19.9.06

Metalistas y vitaliterarios

Me da la impresión de que, para referirse a los escritores de la última generación peruana, quien por primera vez usó juntos esos dos términos horrorosos que se vienen utilizando (metaliterarios y vitalistas) fui, desgraciadamente yo.

Como se me pasó por completo ver el último suplemento El Dominical de El Comercio, nunca supe que, por ejemplo, en la entrevista de Ezio Neyra a Julio Ortega (A nuestra crítica le ha faltado entusiasmo), Ezio recurre a esos términos para preguntarle a Ortega por su aplicabilidad.

Ahora que el mismo Julio me hace llegar la entrevista, y le echo una mirada, descubro eso y, además, que Ortega descarta su valor porque los considera sólo "marcos de lectura" que"no agotan ni mucho menos las obras".

Esta vez, gracias a Dios, ni Ezio ni Julio me atribuyen los términos que lamentablemente puse sobre la mesa, como tampoco lo hicieron, por suerte, Diego Otero hace unos días en su entrevista a Peter Elmore en el mismo suplemento, ni Francisco Ángeles en su reseña de la primera novela del mismo Ezio.

Pero otros sí lo han hecho (por ejemplo Nelson Ramírez) e, incluso algunos de los que sí me atribuyen la autoría de las etiquetas han olvidado aclarar que yo sólo usé esa nomenclatura para decir que no servía.

Así que aquí lo digo una vez más: una reducción de ese tipo sólo nos ayuda a perder de vista las zonas más sutiles de los escritores artificalmente agrupados a uno y otro lado de la línea divisoria.


La muerte del último

Es una división inútil. ¿Recuerda ustedes cuando, siguiendo a Ana María Barrenechea, todo el mundo repetía la idea de que Borges era un autor meramente libresco, autorreferencial, hecho de libros y bibliotecas, desvinculado de preocupaciones sociales o de temas íntimos?

En la época en que
Daniel Balderston publicó su notable libro Jorge Luis Borges: Out of Context, en el que, cruzando especulación teórica con ejercicio crítico y mucha investigación histórica, probó las profundas vinculaciones de la narrativa de Borges con su tiempo, su propia sociedad, su clase social y su mundo familiar, no sólo destruyó el mito inventado por Barrenechea (y reafirmado por Vargas Llosa en su arbitrario libro sobre García Márquez): también se tumbó para siempre el último ejemplo, o acaso el único, que podían esgrimir quienes decían que existía tal cosa como una narrativa hecha puramente de referencias metatextuales y desentendida del mundo a su alrededor.


Imagen: Balderston. Fotomontage gfp.

4 comentarios:

Daniel Salas dijo...

El mismo Nelson Ramírez aclara que tú sostuviste que la división es inútil. Ahora bien, a mí me parece también una división irrelevante. Porque en literatura toda experiencia vital es literaria y toda experiencia literaria es vital. Eso significa que cuando uno lee está viviendo y que cuando uno vuelca tu vida en un texto ello solo es relevante en tanto que adquiere forma literaria.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

El error de "Lucho López" es decir que eso que él afirma es verdad "en literatura", porque generaliza algo que sólo es verdad a veces. Un conecpto puede ser útil en un tipo de análisis, pero irrelevante en otro. Las críticas más generales a la semiótica van por allí: hasta dónde su utilidad narratológica es relevante para la comprensión del texto. La intervención de "Lucho López", de hecho puede ser irrelevante en tanto no afecta lo dicho por Daniel, pero es útil en tanto nos ha ayudado a dejar esto en claro.

.:: El Editor ::. dijo...

Inteesante tu blog ya veo pq esta tan bien posesionado...

Daniel Salas dijo...

Quiero aclarar que he querido llamar la atención sobre el hecho de que establecer una diferencia entre experiencia vital y experiencia literaria tiene un problema de raíz. ¿Qué valor puede tener para la literatura una experiencia vital que no puede ser expresada literariamente? Y, por otra, parte, ¿qué clase de lectura puede ser aquella que no es parte de la vida? No hay que confundir esta imposible (por contradictoria) distinción, con la disyunción entre aventura y escritura, que observamos en relatos como "Cien años de soledad" o "El sur". Hay otro modelo de relato, que es la biografía, pero allí la distinción no es entre vida y literatura, sino entre vida y escritura (como muerte) lo que es muy distinto.

No aclaro esto porque quiera discutir con el tal "Lucho", sino porque me gustaría saber lo que piensan otras personas que se hayan planteado este asunto como lectores o como escritores. Esta discusión da para mucho.