18.11.10

El novelista como baterista

¿Qué decimos cuando decimos que una novela es lenta?

Cuando decimos que una novela (o una película o cualquier otra narración) es lenta, decimos muchas cosas diferentes. Y es posible que cada quien diga una o varias cosas distintas. Pero en general estamos hablando de ritmo.

Antes de responder, entonces, aquí van un par de observaciones tipo diccionario: en general, le llamamos ritmo a la sucesión de señales contrastantes, dispuestas en el tiempo o en el espacio, que marcan las variaciones de un movimiento.

Una ligeravariación: el ritmo es un movimiento signado por la alternancia sucesiva de elementos disímiles, acaso opuestos en valor (el color blanco yuxtapuesto al color negro, los golpes de una tarola alternados a los golpes de un bombo, etc.). Obviamente, la explicación podría ser mil veces más minuciosa y mucho más sutil.

En literatura, solemos asociar la idea de ritmo, sobre todo, con la poesía, quizá porque la familiaridad de la poesía con la música nos permite entender el fenómeno más inmediatamente. El ritmo del poema se encuentra en la conjunción de elementos más o menos fáciles de indentificar: la métrica, la distribución de los acentos, las rimas, las aliteraciones, las eufonías en general, etc.

Tendemos a suponer, quizá debido a que el ritmo del español se sostiene sobre elementos fonéticos, que el asunto del ritmo es puramente una cuestión de sonido. Pero esa no es una verdad universal.

La poesía hebrea del exilio clásico (por poner un ejemplo en el que se incluye el Cantar de los cantares), dejaba la mayor parte de la responsabilidad en la creación del ritmo a los paralelismos semánticos y otras formas de contraste en las ideas: los versos no "rimaban" en el sonido, sino por la manera en que las ideas de uno reverberaban en el verso siguiente, y era esa sucesión de contrastes intelectuales o emotivos los que creaban, a su vez, el ritmo. (Esa debió ser la base de la teoría de Yuri Lotman --judío-- sobre las concomitancias que forman una estructura literaria).

En la prosa, todos decimos saber que existe también el ritmo, pero casi nadie se da el trabajo de observar problemas o virtudes de ritmo en un ensayo o en una obra narrativa. Peor aun: es un lugar común entre muchos críticos decir vacuidades tales como que la prosa de una narración "tiene buen ritmo", "es lenta", "es ágil", "es demorada", o, en el colmo del absurdo, que "no tiene ritmo", que "le falta ritmo", como si tal cosa fuera posible.

Pensemos en la idea básica de ritmo que propuse arriba: la sucesión de señales contrastantes, dispuestas en el tiempo o en el espacio, que señalan las variaciones de un movimiento. Añadamos, aunque es obvio, que el ritmo de una narración puede variar muchas veces a lo largo de un texto (y ricemos el rizo diciendo que esas mismas variaciones son, a su vez, señales que también marcan el ritmo).

En un primer nivel, el puramente fonético, las señales del ritmo de la prosa no son en su naturaleza muy distintas de las señales del ritmo en la poesía: acentuaciones, aliteraciones, coincidencias eufónicas o cacofónicas, otras repeticiones de sonidos, alternancias de longitud en las frases (algo así como la métrica de la prosa).

También hay elementos sintácticos que influyen en la sonoridad del texto y con ello en su ritmo en el nivel fonético. Por ejemplo, las estructuras oracionales, la coordinación, la yuxtaposición, la subordinación, la repetición y la introducción de frases o incluso párrafos que son variaciones de otros anteriores (piensen en Juan José Saer, en Javier Marías, en Guillermo Cabrera Infante).

Según nos acercamos, con esto último, al nivel macrotextual, más nos alejamos de la fonética. Cuando Vargas Llosa alterna, digamos, cuatro líneas narrativas distintas dentro de cada capítulo de una novela, creando a un narrador distinto con un lenguaje diferente para cada cual, y luego repite sistemáticamente la serie en cada uno de los capítulos, y luego agrupa ocho de esos capítulos en la primera parte de una novela, y ocho en la segunda, está construyendo una estructura rítmica.

El texto o, más precisamente, nuestra lectura del texto, se convertirá en un movimiento en el tiempo marcado por el contraste entre esos elementos disímiles que aparecen en él alternativamente.

En "La noche boca arriba", el célebre cuento de Cortázar, hay una alternancia recurrente entre el punto de vista del indígena moteca y el punto de vista del motociclista. En "El sur", de Borges, un ir venir de momentos en que el protagonista abre y cierra los ojos y ve el mundo con mayor o menor lucidez. En Los cachorros, de Vargas Llosa, hay un vaivén de focalizaciones y voces narrativas que pasa de la tercera persona singular a la primera persona plural, en contrapunto, de inicio a fin del relato.

En El retrato de Dorian Grey, hay una serie de momentos en que Dorian y otros personajes se colocan frente a la pintura y a través de sus reacciones dejan ver al lector el crescendo de la decadencia de la imagen, espejo del espíritu del personaje. En Sobre héroes y tumbas, es el cambio de las cronologías y el plano narrativo, del presente singular a la historia colectiva, lo que va generando la cadencia de la lectura.

Todos esos son rasgos que marcan el ritmo de la narración. El ritmo, entonces, puede determinarlo el contrapunteo de líneas argumentales, voces narrativas, personas gramaticales, focalizaciones, estilos, puntos de vista, tiempos referidos y también, claro, la aparición, desaparición, reaparición de ciertos motivos.

Hay una forma más huidiza de creación rítmica en una narración, acaso la más intelectual de todas: la diseminación, a lo largo del relato, de claves, señales, símbolos y recurrencias metafóricas que son percibidas por el lector y que lo conducen a una forma de reflexión, a ir construyendo, paulatinamente, su interpretación del texto.

La naturaleza de esos beats interpretables es múltiple, por supuesto. En Borges puede ser el asomo de las muchas puntas de iceberg que son sus alusiones a la historia de las ideas, la mitología, otras obras literarias; en Joyce, el demorado reconocimiento de las alusiones míticas, esparcidas a lo largo de la narración, dispuestas como nudos que el lector debe detenerse un instante a desatar.

En Proust, son los remansos de ensoñación que de pronto llevan al lector a la pura sensorialidad o a la emoción pura, que lo sacan del tiempo o lo colocan en otro, en pausas aparentes que, después de un momento, lo devuelven al plano inicial; en Sebald, la profundidad de la mirada, que insiste una y muchas veces en rever una misma imagen, hasta hacerla significar muchas cosas, cosas que habrían sido imperceptibles en caso de que la narración hubiera optado por quedarse en la superficie: la alternancia es entonces entre una lectura horizontal de la narración y una penetración vertical en la descripción.

Esas también son marcas de ritmo, en el sentido más preciso: señales que modifican el tempo de la lectura y su compás. Lamentablemente, son las señales que los amantes de la velocidad nunca perciben: las novelas que llaman lentas, suelen ser aquellas que ellos leyeron muy rápidamente.

...

17 comentarios:

cesar dijo...

Cual seria entonves el ritmo en un cuadro azul, toalmente azul,de Iveds Klein?
Cesar Esacalante
Paris 2010.

Anónimo dijo...

"las novelas que llaman lentas, suelen ser aquellas que ellos leyeron muy rápidamente."

¿Y cuáles serían las que con justicia se puede decir que tienen el defecto de ser lentas? La serie 24 al ritmo de Odisea 2001 se merecería un tomataso, en mi opinión.

Anónimo dijo...

Esa visión del ritmo me parece válida (la expuesta por el doctor Faverón). Es muy precisa y sesuda. Pero creo que no toca a la otra (la que usa un crítico literario en los diarios). Tal como se plantea la práctica de la crítica, me parece que no es lo mejor partir del análisis del ritmo desde una definición “diccionario”. Es más conveniente, para observarla, dado que los críticos trabajan sobre todo de manera inductiva recordando ciertas obras para analizar otras nuevas, es más conveniente, digo, partir de una definición prototípica de "novela ágil". Eso es lo que un comentarista de libros tiene en la cabeza, según lo pienso, cuando hablan de libros más o menos "lentos". Se acuerdan de aquellas novelas "prototípicamente ágiles": cada quién tendrá un prototipo diferente, como en todos los significados, pero considero que uno de los más comunes es el de la novela policial escrita por ghost writers.

Como sea, tu definición (¿normativa?) del ritmo obvia un hecho: el uso válido de un término que sí tiene sentido para críticos y lectores (y muchísimo sentido para los editores). Y de una manera un tanto ruda. Dices:

Peor aun: es un lugar común entre muchos críticos decir vacuidades tales como que la prosa de una narración "tiene buen ritmo", "es lenta", "es ágil", "es demorada", o, en el colmo del absurdo, que "no tiene ritmo", que "le falta ritmo", como si tal cosa fuera posible.

Anónimo dijo...

(continuación del post anterior)

Resulta que, nos guste o no, circula el término y genera un significado para un grupo numeroso de escritores y lectores en medios de prensa et al. Es más interesante observar lo que está sucediendo, no negarlo. O sea, en lugar de prescribir lo que dicen, describir el uso. Porque resulta que, más o menos preparados, más o menos leídos, los críticos no son personas absurdas ni vacuas, y sus lectores no somos absurdos ni vacuos y utilizamos esos términos de cierta manera que sería mejor, repito, entender y no rechazar.

En resumen y un poco en general, vinculando esto con las críticas hechas justamente contra MAD: analicemos el uso, no prescribamos una supuesta norma. Finalmente, el uso manda, por más que alguien viva la fantasía de un mundo de ideas puras, claras, distintas o con un DRAE incorporado en el cerebro.

Pd. Es probable que no me esté explicando del todo bien en el cieere de mi comentario. Sé que, por ejemplo, el doctor Mondoñedo, que se ha dado más de una vuelta por este blog, podría explicar mejor que yo este punto de mi comentario: ¿qué diferencia la operación que el doctor Faverón realiza en este post, rechazando el uso de la palabra ritmo por parte de los críticos, de la operación que realizan algunos hablantes cultos al denigrar ciertos usos populares, tildándolos de vacuos, absurdos, etc.? Me parece que tienen varios puntos de contacto.

Anónimo dijo...

Como que sobre el final del post la noción de ritmo se diluye un poco, ¿no?

Jorge Frisancho dijo...

Vale. Y dos cosas. Una, que lo que dices sobre la poesía hebrea del período clásico es en realidad aplicable, con ciertas atingencias, a la poesía contemporánea en general. Incluso en tradiciones como la norteamericana/británica, donde el verso libre no ha terminado de calar y no es tan hegemónico como sí es por ejemplo en América Latina, el ritmo del poema (y de la serie de poemas: Mulodoon, por ejemplo) está dado precisamente por esas concomitancias, o isotopías. El ritmo en poesía es hoy, sobre todo, una cuestión semántica. Esa es la tradición moderna (y post-).

Y: me quedé pensando en algo que dijiste en los comentarios a tu post anterior. ¿Por qué cree que la fijación central hoy es, antes que en la normativa, en la rapidez del ritmo? Estoy de acuerdo con tu observación, pero me interesa saber cuáles crees tú que son las razones. (Estoy de acuerdo, pero también creo que, además de la velocidad, hay una fijación en la ligereza, en lo superficial de las cosas, y creo que son parte de lo mismo).

(Y, by the way, estoy leyendo El Anticuario, que Margarita tuvo a bien traerme de Lima la semana pasada y me entregó con una calurosa recomendación, y me está gustando mucho. Buena voz.)

Jorge

Gustavo Faverón Patriau dijo...

César: no he afirmado que toda imagen visual tenga un ritmo. Sí he dicho, en cambio, que un ritmo implica al menos la yuxtaposición de elementos (en plural).

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Anónimo 1: no he visto nunca 24.

Anónimo 2: desde el momento en que los críticos le dan a "novela ágil" un valor positivo y a "novela lenta" un valor negativo, ya todo está mal. Y un crítico no es alguien que tenga que acomodarse a las preferencias mayoritarias de los lectores; mucho menos a los planes comerciales de los editores.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Jorge: estoy de acuerdo. De hecho, no le suelen llamar "narrativa ágil" ni nada parecido a los cuentos de Borges, pese a que están singularmente estacados de marcas rítmicas de todo tipo, entendiendo ritmo en el sentido que le he dado en el post. En otras palabras, lo que llaman una "novela ágil" no es otra cosa que una novela de fácil lectura, de lectura rápida, fácilmente consumible, que casi siempre es también superficial en el sentido que creo que le das.

Anónimo dijo...

Léase este post: http://tanquedecasma.blogspot.com/2010/11/una-biblioteca-en-llamas.html
Y ahora léase este: http://puenteareo1.blogspot.com/2010/11/el-novelista-como-baterista.html
¿Coincidencia? ¿Por qué justo ahora resulta tan importante establecer criterios sobre cómo hacer la crítica literaria? Es lógico y válido que si un alumno sale jalado le pregunte al profesor los criterios de calificación. Que de ahí otros alumnos se beneficien o que haya un interés general y buenos argumentos en el alumno jalado, es posible y válido. Nomás tengamos la película clara y démonos cuenta de la motivación del alumno jalado. Que si nos dice que es por mera objetividad o interés general no será nada creíble.

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Anónimo: si tuvieras dos ojos debajo de los dos dedos de frente que sin duda te faltan, verías que mi post es anterior a la publicación del artículo de Ernesto; artículo cuyas observaciones aprecio, dicho sea de paso.

Anónimo dijo...

"¿Por qué justo ahora resulta tan importante establecer criterios sobre cómo hacer la crítica literaria? "

Y yo que creía que era un tema que nunca perdía vigencia.

Anónimo dijo...

Anónimo 6: Nunca perderá vigencia. Siempre habrá un criterio que quiera desplazar a otro, y siempre habrá un defensor o epígono de alguno que pretenda aniquilar a su contrario o antecesor. Y viceversa. Un ejercicio mejor resultaría de abstenerse de la crítica. Pues al fin y al cabo, la perspectiva de la crítica es analógica a la de un ofrecimiento o una absolución.

Anónimo dijo...

Blogger si tuvieras dos onzas de sangre debajo de los dos dedos de honestidad que a todas luces te falta, entonces te darías cuenta de que no se trata de la oportunidad con que elaboras tu post, sino, del motivo con que lo haces.
Te curas en salud. Antes de que los desatados como MAD se manden contra tu libro, prefieres disparar no importa, al vacío, por si las moscas. Queda claro que resultas más inseguro de lo que tu virulencia quisiera demostrar. Tus reiteraciones de:
· "Yo no he dicho en ningún momento que ..."
· "No has entendido nada de ...."
· "Si tuvieras dos dedos de frente y ...."
Reiteraciones en tu caso, cacofónicas, solo evidencian algo entre escasa honestidad, y debilidad argumental
Pregunta final. Puedes publicar esto?. O también lo sensurarás como con el viejo MAD.
Nota: El coment anterior, sobre la coincidencia de tu post con el de Carlín, fue tomado de un coment del blog de Rendón. Insisto, ¿publicas esto?, o no.

White Whale dijo...

La definición de "novela ágil" que acabas de dar me parece un tanto arbitraria, pues la encasillas en formatos de "novela fácilmente consumible" e incluso superficial y sin ambiciones. Si vamos a hablar de novelas cuya lectura es fácil para un público general, hay trabajos que pueden alcanzar un buen nivel ("La Tía Julia" es un ejemplo), aunque no sean la mayoría. "Ágil" debería significar, en narrativa, "que expone los personajes y la trama de manera directa y accesible, sin cortes innecesarios o desvíos"). Es decir, algo parecido a "ameno".
En contraposición, los trabajos "lentos" (has mencionado a Borges) se encaminan más bien hacia el terreno autorreflexivo o de investigación.

Anónimo dijo...

Colega Faveron: cuando usted escribe la oración siguiente:


"Anónimo 1: no he visto nunca 24."


Incurre en redundancia. Debería decir:

"Anónimo 1: no he visto 24."

Salvo que usted pueda "no haberla visto a veces..."

Saludos

MAD

A veces no la he visto dijo...

...y otros no la ven nunca...