Una precisión semántica sobre la violencia
La manera más frecuente con que algunos quieren maquillar los crímenes cometidos por miembros de las Fuerzas Armadas y Policiales durante los años de la lucha antiterrorista es cambiarle de nombre a esos delitos: en vez de crímenes, los llaman excesos.
Parte de la táctica en eso se basa en un mecanismo bastante obvio: el exceso, a diferencia del crimen o el delito, no es, hasta donde sé, un término legalmente definido, y, por lo tanto, al hablarse de excesos en lugar de crímenes, se desjudicializa el tema, se vuelve extralegal, queda despenalizado.
El diccionario de la RAE --¿por qué cuernos es tan útil a veces?-- ofrece varias definiciones de la palabra "exceso". Cito tres de las cuatro primeras, las únicas que parecen pertinentes:
1. m. Parte que excede y pasa más allá de la medida o regla.
2. m. Cosa que sale en cualquier línea de los límites de lo ordinario o de lo lícito.
4. m. Abuso, delito o crimen. U. m. en pl.
La definición 1 es la que los defensores de la amnistía y el perdón quisieran imponer: dentro de un procedimiento cualquiera, un exceso es algo que, siendo de la misma natualeza que los demás elementos del proceso, excede su límite, su medida o su norma. Así, por ejemplo, matar a veinte personas allí donde sólo ciecisiete eran enemigos identificables no es ya un crimen, sino apenas un exceso.
La definición 2 es menos deseable para esas personas, pero aún así parece acomodarles en parte: siguiendo la misma dirección del proceso en el que uno se ve envuelto, va más allá de un límite hasta cometer un acto ilícito: la intención es la correcta pero se sobrepasa lo permisible. Quien lo hace no es un criminal adrede, sino apenas un entusiasta de su deber que se ciega en un momento determinado. Comete algo ilícito pero que puede ser perdonado.
La definicón 4 la quisieran olvidar los defensores de la amnistía: "abuso, delito, crimen". Quien comete un exceso es un abusivo, pero también un delincuente y un criminal. ¿Uno que merece el perdón? Allí es donde comienzan las discrepancias, claro.
Uno puede suponer que, en medio de un operativo, bajo la creencia de que un grupo de personas están armadas y planean un ataque o han cometido uno, los participantes en la operación pueden estar naturalmente predispuestos a actuar violentamente, en defensa de su propia vida y de la vida de terceros. Muchos aceptarían decir que esa actuación puede caer en excesos, pero que no es por entero incomprensible.
Uno no puede suponer, en cambio, que asesinar niños en el interior de sus casas, o violar a las mujeres de un pueblo, o robarles sus alimentos y sus abastecimientos, o eliminar a un grupo de civiles rendidos o entregados que no oponen resistencia, son simples excesos.
La razón más transparente es que el robo, la violación y el desprecio por la vida de inocentes a los que las Fuerzas Armadas tienen el deber de proteger no es un proceso que vaya en la misma dirección de los planes del Estado. Más bien, va radicalmente en el sentido opuesto: vuelve al Estado en contra de la nación, y con ellos desnaturaliza la relación entre ambos.
Ese es el defecto moral de la amnistía plena: que junto a quienes fueron más allá de lo lícito en razón de una circunstancia apremiante, acuciante, estresante, que implicaba el riesgo de la vida propia o ajena, están también los que violaron, robaron y asesinaron enteramente fuera de los linderos de la misión del Estado, en contra de la naturaleza esencial de esa misión: los que, en ciertos momentos determinados, volvieron a las Fuerzas Armadas enemigas de la nación a la que debían defender. Esos no cometieron excesos considerables, sino crímenes incontestables.
La amnistía general no considera esa diferencia, y por ello es inaceptable. La única manera de distinguir a los criminales de los excesivos, es juzgar cada caso por separado, y concluir en cada circunstancia de acuerdo a los hechos. En otras palabras, dejar que la justicia siga su curso natural es la única forma legítima de liberar a los militares y policías que no tuvieron como práctica sistemática la violencia indiscriminada, aunque ciertas circunstancias específicas, acaso humanamente entendibles, los condujeran a ella de manera eventual.
Toda decisión legal del tipo de una amnistía geneal es una resolución de cara al pasado, pero también un mensaje de cara al futuro. ¿Cuál sería, para el pueblo peruano, el mensaje dado por una amnistía general? Creo que sería, ante todo, una amenaza: la idea de que, si en el Perú un grupo se rebela violentamente contra el Estado, el Estado apoyará una reacción indiscriminada, cruel y ciega, en la que cualquier inocente podrá pagar por las culpas de otros. Yo no quiero que mi generación le envíe ese mensaje a las generaciones siguientes.
13.11.08
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7 comentarios:
qué se puede esperar de esta podredumbre política?
El uso de eufemismos Gustavo es un mecanismo psicológico muy utilizado para minimizar la culpa....
El comentario y el análisis es acertado. No hay medias tintas respecto a la ley y a las acciones que ésta juzga y analiza. Esperemos que no metan la pata más al fondo. Aunque sabe, he estado pensando que son demasiado zorros para hacer el juego, o sea que deben haber considerado el tema del rechazo a la medida de antemano, salvo que sean unos idiotas extremos y confesos, como en algunos casos han sido. Pero la actuación en conjunto demuestra lo contrario: ¿No será una mentada cortina de humo?
al margen de que coincido 100% con tu punto, me sería muy útil saber a qué docuemntos, declaraciones poúblicas o informqciones estás haciendo referencia en concreto. esto implica conocer que estás citando un problema que has detectado en la construcci
on de la mmeoria, o es una impresión personalísima del asunto?
Gracias
Anonimo, sucede que el gobierno, con un pintoresco congresista a la cabeza, quiere aprobar un proyecto de ley para amnistiar a militares acusados de violaciones de derechos humanos. Uno de los interesados enel tema es el mismo presidente, quien, al igual que su vicepresidente, tiene todavia varios casos pendientes por violaciones de ddhh. Felizmente los crimenes de lesa no prescriben, así que si todo va bien, lo tendremos en el banquillo de los acusados. Si es que no se fuga otra vez.
Creo que el problema de fondo, es que las fuerzas del orden en los casos en que violaron los derechos humanos, no solo violaron la ley, sino que en muchos casos, en los inicios sobre todo, le fertilizaron la prédica a los grupos subversivos.
La acción criminal de los efectivos de las FFAA y las FFPP, abonaron en favor de una creciente inclinaciçon de la población hacia los grupos sediciosos.
Por tanto, cualquier acción cometida contra la población o contra subversivos inermes, son delitos que deben sancionarse por su carácter de crímenes de Lessa Humanidad, y, además porque jugaron en favor del que se asume, era enemigo de la nación y la legalidad. Vale decir, que si SL no hibera sido tan ineficaz para cosechar las torpezas de los militares y los macartistas, talvez la Comisión de la Verdad y la Reconciliación Nacional, la estuvieran dirigiendo ellos.
sabes, disculpa que te lo diga pero, ni modo, me bajé este texto tuyo e hice que se lo soplaran mis alumnos de promoción; de manera multitudinaria aprobaron tus puntos de vista y comentaron algunas cosas interesantes; sobre ti y sobre el texto, claro. para ellos, por ejemplo, es difícil creer, aceptar, que un tipo como tú, inteligente y crucial en cuanto a perspectivas de interés nacional, se ocupe del Perú estando allá en los unites. pero, bueno, esas son cosas que ellos mismos se encargarán de analizar. lo terrible es que no les parece raro lo que sucede aquí en la patria nuestra, a pesar de que existan diferentes tópicos por donde se pueda comentar toda esta catástrofe socio-política. a veces parece como si ellos anduvieran acomodándose, también, sin pretender despeinarse, y eso es lo más triste. son pocos los que buscan o desean el cambio o la anarquía (cosa, esta última, desdeñable de antemano). les pasé tu blog, seguramente van a estar al tanto de lo que sigue... saludos.
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