12.2.08

El mundo contra mi país

Sobre dos conceptos y una oposición simplificada

Hay muchas maneras posibles de aproximarse al tema de las literaturas nacionales. Uno que no tiene sentido es asumir como postura la idea de que no existe nada que podamos o debamos llamar literatura nacional.

La posición de quienes reducen el debate a una oposición simple (literatura mundial versus literatura nacional) no es útil porque niega una larga cantidad de realidades evidentes: que la literatura es una construcción cultural; que la historia de la literatura es una construcción cultural; que la edificación de los cánones literarios es una construcción cultural; que la literatura, la historia literaria y los cánones literarios tal como los conocemos han sido todos construidos dentro de paradigmas románticos y post-románticos de tradiciones nacionales, concebidos dentro de un conjunto de visiones del mundo (los diversos marxismos, socialismos, liberalismos) en los que la literatura es ante todo una reconstrucción y un diagnóstico de nuestras sociedades y nuestras sociedades son entendidas, queramos aceptarlo o no, como estados nacionales.


Entiendo que cuando se presenta el asunto de la literatura mundial y las literaturas nacionales como una oposición, lo que se quiere oponer son estas dos concepciones: una que ve la literatura como un solo océano ecuménico al que derivan miles de corrientes diversas, que lo alimentan y unifican. Otra que la comprende como una serie de hilos independientes, que sólo ocasionalmente se cruzan y convierten en un tejido compacto, para seguir luego su camino en direcciones distintas.

La oposición no tiene sentido en esos términos. No existe una tradición literaria que sea inmune a la influencia de otras (de otras lenguas, por ejemplo); pero tampoco existe una que no sea autorreflexiva, que no se establezca como una constante inspección de sí misma, o que ignore su propia historia, su propio origen, su propio camino previo. La discusión, planteada de esa manera, y específicamente para los casos latinoamericanos, dejó de tener sentido por lo menos cinco décadas atrás, cuando Borges escribió "El escritor argentino y la tradición".


La tesis de Borges, sin embargo (la noción de que las tradiciones literarias periféricas se construyen en el vaivén entre la conservación o la invención de lo propio y la apropiación y rerracionalización de lo ajeno), comete un pequeño exceso cosmopolita. En efecto, un escritor peruano, como querría mi amigo
Iván Thays, puede apropiarse de Cees Nooteboom o de Leo Perutz, digamos, pero jamás, lamentablemente, podrá hacerlo como lo hace un holandés que encuentra en Nooteboom los miles de curvas y desvíos y dobleces que a nosotros se nos escapan, o como un judío praguense lo logrará con Perutz: nuestra lectura puede ser igualmente apasionada y no menos interesante, no menos cómplice, no menos ilustrada, pero no será similar, y esa disimilitud tiene que ver con la historia, la lengua y el sentido de comunidad que nosotros no compartimos con esos autores, no importa cuánto nos cueste aceptarlo: esa diferencia es lo más cercano que podemos descubrir a un rastro de la existencia tangible de eso que llamamos literatura nacional.

Sin embargo, dije al principio, no se trata de nada más que una construcción cultural: los griegos no concebían su literatura como literatura griega, y ciertamente aunque el mismo Cervantes pudiera entender la importancia de su teatro como instrumento de cohesión comunitaria hispana, y aun cuando él mismo se decidiera a historiar la dramaturgia española, aun así no concebía su propia tradición como definida por las diferencias con otras.

Quienes hablan de la literatura mundial como una suerte de estadio superior de lo literario, superior al estrato menor de lo nacional, parecen suponer que en verdad podemos volver a esa época, como si los siglos mediantes nunca hubieran sucedido: no es así.
Cualquier cosa que queramos llamar hoy "literatura mundial", no podrá ser otra cosa que algo constituido por la diversidad de las muchas literaturas nacionales. Porque ya es simplemente inevitable: todo lo que llamamos literatura contemporánea ha sido escrito dentro del marco intelectual de las literaturas nacionales: Vargas Llosa escribió con Flaubert en la cabeza pero el gran interlocutor de toda su obra literaria ha sido José María Arguedas, y eso no es una simple casualidad.

Borges
no regresó sobre Sarmiento y Hernández y Lugones una y otra vez por un capricho del azar. Paul Auster no reescribe infinitamente los cuentos de Hawthorne por una extraña coincidencia. Y sospecho que la llamada literatura postmoderna no es menos nacional, sino nacional a la enésima potencia: Piglia es la eterna revisión de Macedonio Fernández, Bolaño está obsesionado por resolver el trauma de la censura fascista en las letras chilenas, a Rushdie lo persiguen los fantasmas de los miles de divinidades convulsas y contrapuestas de su infancia y de la literatura de su tierra.


Son doscientos años durante los cuales la literatura ha sido comprendida como un instrumento en la construcción de las nacionalidades, un recipiente para la fragua de las identidades, un microcosmos para estudiar, proponer y observar los procesos de formación nacional. Y no son sólo los críticos y los intelectuales quienes han hecho eso: también los escritores. Todo ese marco de concepciones es lo que llamamos literaturas nacionales: no desaparecerán con sólo desear que nunca hubieran existido.

En días recientes se ha venido hablando de ese tema en relación con otro: el de la representatividad de ciertos escritores con respecto a la literatura nacional peruana. Que el asunto persista es curioso: quiere decir que, en pleno proceso de formulación del concepto de literatura mundial, hay quienes ven como crucial el paso más elemental de la noción romántica de las literaturas nacionales: la importancia de la literatura como invención identitaria.

Porque algo que ya debería estar claro a estas alturas es que las literatuas que se reclaman como "genuinamente nacionales" no son las que mejor retratan a una nación sino las que más se empeñan en inventarle una identidad a esa nación. Y que la forma más común y frecuente de inventar una identidad es levantando fronteras que la limiten. "Nosotros somos más genuinamente peruanos que ellos" no es una proposición que describa el resultado de una observación: es un programa construido para desplazar a los otros, para segregarlos y colocarlos fuera del terreno que se propone como propio.


El poder de las ideologías es inmenso, claro. La concepción romántica de lo nacional es una de las construcciones ideológicas más dominantes de nuestro mundo. Su poder en la esfera literaria es casi infinito. Eso es lo que hace que libros que nadie lee sean considerados fundamentales en una tradición o en un canon. La Nueva crónica y buen gobierno de Guamán Poma quizá no haya sido leída de cabo a rabo por más de cien personas en este planeta (lo digo en serio), pero cualquier crítico literario dirá que es uno de nuestros libros claves: lo es porque la crítica lo ha convertido retrospectivamente en un eslabón importantísimo de eso que muchos quieren llamar la forja de la identidad peruana, nuestra tradición.

Eso no va a desaparecer en el aire sólo porque un día decidamos suponer que las literaturas nacionales no existen: existen tanto como la literatura mundial: son conceptos, y son válidos en la medida en que un sistema de pensamiento los sostenga. Dejarán de ser cruciales cuando no sirvan a ningún propósito. Sospecho que ninguna de las dos ideas desaparecerá pronto: son primas hermanas; ambas suponen a la literatura como reflejo o emanación de una sociedad, sólo que una piensa a los estados-nación como cifra de esa sociedad y la otra supone un mundo "globalizado" en lugar de estados-nación. Sin embargo, paradójicamente, también la noción de "literatura mundial" o "globalizada" está, como la otra, hecha de límites, fronteras y segregaciones. Y no me refiero solo al hecho evidente de que casi cualquiera que habla de literatura mundial se refiere solamente a la literatura occidental comerciada en circuitos transnacionales, como si en efecto el mundo fuera un local de Barnes and Noble.

Me refiero también a otras cosas, más cercanas: si los "genuinos peruanos" desacreditan la "peruanidad" de los otros, los otros a veces parecen pensar en la "gran literatura mundial" como un estamento superior, supremo, al que los meramente locales no son capaces de acceder. Como si las literaturas nacionales fueran la Copa Perú y la literatura global fuera la Copa del Mundo, y solo algunos magníficos talentosos fueran capaces de calificar a ella. Arrogancia absurda, sin duda; el talento de los escritores es un factor entre miles para el éxito comercial de un libro en el mercado.


¿Cómo se supera eso? Quizá la idea de pluralidad, a la que aludió Iván Thays días atrás, sea más crucial y necesaria de lo que algunos parecen pensar. O quizá nada de eso termine hasta que no termine la época de las naciones (o la época del mundo).

10 comentarios:

LuchinG dijo...

Por supuesto que no es una casualidad la interacción entre MVLl y Arguedas. Puedo suponer que también ha ocurrido algo como eso entre escritores checos y eslovacos y entre bolivianos del este y bolivianos del oeste. Nada de eso define la existencia de una nación. Estado no equivale a Nación de la misma forma como Matrimonio (así sea por la ley de dios y con hijos, nietos y bisnietos) no equivale a Familia.

“Borges no regresó sobre Sarmiento y Hernández y Lugones una y otra vez por un capricho del azar. Paul Auster (...)”

Me pregunto: ¿Deberían haberlo hecho? ¿Qué tal si se decían: “nacer dentro de un matrimonio con hijos es un capricho del azar, busquemos una familia que nos acomode”?

“Son doscientos años durante los cuales la literatura ha sido comprendida como un instrumento en la construcción de las nacionalidades, (...). Y no son sólo los críticos y los intelectuales quienes han hecho eso: también los escritores. Todo ese marco de concepciones es lo que llamamos literaturas nacionales: no desaparecerán con sólo desear que nunca hubieran existido.”

Las naciones tampoco aparecen sólo porque un puñado de personas se rompió el lomo durante 200 años construyendo un canon que a muy pocos les interesa. Dos milenios de encíclicas papales tampoco ha logrado que los actuales “católicos” sean menos paganos. Peor aún: siempre he pensado que una de las razones por las que lo que decía MVLl en sus novelas me era tan fácil de escuchar, era porque el pata vivió a diez cuadras de mi casa. ¿Qué pasa entonces con el montón de alumnos de mi colegio que vivían incluso más cerca de Porta y no aguantaban ni tres párrafos de Los Cachorros? ¿Hay correspondencia entre aquello que llaman “literatura nacional” y “nación”, incluso dentro de algo que podríamos decir que es una verdadera nación? Del lado de los que crean el canon, podríamos suponer que lo intentan; pero del otro, del de esa supuesta nación, lo máximo que veo es la necesidad de que Marito meta un gol en Suecia el próximo año.

“El poder de las ideologías es inmenso, claro. La concepción romántica de lo nacional es una de las construcciones ideológicas más dominantes de nuestro mundo. Su poder en la esfera literaria es casi infinito.”

Y por eso estoy más que seguro que nadie me va a dar la razón en esto.

“O quizá nada de eso termine hasta que no termine la época de las naciones (o la época del mundo).”

¿Vienes a tiempo para el próximo corso de Wong? Este año yo no me lo pierdo. (Traducción: ¿Cuánto tiempo le quede a la época de las naciones? Sospecho que no demasiado.)

Anónimo dijo...

hola Gustavo. Me pregunto cuánto tiene que ver con tu buen post el que un escritor peruano diga esto:

"LA MUCHACHITA TRISTE DE LA HISTORIA

Hace muchos años, en una entrevista que me realizaron, me preguntaban qué opinión tenía sobre la narradoras peruanas recientes y, muy suelto de huesos, respondí: la única narradora peruana que conozco es Carson McCuller.
(:::)
(:::)
La balada del café triste es una de aquellas novelas que una vez terminada de leer uno ya no es el mismo."

Gustavo, sobre todo si tomamos en cuenta que justo ahora es cuando más narradoras peruanas tenemos, y por supuesto pensando en lo significativo que es que el autor del comentario, Max Palacios, diga que "La Balada del Café Triste" es una novela, cuando todo el mundo sabe que es un famoso libro de cuentos. ¿Lo habrá leído?

Sería lamentable que censuraras este comentario solo porque ahora Palacios es parte del Proyecto Quipu.

Fernando Velásquez dijo...

Menudo tema con el que temes, Gustavito. No sé si la expresiónde mi razonamiento sea convincente, pero ahí va un apretado resumen. Durante la Edad Media, Europa se las arregló para rescatar una idea de universalidad heredada del Imperio romano. Esta se puso en cuestión con la Reforma. No hablo solamente de ideas, sino también de los procesos políticos que se desencadenaron. La traducción de la Biblia al alemán fue un gesto decisivo, que le dio un gran impulso a los particularismos que se enfrentaban al Imperio romano-germánico, título que en ese momento le correspondía al rey de España, Carlos (I, V, en todo caso, de Habsburgo). La Contrarreforma es un contraataque universalista, apoyado en la expansión real del Imperio. La historia europea/universal se define en estos años en gran medida por estas luchas. La revolución francesa supondrá otro momento en el que el universalismo y el particularismo nacionalista vuelven a ir juntos, sin que sea claro muchas veces dónde acaba uno y empieza el otro.

La revolución francesa es una revolución burguesa, y una de las herramientas de la burguesía para su entrada en la escena política es una práctica cultural que, utilizando una palabra muy vieja y hasta entonces imprecisa, se define entonces vía la construcción de una esfera pública. La palabra es "literatura". (Para hablar de textos con valor estético se utilizaba el concepto de "bellas letras".) La literatura tal y como la conocemos en la actualidad es, al igual que nación y estado, un concepto moderno. Estos tres conceptos son interdependientes, y si sometemos a análisis uno de ellos, nos veremos obligados a hablar de los otros dos. La literatura nace en plural, y con gentilicios: literatura francesa, inglesa, española... Es un proceso europeo-como europeo sigue siendo el horizonte universalista que define la expansión mundial. Es universal y particular al mismo tiempo. De ahí que sea tan elusivo y complejo. De ahí que sea tan difícil definir la literatura y tan fascinante tratar de hacerlo. Y de ahí también que sea tan complicado abrir el concepto a tradiciones fuera del ámbito europeo. Sería bueno no perder de vista que cuando hablamos de literatura peruana (o ecuatoriana, o mexicana), nos estamos posicionando en este horizonte europeo de pensamiento. Un horizonte complejo, complicado y tan "nuestro" como el de las culturas con las que los europeos se encontraron al salir de su continente.

Anónimo dijo...

Como siempre, los posts más interesantes no tienen respuesta. Este blog debería publicarse en otra blogósfera. Saludos como siempre, Gustavo

Anónimo dijo...

excelente post!

pero como dice esteban, los mejores post no tienen comentarios.
quizá la blogósfera anda muy ocupada con todo ese asunto de san valentín.

saludos

LuchinG dijo...

Por supuesto que no es una casualidad la interacción entre MVLl y Arguedas. Puedo suponer que también ha ocurrido algo como eso entre escritores checos y eslovacos y entre bolivianos del este y bolivianos del oeste. Puedo suponer incluso que MVLl y Arguedas dialogaron con una intensidad especial porque se sentían "peruanos". Pero nada de eso define la existencia de una nación. Estado no equivale a Nación de la misma forma como Matrimonio (así sea por la ley de dios y con hijos, nietos y bisnietos) no equivale a Familia.

“Borges no regresó sobre Sarmiento y Hernández y Lugones una y otra vez por un capricho del azar. Paul Auster (...)”

Me pregunto: ¿Deberían haberlo hecho? ¿Qué tal si se decían: “nacer dentro de un 'Matrimonio con Hijos' es un capricho del azar, busquemos una familia que nos acomode”?

“Son doscientos años durante los cuales la literatura ha sido comprendida como un instrumento en la construcción de las nacionalidades, (...). Y no son sólo los críticos y los intelectuales quienes han hecho eso: también los escritores. Todo ese marco de concepciones es lo que llamamos literaturas nacionales: no desaparecerán con sólo desear que nunca hubieran existido.”

Las naciones tampoco aparecen sólo porque un puñado de personas se rompe el lomo durante 200 años construyendo un canon. (Dos milenios de encíclicas papales tampoco ha logrado que los actuales “católicos” sean menos paganos.) Tal vez haya influido en los intelectuales, políticos, dirigentes, etc, pero del lado de esa supuesta nación, lo máximo que veo en común es la necesidad de que Marito meta un gol en Suecia este año. (Aclaro que si hay algo que no soporto es a un hincha.)

"(...) nuestra lectura puede ser igualmente apasionada y no menos interesante, no menos cómplice, no menos ilustrada, pero no será similar, y esa disimilitud tiene que ver con la historia, la lengua y el sentido de comunidad que nosotros no compartimos con esos autores, no importa cuánto nos cueste aceptarlo: esa diferencia es lo más cercano que podemos descubrir a un rastro de la existencia tangible de eso que llamamos literatura nacional. "

Siempre he pensado que una de las razones por las que me es tan fácil de escuchar lo que cuenta MVLl es porque él vivió a diez cuadras de mi casa. "Los rios profundos", en cambio, podría haber sido escrita en Noruega, y no creo que hubiera aburrido más. "Redoble por Rancas" me está gustando un montón, pero ¿la disfrutaría menos si fuera colombiana? Creo que yo y muchas personas de esta ciudad podrían llegar sentir el mismo apego por esta novela que el que sienten por "Cien años de soledad". Muchas otras, probablemente hijos y nietos de inmigrantes de la sierra central, van a sentir esta historia como propia. De la misma forma, muchos otros hijos y nietos de inmigrantes de la sierra central sentirán que entre ellos y sus abuelos hay una distancia tan grande como entre ellos y los noruegos. (A propósito, blog de Rancas: http://sanantonioderancas.blogspot.com).

Si a este canon lo quieren llamar "canon peruano" a falta de un mejor nombre, no me opongo. Si alguien quiere ir un congreso de escritores y tiene que decir que está asistiendo en representación de "Perú", por mí no hay problema. Que le sugiera a mi sobrino que lea Tradiciones Peruanas porque es SU literatura, imposible.

Anónimo dijo...

Muge la tierra y pare un burro. Es decir, hay un esfuerzo conceptual interesante y discutible sobre la oposicion literatura nacional versus cosmopolita o globalizada, pero el al final toda la estrategia retorica funciona como un pantallazo, un flash interesante a fin de reivindicar algo indiscutible y cuasi absoluto: el rebuzno del pollito eurocentrico: "pluralidad!"

Anónimo dijo...

1y26:

Opino que empinas inopinada opinión. Recomiendo remiendes remedo de razón.

Anónimo dijo...

"Eso no va a desaparecer en el aire"
"El poder de las ideologías es inmenso"
"enésima potencia"
"océano ecuménico"
"pequeño exceso cosmopolita"

tio no es por nada pero que feo escribes.

Anónimo dijo...

"Tío" es que con tilde, después de "tío" viene coma, después de "nada" viene coma, "qué" es con tilde. Qué bestia eres, anónimo.