25.11.08

Fear and Loathing?

Puente Aéreo in Las Vegas

La fecha del viaje nos cayó encima casi sin darnos tiempo para reaccionar: estamos en el aeropuerto de Cleaveland, Ohio (feo aeropuerto, gris, tarde nevada) y dentro de una hora sale nuestro avión a Las Vegas, donde nos quedaremos hasta el primero de diciembre.

Eso no quiere decir que Puente Aéreo vaya a dejar de renovarse en los próximos días: sólo significa que, la próxima vez que lean algo mío, lo habré escrito a la orilla de una piscina del Luxor (caí: nuestra habitación está en la pirámide más huachafa del planeta), o a la salida de algún show del Cirque du Soleil (hay cuatro fijos en la ciudad), o tras haber dejado la mitad de mi sueldo en una maldita mesa de black jack.

No les contaré todo --por aquello de "what happens in Vegas stays in Vegas"--, pero algo les diré, y no todo será pecado y perdición: uno encuentra literatura de la otra, también, en cualquier parte, así que esperen noticias desde mañana, cuando comience a confirmarles si Jameson y Baudrillard tenían razón o no... o si el acertado era el gonzo...


24.11.08

Fushía el japonés

O, más bien, Fushía el brasileño

El número especial de
El Dominical del día de ayer se abre con una simpática patinada de mi querido amigo Diego Otero. En su artículo, escribe:
"Entre las páginas de La casa verde (1965) se escabulle un tipo llamado Fushia, un ciudadano japonés cuyas actividades son básicamente huir de la justicia y estafar. ¿Por qué el énfasis en la nacionalidad para la construcción del personaje? Es decir, ¿qué había en "lo japonés" para que Vargas Llosa decidiera relacionarlo con una representación de crimen y marginalidad? La pregunta puede sonar tendenciosa, pero es perfectamente pertinente".
¿Cuál es el problema en esa reflexión, por lo demás clara e inteligentemente argumentada? El problema es que Fushía no es ningún "ciudadano japonés", como dice el artículo. El Fushía de La casa verde, construido a inspiración de un Tushía real --eso lo cuenta el autor en Historia secreta de una novela-- es un brasileño que ha escapado al Perú probablemente perseguido por algún delito; su origen niséi es acaso parcial, mestizo; su herencia japonesa es una traza ya borrada; su nacimiento brasileño empieza a desaparecer de su historia; su peruanidad es incierta también: Fushía es por eso un paria, un solitario, y será al final un isleño sin vinculaciones humanas.

El error de Diego lo comete también Doris Moromisato en su artículo Ser nikkei en el Perú, reproducido en
Discover Nikkei, el año pasado.

Sobre el tema, copio un fragmento que puede ser relevante, de un artículo mío publicado en la revista
Chasqui hace unos años:
"Fushía es otro notorio insular en la novela. Su historia ficcional es la de un viaje que lo lleva de la extraviada identidad brasileña a una supuesta inmersión en la nacionalidad vecina (“ahora eres un peruano... Cuando te conocí en Moyobamba todavía podías ser brasileño, hablabas un poco raro” [41]), pero que concluye con la mácula de la marginación total: “Ni brasileño ni peruano... Una pobre mierda, viejo, una basura” (41). En su caso, la hibridación luce como un proceso de desvanecimiento: las trazas brasileñas y peruanas (y las de su origen japonés) se ocultan tras las de una pertenencia mayor: la selva como universo errabundo, la vida en el río. Pero no es la suya una entrega a la naturaleza, sino la inmersión en un circuito alterno al que quiere recorrer Jum: Fushía busca las vías de la ilegalidad, la informalidad. Si el arraigo lleva a Jum a anhelar el acceso a la cultura ajena, a Fushía la ansiedad comercial lo conduce el desarraigo; ambos terminan en la soledad. Fushía, sin embargo, ha logrado un instante de pertenencia: los huambisas son “sus amigos” (264): “la isla es la única patria que he tenido, hasta a los huambisas voy a extrañarlos” (446). El vínculo de la hibridación lo lleva a esa inclusión momentánea, pero es, sin embargo, más endeble en él que en cualquier otro personaje de la novela. Fushía quiere la verticalidad, el dominio, la sumisión, ser el dios de los huambisas (323). En él, esa subjetividad que debía fraguarse en la hibridación cobra la índole de un desborde sin contraparte: no existe un otro a su altura. “Cuando un cristiano y una cristiana se tienen ganas no hay quien los pare”, le dice Aquilino. “Ninguna mujer me hizo sentir eso”, responde Fushía, y agrega, sobre su enfermedad: “Pero ahora sí, viejo, ahora sí. Como si tuviera carbones bajo la piel” (188-9). El bios incontenido de Fushía se vierte sobre sí mismo, eros y tánatos: se pudre. Fushía se deshace."
(Las referencias de páginas específicas siguen la edición mexicana de Alfaguara del año 2000).


La Iglesia hace...

... muchas gracias de nada

Cuarenta y dos años después de la conocida frase --"los Beatles son más populares que Jesucristo", dijo Lennon aquella vez--, voceros de la Iglesia, por medio de una columna editorial en L'Observatore Romano, han decidido perdonar al músico británico, muerto hace veintisiete años, por su incalculable impiedad de aquel entonces.

(Curiosamente, quienes recuerdan esa frase de Lennon olvidan otras extravagancias suyas referidas, también, a la figura de Jesús: el rumor, esparcido por Lennon en los setantas, de que su look, el pelo larga, la barba, etc., eran una preparación para el rol protagónico en
Jesus Christ Super Star; o, antes de eso, la comparación entre él y Jesús en la letra de "The Ballad of John and Yoko": "Christ, you know it ain't easy. You know how hard it can be. The way things are going, they're gonna crucify me").

Una página de internet, Who2, dedicada a tabular la popularidad de personajes históricos o ficcionales de acuerdo al número de búsquedas en internet, coloca a Barack Obama en el número uno en este momento. Lennon aparece en el puesto veintiséis y Jesús de Nazareth en el treintiséis. Por cierto, no es que esté poniendo mi mano en el fuego por los resultados de esa medición: el puesto cuatro lo ocupa Miley Cyrus. Y el seis, Mickey Mouse.

En fin, hablando de tablas de posiciones,
Rolling Stone le acaba de dar a Lennon el quinto puesto en el ránking de los cien mejores cantantes de música popular del siglo veinte. McCartney, el otro hemisferio del cerebro beatle, aparece, creo que injustamente, en el puesto once, detrás de vocalistas mucho menos dotados que él, como Bob Dylan, Marvin Gaye o (el maestro) Sam Cooke. Mi desconcierto mayor: el primer puesto se lo dan a Aretha Franklin, quien, con su influencia, ha sido causante parcial de mucha de la peor música del siglo.


23.11.08

Trabalenguas 16

Bacterias de la epiglotis recolectadas esta semana

"Por ejemplo
Lituma en los Andes, de Mario Vargas Llosa, plantea que los campesinos son primitivos, son bárbaros y que la manera de superar es el neoliberalismo".

(Profesor Mark R. Cox, autor de varios estudios sobre literatura y violencia política en el Perú. Lo que dice aquí lo dicen muchas otra pesonas. Yo, sinceramente, quisiera que alguien me explicara el sesgo específicamente neoliberal de Lituma en los Andes).

"El equilibrio de fuerzas conservadoras (que sostuvo al fujimorismo) se ha recompuesto y ya no es necesaria una línea editorial como la que mantenía Álvarez Rodrich. Sale. Aunque causó harta sorpresa, no deberíamos asombrarnos.
El Comercio (y sus distintos productos) ha tenido una línea conservadora histórica y más bien, lo de Perú.21 fue una suerte de intermezzo, una corta desviación de su tradición periodística".

(Roberto Bustamante, sabio de oficio, olvida que los Miró Quesada que han perdido el poder de
El Comercio son los políticamente conservadores, y que los que lo han obtenido son los de izquierda, y que esos izquierdistas están guiados por una ex candidata congresal fujimorista. Su teoría suena bien, lo malo es que no tiene nada que ver con los hechos. Gajes de la omnisciencia).

"Luego de la elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, qué es lo que tiene que celebrar el zambo politiquero José Luis Risco o la patizamba fujimorista Moyano..."

(Para variar, Rodolfo Ybarra. Se dice progresista. Cada vez que habla parece que en él encarnara el espíritu de nuestros tatarabuelos esclavistas. Sin embargo, dice algo cierto: los ciudadanos negros del Perú no podrán celebrar hasta que no desaparezcan del país los energúmenos atrabiliarios como Ybarra).


20.11.08

Imago mundi, 1

Max Ernst, L'Ange du Foyer

Muy joven, Ernst se vio forzado a servir en el ejercito alemán por cuatro años, durante la primera guerra mundial, y no mucho tiempo después de salir se reunió con otros artistas (el más notable, Jean Arp) para fundar la célula dadaísta de Colonia, su tierra natal. Por ese tiempo se casó y se separó rápidamente de una mujer que décadas más tarde habría de morir en Auschwitz.

En Francia, Ernst se unió a la escena vanguardista de Montparnasse (Breton, Tzara, Éluard) y desde allí, durante las décadas siguientes, vería la formación del apocalipsis en el escenario europeo: el ascenso de Hitler, el de Mussolini, el de Franco; la invasión a Etiopía, la destrucción de la República en España, los progroms, el atropello antisemita; el avance de todos los avatares del fascismo.

L'Ange du Foyer, pintado ante la desolación de ese avance furibundo, en 1937, es una epifanía mortal, una mirada sobre ese paisaje: el ángel es en verdad un demonio, el demonio del fanatismo, un monstruo ciego, que se niega a ver como se niega a escuchar, sin oídos, las órbitas calcinadas: los ojos vacíos; ser hecho de garras que recorre una Europa vuelta páramo y desierto; ogro múltiple cuyos miembros se convierten en animales proliferantes.

El monstruo, el ángel, es el inicio de la tormenta de la historia, o del fin de la historia: su versión más perversa, y es, lo fue en su momento, un anuncio y una previsión de la década que le esperaba a Europa en los años cuarenta.

(
Imago mundi, claro, significa imagen del mundo, y normalmente se usa para designar una representación del cosmos en forma terrena. Yo quiero forzar el sentido para llamar Imago mundi a esta sección del blog en la que iré insertando representaciones plásticas no del cosmos, sino de fragmentos del cosmos, o, acaso, como ahora, de esquirlas del caos).


Por qué Obama, 2

El poder simbólico del presidente negro

No sin sorpresa, he leído tres o cuatro posts, en bitácoras peruanas, en las que, palabras más palabras menos, se dice que la elección de el primer presidente negro en los Estados Unidos no reviste ninguna importancia particular, que tal vez tenga un valor "simbólico", pero que es finalmente una cifra irrelevante: lo que importa es ver si Obama será capaz de cambiar de manera sustantiva la relación de los Estados Unidos con el resto del mundo.

Los casos particulares que citan esas bitácoras son la guerra en Irak, la invasión de Afghanistán, el conflicto palestino-israelí y otros de esa especie; los que se extienden más caprichosamente parecen reclamar a Obama que asuma una posición anticapitalista, aunque cualquiera que sepa de qué está hablando debería comprender que Obama tiene muy poco en contra del capitalismo.

Que el lugar desde el cual se formulan esos reclamos es el extranjero resulta más que patente: cosas como la situación de Irak y Afghanistán son percibidos sin darle relieve alguno a lo que esos países implican para la seguridad de Estados Unidos. Se olvida algo evidente: Obama, como cualquier presidente, tiene la obvia responsabilidad de garantizar la seguridad de su país y de sus ciudadanos como primer requisito antes de buscar la de los demás.

Está claro que la invasión a Irak no debió producirse. Es infinitamente más discutible que la de Afghanistán sea impropia: en algún lugar de las montañas limítrofes de Afghanistán y Pakistán se encuentran Osama Bin Laden y el comando general de Al Qaeda, y su reorganización y nuevo despliegue señalan un riesgo notorio para Estados Unidos y para muchos países europeos, así como para Israel, eso para no mencionar el peligro que representan para las poblaciones locales de Afghanistán, Pakistán y otros países de la zona.

Entonces, Obama debe, en efecto, buscar una salida cautelosa de Irak, pero es muy probable que lo haga para multiplicar esfuerzos en Afghanistán. Sospecho que quien diga que eso sería un abuso estaría, simplemente, negando a los Estados Unidos el derecho a proteger su propia estabilidad.

Quienes señalan la vacuidad apenas "simbólica" de que un ciudadano negro llegue a la Casa Blanca están olvidando no sólo el hecho de que lo simbólico no es nunca desdeñable, menos en un país en el que los rastros de racismo siguen siendo visibles, sino que además olvidan un asunto que no por simbólico es menos objetivo: la presidencia norteamericana es posiblemente el cargo político más decisivo del planeta, y el planeta tiene una inmensa población de minorías raciales sojuzgadas, marginadas, oprimidas y segregadas. Que un negro ocupe esa posición es un transtorno fundamental en el mapa de la segregación en todo el mundo.

Y está, además, la renovación del mensaje a las minorías o mayorías desplazadas, forzadas a la migración: Obama, en efecto, no es un descendiente de esclavos; pero sí es el hijo de un migrante tercermundista. Es una realidad objetiva que todas las migraciones masivas que han tenido a Estados Unidos como punto de llegada han acabado por darle a los migrantes, al cabo de los años o las generaciones, una posición social mejor que la que tenían en sus lugares de origen.

La migración africana era acaso la última que no tenía clara la factibilidad de esa intención; ese ya no es más el caso. Como no es más el caso que la imagen de los Estados Unidos ante el mundo sea la figura de una familia de blancos anglosajones de clase alta. Seguramente es sólo simbólico: pero Bourdieu ya explicó largamente que tras los símbolos se esconde un poder, que le da vida y engrosa el símbolo hasta hacerlo tangiblemente relevante.

En el Perú, junto a las reacciones ponderadas y racionales, se ha levantado también una ola de respuestas que reafirman, lamentablemente, que entre nosotros las cosas no van por el mismo camino: diarios que juegan a la broma racial, figuras de la tele que convierten el hecho en un chascarrillo, etc: ceguera ante la historia, diría yo, pero una ceguera infecciosa y triste. Un blog peruano eligió esta fotografía, profundamente racista, para ilustar su reacción.

Un comentario que he escuchado repetidas veces: "qué tanta cosa, si en el Perú elegimos a un cholo hace años y por dárnoslas de progresistas terminamos en manos de un borrachín irresponsable". Comentario lamentable si los hay, diagnóstico de la manera en que el racismo peruano sobrevive: estoy seguro de que, incluso si el rendimiento de Obama en la presidencia resulta enormemente negativo y perjudicial para Estados Unidos, la respuesta mayoritaria de los americanos no será regresar a los estereotipos, ni se valdrán de ellos para explicar los defectos del régimen del demócrata. ¿Notan la diferencia?

19.11.08

Ron Mueck

El arte de transformar al observador

Seguramente una de las nociones más difíciles de la narratología es la de punto de vista: quién ve, desde dónde ve, cómo ve, qué cosas puede ver, cómo y qué se focaliza a través de esa mirada (si es que hay una mirada), etc.

En términos teóricos es ya un asunto bastante complejo; el problema de cómo influye el punto de vista en la percepción del lector es todavía un difícil universo adicional. Pero hay más: cómo puede el punto de vista de la narración transformar, no lo observado, sino al obsevador: pregunta grande si las hay.

¿Qué pasaría si en vez de ver el asunto en el campo de la narrativa, lo viéramos por un momento, con el perdón de los expertos, desde el terreno de la plástica? Échenle una mirada a las fotografías que acompañan este post, que presentan esculturas del artista australiano Ron Mueck, famoso por sus piezas hiperrealistas y por la desnaturalización de la percepción que ocasiona valiéndose del juego con las dimensiones, a veces colosales, a veces diminutas, de sus obras.

Qué es lo que cambia cuando Mueck coloca ante los ojos del espectador a una pareja de señoras perfectamente humanas pero de cuarenta centímetros de alto, o a una mujer de veintre metros de altura recostada en una cama hiperbólica. ¿Qué es lo que varía? ¿Es la naturaleza del cuerpo representado, o es la índole de la mirada del observador sobre ese objeto?

Hay que notar que lo de Mueck no es la corriente licencia de dimensiones que cualquier escultor puede tomarse: no es una pareja de paseantes de Rodin de medio metro de estatura, sin intenciones de hiperrealidad; no es la monumentalidad recurrente y refleja de una estatua como el Cristo del Corcovado o la Estatua de la Libertad, que reclaman ser vistos como prodigios: las esculturas de Mueck le piden al espectador que respete su humanidad. Y ahí está lo interesante.

Si ellas piden ser vistas como seres humanos, pero, en función de sus dimensiones, cambian la naturaleza de la relación entre objeto y observador, ¿dónde debe operarse la transformación? Respuesta: en el espectador. Es el espectador quien tiene que asumir, durante la observación, la ficción pasajera de que él ya no es más el ser humano que era: debe asumirse microscópico, empequeñecido, o portentoso, gigantesco.

En otras palabras, las esculturas de Mueck fuerzan al observador a reconsiderar sus propias dimensiones, y, con ello, la naturaleza de su punto de visa: su mirada será la de la mosca en la pared, o la del dios que sobrevuela el mundo; la del enano que le llega al hombre a los talones o la del monstruo que, al compararse con el ser humano, empieza a verse a sí mismo como una anomalía.


The Fireman

Electric Arguments: McCartney & Youth

Quienes leen este blog hace tiempo deben de haber notado que, pese a las frecuentes acusaciones de macartismo (
maccarthyste, moi?), en verdad soy, más bien, un fiel maccarnista.

Hasta el punto que, como pocos, soy de los que tienen hasta los discos más oscuros de Paul McCartney, incluyendo los dos que, junto con Youth (ex-Killing Joke) publicó en los noventas bajo el seudónimo compartido de The Fireman, discos exclusivamente instrumentales de
trance y electrónica, que pocos asociaron con McCartney al principio, hasta que Melody Maker los desenmascaró.

Pues, bien: The Fireman ataca de nuevo, y esta vez no tiene para nada el sabor descuidado, vital y experimental, pero menor, sabor de
side project, que tuvieron sus primeros discos (Strawberries Oceans Ships Forest y Rushes).

El nuevo disco,
Electric Arguments, no es sólo instrumental, ni está hecho de retazos y esquirlas. Es una colección de 14 canciones redondas, que saltan, esquizoides, del rock duro al dance, del country al folk, de la electrónica al gospel, del blues sureño al pop sucio (Youth, después de todo, tiene un historial post punk pero también ha sido productor de U2, y McCartney, como sabemos, es un salteador de caminos en materia de gustos músicales).

El disco fue grabado sin plan previo: cada día, una canción: Youth y McCartney se reunieron trece veces en Abbey Road, sin ideas base, improvisaron sonidos, saqueron libros de poesía en busca de frases para ir construyendo las letras como un collage; fueron levantando cada canción paso a paso, fundiendo ritmos y añadiendo líneas melódicas entrecruzadas, de modo que el producto final es un conjunto de canciones con un
feeling no muy distintos del de la última colaboración (lanzada hace un par de meses) de Brian Eno y David Byrne. Si me preguntan, Electric Arguments, jugando en la cancha de los otros, es quizá superior.

El track número uno, "Nothing Too Much, Just Out of Sight", duro como "Helter Skelter", rabioso en la letra y en la voz, tan belicoso como sofisticado en su construcción, más White Stripes que Led Zeppelin, ha sido recomendado por el DJ más influyente de la radio británica, Zane Lowe, que lo ha puesto en la cima de sus canciones durante dos semanas, llamándolo "the hottest record in the world right now".

Nota aclaratoria: Lowe es conocido por su desprecio habitual hacia la música de los "mayores", y esta es la primera vez que se la juega de esa manera por el disco de uno de los viejos dinosaurios; el programa de Lowe está netamente dirigido a la juventud inglesa. Mientras tanto, adelantándose a casi todos, la web de Rolling Stone le da al disco completo cuatro de cinco estrellas, y sus lectores online le dan cuatro y media.

Mis canciones favoritas: la mencionada "Nothing too much..."; "Sing the Changes", entusiasta como pocas, divertida, un crescendo notable; en fin: salvo por "Is This Love?", el disco es parejo , original, inteligente, riesgoso y sin desperdicio.

Ah, casi lo olvido: el álbum se lanza la próxima semana, pero ya pueden escucharlo completo entre los live streams de la sección First Listen de NPR.


No se emocionen

O de una vez emociónense en serio y vayan a fondo


Tras la salida de una docena de colaboradores y columnistas de
Perú 21, un grupo significativo de ellos ha decidido reunirse en un blog (Espacio Compartido) y seguir publicando sus textos allí, de modo que el contacto con sus lectores se mantenga.

Los nombres del grupo dejan suponer que será un blog de buen nivel:
Carlos Basombrío, Jorge Bruce, Carlos Ivan Degregori, Nelson Manrique, Luis Pásara, Santiago Pedraglio, Fernando Rospigliosi.

En el primer post de Espacio Compartido, Luis Pásara escribe:

"El descabezamiento de la experiencia de
Perú. 21, liderada por Augusto Álvarez Rodrich, nos regresa a la normalidad del periodismo peruano. Perú.21 representaba en el país la avanzada de una definición moderna de la empresa periodística, bastante distinta a la tradicional".

Imagino que este es el momento perfecto para glorificar y magnificar, pero supongo también que nadie puede creerse muy en serio que Perú 21 haya sido nunca la maravilla que ahora todos parecen recordar.

Yo, por mi parte, que tengo los temas culturales como prioridad sobre los políticos, me permito recordarles a Luis Pásara y a mis lectores que
Perú 21 fue quizá el primer diario peruano de su tipo (serio, pero no especializado) que decidió que tener una sección cultural constante, consistente y más o menos amplia era una total pérdida de tiempo.

En efecto, la visión periodística de Álvarez Rodrich fue siempre puramente utilitaria. Desde su punto de vista, un periódico debía prescindir de todas y cada una de las secciones que no le reportaran un atractivo más o menos traducible en cierto aumento de ventas: la
Chica 21 fue para él mil veces más importante que una página fija de reseñas de libros, que nunca existió.

La columna de un cero a la izquierda como Beto Ortiz merecía el espacio y la publicidad que nunca se invirtió en las colaboraciones de ninguno de los intelectuales que contribuyeron con el diario.


Perú 21
sólo le prestó atención a la cultura cuando promovió la polémica andinos-criollos, es decir, cuando el escandalo le permitió llamar un poco la atención. Dato curioso sobre la "empresa periodística no tradicional": la mayor parte de las colaboraciones de los polemistas no fueron remuneradas. ¿La modernidad?

Pero, en fin: ya dije varias veces que lo hecho con Álvarez Rodrich es un signo lamentable de la dirección que El Comercio y sus empresas anexas van a tomar en el futuro cercano (ahora los hilos de
El Comercio los manipula la ex-candidata fujimorista Martha Meier y la dirección interina de Perú 21 la asume el ex-director de la agencia oficial de noticias de Fujimori, Mito Tumi).

Mi idea es que, quizá, la gente de
Espacio Compartido (Basombrío, Bruce, Degregori, Manrique, Pásara, Pedraglio, Rospigliosi) podría darle a su proyecto un carácter un poco más sólido y más amplio. El Perú carece de blogs colectivos de la envergadura de Politico o Huffington Post, pero también de espacios como El Boomeran(g), inclinados a la cultura y no a la política.

¿Por qué no aprovechan el nacimiento de
Espacio Compartido para instaurar ese lugar que ahora no tenemos los peruanos: un gran blog colectivo que abarque temas de actualidad, de coyuntura, de sociedad, de cultura, de literatura, de política, etc., de manera sistemática? ¿Por qué no aprovechan para suplir esa carencia que no permitió nunca a Perú 21 empinarse un poco sobre la medianía de nuestra prensa?


18.11.08

Profesores

La tercera vía

Aunque era una reducción poco sutil y bastante arbitraria, era lo que se decía en la época en que yo estudiaba literatura: que la carrera en la PUCP estaba en manos de críticos literarios, mientras que en San Marcos los profesores eran creadores. En la Católica: Ricardo González Vigil, José Luis Rivarola, Luis Jaime Cisneros; en San Marcos: Antonio Cisneros, Marco Martos, Washington Delgado.

¿Qué cosa prefería uno? Esa era la pregunta corriente. La respuesta podía ir en cualquier dirección, y las justificaciones eran diametralmente opuestas: preferían la Católica quienes anteponían la formación crítica a cualquier otra cosa; preferían San Marcos quienes suponían que algo andaba mal con los críticos, que la literatura era tierra exclusiva de poetas y novelistas.

Obviamente, todos eran prejuicios. No solo porque en la plana docente de la Católica había más de un escritor y en la de San Marcos varios críticos conocidos (y más de uno era profesor en ambas universidades). Sino, sobre todo, porque la disyuntiva estaba planteada en términos arbitrarios. Uno aprende cosas distintas de escritores y de críticos, pero siempre tiene algo que aprender.

Sin embargo, hay una tercera especie que vive incrustada entre las otras dos, con méritos infinitamente menores que los de aquellas. Escritores primerizos sin una obra creativa sólida y,
además, sin obra crítica alguna. Bachilleres o licenciados que alguna vez escribieron un libro de cuentos de difusión semiclandestina y que jamás han tenido ni la ética profesional de formarse en la crítica y la teoría ni la consistencia creadora de dar a luz una obra coherente en cualquier género.

¿Qué es exactamente lo que tienen que ofrecer como profesores universitarios? Hay que considerar que la carrera de literatura no está diseñada para crear escritores, sino críticos. Y que el objetivo final es que el estudiante alcance el doctorado y alimente la vida académica. ¿No tendría que ser un doctor en literatura el que les abriera las puertas? E incluso más allá de los grados académicos: ¿no debería tratarse de un crítico activo, con una obra, interesado en actualizarse y ponerse al día, que forme parte viva del debate intelectual? ¿No es obvio que alguien que no es especialista en nada no puede ser profesor universitario?

17.11.08

Is it my generation?

Las verdaderas promociones geek

Dos cosas, hasta donde he podido ver, diferencian el uso del término
geek en Estados Unidos y en el Perú. La primera tiene que ver con un criterio generacional; la segunda con una cuestión de talento, perspectivas y alcance de expectativas.

En cuanto al asunto generacional, la cosa es sencilla. En el Perú, el término
geek poco menos que se ha privatizado para aplicarlo a una o dos generaciones, casi de ninguna manera a personas que tengan más de treinta años, y sólo parece hábil para describir a gente cuya vocación por el mundo virtual esté implicada con su crianza en un medio en el que las computadoras han sido siempre un artículo central en la casa, la oficna e incluso la escuela.

En Estados Unidos, en cambio, los
geeks por excelencia pertenecen a las dos generaciones anteriores, son los fanáticos programadores del trío freak de los X Files, por ejemplo, cuarentones o cincuentones que no han recibido el mundo computarizado, sino que lo han construido y han generado sus costumbres y sus formas de vinculación y socialización.

En cuanto al tema de las expectativas y el alcance de los proyectos, la cosa también es fundamentalmente distinta. En el Perú, un
geek es alguien que conoce con bastante solidez el uso de programas complejos, acaso capaz de darles un uso más o menos original, pero el término es tan laxo y borroso como para incluir en la categoría a cualquiera que pase varias horas del día navegando en internet y aprendiendo fanática pero, a la vez, superficialmente los detalles más nuevos del mundo de lo computacional.

En Estados Unidos, un
geek es un creador, antes que nada; no alguien que domina una serie de programas y tiene la habilidad de hacerlos producir enormemente, sino alguien que crea programas y diseña modalidades de uso flamantes y capaces de practicar un cambio rotundo y perdurable en las costumbres del universo virtual.

Vean la diferencia: la Wikipedia en español define geek como una persona "con una gran fascinación por la tecnología y la informática". La Wikipedia en inglés, en cambio, habla de gente con una "extraordinaria habilidad" para el mundo de las computadoras, y consigna la puntualización hecha, en el programa de Steven Colbert, por Richard Clarke, en una entrevista del año pasado. Para Clarke (especialista en cyber-security dentro del sistema de inteligencia norteamericano), la diferencia entre un nerd y un geek es que "geeks get it done". Los geeks son los que producen.

El Perú está lleno de nerds, pero, si tuviéramos que nombrar a un geek peruano, ¿quién sería?

Los siguientes nueve nombres son infaltables en casi cualquier
top ten de los grandes geeks de la historia que se produzca en los Estados Unidos. Préstenles atención a sus fechas de nacimiento y al alcance de su trabajo:

Linus Torvalds (1969), finlandés de Helsinki, creador de la versión original del sistema operativo Linux, o GNU/Linux, más precisamente, el primero en circular libremente, al alcance de cualquiera.

Steven Wozniak (1950), norteamericano, cofundador de Apple con su amigo Steve Jobs (1955). Wozniak construyó, en 1976, la primera computadora personal, mientras que, un tiempo más adelante, Jobs pondría el hombro para hacer realidad la primera Mac y su sistema operativo.

Tim Bernes-Lee (1955), inglés, creador del lenguaje HTML, el protocolo HTTP y el localizador URL: sin él probablemente no existiría internet, o hubiera empezado a existir mucho más tarde.

Marc Andreessen (1971), norteamericano de Iowa, creador de Mosaic y fundador de Netscape, otro peldaño imprescindible en la escalera que convirtió internet en lo que es hoy.

Richard Stallman (1953), nativo de Manhattan, New York: open source, software libre, GNU, copyleft, licencias públicas: de la cultura
hacker de Harvard y el MIT a la revolución del saber virtual compartido, el de Stallman es un nombre vital.

Paul Allen (1953),
washingtonian, y el hombre que convirtió a Bill Gates (1955) en la segunda persona más rica de los Estados Unidos (el primer lugar se lo arrebató Warren Buffett en la última crisis). Allen es comúnmente considerado como un programador bastante más sofisticado y hábil que su socio. Juntos, claro, fundaron Microsoft y le dieron Windows al mundo.

Me temo que el cien por ciento de los peruanos que se reclaman
geeks son básicamente muchachos consumidores del trabajo ajeno. No es nuevo: lo mismo fueron nuestros punks, nuestros hippies, nuestros rockeros en general, etc.

Si no creyéramos eso, bastaría con pensar en los supuestos geeks peruanos y enfrentarlos con la famosa definición de Jon Katz:
"Geek: Miembro de la nueva élite cultural, una comunidad de insatisfechos sociales, amantes de la cultura pop y centrados en la tecnología. La mayoría de los geeks se sobrepusieron a un sistema educativo sofocantemente tedioso, donde estaban rodeados de valores sociales detestables y compañeros hostiles, para terminar creando la cultura más libre e inventiva del planeta: Internet y la World Wide Web. Ahora manejan los sistemas que hacen funcionar al mundo".
¿Alguna duda?

El coloquio

Hablan los estudiantes


En los últimos años que pasé en la Católica, se volvió tradición anual la realización de los coloquios de estudiantes de literatura y de lingüística, y aunque a todas luces fue una fiebre pasajera, lo cierto es que años después se retomó, acaso incluso con mejor organización e igual o más entusiasmo.


No obstante esa buena orgaznización, y lamentablemente, el día de ayer los nuevos encargados del coloquio me hicieron llegar información equivocada acerca del programa de este año (que comenzó precisamente ayer y continúa hoy y mañana). Tuve que retirar el post correspondiente muy pronto, para no desinformar a los lectores.

Ahora, me han enviado el programa correcto y les pido a los interesados que le den una mirada.
El lugar del coloquio es el acogedor Auditorio de Humanidades de la PUCP, en el campus de Avenida Universitaria, en San Miguel. El programa detallado, con horarios precisos, lo pueden encontrar aquí.


Junto a las presentaciones de estudiantes, destacan las de profesores y especialistas como Juan Carlos Ubilluz, Mario Montalbetti, Marcel Velázquez, Ilana Aragón, Eduardo Hopkins, José Antonio Rodríguez, etc.


Perú 19

El globo se sigue desinflando

Supongo que, en alguna medida de tiempo-inteligencia, lo que ha pasado con Perú 21 debe de ser un retroceso de unos doscientos años en tres días.

A las renuncias comentadas de los columnistas Fernando Rospigliosi, Rosa María Palacios, Carlos Basombrío, Jorge Bruce y Nelson Manrique, se suman las de Martín Tanaka y Alonso Cueto, por lo menos, aunque es previsible que algunos otros lo hayan hecho también, como el último, de manera privada.

Otros columnistas y colaboradores que no han renunciado, han por lo menos protestado de manera pública, como Guillermo Giacosa y Heduardo.

Vamos a ver hasta dónde sigue saltando para atrás el periódico que hace apenas una semana solía traer las lecturas más interesantes de la prensa nacional, gracias a un equipo reunido a pulso por el director recién defenestrado, Augusto Álvarez Rodrich.

I.M. Laura Riesco

Autora clave y parca, murió el último viernes

Desde hace un par de años, cuando una estudiante mía de Bowdoin College me dijo que tenía parientes peruanos y que una tía suya, llamada Laura Riesco, vivía en Maine, no a gran distancia de donde vivo yo, tuve la intención de darle una visita a la escritora. El tiempo pasó, la oportunidad se fue, y hoy leo la noticia de su muerte.

Riesco vivía en Maine desde hace muchísimos años, tantos que yo mismo no había nacido aún cuando ella se mudó a esta parte de los Estados Unidos, muy joven todavía, antes de que su obra literaria se inaugurara.

Escribió solamente dos novelas publicadas: la primera fue muy experimental (y bien valdría verla reeditada):
El truco de los ojos, compuesta súbitamente, en un tiempo brevísimo, y aparecida en 1978 en la editorial de Milla Batres. Los pocos comentarios que la recibieron en su momento la consideraron una compleja revisión del lenguaje de la vanguardia, aunque ella siempre renegó de esa atribución, diciendo que lo que daba la impresión de vanguardismo en su novela era solamente la intención de hacer un tour de force por todas o casi todas las técnicas narrativas del high modernism.

Su segunda novela, cuyo proceso de creación fue muy distinto (le tomó muchos años y originalmente estaba destinada a ser un cuento breve), fue la famosa
Ximena de dos caminos, que la mayor parte de la crítica peruana celebró como una de las mejores obras de ficción nacionales de los años noventa (la publicó Peisa en 1994). Ese libro fue reeditado más de una vez, traducido al inglés y ganador del Latino Literature Prize de los Estados Unidos el año 1995.

En un ensayo sobre Riesco, "
Ximena de dos Caminos, Self-Representation, and the Power of Language", publicado en 1999 por la Hispanic Review, Carmen Tisnado hizo un interesante estudio de la novela, a la que describió como una suerte de máquina lingüística, en la que las palabras actúan como constructoras de una identidad que se va forjando y formando ante los ojos del espectador.

En un bello artículo publicado en el volumen 81, número 1, de la revista
Hispania (quienes tengan acceso a Jstor pueden revisarlo, igual que el mencionado antes), Riesco contó sus experiencias como escritora fuera de su patria y los ajetreos de su trabajo como profesora de literatura en diversas universidades de Maine. La nota biográfica al pie del artículo decía que, en ese tiempo (1998), se preparaba en Lima la edición de un conjunto suyo de cuentos de escritura reciente.

16.11.08

Va tomando forma

La telaraña de El Comercio

Lo que está ocurriendo en El Comercio es tan transparente que uno se pregunta por qué tanto interés de algunos periodistas por darle las interpretaciones más absurdas y a todas luces falsas.

El Comercio
ha sido tomado por la misma ala de la familia Miró Quesada que hace nueve años intentó capturar la corporación con la ayuda del Poder Judicial controlado por Fujimori y Montesinos para evitar que los periodistas de El Comercio y Canal N siguieran hundiendo a los mafiosos oficiales con el tipo de denuncia fundadamentada que, en efecto, poco después acabó por destruir al régimen.

En ese entonces, una cabeza visible de ese grupo, que hoy ha tenido éxito, era Martha Meier Miró Quesada, candidata al Congreso por el partido de Fujimori. El mismo partido que había organizado la millonaria falsificación de firmas que todos recordamos.

Martha Meier Miró Quesada tiene un pensamiento sin complicaciones: es una izquierdista banal sin mayor compromiso, junto a la cual Evo Morales y Hugo Chávez podrían pasar por refundadores del materialismo dialéctico; es también la abanderada de una forma de ecologismo tan primitivo que parece elaborado antes de la invención del ecologismo (su fuente más innovadora: Pulgar Vidal).

El otro nombre que destaca en el nuevo grupo directivo de
El Comercio es, claro, el de Francisco Miró Quesada Rada, ex candidato congresal de la UPP-SD, en el año 2001, junto a compañeros suyos como Hernán Garrido Lecca y Javier Diez Canseco. Francisco Miró Quesada está también evidentemente a la izquierda del resto de su familia: es un crítico del proyecto neoliberal pero también del mesianismo populista a lo Chávez, y, más bien, un promotor de lo que a él mismo le gusta llamar el "Estado de bienestar", es decir, un Estado intervencionista, regulador, propiciador de la inversión social.

Lo que más ha unido a Martha Meier y a Francisco Miró Quesada a lo largo de la ultima década es el afán de controlar el diario y los demás medios que la administración anterior supo crear (como Canal N) o incorporar al grupo empresarial (América Televisión).

Pero lo que los ha fundido en un solo cuerpo en esta coyuntura es la idea de que
El Comercio no debe contribuir a la crítica y el descubrimiento de las inmoralidades del gobierno, pues para ellos la estabilidad del régimen es más importante que el destape de la corrupción.

En esa lógica es que han puesto en marcha el proceso de desactivación de los núcleos del la empresa que fueran críticos al gobierno: la Unidad de Investigaciones de El Comercio, de la que expulsaron a Fernando Ampuero y Pablo O'Brien, y la dirección de Perú 21, de la que han removido a Augusto Álvarez Rodrich.

Al hacer esa movida, Meier y Miró Quesada se han arriesgado a lo obvio: la renuncia inmediata, en protesta, de Fernando Rospigliosi, Rosa María Palacios, Carlos Basombrío, Jorge Bruce, Nelson Manrique y algunos otros, además de todos los que vengan después; renuncias que, de facto, convierten a
Perú 21, a partir de la fecha, en un periodico más del montón, sin importancia alguna para quien entienda a la prensa como investigación y denuncia.

Si se toma en cuenta la diversidad política de los nombres mencionados --¿en qué se parecen Ampuero y Bruce, Rospigliosi y Palacios, Basombrío y Manrique?--, se verá que la dimensión real del entuerto que Meier y Miró Quesada planean no es en verdad político en el sentido ideológico: no es un tema de izquierdas y derechas, progresistas y conservadores o liberales y reaccionarios. Es un asunto de acomodo coyuntural y vendetta pragmática.


"Acomodo coyuntural y vendetta pragmática" es una frase que, irreparablemente, me lleva a pensar en una persona: César Hildebrandt. Hildebrandt dice ahora que los despidos de Ampuero, por un lado, y Álvarez Rodrich, por el otro, no tienen relación alguna. Es más: construye una teoría-espantapájaros según la cual los despidos son, unos, medidas moralizadoras, y, otros, un giro hacia la derecha, un veto anti-caviar.

O sea que, según Hildebrandt, despedir a investigadores que descubren la corrupción del gobierno, es moralizar. Y la entrada de los dos Miró Quesada más izquierdistas al control casi absoluto de la corporación
El Comercio es una movida derechista. ¿Alguien le encuentra la lógica a ese mamarracho especulativo?

Claro que no, porque no es una lógica, es una pragmática de la inmoralidad, una explicación que no explica, sino que apenas quiere ir haciendo el colchoncito para los desmadres que vengan luego.


Lo que ocurre es que la suma del fujimorismo seudo izquierdista de Meier con el izquierdismo moderado y democrático de Miró Quesada está ahogada bajo una marea más fuerte: ambos son empresarios dispuestos a pacificar su feudo y no pelearse con el gobierno, para seguir haciendo negocio sin riesgo alguno, y en esa dirección los dos caen bajo el poder del verdadero hombre fuerte del grupo, José Graña Miró Quesada.

Ambos (Meier y Francisco M.Q.R.) han sido críticos de Alan García hasta el instante mismo en que han pasado a tener el poder de la corporación, y desde entonces todos sus planes apuntan a una sola cosa: el silenciamiento de ambos periódicos, su anestesia general. Ya vendrá, muy pronto, América Televisión. Sólo luego empezarán a empujar sus agendas políticas. Quizá entonces surjan discrepancias internas.


Pero ahora es aún el momento de las purgas y las primeras conciliaciones. Ahora, por ejemplo, derechistas ultra conservadores del Opus Dei como Hugo Guerra (el popular Jirón Lampa: casi Miró Quesada) se unen a fujimoristas como Meier en una campaña conjunta de El Comercio y el Arzobispado para darle una nueva lavada de cara a Cipriani. Ese es el tipo de punto de contacto que encontrarán en los próximos días: todo estará relacionado con limpiezas amistosas y pasadas de mano. Y entonces, ¿qué?

Las cosas se aclararán cuando se vea quiénes reemplazan a los salientes. En otras palabras, en medio de la tensión en que periodistas con ética y respeto propio renuncian a ser parte de empresas matonescas, enemigas de la transparencia, habrá que ver quiénes son los "periodistas" que aceptan reemplazar a los defenestrados y soplar las velas de un barco que ya no tiene brújula moral, que sólo sabrá reconocer por el olor a amigos y enemigos, como el mejor de los cuadrúpedos de entrecasa.


Yo tengo una idea de quiénes serán los parásitos que se encaramen al botecito del silencio, a la nave de los locos que será
El Comercio en el futuro próximo, lamentablemente. (El Comercio es, como saben mis lectores, un lugar al que le tengo mucho cariño, por lo que fue, que ojalá vuelva a ser).

Por ahora, Susana Villarán ha propuesto algo que vale la pena escuchar: dejar de comprar
Perú 21 y El Comercio no sería una mala idea. Al fin y al cabo, el lector es un cliente y tiene derecho a devolver una manzana podrida.


Máscaras, 3

Sor Juana Inés de la Cruz en el cine

Qué dirían los vecinos de San Isidro si descubrieran cuán licenciosos han sido los productores cinematográficos al hacer cástings para cubrir el rol de Sor Juana Inés de la Cruz en las películas que sobre ella se han rodado.

La monja mexicana, primera figura descollante de la poesía en las Américas, se ha convertido también en un ícono en el imaginario del feminismo hispanoamericano y de allí la relativa frecuencia de su representación en las pantallas.

Arriba a la izquierda: Sor Juana la verdadera. A su lado aparece la cantante mexicana Cecilia Toussaint, que la representó en 1980 en la cinta Sor Juana Inés de la Cruz, de su compatriota Emilio Cárdenas Elorduy.

Arriba a la derecha, la pionera de las Sor Juanas cinematográficas, Catalina Bárcena, que hizo el papel de la monja poeta en Canción de cuna, película argentina de Gregorio Martínez Sierra filmada en 1941.

Abajo, las dos Sor Juanas más sexis del catálogo: a la izquierda, la española Assumpta Serna, la única que hizo asumió el rol en una cinta realmente exitosa y memorable, Yo, la peor de todas, de María Luisa Bemberg (1990); y Yadhira Carrillo, actriz mexicana que encarnó a la autora de Primero sueño en la teleserie Sor Juana Inés de la Cruz, dos años atrás.

15.11.08

Ah, la ética (actualizado)

¿Quién se acuerda de ella?

La fujimorista Martha Meier Miró Quesada sigue forzando renuncias y despidos, desmantelando por completo todas las unidades del grupo
El Comercio que ejerzan culquier forma de crítica contra la corrupción en el gobierno aprista.

A los atropellos contra Fernando Ampuero y Pablo O'Brien, "culpables" de investigar y difundir información crucial para desenmarcarar a los corruptos del gobierno, se suma ahora la salida forzada de Augusto Álvarez Rodrich de la dirección del diario
Perú 21, parte de la misma familia editorial.

Los periodistas que investigan, descubren, acusan y critican son sancionados por los dueños de sus propias empresas. Mientras tanto, plumíferos de alquiler y baba a destajo como el ex periodista César Hildebrandt celebran el maltrato contra sus colegas, los insultan, e inundan de flores y halagos a quienes quieren hacer de
El Comercio una tribuna para las cheerleaders del aprismo.

¿Y qué dicen sobre esos los niños border inimputables de la blogósfera "periodística", esos mismos que mil veces han insultado a Ampuero y han elevado a Hildebrandt al altar de santo patrono del periodismo peruano? ¿Cómo protestan los aprendices de sabandija? ¿Qué dicen acerca de esa nueva clase maestra de ética periodística que acaba de dar el gnomo espurio de la pantalla chiquitita?

Nada. Ven que el ídolo tiene pies de barro y se les hace agua la boca de pensar que algún día podrán zambullirse en la misma ciénaga. Bien por ellos. Que sigan moralizando. Los periodistas peruanos del futuro tienen el role model que se merecen.

PD 1: Las vergonzosas celebraciones de Hildebrandt: aquí y aquí.

PD 2: El mencionado galán de retablo ha hecho una carrera describiendo como amenazas contra la libertad de prensa y la libertad de expresión cada una de las decenas de incidentes en que sus patrones han optado por darle una patada en el trasero y deshacerse de él, de sus intrigas y de sus desplantes de divo incomprendido. Pero ahora, cuando a todas luces El Comercio desactiva la unidad de investigaciones de su diario principal y descabeza a Perú 21, todo para proteger la paz de los corruptos, Hildebrandt brinca sobre sus macarios de alegría y habla de "fumigaciones". Después seguirá predicando desde el púlpito de su isla guanera las bondades de la ética periodística.


14.11.08

Trampas

Novelas que vienen con su crítica bajo el brazo

Entre los millones de motivos que pueden llevarme a no gustar de una novela, uno de los menos frecuentes, pero no por eso imposible de detectar, es el caso de las ficciones que parecen escritas no desde una pulsión íntima sino desde un discurso teórico y, peor aun, parecen hechas exclusivamente para ser analizadas y comprendidas a través de ese discurso.

Un caso notorio son los libros de la novelista chilena Diamela Eltit, transparentemente escritos desde un haz de hipótesis postestructuralistas, hechos a la medida de ciertas teorías, confeccionados con los mismos elementos que animan a aquellas y que, por lo tanto, sólo tienen sentido cuando se las mira dentro de ese parámetro, a través de ese solo prisma. ¿Puede uno entender o disfrutar a Eltit sin conocer, por ejemplo, a Lacan? Lo dudo seriamente.

Pero peor que eso (porque también puedo suponer que no entenderé mucho ciertas novelas de Piglia sin saber nada de marxismo, y particularmente de maoísmo, o del Wittgenstein del
Tractatus), peor que eso, digo, es la sensación de que las novelas de Eltit están escritas con los libros de Lacan abiertos sobre el escritorio, y que su público no es cualquier público sino casi en exclusiva la lectoría académica, la iniciada en los mismos juegos teóricos que alumbran (o, más bien, oscurecen) su obra.

Por supuesto, se puede alegar que la literatura no tiene que ser siempre escrita para todos. ¿Acaso
todos pueden leer a Borges en iguales condiciones, o a Joyce, o incluso a Flann O'Brien o Thomas Pynchon? ¿A Virgina Woolf, a Fernando del Paso, a Lezama Lima? No, ciertamente. Pero los libros de estos autores no dan la impresión de ser extrapolaciones de teorías ajenas revertidas en ficción por el afán de un ejercicio puramente intelectual.

En otras palabras, aunque suene contraintuitivo, lo que me molesta de las novelas de Eltit no es, como se podría suponer, su excesiva complejidad, su enorme dificultad estructural y discursiva, sino, más bien, casi lo opuesto: el hecho de que detrás de la complicación y el virtual hermetismo, una vez vencido el reto intelectual del desciframiento, uno no parece encontrar otra cosa que la transposición de la teoría en ficción, sin una mayor problematización de esa teoría y, sobre todo, sin ninguna problematización que nazca del azar creativo, del impulso de una imaginación en libertad.

En otras palabras, las novelas de Eltit no sólo están escritas predominantemente para intelectuales, sino sobre todo para la complacencia mecánica de intelectuales interesados no en descubrir algo nuevo en una novela, y, a través de la novela, en el mundo, sino, más bien, interesados en refrendar sus conocimientos teóricos al encontrarse con una novela en la que esos conocimientos calzan a la perfección.

Es decir, se trata de esos críticos literarios académicos (que los hay, y muchos) que no piensan las novelas dentro de determinados marcos teóricos que les permitan partir a la caza de un descubrimiento nuevo, sino que simplemente "aplican" ciertas teorías al desciframiento de las ficciones, como si la crítica fuera una técnica forense y el libro un cadáver entregado a ellos en un laboratorio.

Biorges y Lost

La invención de Morel vuelve a la isla

Ser un lector borgiano y ser un fan de
Lost no es precisamente una coincidencia, y, aun si lo fuera, no sería la coincidencia más inusual; o, en otras palabras, es casi inevitable ser un fan de Lost y ser borgiano y viceversa: doble implicación, creo que le llaman.

Pero como conozco pocas personas tan obsesionadas con Borges y
Lost al mismo tiempo como mi buena amiga Megan Loosigan, así que este post va dedicado a ella...

La palabra clave es Bioy Casares.
El inseparable amigo y primer discípulo de Borges, como sabemos, escribió su obra cumbre bastante al principio de su carrera, la compleja novela de ciencia ficción La invención de Morel, en la que una isla sirve de escenario para un amor melancólico y severamente surreal, distante, casi alucinatorio, que crece y se disuelve alternadamente en el juego de espejos de un simulacro producido por los más extraños artilugios mecánicos. Islas, melancolía, acontencimientos surreales, ubicuas alucinaciones, espejos y máquinas incomprensibles: ¿algún parecido entre
La invención de Morel y Lost?

Claro: no es un descubrimiento, pero para aquellos que ya sabían que en la cuarta temporada (en el cuarto episodio) de
Lost aparecía una referencia a la novela de Bioy Casares, no todos tuvieron la oportunidad de detectarla. Aquí esta: en la imagen de arriba aparece Sawyer leyendo un libro cuyo título es ilegible. Pero si se fijan en el diseño de la carátula, es fácil reconocer que es el mismo libro que tienen aquí abajo: The Invention of Morel (Prologue by Jorge Luis Borges).

En fin, una curiosidad.