Una aparente coincidencia esta semana ha sido la aparición casi simultánea de columnas de Abelardo Sánchez León y César Hildebrandt que tocan el tema de los migrantes peruanos en el extranjero (y los provincianos en Lima), en el caso de Hildebrandt ("Peruanos que pueden ser odiosos"), y el asunto de la nueva clase media emergente que asoma en los espacios de la vieja clase media capitalina (y, también, fuera del país), en el caso de Sánchez León ("Los hijos del desborde popular").
A primera vista, Hildebrandt y Balo parecen sostener, básicamente, lo mismo: que una gran cantidad de peruanos, sobre todo de origen popular, de las clases económicamente subalternas y de la clase media migrante y emergente, han desarrollado una cultura de irrespeto por muchas normas de convivencia social y que esa tendencia al caos se ha vuelto una lamentable marca de peruanidad cada vez más patente tanto en Lima como en las comunidades de peruanos en el extranjero. (No sé si hay muchos que se quieran arriesgar a decir que eso es falso).
Hildebrandt y Balo coinciden también en expresar, no sin cierto patetismo, su molestia evidente por compartir unos mismos espacios con esos otros peruanos. Hildebrandt escribe: "cada día detesto más el muladar de hábitos que veo a mi alrededor". Balo se refiere a la presencia del "desborde popular" como una "infiltración" en escenarios que antes le eran impropios.
Curiosamente, mientras que la columna de Hildebrandt no ha causado mayores olas, la de Balo ha recibido críticas durísimas en muchos blogs: se le acusa de racismo y de clasismo: de asumir una actitud aristocrática recalcitrante ante el Perú cholo, el Perú mestizo, el nuevo Perú que se mueve de los márgenes hacia el centro de la sociedad.
No tengo claro que el artículo de Balo sea racista de alguna manera. Más aun: no puedo comprender cómo es que los críticos de Balo dan el salto de la descripción de costumbres que hace Balo, que atañe a un sector de la población, hasta la identificación de ese sector con todo un grupo étnico.
Más bien, me da la impresión de que al usar (con mucha imprecisión) el término "desborde popular", Balo se está refiriendo a un sólo rasgo --por otro lado, innegable-- de la movilidad social peruana: a un sector identificable de las nuevas clases emergentes que, en efecto, erosiona hasta lo insostenible muchos aspectos de la convivencia social en el Perú, comenzando por el orden ciudadano en un lugar que, como Lima, es sin la menor duda una de las ciudades más caóticas, violentas y enfermas de América Latina.
El error de Balo, claro, no pequeño en un sociólogo --además del de usar el término "desborde popular", una referencia enraizada en las ciencias sociales peruanas, con un sentido muy diferente del original--, está en identificar todo el problema con un solo sector, como si la corrupción de nuestro orden social comenzara con él, y no con la inoperancia de las clases dirigentes, la inutilidad de nuestra clase política y la virtual catalepsia de nuestro Estado. Es decir, como si los sectores sociales actuaran como mónadas, no influidas ni modificadas por el impacto de los demás.
Pero, incluso notando ese error, ¿exactamente cuál es el desprecio racial en la observación de Balo? ¿O es que esa nueva clase emergente limeña debe ser considerada inimputable de toda falta a riesgo de que quien se atreva a acusarla de algo sea tomado por racista?
El texto de César Hildebrandt se disitngue claramente del de Balo precisamente en ese aspecto: Hildebrandt, como siempre, sí está hablando explícita e inequívocamente sobre razas. Está hablando de "indios" y "zambos" y "mulatos" y está diciendo con todas sus letras que ellos son el objeto de sus comentarios. Hasta tal punto que incluso cae en el típico comentario del racista condescendiente (el tipo de racista que diría cosas como "es negra pero de rasgos finos" o "es árabe pero es buena gente"). Hildebrandt escribe:
"Conozco a indios que podrían haber cenado con ese zambo aristócrata y espléndido que se llamó Abraham Valdelomar. Conozco a cholos dignos de cualquier principado. He visto a peruanos de la mulatería asombrar en centros académicos del extranjero. Me hubiera fascinado entrevistar a José María Arguedas, darle la mano a César Atahualpa Rodríguez, conocer a Pedro Zulen. Qué leguas y escombreras separan a esa gente ilustre, sin embargo, del Perú actual".Para Hildebrandt, en efecto, hay indios, cholos y zambos que, nadando contra la corriente de su raza, alcanzan a ser admirables. Algunos de ellos se merecen incluso que Hildebrandt les dé la mano. Pero ocurre, además, que esos son los indios, los cholos y los zambos del pasado: "qué leguas y escombreras separan a esa gente ilustre, sin embargo, del Perú actual", dice. O, en otras palabras: ya no hay indios ni cholos ni zambos admirables.
(Otra curiosidad: en el Perú siempre ha existido esa variante racista: a principios de la República, por ejemplo, mientras se continuaba con la virtual esclavitud de la población andina, los criollos expresaban su invariable admiración por la grandeza pasada de los incas: para un racista peruano, los "indios" en los libros de historia siempre son mucho mejores que los de carne y hueso).
La gran diferencia entre el artículo de Balo y el de Hildebrandt radica en que el primero se siente seguro de escribir sobre un fenómeno social (evidente, por lo demás) sin ser tachado de racista, pero falla al no delimitar suficientemente cuál es el sector sobre el cuál escribe; mientras que el segundo, Hildebrandt, se mueve dentro de una matriz de pensamiento en la que cada individuo corresponde necesariamente a un tipo racial y es juzgado en función de cuán capaz es de superar las limitaciones de ese tipo. Se me dirá que Hildebrandt llega a aclarar que él no está hablando sobre "el color de la piel o el cantito del dejo". En efecto: el racismo nada tiene que ver con el color de la piel. Que lo digan, por ejemplo, los judíos de Alemania o los palestinos de Israel.
(Parodiando a los racistas de la derecha norteamericana, el comediante Stephen Colbert siempre repite un mismo diálogo, en el que él aparece hablando con un negro. Colbert dice: "A mí no me digan racista, yo no soy racista, yo son daltónico, no distingo colores". En ese punto su interlocutor le dice: "Bueno, le cuento que yo soy negro". Colbert responde: "Yo no veo esas cosas. Yo a usted lo veo humano").
Ilustración: Quino.
44 comentarios:
Hola Gustavo; yo recuerdo que en el colofón de "El pez en el agua", Vargas llosa expresó su animadversion por esa "grosera forma de incultura, que es la cultura chicha", usando adjetivos como "vulgar e inculta" Sin embargo yo me pregunto ...¿Es posible alcanzar una definicion concisa de la cultura chicha? ¿En que consiste o cuales son sus características o límites? ¿La cultura chicha es una representacion genuina de la realidad peruana y de nuestra cultura? Me encantaria conocer tu opinion. Saludos...
La gran diferencia entre el artículo de Balo y el de Hildebrandt es que tú eres pata de Balo
"¿exactamente cuál es el desprecio racial en la observación de Balo? ¿O es que esa nueva clase emergente limeña debe ser considerada inimputable de toda falta a riesgo de que quien se atreva a acusarla de algo sea tomado por racista?"
Nadie dice que Abelardo Sánchez León sea racista, sino que asigna una actitud a un grupo social étnicamente definido (los protagonistas del libro Desborde Popular de Matos Mar). Nadie es inimputable, cualquiera sea su extracción social, pero decir que todo un grupo social es, por decirlo de otro modo, iracundo, es pues más que un "pecado" y no debería ser motivo de disculpas o risa.
El artículo de Sánchez León me recuerda en algo a ese que hace unos meses escribió un periodista de Perú 21 sobre su experiencia con los porteros de una discoteca limeña: es un vomito biliar que quiere pasar por análisis objetivo. Por supuesto, salvando las distancias. De todas maneras, está claro que el artículo de Balo no es racista y la lectura que hacen de él algunos bloggers es insostenible. Botón: el comentario al respecto en elfondodelvaso.blogspot, gran ejemplo de incomprensión de lectura. Jalado el alumno. Y jalado el profe también, por perpetrar tamaño articulejo. Los errores que señalas no sólo no son pequeños, son bastante grandecitos para un intelectual supuestamente serio.
Si Hildebrandt comienza diciendo que no se trata de raza ni dejo, se supone que el resto del articulo debe leerse asi, con esa atingencia. Por eso, cuando habla de razas o grupos etnicos luego, para despues contrastarlos con algunos miembros prominentes de esos grupos (y para eso usa la referencia historica) es exagerado leerlo como haces tu, como si estuviera implicando necesariamente que todo miembro actual de esos grupos sea criticable. Alli pones todo el centro del supuesto racismo de H, osea, se lo inventas -obviando la atingencia preliminar, y obviando su saludo a todos los migrantes de esos grupos que no se comportan como los que critica.
Dicho eso, lo obvio es que hay un malestar en ciertos sectores por esta "invasion" de sus espacios publicos privatizados por una historia de segregacion que ahora les esta reventando en la cara. Habria que ir a las raices del problema -y deben ser muchas- en vez de solamente hablar del "desorden" o la falta de "civilidad" de esos sectores. La cultura de la "pendejada", no solo es la de esos sectores en estos articulos criticados, sino un viejo tufo nacional: "la criollada". Las barras bravas, tan detestables como son en terminos de vandalismo, por ejemplo, son tambien la contracara de los robos que esplendidos y bien portados "limenos" (adrede el estereotipo) cometen usufructuando de un sistema hecho por ellos y para ellos (alli caen todas las tozudas defensas a la propiedad privada irregulada)
Para no dejarse ganar por otro, un chofer de combi arranca antes de que la tía que está bajando haya afirmado los dos pies en el suelo. La vieja, que no tiene para una clínica, termina en el huesero dos o tres veces para que le "sanen" la pierna o el brazo. Faverón diría: "definitivamente ese chofer no es un ciudadano totalmente respetuoso con sus clientes, pero en realidad, la culpa también la tiene Montesinos y la clase política".
Para ganar un pasajero que estira la mano desde cualquiera lado, un taxista clava su auto en seco, arriesgando a un choque en cadena a tres o cuatro autos que vienen atrás. Y si le reclamas, ya sabes la respuesta: "No jodas, huevón, estoy trabajando, o si no tú dame de comer, pues!!".
Faverón diría: "ese taxista no es tan razonable como debería, pero también parte de la culpa es de Montesinos y en general la clase política".
Yo no pretendo disculpar a ninguna repelente "clase política" (que en todos lados, Faverón, en todos lados, aquí en Perú y en Francia y también en USA es tenida por mercenaria y despreciable) pero, pero por Dios, ¿por qué tendría que temblarme la voz para decirle a un sujeto: te portas como una verdadera mierda? ¿Por qué siempre hay que decir: "Bueeeeeno, pee..., no hay que ser tan severo, pee... no es tanto su culpa de él, pee..."?
Pedro.
Buena, "Pedro". Ahora relee el post y trata de entender qué cosa digo de verdad. Quizá te llegues a dar cuenta de que yo estoy diciendo casi todo lo contrario de lo que tú pareces haber "comprendido".
Jajajaaj El viejo truco de releer. Como si lo escrito tuviera una única posibilidad de lectura. Pasmoso
Claro: para estos comentaristas la lectura debe ser como una trampa. Y releer es como que te repasen por las armas. Estos idiotas son los que le dan mal nombre a los anónimos (y ese es un juego de palabras, por si acaso).
Y claro para agregar ejemplos de bestias al volante, vayamos a los residenciales barrios de san borja o la molina o san isidro donde se estacionan sobre las veredas y al peatón no le queda otra que rodear el carro yendo hasta la pista donde hay que cuidarse de las camionetas que pasan como bólidos... Y es que no hay clases sociales para bestias al volante... hay una total falta de consideración por el otro, cómo se cambia eso?... cof cof, escupo otra pregunta: será con la educación?... quién regula educación en el país??, cof cof, vuelvo a escupir: el estado... como sea, la misma figura se da con los comportamiento excecrables de mucha gente que me parece es lo que reclama sanchez león (el sociologo) y hildebrant ( el racista), claro que con matices, pero en el fondo los mismos prejuicios...
Gustavo,
ocurre una cosa interesante en tu blog. Tu capacidad para argumentar es tan contundente que deja desarmados a los que, por alguna razón, DESEAN no estar de acuerdo contigo (que no es lo mismo que estar en desacuerdo con lo que expones). Al no poder oponer argumentos válidos a los tuyos, y tampoco desarmar tu argumentación, la mayoría de comentarios son un desfile de clisés ideológicos, arbitrariedades, analogías equívocas, suspicacias, prejuicios, contradicciones e impresionantes falacias. Y luego, finalmente, cuando la discusión está cerrada, la distorsión y el insulto.
He visto repetirse el fenómeno en los tres últimos post: el de la supuesta censura, el de lo "peruanazo" y finalmente éste sobre el obvio racismo (un racismo ni siquiera disimulado) del artículo de Hildebrandt.
No sé si te das cuenta de que tu blog es sintomático de lo que denuncias en el post como "peruanazo". La idea de que una persona que argumenta con lucidez necesariamente está estafándote. "¡Qué bien argumentado! ¡Dónde estará la trampa!" parecen decir, y por tanto dejan de lado tus argumentos y se dedican a busca la "trampa" en los motivos que te llevan a escribir el post o se colocan a sí mismos, con optimismo y autoindulgencia, en situación de "tablas" ("tú tienes tu opinión respetable y yo la mía") cuando lo que se discute no es una opinión sino una argumentación y como si cualquier opinión fuese, necesariamente, un argumento.
Definitivamente, usaré esos post y sus comentarios para mis cursos. Su valor didáctico es impagable.
Saludos y felicitaciones
IVAN
Recien leí el cuento que de Roncagliolo incluyeron en B39 y me impacto la escena en la que el protagonista, frustrado, iracundo porque le negaran la visa a EE.UU. y le dieran un servicio despersonalizado, deshumanizado y porque no, hasta racista, se queda mirando al empleado de la embajada gringa, que es negro, y piensa:
"En mi pais me estarías lavando el coche, conchatumadre"
Ironico, no?
El texto de Abelardo Sánchez León, desde luego, no tiene nada de racista si se lo lee con alguna atención. Sin embargo, tal vez si es, como se diría, temerario o descuidado al no tomar en cuenta, al hacer su comentario, que en el sentido común de mucha gente de cierto sector social existe una tendencia a asociar comportamientos “bárbaros” con, por ejemplo, el sector que décadas atrás se reconocía como “inmigrante”. A mucha gente de clase media alta, por ejemplo, le gusta mucho decir que “el pueblo no tiene cultura”, pero esa misma gente no llega a entender que no se puede hablar por teléfono en medio de un concierto o de una conferencia.
Tal vez Balo debió acentuar más, en vista de esa tendencia, que el comportamiento abusivo, desconsiderado y criminaloide que describe es una actitud transversal, es decir, que atraviesa todos los sectores sociales. Creo que el principio básico es: “cuídense de mí que yo voy a hacer lo que me dé la gana y no soy responsable si les pasa algo”. Ahí está el taxista, pero no sólo él, que ya no sofrena al llegar a un cruce sino que toca la bocina; el tipo que trae su taladro y se pone a hacer huecos en la pista para después taparlos él mismo pasando el sombrero; y, claro, en los barrios residenciales, esos letreritos que dicen: “Cuidado. Salen carros” donde han puesto puertas automáticas que se abren a la altura misma de la vereda. O sea, el que va a salir no tiene que fijarse si vienen peatones, sino que es el peatón quien tiene que estar preparado para saltar a un lado si súbitamente se levanta una puerta que lo puede golpear fuertemente. Antes había áreas de retiro obligatorias para puertas levadizas; eso seguramente existe todavía como norma, pero junto con alguna otra norma que las admite. Y esto viene a cuento porque, como se entiende del texto de Gustavo, por un lado está esta degradación profunda de nuestra civilidad ―y, como muchos, no veo por qué sería incorrecto señalarlo― y por otro lado, reforzándolo, está la protección de esas conductas por las autoridades y demás: por ejemplo, de pronto se extendió el hábito de poner rejas que impiden la circulación por ciertas calles en algunas zonas de la capital, lo que era ilegal; después, los municipios comenzaron a regular la instalación de esas rejas: algo así como normas de buena conducta para asaltar casas.
Es cierto que Hildebrand se refiere con desprecio a grupos raciales y Balo lo hace igual contra un grupo socioeconomico. Los dos sin embargo son miopes. La falta de civismo no es patrimonio de una raza o de los pobres, es un mal generalizado en el Peru.
Un "rico" o un "educado" no se orinara en las calles, pero igual dejara en claro su desprecio por el projimo y su falta de interes por un futuro comun como nacion.
El problema es como se trata este hechoo se enfrenta a alguien que no nos respeta. En el Peru desafortunadamente la respuesta parece simple: perdiendo el respeto por el irrespetuoso.
Me gusta leer tu blog Gustavo, pero hay algo de masoquista en hacerlo
Saludos
Un argumento siempre es una opinión. Lean a Perelman. Y ni siquiera eso. Lean Rorty, Brandon y toda la filosofía analítica. Cómo se nota que falta actualización académica.
Oye, Iván, también para tu clase:
Tradicionalmente, el conocimiento se ha formado a partir de juicios llamados verdaderos por las reglas que cumplían –silogística- o porque un objeto considerado externo a ellos servía como confirmación de su validez (teorías de la verdad como correspondencia). Pero ahora sabemos que las reglas y los objetos “externos” son producto de juegos del lenguaje. Dependiendo de qué juego del lenguaje se elija se puede elogiar a un juicio como un “argumento” o decir que es una mera opinión”. En realidad ello no depende de la naturaleza de las cosas o de un razonamiento, sino a cuánto estén dispuestas las personas a aceptar un juego del lenguaje o no. Pero ello no depende de un criterio exterior, objetivo o racional, porque ello supondría que existe un juego superior a todos desde el que juzgar y que se correspondería con algo así como el lenguaje de Dios. La aceptación o no de un juego se fundamenta en criterios ajenos a la razón discursiva: atractivo, practicidad, conveniencia, etc.
Hay otro comediante distinto de Stephen Colbert, un negro del que no me acuerdo el nombre aunque es muy famoso. Una vez le hicieron un gran homenaje en USA y el declaró: estoy seguro de que me tratarían con menos fervor si yo no fuera negro. Lo mismo habría que decirles a los “no racistas” en el Perú. Yo diría que todos sin excepción, puestos a elegir entre una mujer bonita pero de piel oscura (no de raza negra lo que está descartado) y una señora de las que no valen nada en Europa pero rubia y blanca, se casarían con la segunda. Hay mucha hipocresía y acomodo entre los “no racistas” peruanos, la cosa no les sale del corazón. Las mujeres, que creen ser sinceras, lo hacen mayormente por lujuria o algunas por timidez, al sentirse sin sus complejos ante los negros y en cuanto a los hombres, creo que no hay sinceros en mi país, lo que quieren es la apariencia de “superados”. En el fino fondo de las cosas todos tienen la lacra del racismo. Ni Balo ni Hildebrandt gastarían su viagra con una negra. Una cosa es el bla bla bla narciso y otra cosa es la vida real y concreta que se vive. En Venezuela, parece que esta lamentable realidad está en vías de esfumarse.
Anonimo de las 3:07:
Tu opinión está muy bien argumentada, pero como tu juego del lenguaje es ajeno al mío, todo lo que dices es una mera opinión, en consecuencia...
Pero fuera de bromas: es cierto. Lo que no comprendo es porqué lo dices con respecto a lo que dice Thays. No tiene caso decir que las opiniones son iguales a los argumentos. Tal vez lo sean, pero no podemos conversar ni discutir simplemente enumerando opiniones; sin una argumentación, no podemos comunicarnos.
Gustavo:
Recien puedo leer el post que dedicas a mi labor editorial y no me queda otro remedio que aclarar algunas afirmaciones que arbitrariamente se dicen en el mismo.
1. En primer término, para dejar en claro que tanto Carrillo como nuestro sello editorial no necesitamos “publicidad gratuita” para promocionar alguna de nuestras creaciones literarias, como lo ha sugerido un desubicado y uni-neuronal comentarista de tu blog. Por si no lo saben tus lectores, el libro de Carlos Carrillo va por la tercera edición (todas ellas agotadas) y nuestra editorial se prepara para publicar el décimo primer libro de su catálogo en el presente año.
2. En segundo lugar, cuestionas el hecho de que las personas que aparecen en la antología son las mismas que han firmado la carta de protesta contra la censura de Carrillo, ¿y cuál es el problema?, ¿hay que pedirle permiso a alguna instancia superior para firmar una carta de protesta? Cada persona puede expresar su parecer de la forma que crea conveniente.
3. Con respecto a la censura de la que fue víctima Carrillo en una libreria, tú afirmas que solo fue parte de la política de libre empresa de la librería, yo y un grupo de personas pensamos que fue una actidu que dejó mucho qué desear por parte de una institución que forma parte de un circuito cultural. No podemos dejar la cultura al arbitrio del libre mercado.
4. En relación con el término BIZARRO, dejemos a un lado las discusiones lingûisticas (sobre su origen italiano y el paso al francés y al ingles, te recomiendo que leas el diccionario de Coraminas, para que le aclares a tus lectores sobre la polisemia del termino a lo largo del tiempo), y pasemos a algo mucho más interesante:
Sobre el uso que se le está dando en el campo artístico a la palabra "Bizarro". Como tú bien sabes, en el plano del arte, sea literatura, pintura o cine, el termino "bizarro" hace alusión a una creación artística, que por su carácter de extrañeza, resulta siendo transgresiva, marginal y underground; por ejemplo: dentro de la producción cinematográfica, en la estética bizarra se encuentran aquellas obras raras, extrañas o simplemente diferentes, que llegan a convertirse en obras de culto. Me refiero a las películas de Ed Wood, a "Cabeza de borrador" o "Eraserhead" de David Lynch y "El Topo" de Jodorowsky. Y así puedo seguir ejemplificando en el campo de la pintura o la literatura, pero ese no es el fin de este comenario.
Ese es el sentido que le queremos dar a nuestra antología ABOFETEANDO A UN CADÁVER y que lo he aclarado en la presentación del texto, que tú te has molestado en recortar y solo presentar una parte de ella y no lo referente a la "aclaración" que se hace sobre el uso literario que hacemos del término y que todos los mortales entienden.
Espero que con esto quedé zanjado el tema y pasemos a discutir algunos temas de la coyuntura peruana que son mucho más importantes que la discusión sobre el significado de un término y sobre el uso que le da la gente y su variación en el tiempo.
Max:
En este blog ya se está discutiendo sobre "temas de la coyuntura peruana"; no es necesario que nos invites a hacerlo. De hecho, este post es sobre uno de esos temas, y no sobre tu editorial y su libro, así que, en la práctica, lo que estás haciendo con este comment es interrumpir esa otra discusión.
Por otro lado, mi post dejaba en claro que entendía que tú te referías a otra cosa con "bizarro". No me di la molestia de recortar nada de tu texto, como falsamente afirmas: tu texto completo está enlazado en el post.
Lamentablemente, no estuviste por aquí para responder las muchas preguntas que fueron formuladas en el post y en los comments.
Y el diccionario es el de Joan CorOminas. "CorAminas" son unas pastillitas que recomiendan ponerte bajo la lengua para aliviar el mal de alturas.
(Cualquier respuesta, agradeceré que se dirija al post pertinente).
En el “bizarro” planeta achatado del teclado, la A está en las antípodas de la O, por lo cual se puede deducir, “bizarramente” que un culturoso está fungiendo de culto.
Le doy ahora la razón al colombo-mejicano Fernando Vallejo, cuando se queja de que el castellano actual está “anglizado”. Lo que más lamentaría de esta invasión lexical, en relación a bizarro, es que la bonita palabra “bizarría”, tan aunada a la caballerosidad y arrojo heroico, se iría al carajo.
Asintótico:
Tienes razón, es una oponión pues, pero todo depende de tu gusto para conversar y de tu simpatía para redescribir aquella creencia que nos separa como algo que nos junta y que es ganancioso. Si no tienes ese sentimiento siempre consideras que una opinión no vale la pena de ser escuchada. O aun peor, pensarás que existen ciertas estrategias llamadas argumentos que pueden silenciar a tu interlocutor. Pero como bien se ha probado en este blog, se puede argumentar sobre un mismo asunto en sentidos contrarios, defender una causa o atacarla dependiende de a quienes involucre. Si se puede argumentar así, ello me parece la mejor sugerencia para abandonar la idea de insistir en argumentos. Más bien debiéramos compartir conversaciones en las que el objetivo no sea acabarlas a la brevedad con el triunfo del martillo, sino dilatarlas por nuestra inventiva, nuestra simpatía y nuestras inacabables discrepancias. Habría que pensar por un mandamiento simple: nadie debe pedirle disculpas tácitas o explicitas, incomodarse o siquiera sonrojarse por discrepar del administrador de este blog. Pero tampoco enfatizar en ello y reafirmar la amistad tras cada diferencia: ello indica que nos importan más los vaivenes del ego que la naturaleza de la discusión. Si nos comportamos así refrenamos nuestro ánimo de discutir. Y otra regla simple: no tachar, no menospreciar. Si una opinión es lo mismo que un argumento lo único que nos comunica es la simpatía y la persuasión y tachar y menospreciar habla muy mal de nuestra capacidad para vivir en sociedad, por lo menos en la democrática. Hay un texto inspirador en este asunto cuyo autore no recuerdo que se llama "Superioridad de la democracia sobre la filosofía"; yo insistiría en concluir en "Superioridad de la cultura sentimental sobre la argumentación".
Un saludo cordial
el articulo de Balo es absolutamente pertinente y pone el dedo en la llaga respecto al tema de la "canallizacion" de nuestra cultura, que mucho le debe tanto a los gobiernos que poco o nada han hecho por la educacion como a los medios, principalmente prensa escrita y television. Darle solucion al problema pasa, primero, por reconocer el problema, y esa es una cosa que nosotros los peruanos aun tenemos pendiente.
Thays ensena retorica? Deseo buena suerte a sus estudiantes, la necesitaran para discrepar sin ser ipso facto desestimados en un juicio sumario sin argumentaciones. Muy buena idea la del anonimo que sugiere leer a Perelman, y la de aquel otro que desmorona la supuesta observacion "superior" que asigna que es argumentacion y que opinion, sin sustentar esa distincion.
Cualquier persona medianamente informada sabe que un asunto puede ser abordado desde distintas perspectivas, y que seguir unicamente el juego discursivo que propone un posteante (aca Faveron) no es el unico modo "legitimo" de discutir. Hay presunciones, hiatos y tendencias persuasivas -juegos de lenguaje- que son ellas mismas pasibles de sospecha, critica o desmantelamiento.
Hola Asintótico: me acuerdo de algo que leí en un libro soviético hace muchas lunas. Decía que el avance de la ciencia es de un perfeccionamiento asintótico ilimitado. En cristiano pecador, que la ciencia será cada vez más perfeccionada pero nunca será perfecta. Lo digo porque eso de “La superioridad de la democracia sobre la Filosofía”, me suena a “praxis” maoísta o algo por el estilo. Simpático esa de “los vaivenes del ego”: si te la empara un culturoso, te la “bryceará” para escribirse una novela corta.
El tema tocado por Sánchez León es muy interesante. Me alegra que escriba sobre ello porque va a contracorriente de la celebración unánime que desde círculos intelectuales y artísticos se hace a lo que se ha llamado proceso de “cholificación”.
Sin duda hay mucho positivo en todo este bolondrón de cosas que se confunden cuando se habla de cholificación, desborde, conquista de la ciudad, cultura chicha, hibridación, etc. Pero también hay innumerables problemas urbanos con los que guarda relación. Fenómenos que merecen más atención. Especialmente el relajamiento de las normas de convivencia, me parece.
Lo malo es que Sánchez León desvía la discusión sobre el tema porque se expresa en un lenguaje prejuicioso y excluyente que acaba llamando más la atención.
Prejuicioso, pues describe a todo un grupo social, “los hijos del desborde”, como portador de cualidades negativas naturalizadas, y se preocupa de llamar la atención en que estén fuera de lugar, ocupando espacios que no les corresponden, “infiltrados”, dice.
Y aunque no lo escribe, él se encarga de dar las claves para identificar como personaje central de su diatriba al cholo (referencias a Matos Mar, Hijos del…, ). Y ese cholo es una mancha que se mueve. A su pesar.
Saludos
Lo de perfeccionamiento asintótico ilimitado es erl nombre técnico y muy académico wasp, para nada marxista o marxiano, de la propedeútica kantiana sobre la posiblidades futuras de crítica a la Crítica a la Razón Pura. Eso fue hace más de doscientas lunas. Kant parte del dato de una razón homogenea que conoce, pero, como ahora sabemos, esa razón no es homogenea, luego, undungún, se cayó todo.
aqui se ha estado diciendo que el problema se reduce a la viveza criolla y a nuestra tendencia a transgredir las normas de convivencia, y que eso es comun a todos los sectores sociales. Es cierto, pero no es solo eso, y coincido con Balo en decir que existe un vasto sector social que, ademas, ha hecho suyos (nadie le ha atribuido "cualidades negativas naturalizadas") una serie de principios y valores, un modo de vida lumpenesco, basado en la prepotencia y el abuso, como si a traves de ello ejerciera algun tipo de poder que le ha sido negado. los personajes a los que se refiere Balo en su articulo son precisamente la gente que caracteriza a este grupo social, al cual no pertenezco y con el cual no me identifico, el mismo sector que, ciertamente, suele decidir a quien favorece el voto en las elecciones. porque tanto miedo a denunciar lo evidente? aquello para lo cual no es necesario ser sociologo ni analista sino solamente tener ojos para ver?. Cuando el administrador del blog dice en el segundo parrafo del post que "una gran cantidad de peruanos, sobretodo de origen popular, clase media migrante y emergente... etc. y luego, "no se si hay muchos que se quieran arriesgar a decir que eso es falso" me parece que subestimo la hiprocresia - derivada de la correccion politica - de muchos comentaristas. Muchos SI se atreven a decir que eso es falso.
¡BATACAZO! Hugo Neira es un culturoso y no un culto. Lo sostiene el chato Hildebrandt hoy en su columna.
Hola 7:01 AM. Soy matemático y sé muy bien que el adjetivo “asintótico” (ojo: no hablo del sustantivo asíntota que es mucho más antiguo), viene desde el siglo XVII, anterior a Kant en cien lunas, pero lo que sé mejor aún, es que eso no tiene nada de “muy académico” porque forma parte del bagaje elemental de un estudiante pregraduado incluyendo bastantes de secundaria. Mi asociación estuvo en que el libro que mencioné era de la academia de ciencias de la URSS y no en la expresión citada. Me gustaría saber qué sentido darle a “wasp” en tu contexto, ¿es slang?.Saludos cordiales.
Erik, no crees que Sánchez León ni nadie haya atribuido a los "hijos del desborde" características negativas naturalizadas, pese a que en su artículo dice que son, entre otras cosas, "cabeza de pollo" y guardan un "odio escondido" presto a estallar (el resentimiento, viejo temor criollo, por cierto).
Bueno, quítale la palabra naturalizado si estorba (que pone énfasis en el tipo de descripción que se hace de grupos sociales, dándole caracteres inmóviles, como "ávaro", "ocioso", "inculto", "resentido", incluso positivos como "potente", "refinado", etc etc).
Describir de una manera tan gruesa a todo un grupo social, donde seguramente se mezclan diversos grupos con diferentes procedencias de clase o estatus o cultura, hace que se corra el riesgo de caer en generalizaciones prejuiciosas.
Y Sánchez León se queda chico si lo comparamos, digamos, contigo, que no les atribuyes caracteres naturalizados, sino principios y valores lumpenescos.
¿A quiénes? No a individuos o grupos que caen en conductas de riesgo, como se haría en otras circunstancias, sino a todo un grupo social de límites borrosos, que además es el que decide las elecciones (es decir, son los culpables de...) y con los cuales no te identificas. Lo que es más que evidente.
Sin embargo estoy de acuerdo contigo en que hay un sinnúmero de problemas que se han originado en las ciudades por este cambio de patrones de las últimas décadas. Y que aunque la llamada "cholificación" es en el último caso, un proceso democratizador, también ha debilitado diferentes órdenes normativos sin que se hayan propuesto aún otros que los sustituyan de modo eficiente. Por lo que las relaciones muchas veces parecen sumidas en el caos y la ley del más fuerte.
Y también estoy de acuerdo en que señalar estos problemas es mal visto, porque actualmente hay un gran consenso que celebra el Perú chicha, lo que sea que esto abarque.
Saludos cordiales
Erick: El administrador de este blog también dice:
"(Sánchez León) se siente seguro de escribir sobre un fenómeno social (evidente, por lo demás) sin ser tachado de racista, pero falla al no delimitar suficientemente cuál es el sector sobre el cuál escribe."
Los que conocen a Sánchez León o lo han leído varias veces podrán dar fe de que no es un racista; no es mi caso, debe no ser el caso de un montón de gente; yo no creo que Sánchez León sea un racista porque confío en la opinión del Morsa y de Faverón; pero si no fuera así, sólo tendría ese artículo para guiarme, y ese artículo es racista por las razones que pongo aquí. Me imagino la opinión de algunas personas que conozco: "¿Ves? Estos cholos brutos no saben comportarse, lo dice este pata, que es un intelectual conocido." Me podrás decir que esas personas no necesitas que un intelectual, aun por descuido, les dé razones para decir barbaridades; cierto, pero qué bien se sienten cuando tienen de qué agarrarse. Tal vez ese sea uno de los posibles beneficios de la corrección política: evitar que un intelectual conocido meta la pata así.
Por la opinión elogiosa de gente didáctica como Thays, mi estimado Faverón has terminado creyéndote todo un líder de opinión más calificado que el propio Hildebrandt.
Thays ensena retorica? Deseo buena suerte a sus estudiantes, la necesitaran para discrepar sin ser ipso facto desestimados en un juicio sumario sin argumentaciones. Muy buena idea la del anonimo que sugiere leer a Perelman, y la de aquel otro que desmorona la supuesta observacion "superior" que asigna que es argumentacion y que opinion, sin sustentar esa distincion.
Cualquier persona medianamente informada sabe que un asunto puede ser abordado desde distintas perspectivas, y que seguir unicamente el juego discursivo que propone un posteante (aca Faveron) no es el unico modo "legitimo" de discutir. Hay presunciones, hiatos y tendencias persuasivas -juegos de lenguaje- que son ellas mismas pasibles de sospecha, critica o desmantelamiento.
Anónimo de las 8:12
Estoy de acuerdo en la mayor parte de lo que dices. Pero los vaivenes del ego son ineludibles, por eso sí considero que a veces es necesario dejar bien claro que uno no está siendo agresivo con una determinada opinión, de modo que no se caiga en el malentendido de que uno quiere patear el tablero. Por lo mismo creo que sí es necesario reafirmar la amistad luego de una discusión acalorada. La amistad (al menos para personas privadas, como somos la mayoría) es más importante que ganar una discusión que no tiene un efecto real sobre nuestra vidas. Yo, en cuanto a diferenciar entre un argumento y una opinión, quiero dejar claro que, si yo digo "La Tierra es redonda" y no argumento mi opinión, ¿cómo quiero que mi interlocutor discuta conmigo, o siquiera respete mi opinión? Sería una consecuencia bastante obvia que me diga que estoy loco. También, si me ha entendido que he dicho "La tierra es cúbica", puedo hacer dos cosas: 1) Amablemente decirle que no he dicho eso, que por favor chequee bien el parrafo tal. 2) Revisar si por casualidad cambie el teclado a cuneiforme.
Otros anónimos: "Asíntótico" era el apodo que me pusieron las chicas de la clase de matemáticas. "Puedes acercarte a nosotras", me decían, "pero nunca tocarnos." Tal vez no pueda entender totalmente por qué una persona opina de un determinado modo, pero si trato de entender sus argumentaciones, quizás pueda acercarme a sus opiniones, aunque sea asintóticamente.
Recuerdo que viviendo en Suecia, un grupo de amigos peruanos y yo vendíamos artesanía y cantábamos en las noches música andina, o lo que sonara parecido, ahí conocimos aun activista sueco antiracista que nos acompañaba en nuestras pequeñas luchas y marchas, todo bien hasta que un wayki, bien andino, le comenzó a mirar el poto a las hijas, ahí se detuvo su antiracismo en seco y se alejó de nosotros, lo que quiero decir es que el racismo está latente en todos, en mayor en menor grado luchamos contra ese sentimiento, que creo natural, del rechazo al extraño, a veces vencemos a veces no, creo que el asunto tiene para muchos años, estamos en un proceso en el que nadie puede predecir lo que pasará...
Es que entonces no hay nada que se pueda de decir de un sector social sin caer en el prejuicio? me parece que en este caso se esta describiendo un hecho, un fenomeno social, como bien dice Gustavo, evidente. Quienes son los protagonistas de ese fenomeno? aquel sector popular de origen migrante y emergente, al que Balo se refiere como el "desborde popular", no se si sea necesario dar una definicion mas academica, pero si el propio Gustavo ha caracterizado a ese grupo emergente me parece que Balo no ha fallado en identificar al grupo al que se refiere sino todo lo contrario. por lo demas agradezco las aclaraciones.
lamento que el post haya dado lugar a una discusion paralela que nada tiene que ver con el post.
Tanto el artículo de Sánchez León, como el de Hildebrandt y tu post están empapados de asuntos raciales; sin embargo, éstos no obedecen claramente a una visión consensual, constructiva y (mucho menos) teóricamente vigente de la discriminación racial. Subrayo esto porque tengo la impresión de que las discusiones sobre racismo no sólo tienden a ser acaloradas, sino sorprendentemente improductivas. En relación a esto, ni el artículo de Sánchez León ni el de Hildebrandt explican algo concreto con respecto de los valores de los peruanos (y es urgente, por favor, comenzar a diferenciar a los limeños del resto de peruanos); sino presentan con dramatismo innecesario sus experiencias como ejemplos de los valores torcidos (o de la carencia de éstos) en nuestra ciudad. Ambos artículos son prescindibles, pues lamentablemente estamos estrechamente familiarizados con estas experiencias cotidianas, y no saltan de la denuncia superficial a la hipótesis ingeniosa y sólida que un columnista debería ofrecer.
Por otro lado, me parece necesario plantear el racismo como un problema estructural, y no como uno individual. Para entender el racismo, se debe entender lo que sugiere Anthony Giddens: las categorías individuales de intencional o no intencional no ayudan a entender las dinámicas del problema. No nos sirve de mucho saber si X o Y actúan de manera racista si sólo los evaluamos para juzgarlos. En cambio, nos puede servir tanto para relacionar sus actos racistas con los patrones preestablecidos –el racismo estructural– como para profundizar de qué manera se legitiman las reglas y los recursos raciales de la sociedad que mantienen vigente el racismo estructural (por ejemplo, tratar como inferior al indígena es un ejemplo de regla y ser relativamente más blanco que otro es un ejemplo de recurso).
Asimismo, el racismo estructural es unilateral: la pobreza y la falta de oportunidades de los grupos raciales sometidos son evidencia, consecuencia, y también causa del círculo vicioso de opresión. Apunto esto porque creo necesario diferenciar el racismo de otros tipos de violencia. No apruebo por ningún motivo la violencia por parte de, por ejemplo, un grupo de indígenas o mestizos hacia un blanco por el hecho de ser blanco; sin embargo, este acto de violencia no es un acto racista a pesar de tener significados raciales, pues esa violencia no genera consecuencias de opresión a los blancos al nivel estructural.
Es triste ver que aparentemente sólo incomodan de los artículos las expresiones usadas por sus autores en vez de la ligereza profesional para abordar los temas. E incomoda porque ambos han empleado expresiones polémicas con significados raciales. Obviamente, buscar el consenso en los mapas semánticos de esas expresiones es casi imposible; sin embargo, me atrevo a opinar sobre las frases de esos artículos que han causado revuelo.
Dentro del “desborde popular”, es decir el grupo de “el achorado, el informal de Gamarra, el comerciante de Mesa Redonda, el chofer de combi, el hincha de las tribunas populares… el sicario de los narcoterroristas” también están sus vecinos, y sus familiares, y sospecho que el “limeño ilustrado” (clase media o alta con formación universitaria) tiende a catalogarlos a todos como similares basado en el prejuicio. Este limeño desconoce que en esa “nueva clase emergente” muchas familias de ascendencia provinciana son aún bastante tradicionales y de modales conservadores o al menos de modales similares a los de las familias tradicionales de clase media, muchos de ellos ahora tercera o cuarta generación de inmigrantes provincianos. Este limeño quizá tenga algún pariente –abuela, tío – que viva en esos vecindarios, pero es muy probable que no tenga ahí a un amigo y mucho menos a un novia.
Asimismo, esta denuncia de los valores torcidos no considera ni a la clase media, ni a la clase alta, y sugiere tácitamente que ellos no sufren esta crisis de valores, de modales o de buen gusto. Yo crecí en un vecindario de clase media en el que tuve una adolescencia expuesta a una violencia similar a la que he visto más tarde en zonas peligrosas de distritos populares. Yo estudié en una universidad prestigiosa, y veía como los futuros tecnócratas –muchos ahora ejecutivos, consultores o analistas de éxito, y varios, mis amigos – se emborrachaban también con la misma cerveza al ritmo de harta huachafería, y se agarraban más tarde a puñetazos en las afueras de “La Granja Villa” porque simplemente se miraron feo.
Por otro lado, las expresiones de Hildebrandt –y ojo que ni lo conozco, y mucho menos lo admiro – no me parecen racistas. Hablar explícita e inequívocamente sobre razas no es necesariamente políticamente incorrecto (no niego que quizá la mayoría de veces lo sea), y no veo que mencione a Valdelomar o a Arguedas como la excepción de sus razas. Tú infieres que Hildebrandt asume que “hay indios, cholos y zambos que, nadando contra la corriente de su raza, alcanzan a ser admirables” y que “ya no hay indios ni cholos ni zambos admirables”; sin embargo, él afirma que conoce “a cholos dignos de cualquier principado”. Lo que me fastidia de esa expresión es la creencia que los principados son cunas de aristocracia y buen gusto, pero no veo en ésta algo de mala intención premeditada.
En suma, sí creo que Hildebrandt se mueve dentro de una matriz, pero (1) esa matriz –el racismo estructural – no es sólo de pensamiento, sino de reglas, recursos y actos racialmente discriminatorios; y (2) todos nosotros –Sánchez León, tú y yo – nos movemos dentro de esa matriz, pues hemos crecido en ella y nos hemos empapado de sus patrones consciente e inconscientemente. Asimismo, también creo que desentenderse de las canalladas “ajenas” nos pone en un pedestal que no merecemos. Quizá no orinamos en la vía pública, ni tiramos la basura en la vereda; pero eventualmente nos podríamos enfrascar en peleas ordinarias, quizá con el borracho que le dijo una grosería a mi esposa en el Parque del Retiro, o quizá defendiéndome con una silla al más puro estilo del lejano oeste en un restaurante miraflorino. Y estos ejemplos son benévolos al ser reacciones y no iniciativas propias, pues cada uno de nosotros lleva su propio inventario de majaderías entre nuestros recuerdos.
Dos puntos más por aclarar. Yo también considero que es necesaria la corrección política; sin embargo, no creo que la corrección política minimice el racismo. A lo mucho, podría provocar su mutación. Expresarse adecuadamente de los otros y ante los otros no necesariamente refleja un cambio de fondo, de profunda identificación con la humanidad al margen de sus diferencias raciales o de género; sin embargo, las expresiones peyorativas, las burlas, los chistes racistas, las discriminaciones inhumanas seguirán existiendo, sólo que entre grupos homogéneos y confidentes. Por ejemplo, dos gerentes blancos podrían decidir que no es conveniente contratar a X, porque es negro; y uno dirá que no le gusta trabajar con negros, y el otro lo criticará por ser racista, pero que igual no lo contrataría “porque el personal del área se sentiría desmotivado e incómodo cerca de alguien como él”. Asimismo, es necesario –aunque delicado – que se comience a hablar positivamente de razas en todos los ámbitos. Por ese lado, no me parece mal hablar de la negritud de alguien admirable; sin embargo, reconozco delicado hacer esto cuando el que lo hace recurre a la caricatura por ignorancia o por falta de tacto. Existe la necesidad de nutrir de significados positivos y distintos palabras tan complejas y polémicas como cholo o negro, así como de mantener vigente la discusión sobre nuestras diferencias. No vayamos a creer que porque no se escuchen chistes racistas en la televisión o porque ya no consideremos expresarnos peyorativamente de alguien como “cholo” (que lejanos se ven estos días) habremos solucionado nuestros problemas raciales más significativos, como sucede en Estados Unidos.
Por último, Gustavo, cada sociedad enfrenta distintos tipos de racismos. Decir que el racismo nada tiene que ver con el color de la piel es desconocer que la pigmentación es un recurso racial. En muchas sociedades, la tez clara ha sido un requisito para la integración de grupos diversos. Tu afirmación también desconoce que son los afroamericanos quienes menos beneficio han obtenido luego de invertir en educación en comparación con otras minorías en Estados Unidos.
Cordialmente,
Cristian Paredes
Asintótico:
1. En realidad, de lo que he dicho puede entenderse que no vale la pena dar explicaciones o que no se pueden fundamentar las afirmaciones. Solo quiero decir lo segundo. Porque fundamentar es acudir a algún tipo de hipótesis cuya fuerza proviene de alguna instancia no humana, ajena a la discusión. Por la experiencia de la historia y en mi opinión, eso es bien bravo de creer. En cambio, dar explicaciones es dotar de sentido lo quwe hemos afirmado en una serie de contextos que tienen que pasar desapercibidos al interlocutor, porque si no no habría nada que explicar. Proponer una afirmación que requiere explicaciones es proponer un juego del lenguaje para compartir. Pero opino que ese juego sería más util si los hablantes scaran la regla "Tengo un argumento y gané" por haríamos exactamente lo contrario a la aproximación asintótica al ideal del conocimiento, concepto entero del que yo estaba hablando y al que aludiste sin nombrar: estaríamos cancelando la oportunidad de conocer más allá.
2. Respecto de limitar nuestra reafirmación o de no las amistades en la discusión -los vaivenes del ego- me parece una cuestión saludable a emprender y ello merece explicarse. Desde luego, me gustaria que todos reafirmaran, mientras hablamos, las amistades de nuestros héroes: sean Kant o Newton, Hegel o Marx, Einstein o Heisenberg; las conversdaciones que emprendemos con frecuencia son continuación de algunos asuntitos que dejaron pendientes. Incluso señalar que la opinion de tal o cual amigo personal te convence por esto o aquello es "retejer" creativamente una inacabable conversación. Pero responder de manera aduladora cuando se ha concedido la victoria al oponente en una suerte de "pugilato" o manifestar de inmediato la adhesión al amigo interlocutor así no se haya llegado a una conclusión o no se haya conversado nada me parecen circunstancias puntuales que nos convencen de que no vale conversar sobre nuestros asutnos o héroes. Porque no importa lo que suceda: va a haber acuerdo: para qué discutió el "victorioso" si no lo necesitaba (puesto que no sucede lo que sucede cuando conversamos) o porque adherirse sino se ha discutido. Desde luego, podemos tener fe en nuestros amigos, pero ello es un juego distinto que el de la conversación que aqui planteo
Erick: Sí se puede. Hace un par de meses un pata me envió un artículo en el que hacía todo lo contrario, y le dije casi lo mismo, pero al revés: ¿Por qué identificar "chicha" sólo con su significado positivo, como si no tuviera el negativo también? El comportamiento del informal de Gamarra no sólo causa incendios, también permite crear riqueza que es lo que evita protestas como las que hubo en Venezuela hace varios años. Además, el "achoramiento" no es propio sólo del desborde popular; el "achoramiento" que usa una determinada forma de hablar, sí; pero la patanería también la cometen la gente de clase media y alta. Yo también he sufrido, aunque en un grado mucho menor, ese maltrato que cuenta Sánchez León, así que sé de lo que habla; pero se olvida él la parte en que en muchas otras ocasiones nos han tratado bastante mejor que al promedio sólo porque un montón de gente nos clasifica como "pitucos".
1.- De acuerdo. Pero ¿cómo hacemos cuando, por ejemplo, el debate es Darwinismo vs. Creacionismo? Uno puede ser todo lo tolerante posible, y también estar conciente de que el Darwinismo no es infalible y tiene áreas no explicadas, y que no hay verdades absolutas y que es posible que en un siglo se descubra que no era Darwin sino Lamarque el que tenía razón; pero aún así llega el punto en que a uno no le queda más remedio que decirle a un creacionista: "¡No seas necio, el creacionismo no es una teoría científica!"
2.- Exacto, algunas personas parecen pensar que para demostrar la amistad es necesario dejar por escrito que uno aplaude a sus amigos. En fin, no es tan grave.
Eso tambien es cierto, sin duda es un fenomeno complejo y se podria hacer un analisis mucho mas extenso del que permite este espacio, pero insisto en que ese fenomeno, que el articulo designa como "el desborde popular" y que se asocia con sectores populares de origen migrante y emergente, efectivamente se caracteriza por el irrespeto a las normas, la prepotencia, la vulgaridad, el egoismo extremo, la absoluta falta de conciencia respecto a los derechos de los demas, el afan por abrirse paso en forma tramposa y hasta delincuencial. Me parece que no es racismo reconocer y denunciar ese hecho y que mas bien deberia servir como un indicador de que algo anda mal y que por tanto es necesario impulsar programas educativos tanto a nivel de gobierno como a nivel de medios de comunicacion. Me resisto a pensar, como me parece que sugieren los comentarios de Jose Carlos y Cristian, que esas cosas se ven en todos los sectores sociales y por lo tanto el articulo de Balo Sanchez Leon es racista, porque entonces estamos en el Cambalache de Discepolo, (todo es igual, nada es mejor..) y, felizmente, creo yo, no es asi.
Sanchez León podrá haber escrito llevado por la emoción, pero ¿los editores no leen lo que los columnistas le envían?
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