30.3.08

Es facho pero es bueno

Hitchens sobre Moody sobre Pound

En una reseña publicada en The Atlantic Monthly, el siempre discutido y discutible, pero también siempre interesante Christopher Hitchens comenta el reciente libro de A. David Moody titulado Ezra Pound: Poet, Volumen I: The Young Genius, 1885-1920, primera de dos partes que conformarán este complejo estudio biográfico de Pound a cargo del profesor emérito de la University of York, reconocido desde hace años, entre otras cosas, por un tomo previo: T.S. Eliot: Poet.

Aunque el libro de
Moody es sobre todo una revisión de los años iniciales de Pound, su juventud y su viaje a Inglaterra (es decir, también, los años inciertos de su primera cercanía al fascismo y a otros proyectos radicales de la época), la reseña de Hitchens está claramente inclinada a leer el libro como una suerte de arqueología del antisemitismo de Pound, que estallaría en años posteriores, casi al mismo tiempo de la transformación de su poesía en cada vez un tanto más panfletaria y de su personalidad en cada vez un tanto más excéntrica e inestable.

Hay una suerte de principio ético-estético cada vez más dominante, según el cual un escritor debe de ser siempre valorado por las victorias de su arte aún cuando discursivamente, en sus estratos ideológicos, su obra sea el lugar de reunión de las ideas más abyectas (o al menos de lo que uno juzga como ideas abyectas). La enésima recuperación de Céline y la primera recuperación de los fascistas españoles de los años veintes y treintas, por ejemplo, serían casi imposibles sin esa noción.

Se me ocurre, sin embargo, que el asunto no puede nunca ser tan sencillo: es difícil para mí comprender cómo podría uno apreciar y estimar la poesía fascista sin apreciar necesaria y simutáneamente, y acaso involuntariamente (que es como se aprecian todas las cosas), ciertos rasgos inherentes al fascismo propiamente. Después de todo, el fascismo es también una teoría estética, no sólo una ideología o un conjunto de programas políticos. Ya hace años, en el primer capítulo de su libro
The Modernism of Ezra Pound, Martin Kayman se preguntó al respecto: ¿cómo es posible que nos guste la poesía fascista y por qué tantos grandes poetas occidentales son fascistas?

Quizá, al menos en el caso de la poesía de
Pound, la respuesta la termine encontrando en un libro que quiero empezar a leer en estos días: Pound in Purgatory: From Economic Radicalism to Anti-Semitism, de Leon Surette. Lo que está muy, pero muy claro, es que quienes patean el tablero ante este tipo de interrogantes, y se van por la tangente con respuestas del tipo: "lo importante son las virtudes literarias de una obra, no las cosas extraliterarias", están básicamente haciendo una exhibición de ignorancia ante una de las certezas más primarias de la literatura; a saber: que cualquier cosa que llamemos "lo literario" no es jamás extraideológico.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y quién ha dicho que hay algo "extraideológico"? solo opinan los creadores que lo estético es más importante que lo ético en artes.

Anónimo dijo...

"es difícil para mí comprender cómo podría uno apreciar y estimar la poesía fascista sin apreciar necesaria y simultáneamente, y acaso involuntariamente (...), ciertos rasgos inherentes al fascismo propiamente."

¿Apreciar significa "juzgar", "percibir" o "admirar"?