9.11.08

La fuerza del contador de historias

Antonio Conselheiro y la voz de la profecía

Podemos tomar a Euclides da Cunha como fuente, o acaso la novela que Vargas Llosa construyó a partir de las crónicas del brasileño; podemos guiarnos por la infinidad de libros de historia o por el par de películas que cuentan el hecho; o podemos seguir, quizá, el recuento breve que produce Ernesto Laclau en "Identity and Hegemony".

Todos parecen de acuerdo en reescribir una misma escena: Antonio Conselheiro, peatón y mendicante, ingresa en un pueblito sertonero y encuentra a la población en rebeldía contra el pago de impuestos de la República recién nacida. Se encarama en un montículo y dice una sola frase, una sola vez: "La República es el Anticristo".

Lo que viene después es una sublevación masiva, una guerra inicua, una matanza que parece confirmar el carácter demoniaco que la profecía otorgaba al nuevo régimen. El origen del choque, claro, estaba en el colapso de un sistema y el inicio de otro, y en el sismo de sus estructuras entrechocando bajo los pies de una población que había sufrido el primer modo social y ahora se negaba a sufrir el segundo.

Pero el detonante fue una simple frase dicha por un simple individuo en una plaza pública. No es difícil suponer que el poder de Antonio Conselheiro se afirmaba, no sobre un ejército ni sobre una posición privilegiada en la organización social, que no la tenía, ni sobre las investiduras de las cuales, a fin de cuenta, careció.

Se afirmaba antes que nada en la fuerza de su propia palabra, expresión confusa de milenarismo, terror a lo desconocido, fanatismo religioso y superchería popular, pero, sobre todo, palabra narrativa: voz que construía no un circuito de proposiciones programáticas, sino una historia, la historia secular del pueblo integrada al relato religioso del porvenir.

Antonio Conselheiro profetizaba, es decir, narraba el futuro, y en la medida en que su cuento avanzaba iba atrayendo hacia el presente el apocalipsis final. No era la palabra de Dios, pero se parecía tanto que acabó por convertir la destrucción inminente en anaquiliamiento fatal y consumado.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

"Les mots sont tellement puissantes et dangereux"

Anónimo dijo...

"puissants" porque "mot" es masculino en francés; "dangereuses" porque tú crees equivocadamente que "mot", o sea "palabra", es femenino como en castellano.
SACAPUNTAS NEBRIJA (Grafólogo y en su tiempo libre correctómano)