13.9.09

Geografía imaginaria de América Latina

Entre lugares de la memoria y lugares de la ficción

Como la Praga kafkiana y el Londres de Dickens o Conan Doyle, hay muchas ciudades del mundo que ofrecen a los lectores viajantes la oportunidad de visitar los sitios que sirven de escenario a sus novelas y cuentos favoritos.

En América Latina, algunas pocas toman la costumbre: el Buenos Aires de Borges, Sabato y Cortázar, por ejemplo, es un tour diseñado para capturar la imaginación romántica y fetichista del viajero literario.

Lamentablemente, ningún país del universo está en condiciones de replicar el programa cuando se trata de lugares eminentemente imaginrios: esos que uno intuye o sueña en una cierta geografía, en los linderos o en los extramuros de una ciudad demasiado material para ser en realidad el sitio ficcional que uno quisiera conocer.

¿Cuáles son esas urbes y esas villas imaginarias, esos caseríos precarios y esas poblaciones alucinadas que uno sabe en América Latina, y entiende, acaso, como parte de su realidad, pero que no podemos descubrir ni en el mapa ni al bajar de un autobús? ¿Cuáles son esas Baratarias, esos Yoknapathawphas, esas Tierras Medias latinoamericanas?

Hay, por supuesto, muchas, y quizá sean, a su manera infinitas, pero yo quiero mencionar un puñado de ellas, las que más han señalado mi propia imaginación:

1.
Costaguana: siglos después de las viejas invenciones de los utopistas europeos en el Renacimiento (expediciones que parten del Perú o llegan a él para descubrir el topos de la república perfecta o decadente), un polaco inglés, Joseph Conrad, inventó en Nostromo, acaso la más ambiciosa de sus novelas políticas, un país latinoamericano, Costaguana, para escenificar en él los zigzagueos de la construcción nacional en una tierra que ingresa al régimen capitalista. El colombiano Juan Gabriel Vásquez, hace pocos años, le dio un nuevo giro al lugar en Historia secreta de Costaguana.

2. Macondo: aparecido primero en breves cuentos de un García Márquez todavía realista, todavía afincado en la tierra de Hemingway pero poniendo un pie firme en la de Faulkner, Macondo se convertiría en el lugar imaginario por excelencia en América Latina: no un atisbo sino toda una reconstrucción real-imaginaria del continente en su fase postcolonial, quizá la más duradera representación del choque entre modernidad y tradición en nuestro lado del planeta.

3. Santa María: microcosmica maqueta de la vieja Santa María de los Buenos Aires, violentada (hecha violenta, patentizada su violencia) en esa dura mezcla de racionalismo extremo e irracionalidad social que caracteriza las ficciones de Onetti. Santa María es también la recia construcción de un espacio conosureño regido por la aniquilante sospecha existencialista (pariente, por tanto de otro espacio imaginario surgido de la tradición rioplatense: el virreynato acogotante y asfixiado de Di Benedetto en
Zama).

4. La ciudad de "La muerte y la brújula": En "El escritor argentino y la tradición", Borges contó que recién cuando abandonó la intención de describir el color local bonaerense y las figuras clave de su imaginario urbano, y aceptó el reto de construir una ciudad innominada, regida por una lógica demencial y situada en una geografía simbólica (¿o es más bien alegórica?), sus amigos le dijeron, por primera vez: has captado a la verdadera Buenos Aires.

5.
Comala: la Comala de Rulfo no es la Comala real de Colima que el gobierno mexicano nombró "pueblo mágico" en el año 2002. Es, más bien, ese espacio de duermevela y de espantos donde los habitantes conversan de tumba a tumba y los pocos vivos mueren por la consumición aboluta del oxígeno en los pulmones de dos hermanos incestuosos. La ciudad a la que los jóvenes llegan para descrubrir las raíces de su estirpe y odian hasta la médula la revelación cuando al fin se produce: ciudad de ultratumba en la que habitan el espectro de la destrucción y la miseria de lo humano.

6.
El subsuelo de Buenos Aires: en Sobre héroes y tumbas, de Sabato, y más particualrmente en el "Informe sobre ciegos", el más aterrador de sus capítulos, el alucinado protagonista ve su paranoia confirmada y su sospecha inverosímil hecha realidad cuando penetra en el subsuelo de un edificio lindante con cierta plaza, donde los ciegos se reúnen a pactar los pasos de una malévola conspiración. Al cabo de un corredor los vellos se le congelan en la piel: una ciega lo mira con la fijación de lo desconocido, lo que hay que temer. El estudio que hace Sabato de la paranoia es sin duda escalofriante y poderosamente memorable, pieza central en ese mosaico de narraciones rioplatenses dedicadas a descifrar la clave de la enfermedad social en los indicios del desequilibro psíquico.

7.
Las casas verdes: no son sólo dos las casas verdes de la literatura latinoamericana (me refiero a la "primera" y la "segunda" casas verdes de la novela homónima de Vargas Llosa. Son, de hecho, tres, y la más antigua de todas apareción en portugués, en 1881, en una nouvelle de Joaquim Maria Machado de Assis: El alienista. Curiosamente, todas las casas verdes de la imaginación novelesca latinoamericana son cotos cerrados y escenarios de degradación. La Casa Verde de Machado de Assis es un asilo para enfermos mentales, en una novela cuyo centro de debate ideológico es una recriminación contra el cientificismo y contra el naturalismo literario: ¿quién puede (y cómo puede) determinar la cordura o la locura de los demás? Las dos casas verdes de Vargas Llosa (una de ellas reaparecida en La Chunga), son burdeles, espacios imaginarios y clausurados en las afueras de una ciudad real (Piura). En verdad, hay otra casa verde, más visible y tangible pero también más lejana y más inescrutable, en esa novela: la inabarcable selva amazónica.

8.
Río Fugitivo: si mi memoria no falla (cosa que ocurre en uno de cada cien casos; mi memoria es horrorosamente frágil), el único escritor latinoamericano de las últimas generaciones que ha desarrollado la identidad de una ciuadad imaginaria colocándola en un espacio mitad histórico y mitad imaginario, en diversos relatos y novelas, es el boliviano Edmundo Paz Soldán: el Río Fugitivo de Edmundo es una suerte de La Paz/Cochabamba en donde el ímpetu de la influencia americana parece multiplicado y a veces omnipresente. Quizá lo más cerca que el discurso "mcCondiano" que inauguró Fuguet ha llegado de plasmarse en una representación de lo social que no renuncia al vuelo de la imaginación.

9.
El Rosedal: en algún lugar de la sierra central peruana tendría que haber una hacienda llamada El Rosedal, donde Silvio, el protagonista del cuento "Silvio en El Rosedal", de Julio Ramón Ribeyro, descubre escritas en clave las previsiones de su futuro, las líneas de su porvenir, los desenlaces de su dolorosa soledad. Cada pared, cada escalera, cada mirador, cada imperceptible surco en la tierra y cada decorado en una mata de flores, en El Rosedal, tiene un sentido o muchos sentidos: Ribeyro ha creado un lugar en el que todo significa, todo apunta a algo más, el universo mismo es una máquina semiótica; la ironía, que el personaje descubre lentamente, es que quizás no sea así: acaso él colocado todos los sentidos en espacios que no eran más que obra del azar. ¿Pero no es así la vida misma?

10.
El espacio de la locura de Levrero: en su "trilogía involuntaria" de novelas (La ciudad, El lugar, París), el uruguayo Mario Levrero, con justicia rescatado en los últimos años, luego de una muerte silenciosa y una vida de modesta fama local, diseñó tres escenarios del delirio: el sitio imaginario que permanece hermético y ajeno a nuestra comprensión, el lugar carcelario del que se escapa sólo para ingresar en otro más incomprensible, la ciudad ajena de la que ni siquiera el suicidio o el accidente nos habrá de rescatar. Arquitectura de la enajenación, topografía de la irracionalidad: el espacio de la locura en Levrero excede lo latinoamericano, pero no lo olvida.


16 comentarios:

Anónimo dijo...

Gustavo, te faltó Quilca.

Anónimo dijo...

"si mi memoria no falla (cosa que ocurre en uno de cada cien casos; mi memoria es horrorosamente frágil)"

WTF

Pollo dijo...

Y la Busardo de Ivan Thays? cuenta? o existe esa ciudad? la verdad no lo sé.

Muy xvere tu lista!!

Anónimo dijo...

Lo interesante es que en algunos casos, como la Santa Maria de Onetti, hay un vinculo muy fuerte con la idea de simulacro.

Robert Walser dijo...

En las novelas de Saer tambien se puede rastrear alguna ciudad vista desde nuevos puntos de vista...

Anónimo dijo...

querido Gustavo, no sé para qué te empeñas en rescribir tanto sobre temas interesantes, si lo que le gusta a la gente es el chisme, la acusación, el destape.

El ácido

Anónimo dijo...

No te olvides de "La Comarca" de Lamborghini

Anónimo dijo...

Bonito post. Me ha hecho acordar al Perú descrito con tan bella prosa por Riva Aguero en sus "Paisajes Peruanos". Mucho detalle y erudición: acá se tropezó el virrey Toledo, allá saludó San Martin, en este cerro hay una cruz que puso mi abuelita, pero todo en un "Perú mestizo" que nunca existió y con un pasado de grandezas más dudoso que la gallina chi-jau-kai de acá a la vuelta.

Anónimo dijo...

Mmmm Pais de Jauja?

Anónimo dijo...

"La zona", Faverón. Aparece en "62, modelo para armar". Es como meterse en los cuadros de Paul Delvaux.

No es una ciudad "inventada", pero la Buenos Aires del "Diario de la Guerra del Cerdo" tiene un indescriptible sabor a pesadilla , y a propósito, Maricarmen, si lees esto, ¿cuándo me devuelves ese libro?

pedro

Rafael Fernando dijo...

Antes que el Buenos Aires de Cortázar, me impresionó muchísimo más el París de Cortázar en "Rayuela", con el que muchos fantaseamos y al que muchos de los que recalamos a vivir en la Ciudad Luz buscamos con ansia en las calles, plazas, puentes y buhardillas... y la encontramos.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

P'al anterior: por si acaso el Buenos Aires del "Diario de la guerra del Cerdo" no es el de Cortázar. La novela es de Bioy.

Y "la zona", que sí es creación de Cortázar, no pretende ser un pedazo de buenos aires, o de ningún sitio en particular.

zeta dijo...

Hola; cada cierto tiempo me doy una escapada y vengo -no muy seguido-... Quisiera aclarar algo, pues desde hace rato no logro salir de la duda: en «Las casas verdes» inicia con "la primera y la segunda casas verdes": yo me preguntaba si el plural es usado adecuadamente o no, ya que se suele ver con más regularidad que luego de ambos adjetivos se continue con singular -ejemplo: el primer y segundo puesto...-. ¿Es acaso que se puede escribir de ambas maneras, o es que proseguir en singurar es incorrecto, o es que, simplemente, una de las opciones es incorrecta? Le agradeceré si me saca de la duda. Suerte; es un placer volver por aquí.

Fernando Terreno dijo...

Al recorrer tus lindas elecciones vienen las nuestras (las de cada uno) a sumarse. A mi me hizo evocar al "Chinche" de Manuel Scorza, al pueblo de Boquitas pintadas de Manuel Puig y a Laguna Larga de Padreoscuro de José Viñals.
Como argentino del interior y residiendo en Buenos Aires, encuentro que nuestro Marco Denevi, pinta una Buenos Aires más cecana a la que yo veo que la de Borges y Bioy Casares.
Todas igualmente válidas por su existencia de ficción.
Gracias por los datos de tu artículo, que usaré como guía.
Cordialmente.

ericz dijo...

Aquilea,
de Borges y Bioy.

Anónimo dijo...

e Santa Teresa in 2666 di Roberto Bolaño.


f.