11.9.08

Once de setiembre

Todos los crímenes son destestables

Hoy es 11 de setiembre y se cumplen aniversarios de muchas cosas. Ente ellos, dos inolvidables: siete años del asesinato masivo sucedido en el World Trade Center de Manhattan con la destrucción de las Torrres Gemelas a manos de un comando suicida de Al-Qaeda; y treinta y cinco años del golpe de estado de Augusto Pinochet en La Moneda, en Chile, en que se derrocó, con ayuda norteamericana, al primer régimen socialista del mundo democráticamente electo.

Por un infeliz prurito que quiere presentarse como agudo y vindicante, pero que en verdad es simplemente antihumanista, hay quienes hablan del 11 de setiembre chileno como el verdadero crimen a recordar, el crucial, el que importa, y dejan la impresión de creer que la fecha ha sido de alguna manera usurpada por aquella otra, la del World Trade Center. Como si nuestra memoria no fuera capaz de tener ambas hecatombes presentes, y lamentar las dos.

Un ejemplo. Hace un par de años vi una película sobre el horrendo crimen del World Trade Center. Se llama 11'09''01 - September 11. Es una cinta peculiar: se trata de once directores de diversos países del mundo que contribuyen, cada uno, con un corto de once minutos y nueve segundos referido al ataque contra las Torres Gemelas. Entre todos, hay uno de Ken Loach, el cineasta socialista inglés autor de la conocida cinta Tierra y libertad. En el mosaico de cortos que conforman la película, el de Loach se distingue por su tema: no está referido al atentado del 2001, sino al asalto a La Moneda en Santiago en 1973, con una incidencia particular en el hecho de que los Estados Unidos auspiciaran ese golpe de estado.

Enhebrado como un eslabón en medio de los demás cortos, el de Loach funciona como una suerte de contextualizador, un elemento historizador: nos recuerda los crímenes cometidos o apoyados por gobiernos norteamericanos a lo largo del siglo pasado. Lamentablemente, sin embargo, también parece querer colocar en dos platos de una misma balanza la dos violencias asesinas, como si una se justificara en la otra, como si una fuera consecuencia de la otra y, por tanto, acaso, menos horrorosa o menos despreciable. El mensaje apenas velado: los Estados Unidos recibieron una cucharada de su propia medicina.

No es un fenómeno extraño. Es de hecho otra cara de una vieja moneda: la que critica los crímenes del adversario pero pasa por alto criticar los crímenes del aliado. Podemos observarlo en los seculares enfrentamientos de izquierda y derecha en todo el mundo: hay quienes recuerdan los crímenes de Pinochet pero justifican los de Castro o Guevara y quienes acusan a éstos últimos pero pasan por alto los delitos de Pinochet; hay quienes acusan a las Fuerzas Armadas peruanas de genocidio en la guerra antiterrorista pero llaman a los crímenes de Sendero Luminoso simples "excesos" y quienes enumeran los asesinatos de Sendero Luminoso pero encuentran justificables y necesarios los de las Fuerzas Armadas.

(Un ejemplo con nombre propio: siendo el cantante Víctor Jara, a partir de su ruin asesinato a manos de los pinochetistas, un símbolo de la izquierda y de los derechos humanos, era no sólo el cantor de los pueblos oprimidos, sino también el mismo que llamaba "poeta" a Ho Chi Min, y lo invocaba como protector del "derecho de vivir en paz", a pesar de que el líder vietnamita era un genocida que había ordenado miles de ejecuciones sumarias durante su revolución y después).

Lo cierto es que esa variabilidad del juicio, esa mirada tantas veces parcial y sesgada, es un síntoma ideológico: es la sobreposición del discurso político a la realidad, y el acomodo de la realidad a lo que se cree que es la justicia mayor de una causa.

No importa cuál sea la causa, sin embargo: la negación de un crimen real es siempre una alianza con la inmoralidad. No importa cuál sea el crimen y quién sea su autor: todos los crímenes deben ser denunciados y ninguno justifica al siguiente, y en la memoria de uno (y en la memoria de la humanidad) debería haber lugar para recordarlos todos y castigarlos todos y nunca repetirlos. El 11 de setiembre, entonces, marca el aniversario de muchos crímenes, y todos deben quedar en nuestra memoria.

8 comentarios:

Diego Trelles Paz dijo...

Ken Loach es un cineasta apreciable (aunque irregular) y sus cintas, ciertamente, no se distinguen por su ambiguedad en el mensaje político. Sin embargo, mi interpretación del corto es un poco diferente de la que haces. Desde mi perspectiva, Loach no está sugiriendo que se deba negar o justificar el horror del 11 de setiembre en Estados Unidos sobre la base de un castigo compensatorio. Si mal no recuerdo, la voz en off es la de un chileno exiliado que manda sus condolencias al pueblo estadounidense y, luego, hace una narración de lo que fue su horror personal. Lo que Loach está diciendo es que nunca debe olvidarse de que las víctimas del terrorismo existen desde antes del 11 de setiembre. Lo que Loach está diciendo es que el horror no empezó en Nueva York en el 2001 y que los actos terroristas muchas veces tienen una raíz oscura que está ligada a una política exterior bastante hipócrita y no sólo de los Estados Unidos. Hay algo que no mencionas y que, me parece, es muy significativo respecto a lo que propone Loach: esa película fue censurada en Estados Unidos. La mejor manera de entender y evitar en el futuro una barbaridad como la acontecida en Nueva York, es dejando que la sociedad civil reflexione, debata, analice, cure sus propias heridas enfrentándolas. La censura no permite eso, de hecho hace todo lo contrario: fomenta la ceguera, el patriotismo idiota, el miedo.
Lo del 11 de setiembre no tiene ni debe tener ni la más mínima justificación. Es un acto tan hórrido e innombrable como el que genera la violencia de las cárceles clandestinas, de las invasiones, de los golpes de estado.
D.

Anónimo dijo...

Gustavo, considero que una acto violento si puede ser causa de otro acto violento. Puede ser una respuesta al primero por los que sienten que han sido afectados directamente o por aquellos que creen representarlos. Eso no significa que ninguno de los dos actos justifique moralmente al otro. Ese es precisamente, en mi opinión, el problema con la violencia, siempre forma con mucha facilidad una cadena causal maligna. Respecto a la insistencia de hablar sobre el 11 de septiembre del 73 en Chile y otros casos similares, y me refiero a los que lo hacen de la forma menos mezquina, se debe a que la fijación en la memoria de los otros hechos ya corre a cargo de los comunicadores oficiales, muy bien remunerados y muchas veces con agendas que van más allá de la condena moral a los perpetradores, sino que suelen jugar en pared con otros intereses. De esta manera tanto uno trata de mostrar hechos que subrepticiamente trata de hacer pasar como justificaciones para una masacre como la de los atentados a las torres como los otros que muestran dicha masacre como un hecho singular sin más causas que la envidia y el odio fanático y primitivo de los no-americanos. Así de la condena al fanatismo homicida de un radical facilmente buscan la justificación a la no menos homicida invasión a Irak. Es cierto que todos estos crímenes deben quedar en la memoria de la humanidad, supongo que te refieres a los individuos que la constituyen, pero me parece que dicha memoria no es un depositorio neutral y sin jerarquía, sino que se trata de fijar en nuestra memoria los hechos ligados en su contexto con sus causas y en sus aparentes justificaciones, en ocasiones del todo ilusorias. Sólo así pasamos de la memoria de nuestras emociones a nuestra comprensión del mundo, previa a toda praxis.

saludos

Martín

Daniel Salas dijo...

Yo creo que se puede entender amablemente el corto de Loach como un llamado de atención a otros crímenes que también deben merecer nuestro repudio. Nuestro rechazo al ataque del 11 de setiembre de 2001 no está completo si no rechazamos el ocurrido el 11 de setiembre de 1973 en Chile. En tal sentido, la idea de Loach es compatible con lo que Gustavo propone en este post. Sin embargo, el corto deja abierta la posibilidad de entenderlo como un reclamo político cuya conclusión pueda ser "ya ven, ahora les tocó a ustedes". Quizá a Loach le faltó finura para que entendamos con mayor precisión su propuesta.

Daniel Salas dijo...

Dicho sea de paso, yo vi la película de un DVD alquilado a una tienda de Blockbuster al lado de mi departamento. Si fue "censurado", ¿cómo es que estaba siendo exhibido sin mayores problemas?

Anónimo dijo...

Gustavo: Tienes el cálculo de muertos durente el gobierno de Ho Chi Min? Alguna página web?

Anónimo dijo...

y hablando de la memoria de la violencia, lo que me sorprende de este video, más allá de las imágenes de unos chicos berrinchudos es el copyright que aparece al final, así es la libre empresa...

http://es.youtube.com/watch?v=mev5gNhcr2I


saludos
Martín

Anónimo dijo...

Daniel,
Diego Trelles y tu captaron que Loach no justificaba los de las torres gemelas. Entonces, quiza no es que le faltara "finura" para emitir tal idea, sino mas bien que Gustavo no tuvo la finura de percepcion para captarla. Las interpretaciones muchas veces hablan mas del interpretante, de sus gustos y prejuicios, que del objeto interpretado.

Anónimo dijo...

El publico puede sacar sus propias conclusiones sobre ese corto de Loach viendo este post:
http://elotrotambor.blogspot.com/2008/09/hoy-es-11-de-septiembre.html