13.1.08

Lee difícil (1)

Improbable campaña prolectura en Puente Aéreo

Hay dos ideas que, bien miradas, a cualquiera le deberían parecer contradictorias, pero que nos hemos acostumbrado a escuchar dichas por las mismas personas, como si fueran parte de un discurso enteramente coherente.

La primera es que la lectura es una actividad necesaria y estimulante, una apertura de fronteras, un reto, una forma de alimentación intelectual y espiritual no superada por ninguna otra, y, por eso mismo, un ejercicio que se debe propagar, publicitar e incentivar.

La segunda es que la literatura académica es gratuitamente compleja, que es aburrida, irrelevante, innecesaria, farsesca, farisea, poco menos que esotérica y por lo común oscura, hueca y ostentosa.


Superficialmente, uno puede conciliar la primera idea con la segunda: puedo abogar por la lectura en general pero a la vez desaconsejar cierto tipo de lectura en particular, una que considere inútil, engorrosa o poco productiva.

Pero cabe preguntarse: ¿cuál es la lógica de cantarle alabanzas al ejercicio de la lectura como estimulante de la creatividad o de la reflexión y, al mismo tiempo, volverse un militante contra el tipo de literatura que más explícitamente se inscribe --se produce, se consume-- dentro de las esferas intelectuales de una sociedad (como, por ejemplo, la academia)?

La lógica de quienes intentan esa conciliación suele sustentarse en una intuición paradójica (si es sincera o no, ya es otro asunto): primero se señala que la academia está desconectada del resto de la sociedad; que es, en la práctica, su apéndice inútil. De allí se pasa a proponer que se ignore lo que aquella produzca; lo cual, en la práctica, no es ningún tipo de solución al supuesto divorcio, sino la manera más radical de promoverlo o ahondarlo.

Algo así es lo que hacen quienes desconfían constante y casi sistemáticamente del lenguaje de la crítica literaria, de la psicología, de la sociología, de la antropología, etc. Desprecian la supuesta opacidad de sus jergas, el elitismo de sus temas, la aparente lejanía de sus preocupaciones.

El único detalle en el que no reparan es éste: quizá, dado el caso de que ellos no son expertos en esas áreas, es posible que la opacidad no sea tal; es posible, para decirlo con redundancia justificable, que sólo la especialización forme especialistas. (Yo no entiendo el alemán, pero no se me ocurre por ello acusar a los alemanes de oscurantistas, presumidos o discriminadores).


Pasa algo con quienes le tienen miedo a la complejidad y deciden agredirla, a veces en nombre de la libertad de consumo ("tengo derecho a preferir lo sencillo") o del puro y simple ánimo anti-intelectual: ocurre que detrás de su intento se esconde el peligro (seguramente inconsciente) de asfixiar la inteligencia de la propia sociedad al limitar y empequeñecer sus aspiraciones.

Aquellos que, siendo en la práctica intelectuales (periodistas, escritores, incluso maestros), y ocupando un espacio en el circuito de construcción social del saber (la prensa, las universidades, las ONGs, internet), desprecian el intelectualismo de la academia y cualquier forma de complejidad en las artes y las humanidades, están en la práctica proponiendo su propia medianía anti-intelectual como un sucedáneo blando y melifuo de intelligentsia. No están guiando, como suelen suponer, una rebelión contra la autoridad de ninguna élite; están propugnando la dictadura del desconocimiento.

De hecho, el fundamento de esa manera de pensar es en sí mismo una simplificación: se reduce a la oposición de lo "accesible" contra lo "difícil": eso es lo que pasa cuando alguien defiende la música pop
contra la clásica, o al "fantasy cómic" contra la sofisticación de otros géneros de la novela gráfica, o al cine mainstream contra el llamado "cine-arte"; es lo mismo que ocurre cuando alguien supone que para glorificar a Bukowski debe desvirtuar a Joyce y para coronar a Robert Rodríguez tiene que abominar de Bergman.

Es el mismo mecanismo argumentativo de quienes dirían que, para comprender la política peruana de hoy, leer a Aldo Mariátegui o rebuscar las columnas de chismes de los diarios o seguir el par de blogs inocuos y seudoinformados que se dedican a observarla es una práctica mucho más productiva que, por ejemplo, leer a Foucault o a Althusser o a Gramsci o a Roberto Schwarz.

Hay una sola observación inmediata que hacer a ese tipo de afirmación: antes de entender una coyuntura política particular, necesito entender el campo de lo político en términos más abstractos; para pensar, necesito un marco de pensamiento (coherente y del que yo mismo sea consciente). Si Aldo Mariátegui y los blogs van a constituir mi objeto de observación y mi marco de reflexión al mismo tiempo, las limitaciones de mi mirada van a multiplicarse hasta dejarme sin ninguna posibilidad de observación.

Claro, si quiero comenzar por leer a Foucault y a Althusser para luego pensar en Montesinos, la primera posible impresión es que estoy tomando un impulso demasiado largo para dar un saltito minúsculo. Si se trata de estar conectado, de evitar el elitismo, de pasar por alto las irritantes complicaciones de los teóricos, entonces quizás sea mejor empezar por leer la obra de nuestros políticos contemporáneos: los libros de Alan García, de Hermosa Ríos, etc. Pero, sinceramente, creo que tomar impulso de sobra es mejor idea que quedarse saltando adentro del charco.

(Continuará)

Fotomontaje gfp

27 comentarios:

LuchinG dijo...

1.- Pero si un doctor se pone a explicarme en alemán por qué me tiene que amputar la pierna, lo menos que puedo hacer es protestar. Su deber es explicarme en mi idioma qué es lo que cree necesario hacer; él es el experto, yo el paciente; no es mi deber aprender alemán, es el suyo explicarse en castellano. A menos, claro, que quiera quedarse en el laboratorio, donde sus "clientes" lo entienden.

2.- Tiene que haber otra forma además de tomar "el impulso de sobra". La democracia debería ser accesible a todos. Tal vez postular como norma un estilo con en que los columnistas hablan de lo que pasa en el momento, del chisme, y de las teorías en general al mismo tiempo, como en esos programas del Discovery (que no son la mayoría, por cierto) en los que explican la teoría de la evolución mientras ven el caso particular de un ecosistema. Lo mejor siempre será leer libros de divulgación científica, pero tomarse el trabajo de hacerlo depende demasiado de los gustos particulares de los lectores.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Estás partiendo de un error obvio, Luching. Estás asumiendo desde el saque que la jerga especilizada no es necesaria, que es una especie de ornamento. A la gente se le hace muy fácil pedirle a los críticos que sean precisos sin usar su propio lenguaje técnico; nadie le pediría a un químico que evite los nombres largos, ni nadie le pediría a un gasfitero que haga su chamba sin usar sus instrumentos.

La pregunta es qué cosa tienen los ingleses que pueden leer a Eagleton en la prensa, qué tienen los franceses que pueden convertir a Foucault en bestseller, qué tienen los eslovenos que pueden hacer de Zizek un autor popular, que no tienen los peruanos. La respuesta obvia es: una mejor educación; mi pregunta es si para lograr una mejor educación hay que exigirles a los intelectuales ser más "sencillos". Mi respuesta es que no.

Y mira una cosa: a pesar de que mi post no lo hacía, tú vuelves a poner las columnas de diarios como el espacio donde todo esto se pone en juego. Yo no estoy hablando de eso; o no sólo de eso; estoy hablando de los libros y los artículos especializados, que son el espacio natural de la academia, y que NO TIENEN POR QUÉ limitarse a ella.

Camilo Fernández Cozman dijo...

Hola, Gustavo: Yo creo que hay las ciencias humanas difieren un tanto de las ciencias formales y naturales. En las humanidades es, a veces, importante el uso de la jerga técnica, pero debe siempre justificarse. Creo que hay términos complejos de por sí, pero es importante que el intelectual defina todos sus téminos con la mayor claridad posible y no cae en el trabalenguas innecesario.

depeupleur dijo...

La literatura, académica o artística, es una forma de comunicación, o al menos así lo entiende el lector (aunque no siempre el escritor).

Es el deber del escritor ser tan transparente en su comunicación como su propósito lo exija. Faltar a este rigor es traicionar la razón intrinseca de ser de la literatura.

Haciendo punto y aparte de los lexicos y jergas especializadas, que nacen de la intersubjetividad que es en si misma el fundamento de la verdad científica y de la cual no queremos ni podemos dechacernos, el deber del que escribe es comunicarse claramente.

Tanto en las artes como en la academia existe dos malentendidos que hacen que esta exigencia sea sistemáticamente obviada por los que escriben:

1- Que el escritor es tan genial o importante que puede expresarse como le parezca y es deber del lector entenderlo.

2- Que parte del asunto de escribir es hacerlo de manera altisonante, barroca, llena de retruecanos u orscurantista, so pena de no parecer alcanzar cierto nivel de importancia.

Una es corolario de la otra y ambas derivan del culto a la presonalidad en las letras.

No importa el autor, importa la obra. Y la mejor obra es la que mejor comunica.

Daniel Salas dijo...

Hay una diferencia importante entre la opinión experta y la opinión no experta. El error en el que incurren los los "antielitista" y los "antiintelectualistas" me parece bastante simple: ellos reclaman que se escuche la opinión común PERO NO la opinión experta. Esto es lo absurdo.

Tomemos un ejemplo muy simple: el calentamiento global. A mí me parece que todos deberíamos tener una opinión al respecto. De eso no solamente no puedo quejarme sino que me parecería una muestra de que nuestra educación y nuestro conocimiento de temas actuales ha mejorado. Pero de allí no se deriva que los expertos no deban seguir estudiando el fenómeno con las herramientas más avanzadas y precisas que les ofrece su ciencia. La decisión sobre cómo entender el fenómeno y qué hacer frente a él no se puede agotar en la opinión de los que no somos expertos. Eso sería ridículo y anticientífico.

De la misma manera, me parecería genial que la mayoría de peruanos tengamos una opinión sobre la obra de Vargas Llosa, Vallejo o Arguedas, no importa cuán poco sofisticada sea. Cuando voy a ver una película, me gusta escuchar la opinión de los que la han visto y de mis amigos. Esto jamás ha significado que considere innecesaria y elitista la opinión de Federico de Cárdenas o Ricardo Bedoya. Los "antielitistas", pretendiendo ser democráticos, en la práctica quieren que todas las opiniones se escuchen, menos la de los expertos. ¿No es esto absurdo?

En un reciente debate con un filósofo reaccionario, se me acusó a mí y a otros de ser parte de un "cargamontón" y de ser "intolerantes" por el simple hecho de discutir ideas. Lo paradójico, es que el filósofo reaccionario estaba reclamando el volver a una sociedad en la que se deje de practicar la tolerancia.

Tenemos que quitarnos esa obstruyente valoración del debate. Si en una comunidad el presentar argumentos, pruebas y afinar conceptos críticos empieza a ser considerado "intolerante", quiere decir que estamos perdiendo el campo de las ideas y que nos estamos empobreciendo, mediocrizando. Es necesario combatir esa horrenda posibilidad.

Daniel Salas dijo...

Acabo de ver los comentarios de Camilo Fernández y Juan Murillo. En ese aspecto, sin duda hay que coincidir con que en todo trabajo crítico la claridad, la precisión y la información son tres elementos cruciales. La cháchara académica (en realidad, seudo-académica) debe señalarse y expurgarse. Ahora bien, curiosamente esta cháchara tiene cierta acogida, porque da la impresión de profundidad donde no la hay.

Camilo Fernández Cozman dijo...

Hola, Daniel: Estoy de acuerdo contigo, pero muchas veces observamos que, en la investigación literaria, la jerga técnica sirve para oscurecer más el sentido del poema de César Vallejo, cuando, en realidad, el investigador literario debería tratar de esclarecer un tanto el sentido del texto literario. Voy a poner un ejemplo: "Vallejo como paradigma", libro de Enrique Ballón (un investigador respetable, por cierto), ¿cuánto aprendemos de la poesía de Vallejo leyendo este volumen de Ballón? A veces, hay un desbarajuste, en la investigación literaria, entre el método (a veces, artificioso) y la pobreza de la hipótesis a las que se llega. Es como si usáramos un radar para captar el simple movimiento de una hormiga... No estoy en contra, por cierto, del surgimiento de una comunidad de expertos. Pero insisto que las humanidades (la historia, la literatura, por ejemplo) no son ciencias formales ni naturales. Un poema no se puede estudiar como se estudia una ecuación, por ejemplo.

Anónimo dijo...

En Educación lo que dice Gustavo tiene una expresión lamentable: muchos educadores nunca leen originales por considerarlos muy dificiles. Así, no leen a Piaget o a Vygotsky en sus escritos originales sino en fuentes secundarias, muchas de ellas de dudosisima calidad (he visto alguna vez un texto sobre Piaget tipo comic, con viñetas y dibujitos). Esto no hace sino malformar al educador, hacerle accesible solamente información sobresimplificada y reducirle a su minima expresión lo que debiera ser un ejercicio intelectual constante: la lectura y anañisis crítico de libros y artículos que son fuentes indispensables para su practica docente. Nada de esto ocurre, lamentablemente, por lo que denuncia Gustavo: no estamos acostumbrados a leer textos académicos (cháchras inútiles aparte, coincido con Camilo, Daniel y todos los que señalan esto), no tenemos herramientas cognitivas suficientes para procesarlos, y como reacción, simplemente los rechazamos. Es un fracaso educativo.

Anónimo dijo...

Opino que la exigencia de "adaptarse al sentido común" o "hablar claro" que suele hacerse a la academia es en realidad una manera de pedir qué de relevante tienen los enunciados que profiere. Una persona "común" escucha la prosapia y de inmediato le da curiosidad qué signfica; el mismo individuo lee un artículo académico que producen los mandarines de mi universidad y les interesa un pito. Ahora, el argumento que rechaza esa refutación "ad pitum" es que se trata del trabajo de un experto; yo quiero saber en qué es experto. Uno de mis mandamaces es experto en los poliritmos de Rubén Darío; qué interés o pertinencia tiene eso para el público de Sifuentes o del propio GUstavo (y pude poner expertos en cuestiones más perecejas)?. Y eso nos remite a un necsario excurso metadiscursivo sobre esta conversación: estamos hablando solo entre pinches expertos, porque esta conversación no interesa a nadie más. Expertos en nunca considerar el espacio público como parte de sus más intimas pulsiones vitales (aunque lo sea). Ello obliga no a darle la razón a los amigos de preferir la simplonería sino a discutir la necesaria reforma de la academia para que no se escude en ideales medievales de sabiduría algún dia aquilatada y se proponga no como el dinosaurio que sobrevive a la desaparición de los sistemas feudales sino como una voz afinada en el concierto democrático. Ello pasa, para los humanistas, por terminar con el mito de que su saber es gratuito, contemplativo, elevado o tiene los poderes subersivos de una experiencia mística personal

Anónimo dijo...

Yo lo veo de forma pragmática: dependiendo del campo en que se maneje el escritor, se hacen necesarias ciertas convenciones de discurso. ¿En una revista especializada, en un diario, en una charla con chicos de colegio? Depende de dónde estemos, de lo que queramos hacer con nuestras palabras.

LuchinG dijo...

Entiendo que tu queja va hacia los que son intelectuales "en la práctica" y desprecian el "intelectualismo", que es una actitud tan absurda como si Unger despreciara a la astrofísica. Mi pregunta es: ¿Cómo hacer para que los "Unger" de los diarios locales accedan a la astrofísica? Respuesta: Stephen Hawkins escribió "Breve historia del tiempo", que no resuelve todas las dudas ni te deja claro todo (yo tuve que dejarlo a la mitad) pero es algo sobre lo que puedes seguir avanzando. Por supuesto, eso no exculpa a esos periodistas, escritores o maestros. Si tu deber es saber algo, no es excusa que quienes lo saben no te la hacen fácil. Pero ¿no sería bueno que los intelectuales, CUANDO ESCRIBEN EN MEDIOS NO ESPECIALIZADOS, lo hagan con la sencillez que puedo ver en este blog? Por ejemplo, en la discusión entre tú y Jorge Frisancho sobre la poeta de la otra vez, el único término que tuve que buscar fue "Romanticismo", que yo supuse no tiene el mismo significado cuando dos expertos hablan sobre literatura que cuando escucho "Radio Felicidad". En internet buscar una explicación es fácil; en un dominical, yo esperaría que den una breve explicación. Otro ejemplo: Intenté leer lo que la Vaca Profana escribió sobre Toda la Sangre, y no pude. Saber si lo que dice allí es una sarta de incoherencias o un muy interesante análisis sobre la antología, está fuera de mi alcance. Pero se suponía que ese portal tiene columnas para un público no especializado.

Susana: ¿Te refieres a uno de esos libros "Introducción a...", que combinan texto y dibujo?

Anónimo dijo...

Una polémica similar, pero enfocada en el cine, se puede seguir en el Blog de Ricardo Bedoya, a propósito del caso de un crìtico que está organizando sorteos y promociones respecto de películas que supuestamente debería criticar:

http://paginasdeldiariodesatan.blogspot.com/

Anónimo dijo...

Luching: me refiero a libros pésimos y refritos, cualquiera que estos sean, cuya única "virtud" es que son sencillos de ller (o asi cree la gente. Hay "introducciones a..." que pueden valer la pena, no todas son malas. Lo que a mi me parece insostenible en un profesional es que nunca haya leido fuentes originales para autores clásicos. Esto es lo que muchas veces pasa, lamentablemente, en nuestras universidades.

Alexander Blog dijo...

uno de esos libros pésimos y refritos es el de Santiago Roncagliolo, "La cuarta espada". Si bien tengo que confesar que me gustó "Abril rojo", con este libro demostró que se puede hacer dinero sin escribir nada nuevo, y ni siquiera eso, sin haber leído la bibliografía mínima. Alguien dijo posmodernidad.

Stephan G. dijo...

Menudo debate. Para ayudar a avivar el fuego sólo se me ocurre recurrir a Derrida (otro apestado) que tuvo cosas interesantes que replicar cuándo le preguntaron algo similar a lo que rige esta conversación:

"Desde luego que los filósofos han de hacer todo por ser accesibles. Hay sin duda, y esto lo afirma la propia filosofía, un derecho de todos a acceder a la filosofía. Pero suponer que existe un modelo de inteligibilidad natural e inmediatamente dado a todos, en la calle, por ejemplo, en la prensa o en la televisión, es un engaño y a veces un hondo falseamiento. ¡Aun en la calle y en los medios de comunicación, el lenguaje en apariencia más accesible está marcado por tantos códigos, subcódigos, y, en consecuencia, por tantas exclusiones! Quienes exigen a los filósofos que «hablen como todo el mundo» deberían reflexionar sobre ello."

LuchinG dijo...

Claro que el lenguaje de la calle es prácticamente indecifrable, pero no sólo es porque haya significados que están cambiando constantemente o formas distintas de construir oraciones, es porque la gente se la pasa jugando poker todo el tiempo, es decir, se la pasa tanteando, no tratando de comunicar cosas en forma clara y por eso se pone a buscar significados ambiguos y formas de armar oraciones que les permitan tener una salida. Y en los medios de comunicación lo que se intenta es presentar un espectáculo, no revelar una verdad. No creo que esos dos sean buenos ejemplos de legítima poca claridad.

Anónimo dijo...

Coincido en que para conocer mejor el mundo hay que leer análisis serios, académicos, expertos y no quedarse sólo con lo superficial y fácil.

Pero en muchos casos lo académico ha tomado un cariz difícil-a-propósito, como si el oscurantismo diera mayor relevancia al análisis. Y suele suceder que el lenguaje más barroco es el que esconde un contenido más superficial. Imagino que es de eso que están hablando cuando se refieren a "chácharas inútiles", o, como les gusta decir a los alumnos "floro".

Por supuesto que explicar coherentemente una postura determinada requiere de escoger con cuidado las palabras, muchas de ellas no pertenecen al lenguaje "cotidiano" y por tanto se vuelven oscuras y complican la lectura académica. También es cierto que no debemos simplificar el lenguaje para hacerlo accesible a todos, sino lograr que todos puedan acceder al lenguaje complejo.

Pero no me gustan los académicos que creen que escribiendo difícil muestran que son más inteligentes. Término medio.

Anónimo dijo...

No he leido todos los comentarios, quizá esté repitiendo lo ya dicho. Una cita:

"Todo el significado del libro (se refiere al "Tractatus") puede resumirse en cierto modo en lo siguiente: Todo aquello que puede ser dicho puede decirse con claridad: y de lo que no se puede hablar, mejor es callarse.” (Wittgenstein, prólogo a su "Tractatus").

Una observación. Wittgenstein estudió y dominó ingeniería aeronáutica. Quizá por eso sentía que no necesitaba inventar jergas crípticas o difíciles para sentirse inteligente.

Nadie se sienta ofendido, no hay intención.

Luis Eduardo dijo...

quisiera conocer la opinión de Gustavo y de los demás comentaristas de su último post, respecto a la utilidad de los libros para "dummies" o principiantes. He visto en librerías libros de ese tipo que explican en un lenguaje más sencillo y con la ayuda de viñetas y cuadros sinópticos, las obras de varios pensadores del siglo XX. Incluso Hugo Neira los promovió, sin dejar de recomendar, luego de su lectura, que el lector se enfrente a las obras originales de estos lectores. Yo creo que sí son una buena guía de lectura, pero no son un reemplazo.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Buena pregunta, Luis Eduardo. A mí la colección "For Dummies" me parece en general aburrida. Pero la colección "Introducing", a la que se refirió antes Luching si no me equivoco, es muy muy buena.

Hay un prejuicio gigantesco contra el lenguaje de los cómics. La gente los sigue viendo como literatura para niños, "libros con figuritas", etc. Como todos los prejuicios, se basa en el desconocimiento: entre las mejores novelas de los últimos veinte años hay muchas que son, en efecto, novelas gráficas, y como he dicho varias veces, pocos libros he leído en los últimos tiempos que sean tan sofisticados, conmovedores e inteligentes como "Jimmy Corrigan, the Smartest Kid on Earth", de Chris Ware, que recibió el premio al libro del año de The Guardian y, simultáneamente, fue expuesto página por página en los muros del Guggenheim.

Un cómic-ensayo no tiene por qué ser para nada menos "profundo" y serio que un ensayo cualquiera. Lo que pasa, más bien, es que a veces un lector no entrenado en el lenguaje del cómic puede ser totalmente incapaz de percibir el sentido que las imágenes y su dinámica añaden al texto.

"Introducing", por otro lado, es exactamente eso: una introducción, no porque los cómics no sirvan para profundizar, sino porque ESOS cómics en particular están diseñados para familiarizar a un lector con un tema nuevo para él.

Anónimo dijo...

En su prólogo a los Cuentos de Voltaire, Jorge Luis Borges escribe:

"Una de las vanidades del vulgo y de las academias es la incómoda posesión de un vocabulario copioso. En el siglo dieciséis, Rabelais estuvo a punto de imponer ese error estadístico; la mesura de Francia lo rechazó y prefirió la austera precisión a la profusión de palabras. El estilo Voltaire es el más alto y límpido de su lengua y consta de palabras sencillas, cada una en su lugar."

No se dirá mejor lo que se dice ahí.

antoniotamariz dijo...

El problema podría pasar por estos dos puntos (no los únicos)

a) la poca capacidad de comprensión de nuestros compatriotas (ya saben los datos de UNESCO)

b) el afán de algunos intelectuales por usar el lenguaje formal en espacios donde predomina el público amplio. Intelectuales a quienes les favorecería tentar con el recurridísimo "esto quiere decir..." Unger y Brack son dos buenos ejemplos de especialistas que se hacen comprender.

Los que hablan “en difícil” gratuitamente nos hacen recordar la frase "si no puedo ser profundo al menos seré oscuro".

Un abrazo a todos

Anónimo dijo...

Susana: ¿por qué no escribes sobre eso en GCC?

Anónimo dijo...

Yo para promover la lectura de libros y con la otra finalidad de mostrar la prosa bacán de Faverón, pondré a continuación dos reseñas hechas por nuestro distinguido blogger, las coloco como ejemplos de claridad y buena expresión:
"Las noches de las mil y una noches de Naguib Mahfuz.
Por Gustavo Faverón.
Sherezade esquivó la tragedia de su destino al cabo de Las Mil y Una Noches, y salvó la vida al tiempo que concertaba un ventajoso matrimonio. Naguib Mahfuz, escritor egipcio que ganó el Premio Nobel de literatura en 1988, ha imaginado en esta novela insólita las noches que siguieron al indulto de la fantástica narradora y ha tejido una relación de hechos que reconstruye y, a la vez, desmitifica el mundo excesivo y tremendo de Simbad y Aladino, con sus genios, sus asesinos sanguinarios y sus gobernantes abyectos. Simultáneamente, el libro consigue formular una metáfora del mundo árabe contemporáneo, arrasado por intereses voraces y entrampado en su propia violencia. El riesgo mayor de Mahfuz reside en la responsabilidad de intentar una vuelta de tuerca sobre una obra tan crucial como Las Mil y Una Noches; su victoria es lograrlo y, además, conservar un hálito mágico constante a lo largo de esta ambiciosa novela.
El reino del caimito de Derek Walcott.
Por Gustavo Faverón.
La poesía de Derek Walcott es un terreno en el que conviven la tradición anglosajona de síntesis y coloquialismo, la de Pound y Ginsberg, con la sosegada espiritualidad de su origen antillano. Walcott, también ganador del Nobel, nació en Santa Lucía, y el Caribe está presente en cada uno de sus versos, no sólo en el carácter evidente de sus referencias a mares y árboles y naves fantasmagóricas, sino también en la intromisión de su convulsa vida política ("una mañana el Caribe fue parcelado por siete primeros ministros que compraron el mar en rollos"). Hay un cierto romanticismo que atraviesa estos diez largos poemas, apenas matizado por el ardor de la observación social, pero es en la unión de ambos elementos donde se origina la sensación final de pasión controvertida por la tierra: "si amar estas islas ha de ser mi cruz, de la podredumbre mi alma remontará el vuelo". Un libro precioso, impresionante."

Anónimo dijo...

a mi me gusta como escribe GFP, no tengo un gran background pero por decirlo de alguna manera puenteaereo casi siempre saca bien...

Anónimo dijo...

A mí también me gusta lo que escribe GFP. Su estilo es, como le gusta decir a Thays, contundente. Cuando explica un tema parece estar siempre diciendo algo, no floreándose. Ahora, si realmente está siendo original, preciso u objetivo, eso es otro asunto; para saberlo, necesitaríamos ese background que mencionas.

Anónimo dijo...

Ojo, yo no pretendí ser irónico cuando dije que la prosa de Faverón me resulta bacán; yo creo que tiene esa característica su estilo además de la claridad y contundencia señalada por otro comentarista. Ahora bien, eso no me impide discrepar en algunas ocasiones con su discurso o mensaje. Si yo coloqué dos reseñas -ejemplos de claridad- fue para promover modestamente la lectura y comprobar que se puede expresar sin tanto perogrullo o floro...