5.11.06

¿Una mesa redonda?

Me interesa que Toda la sangre: antología de cuentos peruanos sobre la violencia política alimente el debate y el intercambio de ideas sobre nuestra literatura y nuestro pasado reciente.

Por eso me alegra saber, a través de algunos amigos, que el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica está planeando organizar una mesa redonda que discuta el libro y, mejor aun, las ideas detrás del libro y de los autores reunidos en él. Ojalá se cristalice. De ser así, ya les estaré contando quiénes serán los participantes.

También por esa misma razón (mi interés en promover la discusión) es que insisto en colocar en este blog enlaces a los textos que se vienen publicando en referencia a Toda la sangre.

Recientemente han aparecido dos reseñas, una de Javier Ágreda en La República y otra de Gabriel Ruiz Ortega en Siglo XXI. También se han dado las dos declaraciones de Oswaldo Reynoso de las que me he ocupado antes (y el carnaval de dislates de Paolo de Lima, de cuya extrema vacuidad pueden disfrutar aquí).

El mismo Reynoso, por cierto, ha objetado la antología, según entiendo, esgrimiendo dos argumentos: el primero es que el prólogo le parece tendencioso y parcializado, y el segundo que la antología no presenta información sobre la fecha de aparición original de los textos.

Sobre la segunda objeción, pido disculpas a los lectores por omitir esa información, que hubiera sido valiosa. Debo hacer notar, sin embargo, que no entiendo cómo esa ausencia puede cuestionar el valor de la muestra, sobre todo cuando ésta viene acompañada de dos estudios que quieren explicar mucho más que la mera sucesión cronológica de los textos.

Y sobre la primera objeción: mientras Reynoso no la explique, es una afirmación hueca. Más aun, como dije hace unos días: parece que para Reynoso "tendencioso" es quien no comparte sus tendencias políticas y parcializado quien no está de su parte. Y eso, la verdad, no sustenta ninguna crítica.

Las respuestas más prontas a la antología llegaron tan temprano que fueron formuladas por críticos que ni siquiera se tomaron el tiempo de leerla: allí está la del profesor Mark Cox, por ejemplo. Por esos mismos días aparecieron algunas entrevistas que me fue grato responder: dos en Correo y El Peruano y otras tantas en Caretas y Somos (que ya recordaré colgar completa aquí uno de estos días).

PD.- Debo aclarar que son dos las mesas redondas que se vienen preparando. Una la coordinan la Editorial Matalamanga y el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la PUC; la otra, la misma editorial la proyecta con el apoyo del grupo Ónice de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

1 comentario:

Gabriel Espinoza dijo...

Estimado Gustavo:
Acabo de leer la reseña de mi tocayo Gabriel Ruiz Ortega y, en general, me parece atinada, aunque breve.
No obstante, creo oportuno señalar un posible malentendido que puede inferirse a partir de uno de los párrafos de su artículo publicado en Siglo XXI.
Me refiero a cuando Ruiz -Ortega dice que la prédica senderista no pudo cuajar (en las comunidades andinas) "por el simple hecho de que las comunidades andinas nunca cayeron en el juego de ver en la violencia y destrucción como la salida a sus problemas, aún así estas estuvieran condimentadas con mitos andinos como el Inkarri o el Pachacuti".
Pongo en duda que los senderistas se hayan servido los mitos de Inkarri o Pachakuti para seducir a las comunidades andinas. Y ello porque creo que el maoìsmo-marxismo-leninismo de SL era (es) un discurso netamente occidental, "científico" (énfasis en el entrecomillado) que no acepta la "otra" racionalidad milenarista, expresada en los mitos de Inkarri y Pachacuti.
Creo que, más bien, los ideòlogos senderistas condenaban esas "creencias" por considerarlas "no científicas". Mal hubieran podido utilizarlas, dado que las despreciaban.
Dicho de otra forma: los senderistas consideraban al campesino andino no sòlo como una víctima de la explotación o el feudalismo, sino tambièn como un sujeto ideològicamente "atrasado" (por esas creencias milenaristas). Y, por eso, además de liberarlo del yugo, los senderistas querían "ayudarlo" a "avanzar" ideológicamente.
Como se puede inferir, cuando tocamos el tema de la violencia en nuestro país nos volvemos a topar con el "problema del indio". Problema planteado en las ciencias sociales desde hace más de un siglo en nuestro país.
En ese sentido, SL ofreció una respuesta al "problema del indio" de tipo paternalista (aunque suicida). Cabe resaltar que el paternalismo indigenista no es exclusivo de SL, pues es compartido por otros grupos no violentistas desde que se iniciò el debate en la ciudad letrada acerca de qué hacer con "el otro".

Gabriel Espinoza Suárez