios, todos dedicados a ahondar gratuitamente las desavenencias, a denostar sea a la Católica o a San Marcos, o a vengar violentamente el denuesto ajeno, como si algún propósito coherente, válido y significativo hubiera en el hecho de decir que la universidad tal es mejor que la universidad cuál.

Yo prefiero verlo así: la ciudad de Lima, con unos nueve millones de habitantes, tiene básicamente dos buenas (o potencialmente buenas) facultades de literatura: la Católica y San Marcos, que captan más o menos al 0.0001 % de la población capitalina, pero producen probablemente al 80% de los críticos limeños y contribuyen a la formación de un 50% de los escritores de la ciudad (cifras todas ellas que no puedo respaldar, pero que no digo del todo al azar: digamos que son más que una corazonada).

En ese concurso perpetuo por ver cuál entre los dos equipos particpantes es superior al otro, cuál produce críticos más lúcidos, narradores más brillantes y poetas más singulares, hay algo francamente ridículo, ¿no creen? Sobre todo si uno toma en cuenta que esa discusión está formulada siempre en términos tan gratuitos que jamás encarna en una decisión de competitividad, es decir, nunca anima a nadie a ser mejor.

Aunque a los peruanos esto nos suene a cuento de extaterrestres, la verdad es que, en muchos lugares del mundo, la existencia de dos universidades prestigiosas en una misma ciudad daría lugar inmediatamente a la colaboración entre ellas. De hecho, en muchísimos sitios la convivencia de dos o más universidades, no importa si son parejas o disparejas en su nivel académico, produce múltiples formas de cooperación.

Durante los años que pasé en Ithaca vi esa cooperación entre Cornell y Buffalo y Syracuse. Mucho más notable aún es la colaboración entre Cornell, Brown, Princeton, Yale, Harvard, etc., es decir, las siete universidades que forman la famosa Ivy League. Ahora, en Bowdoin, veo el afán de cooperación constante entre este college (uno de los siete mejores de Estados Unidos según todos los ránkings anuales) y los colleges vecinos, Bates y Colby (cuyo chair de español, por cierto, es un peruano, mi amigo Luis Millones Figueroa).

¿Cuándo fue la última vez que alguien vio el fruto de una colaboración seria entre San Marcos y la Católica, en el campo de los estudios literarios? ¿Cuál fue la última iniciativa conjunta de investigación, el último coloquio interuniversitario, la última vez que se unieron para llevar a Lima a críticos y autores mundialmente relevantes?

¿No sería esa cooperación bastante más significativa que esta competencia absurda por ver quién tiene a los mejores escritores de la última y --por ello mismo-- aún incipiente generación?

Cuadro de Botero tomado de aquí.