23.9.08

Con la camiseta puesta

Por culpa de las grandes transnacionales

En declaraciones al diario La República, a raíz de una consulta que no me interesa comentar extensamente, el novelista arequipeño Oswaldo Reynoso (a quien el entrevistador, involuntariamente insolente, llama "vaca sagrada" de la literatura peruana contemporánea) afirma lo siguiente:

"Todo cuento o novela, por ser una obra literaria, es una obra de ficción con palabras. No es la realidad, sino una ficción construida sobre hechos reales o imaginados. Un autor en ese mundo de la ficción puede tomar determinados elementos de la realidad, pero al entrar a la obra son personajes de ficción. Ahora hay una tendencia, impulsada por las grandes trasnacionales, hacia la escritura de novelas con personajes de la vida real, pero ello es una manipulación que la literatura no se merece. Estos libros solo despiertan el interés morboso de la gente".

La primera mitad de esa observación es interesante, y se refiere a un tema del que se han ocupado de manera abundante la filosofía del lenguaje y la teoría literaria, un asunto que se suele resumir en esta pregunta: ¿el nombre Napoleón, una vez inscrito en la ficción dentro de, por ejemplo, Guerra y paz, de Tolstoi, puede referir al personaje histórico, o conserva únicamente una referencialidad intratextual, con respecto sólo al personaje de la novela?

Siguiendo distintas argumentaciones, hay quienes responden que la referencialidad externa al texto se conserva aun si el nombre aparece dentro de una ficción, y hay quienes dicen lo contrario. Reynoso, claramente, afirma lo segundo: "al entrar en la obra son personajes de ficción".

La segunda parte de su apreciación es largamente discutible: que la proliferación de narraciones sobre "personajes de la vida real" es un fenómeno estrictamente contemporáneo; que es artificial, pues está promovido por las "grandes transnacionales"; que obras con ese rasgo sólo pueden llamar la atención a causa del "interés morboso de la gente".

Vamos por partes: primero, el tema del fenómeno como cosa estrictamente contemporánea. Personajes "de la vida real" aparecen en los diálogos de Platón, en el Cantar del mío Cid, en la Comedia de Dante, en los dramas de Shakespeare o Marlowe, en el Quijote de Cervantes, en buena parte de las novelas de la tradición romántica inglesa y a lo largo de todo el realismo decimonónico. Y personajes apenas cifrados, ocultos por un nombre distinto, pero que claramente son construidos como representaciones de personas reales, los ha habido en toda la historia literaria, desde Los viajes de Gulliver hasta Conversación en La Catedral, y desde el romancero medieval hasta Nocturno de Chile.

En segundo lugar, hay que revisar aquello del "interés morboso de la gente". No estoy muy convencido de que esa forma de atracción (que atrajo a los lectores limeños, en los años treinta, al Duque de Diez Canseco) sea particularmente inapropiada o despreciable, mejor o peor que cualquier otra para explicar la aproximación del lector hacia un tema o hacia un libro en particular. Yo, por lo menos, confieso que he leído una infinidad de libros atraído por lo que mi abuelita (linda conversa hipercatólica) hubiera llamado "una curiosidad insana". De hecho, creo que el morbo puede haber sido el imán primero de mi gusto por la literatura. Así que no me miren a mí a la hora de tirar la primera piedra. Lo que importa no es cómo uno llega a un libro, sino cómo uno sale de él.

Finalmente, está el dedo acusador: se trata, dice Reynoso, de "una tendencia impulsada por las grandes transnacionales". No voy a detenerme mucho en un rasgo de esa acusación al que dedicaré un post en otro momento: me refiero a la tendencia maniquea, con algo de teoría conspirativa, con mucho de reduccionismo acrítico, a culpar de todos los males del mundo a un sólo gran monstruo, que a veces se llama "las grandes transnacionales" y a veces se llama, más en general, "capitalismo salvaje". Creo que quienes invocan ese argumento como quien recita un credo irrefutable, simplemente hallan en él un atajo instantáneo para no tener que pensar con mayor agudeza.

Prefiero tomar el asunto desde un ángulo diferente: también las grandes casas editoras transnacionales han promovido el auge, la expansión y la difusión de cosas como la ya larga tradición de novelas sobre la memoria histórica de la Guerra Civil en España; las especulaciones ficcionales sobre la dictadura militar en Argentina y la huella de las desapariciones; las reflexiones sobre la violencia política en el Perú; la producción literaria que impulsó y afianzó el movimiento de los derechos civiles en Estados Unidos; las novelas reconciliatorias sobre el choque cultural y político entre el mundo árabe y Occidente; las elaboraciones novelescas que han coadyuvado al debate sobre la liberación sexual, los derechos de los homosexuales, la segregación racial y la postergación de los países africanos; e incluso un número poco menos que interminable de obras literarias y académicas que denuncian el rol interventor, invasivo y autoritario del gobierno norteamericano en diversas partes del mundo. Es más: los catálogos de esas editoriales están llenos de libros que critican, curiosamente, la maldad corporativa de las "grandes transnacionales".

Me pregunto: ¿culparía Reynoso a "las grandes transnacionales" por haber asumido la publicidad de todas esas tradiciones intelectuales y literarias? ¿Reconocería su rol central en esa difusión? ¿Optaría por negar la verdad evidente de lo que estoy diciendo? ¿Preferiría decir que incluso eso es parte de un eficiente y maligno plan para promover (no sé cómo) la idiotización del mundo y la sujeción del pueblo bajo el yugo de los más monstruosos intereses económicos?

Por cierto, hay cosas mucho más complejas de responder en el asunto del mercado capitalista y no quiero defender su moral --imagino que el mercado es más bien amoral--, sino que apenas apunto las paradojas que otros prefieren no discutir. (Mientras escribo este post --todo hay que decirlo-- llevo puesta la irónica camiseta que pueden ver en la foto de arriba, lo cual, como es obvio, me vuelve altamente sospechoso de... algo).

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso, pero en los mismos días de estas declaraciones de Reynoso, Ampuero en el Suplemento Dominical de El Comercio dice que hay dos tipos de escritores: los que venden y los que no venden. Según Ampuero, los escritores que venden son los escritores que interesan a los lectores y se dedican a complacerlos escribiendo buenas obras, y lo que no venden sólo se dedican a desproticar contra los que venden, muertos de envidia por no tener lectores. Es una reflexión burda. Sobre ese artículo, Faveron no dice nada. Calla. Pero ante las respuestas de Reynoso, salta de inmediato. Eso es usted, mister Faveron, un escudero de una argolla de malos escritores, dedicados a tergiversar la verdad en los medios que controlan, en los blog que hacen un trabajo cumplidor como el suyo. Usted nunca criticaría a Ampuero, como lo hace con Reynoso.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

No he leído el artículo de Fernando al que aludes, pero si me haces el favor de enviarme el enlace, lo leeré y si encuentro interesante comentar algo, pues lo haré. No veo a qué viene la suspicacia.

Bruno Ysla Heredia dijo...

Tal vez Reinoso estaba pensando específicamente en "El cuarto espadachín" de Santiago Roncagliolo. Es posible. Quizás también estaba pensando en el miniboom de libros sobre crónicas periodísticas del año pasado. Ya sé que esas no son novelas y seguro Reinoso también pero quizás fue un lapsus. Cualquiera puede llamar por error novela o darle las características de la novela a algo que no lo es, no?

Saludos

Anónimo dijo...

Me gusta la manera como argumentas tu disenso. Y estoy de acuerdo en que acusar a "las transnacionales" es relativamente fácil.

Pero hay dos puntos adicionales que quiiera traer a cuento: la novela de no ficción inventada por Truman Capote y muy difundida en el mundo anglosajón.

Y la hibridez de muchas obras. La última novela de Junot Díaz tiene claros elementos de no ficción.

Me apoyo en otro ejemplo: un libro como "El olvido que seremos" del colombiano Héctor Abad, es leído por muchos como una novela, pero también es un retrato de época, una biografía y un documento histórico de corte personal.

antoniotamariz dijo...

Intesante análisis, Gustavo. Te agradezco sobre todo esta frase que me ha hecho pensar bastante:

"Lo que importa no es cómo uno llega a un libro, sino cómo uno sale de él"

Creo que daría para un post que ojalá te animes a escribir.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Estimado Bruno: no es así. Si miras el primer enlace que coloco en el post, verás el contexto dentro del cual habla Reynoso. Es a partir de las novelas de Jaime Bayly.

Anónimo dijo...

http://www.elcomercio.com.pe/edicionimpresa/Html/2008-09-21/el-autor-mercado-disparadero.html

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Ya leí el artículo de Fernando. No dice nada de lo que tú afirmas. De hecho, dice:

"El asunto del mercado y del reconocimiento no debería ser motivo de mayor angustia".

Y dice que hay autores buenos que venden y otros buenos que no, así como malos que venden y otros malos que no. Puedes decir que es muy obvio, pero no puedes decir que sea falso.

Anónimo dijo...

Una anotacion: Ampuero se equivoca, no fue Ferrando, sino Rospigliosi (Pocho) el de 'eso es lo que le gusta a la gente!'

Anónimo dijo...

Qué extraño Gustavo que no leas el Sunplemento Dominical del Comercio. Extraño, que leas todo menos esteSuplemento que es en la literatura peruana la ventana más importante. Te cuento algo que seguro que no sabes: Desde la salida de Ravi Docarmo como editor y su reemplazo por Fernando Ampuero. El suplemento se ha refinado. Thays, Cueto, Balo Sánchez León, Oviedo, Tola el de la tele, y Tola el pintor, Peter Elmore. Nada de Reynoso ni de Miguel Gutierrez, y de los demás, que no los nombro porque son tan irrelevantes para literatura peruana que mejor ni para qué citar sus nombres. Pero por fin tenemos un Suplemento literario, que un diario como El Comercio se merece. Leelo Gustavo, te lo recomiendo.

Anónimo dijo...

¿Y cuál es el peso del Dominical para la difusión de una obra? ¿No se ha repetido mil veces en los blogs que para que una obra sea conocida por la gente a la que de verdad le interesa la literatura, no hace falta salir en El Comercio?

Anónimo dijo...

Carmen Olle en Porta9:

"En la actualidad, la mayoría de las novelas solo entretienen, son el producto de un gran negocio de las libreras transnacionales."

Anónimo dijo...

Tola el de la tele te parece relevante para la literatura nacional???
Nada que ver.

Anónimo dijo...

bastante sintomático.
Quien se atreve a negar que en el fondo ese Parvulo esotérico es Gustavo Faverón.

Juancho

Anónimo dijo...

La primera impresión que me asoma, es que Reinoso al hablar de las transnacionales, está pensando en Roncagliolo (más que en Vargas Llosa y Cia.). No me responsabilizo de esta impresión que podría ser demasiado espontánea y no está reflexionada.
R.B.