... Copio debajo el texto que leí en la presentación de mi novela anoche (una noche estupenda, creo). Lo copio incluyendo los primeros párrafos de agradecimientos, para que éstos les lleguen a aquellos que, debido a la distancia, no pudieron estar presentes (y más tarde pondré algunas imágenes):
... ...
Quiero agradecer la presencia de todos ustedes esta
noche y muy especialmente el trabajo de Germán Coronado, Martha Muñoz, Pierre Émile
Vandoorne y todos aquellos en Peisa que han hecho posible la publicación de El anticuario. A mis amigos Mónica Belevan,
Alonso Cueto y Daniel Salas por sus palabras. Alonso no lo recuerda, pero mucho
antes de que fuéramos amigos, él fue uno de los primeros escritores a quienes
conocí en persona, en la oficina de Luis Jaime Cisneros en la Universidad
Católica. Era un día de mucho calor, Alonso lo hizo notar y procedió a abanicar
su humanidad con suaves movimientos del dedo índice. Aprendí que Alonso tenía
gran confianza en el poder de la imaginación.
Desde entonces Alonso me ha dado muchas mejores
razones para la reflexión y lo mismo puedo decir sobre Daniel que me ha dado
muchos años de amistad, y Mónica, que me ha dado en muy pocos meses una amistad
de muchos años. También quiero agradecer a Iván Thays por su intención de decir
algo aquí esta noche hasta que un tropiezo suyo en una ducha madrileña nos
privó de su presencia. Es lo que le pasa a Iván cuando sus viajes dejan de ser
interiores. Gracias a Rossella di Paolo por sus comentarios. A Edmundo Paz
Soldán, Félix Reátegui, Peter Elmore, mi esposa Carolyn Wolfenzon, Daniel,
Alonso, Mónica y Luis Hernán Castañeda, que leyeron diversas versiones de la
novela, en el caso de Carolyn y Daniel, varias veces, como consecuencia de mi inseguridad.
Cada vez que cambié una coma les pedí, por favor, léetela de nuevo porque he
introducido una variante arriesgadísima. En una entrevista que saldrá publicada
dentro de unos días Kike Sánchez Hernani me preguntó si había alguien a quien
considerara mi maestro. Respondí que mi único maestro era mi amigo Daniel
Salas. Quiero dejar en claro que eso era una broma.
Hace tres noches, en un avión que venía de Boston, leí
un pequeño artículo de Stephen Hawking, el famoso científico tetrapléjico, en
una revista de divulgación científica. Era acerca de lo que él llama la “teoría
de todo”, la una teoría capaz de explicar el universo entero. Parte del
artículo era acerca de la polémica filosófica entre idealistas y realistas.
Como no sé prácticamente nada sobre esa polémica, la puedo explicar con absoluta
claridad. Aquí va.
Los idealistas, entre muchas otras cosas, piensan que
nuestra percepción modifica el mundo y que la forma de lo que llamamos realidad
está siempre necesariamente influida por nuestra manera de verla. Los realistas
piensan que nuestra imagen de la realidad, medida metódicamente y descrita de
acuerdo con nuestros sentidos, es de hecho igual a la realidad y la puede
retratar punto por punto.
Hawking propone una alternativa, a la que él llama “realismo
dependiente del modelo”. La idea es simple. Si yo tengo un modelo del mundo y
cada vez que lo pongo a prueba ese modelo funciona, entonces mi teoría sobre el
mundo es buena y mi modelo es un modelo de la realidad. Si ustedes tienen un
modelo completamente diferente del mundo pero cada vez que lo ponen a prueba, también
funciona, entonces su teoría sobre el mundo también es buena y su modelo
también es un buen modelo de la realidad.
Hawking cita un caso real extraordinario. En Monza, una
pequeña ciudad italiana, hace unos meses, la municipalidad prohibió a los
habitantes tener pececitos en peceras esféricas. La razón dada por el alcalde y
los concejales es que, encerrados en una pecera curva, los peces son forzados a
percibir el mundo de una manera deformada. Deformada porque la pecera esférica
los fuerza a ver el exterior como no es.
Cada vez que yo me acerque a la pecera, los peces verán mi rostro transformado,
alargado hacia un lado, con un gesto y una forma que no son los de mi rostro.
Dicho sea de paso, es posible que me vean curiosamente parecido a Stephen
Hawking.
Anteayer, en mi segundo día en Lima, le mostré el
artículo a un amigo, que me hizo comprender
por qué Hawking citaba el ejemplo de los peces italianos y sus peceras
esféricas. El argumento es éste, me dijo mi amigo: “Gustavo, si
esos peces viven toda su vida en la pecera, y nada nunca les da un indicio de
que el mundo es diferente, todas las conclusiones que ellos alcancen sobre cómo
es el mundo, serán siempre ciertas, porque siempre los llevarán a actuar de
manera acertada, no importa si nosotros, desde fuera de la pecera, sabemos o
creemos saber que los pececitos están
equivocados. Los peces no son idealistas ni realistas: son lo que Hawking llama
“realistas dependientes de su modelo””.
No hay nada más tonto y frecuentemente equivocado que
un artista o un escritor que roba las ideas de un científico, sin conocerlas bien,
y las usa como metáfora para explicar el arte o la literatura. Como el error y
la tontería han definido la mayor parte de mi vida, voy a hacer eso ahora
mismo. Pasa con frecuencia que leemos dos novelas o vemos dos películas que
tocan un mismo asunto, un mismo tema o un mismo momento histórico, y lo hacen
de maneras muy distintas, proponiendo visiones del mundo enteramente
discrepantes, acaso irreconciliables. Leemos a Arguedas y a Vargas Llosa, por
ejemplo, y ambos nos hablan del Perú y de sus choques y encuentros culturales,
y de sus males sociales y políticos, y sabemos que sus obras nos proponen
modelos del mundo (peruano) que son divergentes, difíciles de comparar, y que
es imposible aceptar ambos modelos al mismo tiempo.
Pero lo hacemos. Aceptamos La casa verde y Todas las
sangres; aceptamos Historia de Mayta
y Los ríos profundos. Los aceptamos
al menos en la medida en que no salgamos de la pecera, es decir, en la medida
en que no salgamos de la ficción, que es un mundo en sí mismo. Apenas nos convertimos
en el pez fuera del agua, renegamos de uno de esos modelos y aceptamos el otro,
o renunciamos a ambos. Los novelistas hacen peceras para peces italianos. La
gran maravilla de la literatura está en darnos la oportunidad de ser lo que
Hawking llama “realistas dependientes del modelo”, una y otra vez,
infinitamente, y la oportunidad, también, de romper la pecera de vez en cuando,
aunque sepamos, claro, que romper la pecera, cuando uno es un pez dentro de
ella, no es precisamente la salida más apacible. La literatura ha hecho eso desde
siglos antes de que Hawking lo advierta como posibilidad científica: la
literatura es una anacrónica ciencia del futuro.
El
anticuario, como toda novela,
quiere ser uno de esos posibles modelos para entender un mundo; en este caso,
el Perú de las últimas décadas, y su violencia pública y privada. Quiero
explicarles cómo y empezaré por lo público.
Imaginen el caso de un hombre, al que llamaré X. X vive
en un país cualquiera. El país lo gobierna un dictadorzuelo, posiblemente
extranjero. Hablo de un país imaginario. El dictador es, además, un ladrón, un
mentiroso y un cobarde. Un día está en aprietos, renuncia y desaparece. El
hombre, X, también renuncia y desaparece y se va a vivir al otro extremo del
continente, como me fui yo un día hace diez años. X está basado en mí.
A la distancia, X observa su país. Al cabo de unos
años, los ciudadanos de ese país deciden perseguir, juzgar y encarcelar al
dictador y a sus aliados. Simultáneamente, sin embargo, en virtud de una lógica
oscura, esos mismos ciudadanos empiezan a sentir una inmensa simpatía por la
hija del dictador, que está hecha a imagen y semejanza de su padre. Este es un país imaginario. El país
enloquece de esa manera y de otras muchas maneras: el peor gobernante de su
historia anterior es electo nuevamente; individuos desconocidos se vuelven
políticos populares; delincuentes consumados son premiados con la inmunidad y
el poder; la cleptomanía se vuelve virtud; a los criminales se los declara
impunes; los comediantes de la tele se vuelven factores determinantes en la
vida política, etc.
Mirando todo esto desde la distancia, el hombre, X,
empieza a intuir que su país ya no es un país; ahora es un manicomio. Pero no
exactamente una clínica psiquiátrica, en la que se intente devolver la cordura
a los insanos, sino algo más parecido a una prisión para locos, en la que los locos
creen gozar de plena cordura y cierta libertad. Mirando mejor, X se da cuenta
de que el país no sólo es un manicomio recientemente: lo ha sido siempre, ya lo era antes de que lo gobernaran el
dictador y el corrupto. Ya lo era en los años anteriores, en los años de una guerra
que comenzó previamente. Ya lo era cuando el hombre, X, todavía vivía ahí. X es un loco que ha escapado
subrepticiamente. Más aun: en verdad, X nunca ha escapado, nunca ha estado
afuera. Cree mirar el país a la distancia, pero no. Quiere escribir lo que ha
visto, pero tiene las manos atadas por una camisa de fuerza. Sólo puede repetir
unas pocas palabras, en una secuencia extraña y caótica que parece,
engañosamente, tener un orden lógico.
Esas pocas palabras, en mi caso, son la novela El anticuario. Es la novela de uno más
de los locos que cree por un instante tener la ilusión de estar fuera de la
clínica, fuera de la pecera, y ver las cosas con claridad, aunque en verdad no
pueda.
Les explico el lado privado. Hace muchos años un amigo mío inmensamente querido pasó
por una experiencia violenta y terrible que le costó la vida a dos personas,
incluido él mismo. Esa experiencia me marcó. Me hizo conocer la demencia,
visitar por primera vez una clínica psiquiátrica, aprender que la persona más
bella puede hacer las cosas más terribles y que lo que llamamos el mal no se
diferencia radicalmente de lo que llamamos el bien o el amor o la pasión y que
la locura y la cordura no son ajenas una de la otra. Años más tarde quise
escribir una novela y me di cuenta de que no podía escribir otra cosa que la
novela que esa experiencia me había impuesto. Tenía que sacar de mí esa
historia. Cuando empecé a escribirla me di cuenta de que tenía la necesidad de
hacer algo más: deformar la historia lo suficiente para que mi amigo no fuera
culpable de sus culpas. Fue una debilidad inútil pero humana: todos somos
culpables de algo. También el país más bello puede hacer las cosas más
horrorosas, porque la marca de nacimiento de la civilización es la barbarie,
así como la barbarie es la señal en la extremaunción de la civilización: la
barbarie está siempre con nosotros, de principio a fin. Mi novela dejó de ser
la historia de mi amigo y se convirtió en otra cosa: la historia del manicomio
que es una ciudad que es un país que somos mi amigo y yo y ustedes y los demás,
y ese manicomio es nuestra pecera y si nunca la vamos a poder comprender desde
afuera, tenemos el deber de entenderla desde adentro.
El
anticuario es una novela sobre
el Perú y sobre los años de la violencia política. Que la novela sea una
fantasía gótica, una novela de misterio, un policial con ecos de cuento de
terror, de cómic, de thriller, de película de la serie B, y, sin embargo, pueda
ser un intento serio de representar el momento más terrible de la vida
republicana del Perú, es, para mí, una virtud. No sé si los lectores pensarán
los mismo o no. Me conformo con que crean en el mundo de la novela durante el
tiempo de la lectura, porque ese tiempo también está en el mundo real. Para mí,
decir algo terrible e incluso tenebroso, que es personal, pero que a la vez se
refiere a un momento oscuro en la historia de nuestro país, y decirlo sin
renunciar al juego, al juego infantil de la literatura, al juego para adultos
que es la literatura, ha sido liberador.
Escribí mi primer cuento a los diez años, cinco
minutos después de ver en la televisión el primer episodio de La isla misteriosa, con Omar Shariff
como el Capitán Nemo. Le leí el cuento a mi mamá. Mi mamá me dijo que era
extraordinario. Pero también me dijo que era un plagio descarado del episodio de
La isla misteriosa que yo acababa de
ver. Yo no sabía qué cosa era un plagio así que lo tomé como un elogio. En los
meses siguientes mi mamá declaró que mi segundo cuento, mi tercer cuento y mi
cuarto cuento eran plagios, respectivamente, de un episodio de Viaje a las estrellas, un episodio de La isla de Gilligan, y, en un giro que
hasta el día de hoy yo no puedo comprender ni mucho menos justificar, un
comercial de Desenfriolito protagonizado por el Topo Giggio.
Mi mamá no está ya para leer esta novela, pero puedo
asegurar que no se quedaría corta a la hora de descubrir los plagios que hay en
ella. Hay muchos. De Borges, Mulisch, Vargas Llosa, Hawthorne, etc. Sospecho
que esos plagios no están allí porque yo sea uno de esos escritores que quieren
llenar sus textos de referencias literarias. Creo que esos plagios los he
cometido con la secreta esperanza de que mi madre se divierta encontrándolos. Mi
esposa, Carolyn, que no pudo viajar conmigo esta vez, ya pasó por ese proceso,
ya leyó, releyó, señaló, subrayó, corrigió, alabó, desdeñó, condenó, celebró e
incluso denunció El anticuario. Es
interesante estar casado con una crítica literaria: tengo la corazonada de que
no encontraré un crítico más cariñoso conmigo que ella; pero tampoco uno más
feroz. La novela está dedicada a Carolyn pero también a mi madre, y a los
amigos que vivieron parte de ella.
Yo y esos amigos míos (varios de ellos están aquí)
teníamos trece años cuando Sendero Luminoso empezó a colgar perros en postes y
a robar urnas y luego a matar gente inocente por millares; teníamos poco más
cuando el Estado comenzó a responder con no menor crueldad y con similar
violencia. Todos nuestros años de la universidad estuvieron signados por ello.
Los horarios de nuestras reuniones dependían de los toques de queda; nuestros
viajes a la universidad, de los paros armados; nuestras amistades eran
afectadas por nuestras afiliaciones políticas. Muy poco en nuestras vidas, al
menos en la mía, es siquiera lejanamente comparable con lo que sufrieron
decenas y centenares de miles de campesinos, de provincianos, de militares, de
policías, de limeños marginados, de civiles arrastrados por el terrorismo o
arrasados por él o por el Estado, pero nuestras vidas fueron signadas por todo
eso, irremisiblemente: ése es el mundo en el que crecimos.
Por ello, tal vez, una cosa se me hizo clara al
escribir esta novela: que yo no tengo ninguna manera sensata y razonable de
distinguir entre la vida pública de nuestra sociedad y la vida privada de cada
uno de nosotros en esos años. Esa es la única
clave necesaria de lectura para entender El anticuario: en mi generación lo público y lo privado fueron una
misma pesadilla y también un mismo sueño: y lo digo sin ironías: teníamos
miedos pero también esperanzas, temores visibles pero también ilusiones.
Mirando hacia atrás, es increíble que hayamos sido felices entre tanto horror,
pero lo fuimos, muchos de nosotros, no todos, lo fuimos. Otros muchos no, otros
no sobrevivieron. Pero acaso fuimos la última generación de peruanos que
pudieron crecer antes de que el cinismo se sumara al caos y a la desidia.
En cierta forma, los personajes de la novela son esos
amigos míos y ustedes. Sería interesante que se reconocieran en alguna de sus
páginas, o reconocieran alguna de las calles en forma de espiral que cruzan la
ciudad de mi novela, que es circular como las partes del infierno y circular
como las peceras, pero tiene salidas y tiene porvenir. Gracias.
18 comentarios:
ES-PEC-TA-CU-LAR...
YA TENGO LA NOVELA. DE SUS PRIMERAS PÁGINAS, LAS ÚNICAS QUE HE LEÍDO Y QUE SON INMEJORABLES, POR EL MOMENTO SOLO APUNTARÉ EL TRABAJO DE FILIGRANA HECHO EN EL NIVEL SINTÁCTICO: NO ME LO ESPERABA: VERDADEROS PRODIGIOS DE LA CORRDINACIÓN, EL RITMO Y LAS DESCRIPCIONES APOYADAS EN VERBOS CONJUGADOS Y NO CONJUGADOS (QUE EN ESTE PAÍS YO SOLO CREÍA QUE PODÍA HACERLAS ASÍ, DE UNA PLASTICIDAD DILATADA Y PRECISA, mvll).
SIGO CON ATENCIÓN LA LECTURA, AUNQUE NO CREO QUE CON TANTA AGUDEZA COMO LA QUE OSTENTÓ AYER LA SRA. BELEVAN (OTRO PRODIGIO). EN TODO CASO, DESDE YA, DESDE ESTAS PRIMERAS PÁGINAS: MUCHAS GRACIAS. SE ABRE UNA NUEVA PUERTA EN LA LITERATURA PERUANA, SIN LUGAR A DUDAS.
El modelo de Hawkins no es el modelo de Hawkins, es la ciencia misma.
Estimado Gustavo. Primero que todo celebro que publiques esta novela.Lejos del Perú haré lo imposible por conseguirla.Pero de antemano soy contrario a proponer claves, caminos, para la lectura de una obra. Ahora, no te niego el derecho de dar tu opinión sobre tu propia creación y ahi debe quedar la cosa.La gloria de muchas obras en la literatura se ha levantado cuando a veces los lectores han leído de manera diferente y hasta contraria a la opinión de los autores de las mismas.Ahi están,para no hacerla larga,"Los viajes de Gulliver" de Swift y "Los cachorros" del hoy celebrado Mario Vargas Llosa .Pero,es momento de celebrar y digo presente.
P.D. Soy lector esporádico de tu blog, pero no sé porqué raro sortilegio las veces que lo visito me he encontrado con notas tuyas inteligentes e incisivas que, creo yo, deberías crivar y darle forma de libro para que no se pierdan en ese destino volandero que tienen los blogs. Un Abrazo.
Mucha suerte.
En el P.D. de mi saludo se metió un batracio y dañó lo dicho.Debe decir cribar y no crivar.Saludos
Estuve por Crisol, Zeta Bookstore y no la ví... Espero que la distribuyan bien y pronto.
"cree mirar el pais a la distancia, pero no..."
Vamos Gustavo, la mayoria de personas que dejan el peru, no regresan sino cuando ya estan viejos.Y es que el DETOXIFICATION toma tiempo, y que hayas escrito tu novela es prueba de ello. Tuviste que pasar 10 años fuera para poder extraerte el veneno.
No has notado que en el peru las nuevas generaciones crecen educados en otra sensibilidad que los aleja de los aportes de la nuestra? Me pregunto a veces cuanto tiempo hasta que nuestro pais se convierte en otro mexico.
Excelente reflexion la que hace en ese texto, la copiare en mi FB, saludos, R Chiappe
me ha gustado como lo cuentas aunque haya echado de menos un poco de tijera
En la izquierda, un cigarro.
La derecha, en la cintura.
Tu foto en Somos me causó un catarro,
Un catarro en la literatura.
Tienes razón, anónimo. Por eso yo le insistí al fotógrafo que me dejara tomar el cigarrillo con la derecha, que es lo natural en mí. Pero igual, gracias por creer que todavía tengo cintura. No todos están de acuerdo. :D
Lo he visto a la venta en la librería de la PUCP. Felicidades, Gustavo.
¡Felicitaciones por tu primera novela, y que sean muchas primeras novelas más!
Felicitaciones por la novela. Habrá que leerla...
Qué es de Daniel Salas? Tiene algún blog? Se extrañan sus comentarios.
me caes bien, la referencia a tu madre fue conmovedora... yo era un ex blog basura, eres un buen tipo facehron
Vanidad, vanidad. Què serìa del mundo sin ti.
es un discurso muy aburrido...
y por cierto, solo he visto una foto mas disforzada que la tuya en Somos, la de A. Cueto en Vórtice...
¿A qué crees que se deba el aluvión de historias de prostitutas (o prostitutas como personajes secundarios) en las novelas latinoamericanas?
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