Se me pasó el show, pero me encontré otro
Ayer, cuando intentaba infructuosamente comprar en Ticket Master un boleto de avión que me transportara ipso facto de Maine al Perú (para asistir a las celebraciones limeñas del Blog Day), me encontré de pronto con otra oferta que no pude rehusar: boletos para el concierto de Elvis Costello y Bob Dylan, aquí en Portland, este 4 de octubre.
Dylan se me había estado escapando desde hace años. Costello no: a él lo vi en un concierto en Rio de Janeiro, hace unos diez años, un concierto extraño al que fui con Fernando Vivas y Mabela Martínez, y en el que la mayor parte de las canciones fueron standards de jazz. Ahora, Costello es el inesperado telonero de lujo en las presentaciones de Dylan en toda Nueva Inglaterra, y la coincidencia es bienvenida.
Por supuesto, el hallazgo del concierto de Dylan a un paso de casa es una alegría (Maroon 5 y Bruce Springsteen andan de gira por acá, pero no me llaman tanto la atención, y cuando vino White Stripes yo andaba de viaje). Una alegría tan grande que casi compensa la pena de no haber podido asistir al ombligo del mundo --el Mochileros Bar de Barranco-- a ver a los principales bloggers del Perú mirarse a sí mismos en videos en los que se entrevistaban unos a otros: descentralización, que le llaman.
Pero (volviendo a la música) la alegría dylanesca no ha bastado para derrotar la tristeza que me produjo descubrir que, hace dos semanas, murió uno de mis músicos favoritos y yo, que no sé en qué mundo vivo, ni me enteré: el gran maestro Max Roach, baterista estrella del momento más innovador del jazz, genio del hard bop, el hombre tras los tambores en los mejores discos de Miles Davis y Charlie Mingus, entre otros, y un genio de la experimentación en sus trabajos personales (en mi altar de pobre baterista aficionado, a la altura de Max Roach sólo pego la estampita de Art Blakey).
Aquí dos videos como homenaje, a dieciocho días de su muerte: en el primero aparece Roach solo; el segundo es parte de la famosa Batalla de las Baterías que reunió a Roach y Blakey con Elvin Jones: si les gusta el jazz y/o la percusión, agárrense, esa es una de las cosas más impresionantes que escucharán en su vida.
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