30.11.06

Secuestros y sindromes

Han pasado varios meses desde la reaparición de Natascha Kampusch (izquierda), la chica austriaca secuestrada cuando niña y mantenida en cautiverio durante ocho años en el sótano de una casa.

Han pasado también algunas semanas luego de que la actriz norteamericana
Scarlett Johansson rechazara una oferta para representar el rol de Natascha en una película sobre su drama personal.

Por aquellos días, cuando se habló por primera vez de la película,
Natascha, ahora de dieciocho años, declaró que no colaboraría con los productores de cintas sobre ella y también que demandaría a cualquiera que escribiera un libro que violara su derecho a la privacidad revelando pormenores de la historia o informando erradamente.

En Inglaterra, dos periodistas han escrito, sin embargo, el primer libro sobre el tema que ve la luz: el volumen se llama Girl in the Cellar, y los autores son Allan Hall y Michael Leidig.

La batalla legal ya comenzó. Incluso el abogado de Kampusch ha amenazado con demandar a The Times, el diario inglés que publicó adelantos del libro durante la semana pasada.

Es fácil prever que se trata sólo del primero de una larga serie de libros sobre el tema.

Lo que se me hace difícil es entender por qué otros casos, similares en gran medida al de Natascha, no han llamado la atención de la prensa mundial.

Está el de Tanya Kach (derecha), de Pennsilvania, secuestrada a los catorce años por un guardia de su escuela, en 1996, y mantenida en cautiverio por diez años, hasta hace muy poco, cuando reapareció en marzo del 2006.

Está también el caso de Fusako Sano, secuestrada en 1990, cuando tenía diez años, y descubierta con vida una década más tarde, en el 2000.

Si algo diferencia a estos casos del de Natascha, es que Tanya Kach y Fusako Sano padecieron una violencia mucho más abierta, torturas, golpizas, violaciones, etc.

Quizá, me aventuro a pensar, ese exceso de violencia, que hace mucho más groseramente patéticos los casos, convierta a las historias de estas dos chicas en relatos que nadie quiera afrontar.

Los secuestradores de Tanya y Fusako fueron salvajes previsibles, tan malvados como quepa imaginar. El secuestrador de Natascha, acaso, con su suicidio final, con su renuncia a las formas más obvias de la violencia física, resulta más apto para capturar la imaginación de la gente... Algo así como un indirecto sindrome de Estocolmo.

La tele en la hoguera

Quizá uno de los síntomas más clamorosos de lo pobre que es a veces el debate cultural en el Perú se encuentre en los términos en que se critica a Iván Thays por su programa televisivo Vano oficio, el único espacio de conversación literaria en la televisión peruana.

Algunos sostienen que el conductor de Vano oficio margina sistemáticamente de su programa a ciertos escritores, y mencionan a esos escritores con nombre y apellido: Miguel Gutiérrez, Jorge Pimentel, Ricardo González Vigil, Alexis Iparraguirre.

Otros objetan a Iván que su programa carezca de originalidad o muestre unos estándares de producción limitados, y comparan a Vano oficio con espacios televisivos extranjeros, obviando siempre que esos otros programas se construyen con presupuestos comparativamente enormes, mientras el de Iván es poco menos que gratuito (y el mismo Iván trabaja ad honorem).

Nunca he escuchado a alguien que objete el contenido del programa desde un punto de vista que trascienda, aunque sea por milímetros, la frontera de las preferencias o los rechazos personales.

Incluso cuando se menciona a Gutiérrez, Pimentel, González Vigil o Iparraguirre, la crítica se disuelve tras la mención. En otras palabras, se pide, por ejemplo, que Iván entreviste a Iparraguirre; pero a nadie le importa señalar cuál sería la importancia de hacerlo. Se pide la presencia de Pimentel, pero nadie explica cuál es ese tema imprescindible que debería ser tratado sí o sí en la televisión pública, y que sólo Pimentel sabrá tocar.

No digo que no exista ese tema. No dudo que
Iparraguirre, Pimentel, González Vigil o Gutiérrez pudieran hacer programas muy interesantes: digo que ninguno de los que atacan a Iván con el argumento de los escritores marginados muestra el más mínimo interés en señalar cuáles son las ideas, los asuntos, los temas que deberían ser discutidos en un programa como Vano oficio.

De hecho, da la impresión de que quienes hacen esa crítica la hacen con los ojos puestos en su agenda (de teléfonos) y no en nada que pueda parecerse a una agenda intelectual, es decir, a una idea de cuáles son los asuntos que la televisión estatal peruana podría tocar en un programa literario y que no están siendo llevados al público.

Eso tiene mucho que ver con la pobrísima concepción que la gente tiene del circuito literario en el Perú, cuya imagen se ve cada vez más y más reducida al flaco papel de ser una red de promoción (o una trampa letal) para las carreras de unos y otros autores.

Se le pide a Iván que invite a ciertos escritores no por el potencial contenido de la conversación, sino porque las "horas/pantalla" serían un espaldarazo, un comercial, una ayuda para las ventas, un atisbo de consagracón, etc, etc. Todo muy pequeño, todo muy absurdo.

Un paso adelante se daría si los críticos de Iván, en vez de pedir groseramente la cabeza del conductor de Vano oficio --y su pronto reemplazo por un personaje más afín a ellos-- dejaran de mencionar los nombres de sus amistades supuestamente marginadas y propusieran unos temas de los cuales sea imprescindible conversar.

Quién sabe, acaso se acabe descubriendo que, dado cierto tema, el escritor X o el escritor Y resultan presencias necesarias, y las cosas caigan por su propio peso.

Thays contesta

Hoy aparecieron en Caretas las dos cosas que les anuncié anoche. La primera es la respuesta de Iván Thays a las acusaciones hechas contra él por Jerónimo Pimentel en esa misma revista la semana anterior.

Hay que decir que, a la luz de las afirmaciones de Thays, y teniendo en cuenta que
Pimentel argumentó de oídas, sin citar un solo dato preciso y sin aclarar una sola fecha, el artículo del redactor de Caretas queda como un barquichuelo a la deriva, impulsado no por un motor confiable, sino apenas por el ventarrón de su propia mala voluntad. Veamos los detalles:

Los escritores supuestamente marginados por Thays de su programa televisivo han sido, en su gran mayoría, invitados a él y han declinado su asistencia.

El premio que supuestamente Thays debió haber compartido con los productores del programa fue un premio cuya nominación se dio medio año antes de que el programa existiera.

Pimentel asegura que Thays no merece recibir un sueldo pagado con "la plata de todos los peruanos" por el programa que hace. Thays observa que su trabajo en el programa es desde hace mucho tiempo ad honorem...

(¿No debería el periodista, más bien, en vez de exigir el despido de Thays por faltas no cometidas, exigir al canal del Estado que asegure un pago decoroso a quienes conducen sus programas culturales? )

Esto es lo más desconcertante: Pimentel critica a Thays el haberse referido negativamente a un profesor de la PUC siendo la PUC auspiciadora del programa de Thays. En primer lugar,
Iván muestra que el dato es confuso: las críticas no se dieron en el programa y la PUC no auspicia el mismo desde hace tiempo.

Pero, digo yo, hay una cuestión de fondo allí que Pimentel debería explicar: ¿qué es lo que él haría en lugar de Thays? ¿Reservarse las criticas al profesor de la PUC a cambio de seguir recibiendo el auspicio de dicha universidad? ¿Es que Pimentel cree que cuando una institución auspicia un programa cultural, debe comprar con ello las indulgencias de ese programa?

La segunda de las cosas anunciadas ayer que aparecieron hoy en Caretas es el aviso de la revista dando cuenta de cómo planea hacer públicos los resultados de la última edición de su concurso El Cuento de las Mil Palabras.

Pregunta suelta

Para ser una etiqueta que, en algún momento, pareció abarcarlo todo en las artes latinoamericanas, la verdad es que el realismo mágico produjo, cuantitativamente, una fracción minúscula de nuestra tradición literaria.

Una cosa que me resulta sorprendente, incluso a pesar de esa constatación, es que el realismo mágico haya sido clamorosamente incapaz de producir cine decente en Hispanoamérica (salvo que me esté fallando la memoria, cosa que los lectores sabrán solucionar, de ser así).

Mi pregunta, claro está, es: ¿por qué la pobreza del cine hispanoamericano en el campo del realismo mágico? O: ¿por qué el relativo desinterés de nuestros cineastas por ese lenguaje y ese modo de la imaginación?

Imagen: La brasileña Claudia Ohana fue Eréndira en la adaptación que
Ruy Guerra hizo del relato de Garbiel García Márquez, en 1983.

Quién puede escribir sobre cine

Mi buena amiga Valeria de los Ríos (que formó el otro cincuenta por ciento de mi promoción en Cornell, cuando llegamos allí el año 2000) ha sido profesora de estética, literatura y artes visuales en más de una universidad de Santiago de Chile y alrededores, y publicó hace un tiempo, en la muy buena revista de cine La Fuga, un artículo más que interesante en el que responde, básicamente, a una pregunta: "¿Podemos ser todos críticos de cine?".

Entre otras cosas, el artículo explica en qué momento, o momentos, la crítica cinematográfica fue desarrollando una aproximación a su objeto cada vez más y más distanciada de las lecturas del lector común, hasta, por un lado, el paroxismo hermético de la crítica lacaniana y, por otro, la crítica althusseriana.

Sin embargo, el artículo se centra en el tema de cuál es la importancia de la crítica cinematográfica a partir de su potencial incidencia real en la producción de cine. Es decir, si la crítica forma ya, de algún modo, parte del proceso de producción, "parte de la industria", su afinamiento o su torpeza, su levedad o su inteligencia pueden contribuir a modificar esa industria, idealmente para mejor (incluso, contribuir a transparentarla). Es dentro de esa lógica que
Valeria termina su artículo dando la bienvenida a la proliferación de revistas online y blogs cinematográficos.

(Por cierto, en
este artículo Valeria es señalada por
El Mercurio como parte de la selección chilena de académicas sub 35).

29.11.06

Ganadores (aún) enmascarados

Fuentes confiables pero aún no revelables (es decir, con nombre propio, pero anónimas por ahora para el amable lector) nos dicen que El Cuento de las Mil Palabras de Caretas ya tiene ganadores.

La revista planea, a diferencia de años anteriores, una premiación estilo Academy Awards: con una ceremonia en la que los nombres triunfantes sean descubiertos a última hora.

Las invitaciones a los implicados empezarán a cursarse en días próximos, pero, como la revista intenta mantener el secreto hasta el final, coordinar la presencia de los escritores sin informarles exactamente cuál ha sido su suerte resulta un pequeño parto organizativo.

Si el dato no me ha llegado con errores --y no hay motivo para suponerlo--, Caretas debe estar explicando esto mismo en un aviso en su edición de mañana jueves (donde, por cierto, también debe aparecer la respuesta de Iván Thays al improbable artículo de Jerónimo Pimentel publicado en la revista la semana pasada).

La crítica retrospectiva


Ahora que la recepción crítica de la última novela de Thomas Pynchon se ha vuelto asunto de conversación en círculos literarios, hay algo que me intriga muchísimo: la insitencia de ciertos periódicos y revistas (sobre todo del mundo hispano) en afirmar que los críticos anglosajones han destrozado la novela.

Hace unos días fue El País. Ahora es el suplemento Radar Libros de Página/12, que hace referencia a "una catarata de críticas demoledoras", pero, curiosamente, cita las únicas dos que todos los carboneros hispanos andan citando en estos días: la de Time y una de las dos reseñas del New York Times.

A la otra reseña del New York Times, que fue enormemente positiva, la ignoran por completo, como pasan por alto la media docena de comentarios que mencioné en un post anterior.

He hecho un seguimiento de las críticas formuladas por comentaristas calificados en la prensa anglosajona y debo decir que hay algunas muy duras y negativas, pero es absolutamente falso que sean la mayoría.

El País y Página/12 están inventándose un fenómeno que no está sucediendo. Página/12 lo hace, además, con un toque contrafáctico realmente absurdo. El redactor (lamentablemente no aparece su firma) escribe lo siguiente, estableciento una comparación entre la manera en que fue recibido Pynchon en décadas pasadas y su recepción hoy:

"Las voces en su contra, como las de Gore Vidal o Dale Peck, quedaban asordinadas en la algarabía. Hoy los críticos, sin decirlo, parecen coincidir en que esta última novela le daría la razón a Vidal".

¿Alguien quiere explicarme cómo es que un libro escrito entre 1997 y el 2006 puede dar la razón a quienes, antes de esos años, dijeron que los libros previos de Pynchon no merecían ser bien recibidos? Incluso si este libro fuera malo, una afirmación como la del redactor de Página/12 sigue siendo descabellada: es como decir que si
Cervantes hubiera escritola tercera parte del Quijote, y hubiera sido mala, entonces las dos primeras partes se habrían vuelto restrospectivamente malas.

Alucinante.
¿O es que alguien en Página/12 ha leído "Kafka y sus precursores" y lo está aplicando al revés, y yo no he entendido la broma?

Piedras

Leyendo el blog de Iván Thays, me encuentro con esta cosa rara que ha dicho el editor español Jorge Herralde en alguna mesa de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara:

"Son autores no deudores de ninguna tradición", ha señalado
Herralde, refiriéndose a los escritores latinoamericanos reunidos en su sello editorial, Anagrama.

¿No deudores de ninguna tradición?

¿O sea que no los une ninguna tradición (pero sí los une Herralde, claro)?
¿Son como parias literarios, sin árbol genealógico? ¿Vienen de la nada?

Si uno mira con cuidado la frase, más que un elogio parece un ataque involuntario contra las estrellas de su quinta: no existe un escritor, mucho menos uno bueno, que no sea deudor, no de una, sino de muchas tradiciones.

La literatura siempre es reelaboración, y su primer material es, necesariamente, la tradición; lo es incluso para los más radicales subversivos literarios.

No hay vuelta que darle.


El escritor-tabula-rasa, inmune a las influencias, desligado de la historia pasada, ignorante de los géneros previos, de la escritura precedente, etc, es tan posible como el pintor ciego de nacimiento.

Por echar una flor (decir, como es justo, que muchos escritores latinoamericanos de hoy han dejado de escribir a la sombra del boom), a Herralde se le fue una piedra.

¿Cuentazo de las mil palabras?

Uno de los lectores asiduos de este blog, y uno de sus comentaristas más interesantes y serenos, sin duda, es Mario Michelena, con quien alguna vez conversé en El Comercio, hace unos siete u ocho años, calculo yo.

Mario me hace llegar un reclamo que creo absolutamente justo difundir, ya que, al parecer, quienes deberían responder directamente se niegan a hacerlo desde hace ya un buen tiempo.

La revista Caretas convocó hace varios meses a su concurso Cuento de las mil palabras, especificando que los originales serían recibidos entre el 26 de enero y el 4 de mayo del año 2006, y que el fallo sería emitido en junio de este año.

Pues bien, estamos terminando noviembre, cinco meses han pasado desde que el último plazo venció, y Caretas no sólo no emite su veredicto, sino que, según cuenta Michelena, da una excusa distinta cada semana o anuncia la inminencia del fallo sólo para darle largas nuevamente, y así semana tras semana.

El concurso de Caretas, que otorga un premio minúsculo, goza, en cambio, de un prestigio cimentado en el aura de seriedad que con justicia ha rodeado a esa revista por décadas. Este "olvido", lamentablemente, parece echar sombras sobre el concurso y sobre la revista.

Violencia y literatura

Les quiero recordar que mañana jueves y el próximo miércoles se llevarán a cabo las dos mesas redondas sobre literatura y violencia política organizadas por la editorial Matalamanga, la Universidad Católica y la Universidad de San Marcos para desarrollar la discusión iniciada con la publicación de la antología Toda la sangre.

Pueden ver información sobre las mesas redondas en este boletín informativo del Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica, coorganizador del encuentro de mañana, jueves, a las 6:30 pm, en el Centro Cultural de la PUC.

A propósito del tema, Gabriel Ruiz Ortega me hizo una entrevista hace varias semanas, en Lima. Ahora el texto ha aparecido en el sitio web del diario español Siglo XXI, así como en los blogs del escritor Max Palacios y el editor Harold Alva.

Imagen tomada de Yuyanapaq y procedente del archivo de Caretas.

Los crímenes de Oxford

Para quienes gustamos del cine y la literatura casi por igual, pocas noticias resultan tan felices como el anuncio de una película dirigida por uno de nuestros cineastas favoritos y basada en la obra de un escritor que admiramos.

Eso se potencia, al menos en mi caso, cuando se trata de dos artistas originales, con voz propia, de mi generación, a quienes vengo siguiendo desde antes de que (cada uno en grados distintos) sus nombres alcanzaran en el Perú el aura de prestigio que gozan ahora.

Me refiero, en este caso, al cineasta bilbaíno
Álex de la Iglesia (yo lo había visto en Perú, pero en Ithaca mi amigo Pedro Pérez del Solar me terminó de convertir a su causa) y el escritor argentino Guillermo Martínez, a quien empecé a leer gracias a que Peter Elmore puso en mis manos su novela Acerca de Roderer.

¿Y cuál es la sociedad entre ambos? El descabellado cineasta español va a llevar al cine (estreno el año entrante) una versión de
Crímenes imperceptibles, la novea policial de Martínez que en España fue publicada con otro título, Los crímenes de Oxford. (Martínez me habló de ese libro cuando aún se llamaba, creo, La serie de Oxford).

El rol del profesor de matemáticas que es uno de los personajes protagónicos de esta historia borgiana ha ido a parar a las manos del talentoso
John Hurt. La cinta se llamará The Oxford Murders (como la traducción inglesa de la novela) y, por cierto, señala el inicio del cross over hispano-anglo para Álex de la Iglesia, porque se tratará de su primera película en inglés.

Harrison, ya son cinco años

Hace justamente cinco años hoy día murió George Harrison, el beatle silencioso. En la segunda de sus canciones indias se repetía este coro: "y llegará el momento en que verás que todos somos uno mismo y que la vida sigue su curso dentro de ti y sin ti".

Les dejo aquí enlaces a algunos videos: primero,
Harrison con Orbison, Petty, Dylan y Lyne, como parte de The Traveling Wilburys, cantando una canción de George, Handle Me with Care.

Luego algunos clásicos de él como solista: When We Was Fab, My Sweet Lord, Any Road, All Those Years Ago, Faster, Some Place Else, Dark Horse, y Blow Away.

Luego, una excelente versión de All Things Must Pass, interpretada en un concierto de homenaje a Harrison por
Paul McCartney, flanqueado por Dhani Harrison (hijo de George), Eric Clapton, Ringo Starr, Jeff Lyne, Billy Preston, etc.

De inmediato, de ese mismo concierto, esta notable versión de Something, que comienza con
McCartney solo en el ukelele (otra versión de este cover la escuché en vivo en un concierto de McCartney en el Madison Square Garden hace unos años), y concluye con Eric Clapton y el resto de la banda uniéndose en una versión más fiel al original, pero bastante más voluminosa.

26.11.06

Basta de carátulas

Hace unas semanas, puntualmente, apenas lo lanzaron, compré el último cd de Beck, The Information, y me encontré con una curiosa carátula.

La cubierta es blanca, cuadriculada en trazos grises, y dentro, doblado en cuatro, trae un pliego de papel encerado con dos decenas de stickers.


La idea es que cada quien, usando los stickers, diseñe su propia cubierta para el disco: hice mi esfuerzo; no salió mal, pero nada extraordinario, tampoco. La contraportada me quedó mejor.


Días después, un asiduo corresponsal del blog me envió es
te enlace a The Penguin Blog, el blog oficial de la editorial Penguin Books en el Reino Unido.

Allí encontré el anuncio de
My Penguin, una nueva colección (de hecho, un proyecto de colección) de la casa editora. ¿Qué tiene que ver con el disco de Beck?

Adivinaron: My Penguin será una colección de grandes clásicos literarios que vendrán con portadas en blanco, en un material pensado para que sobre él se pueda pintar, dibujar, pegar recortes, etc: diseñar cada quien la cubierta ideal para su libro preferido.

El blog ya dispuso una galería para exhibir las portadas hechas informalmente, a manera de prueba, por el staff de Penguin.

Algunas de ellas, como las de Crimen y castigo que muestro aquí, son realmente buenas y no poco divertidas.

Dos de Ezio Neyra

En e blog de Carlos Sotomayor (periodista del diario Correo) aparece esta reseña de la última novela de Ezio Neyra, Todas mis muertes (Alfaguara, 2006).

En resumen,
Sotomayor parece juzgar que la nueva novela de Ezio cumple las expectativas despertadas por la primera, aunque le objeta el no ir más allá de ese esfuerzo inicial (el de Habrá que hacer algo mientras tanto), que parece considerar superior en ambición y en alcance simbólico.

Por otro lado, un nuevo número de la revista literaria La Siega trae una entrevista a Ezio,
hecha por el director de la publicación, Luis Miguel Hermoza, poeta peruano residente desde hace años en Barcelona.

La entrevista es larga, detallada y entretenida, y hacia el final Ezio habla de sus dos proyectos simultáneos: dos novelas, que podremos llamar por ahora, a falta de nombres oficiales, "la novela de la peluquería" (¿alguien dijo contrapunto a Mario Bellatín?) y "la novela de Santa Rosita".

(Mirándolo bien, Ezio sí parece referirse a la primera como La peluquería. Aún no es tarde para buscar otro título).

Imagen: Ezio Neyra fotografiado por Sophie Canal, quien, dicho sea de paso, es uno de los motores de la editorial Matalamanga.


Pynchon: conflicto en el NYT

En todas partes se cuecen habas. En el New Yort Times han aparecido hasta ahora dos reseñas de Against the Day, la última novela de Thomas Pynchon. La primera, escrita por Michiko Kakutani, fue muy negativa; la nueva, de Liesl Schillinger, es muy positiva.

Kakutani escribió aquello de que Against the Day parecía concebida por un fan de Pynchon carente de talento e incapaz de nutrirse realmente con la sabiduría de su maestro.

Schillinger, en una muy larga, detallada, entusiasta reseña publicada en la Book Review del New York Times, bajo el título de Dream Maps ("mapas del sueño"), considera la novela como la más graciosa y accesible del autor (una pequeña cachetada a quienes la han desestimado por compleja), y describe y explica minuciosamente los mecanismos centrales del argumento y el trasfondo sorprendente del optimismo de Pynchon.

Hablando del argumento: la novela no sólo recorre más de un siglo de historia americana (y mundial) y atraviesa el continente y el planeta en busca de sus escenarios, sino que incluye una legión de personajes de naturalezas discrepantes (ontológicamente, quiero decir): desde personas "reales" hasta seres extraídos de novelas a lo Harry Potter, y está cervantinamente inundada de relatos incrustados en la narración mayor.

Por si no tienen acceso a los textos del
NYT a través de los enlaces que puse arriba, colocaré las reseñas de Kakutani y Schillinger entre los comentarios de este post. Y si quieren leer más sobre el autor, no se pierdan la sección del extraordinario website The Modern World dedicada a Thomas Pynchon.

25.11.06

Ampuero, Neyra, Coral, Trelles

Ya que hablamos de críticas y reseñas, algunos datos recientes:

En
El Dominical próximo (vaya usted a saber por qué sale online tan temprano) aparece esta reseña ampliamente positiva de la novela Puta linda, del escritor Fernando Ampuero. El comentarista es uno de los críticos más importantes del Perú, José Miguel Oviedo (foto, izquierda).

El La República de hace unos días, Javier Ágreda firmó este comentario que destaca virtudes y señala defectos en Todas mis muertes, la segunda novela de Ezio Neyra. Sobre ese mismo libro, el escritor Edwin Chávez publicó un breve comentario días atrás. A su vez, la reflexión de Edwin provocó otra, de Iván Thays.

En la revista online chilena Letras.s5 aparece una reseña de Rito de paso, la novela de Víctor Coral, a cargo del narrador Enrique Congrains Martin.

Y la revista española El Cultural publica una reseña muy positiva de El Círculo de los escritores asesinos, novela que el reseñista atribuye a alguien llamado "Diego Tréllez", pero que nosotros podemos identificar con el peruano Diego Trelles. Un sintomático augurio sobre las dotes de observador de quien suscribe el elogioso comentario, Care Santos.

24.11.06

Crítica y prejuicio

Mientras Iván Thays sigue divirtiéndose con los sondeos de su blog sobre personajes influyentes de la literatura peruana actual, y en vista de que sus lectores me han dado una ligera ventaja sobre algunos colegas en el muestreo relativo al campo de la crítica, no estará de más preguntar qué significa ser influyente en un terreno así.

Es decir, un crítico puede ser influyente de muchos modos. Puede influir en un escritor de la manera en que
Lex Luthor influye en la vida de Superman: jodiendo a mansalva y gratuitamente (o con el fin de conquistar el mundo, que suele ser lo mismo).

O puede influir en un escritor abriendo puertas y revelando caminos que el escritor acaso ya intuía, o quizá no, pero que desde entonces aprende a hacer suyos. Ese es el papel que
Sartre desempeñó en la evolución del joven Vargas Llosa. Y el rol que el crítico Vargas Llosa ha cumplido en la de otros que vinieron luego.

(Sería interesante descubrir algún día si la idea de la novela total vargasllosiana, por ejemplo, se extendió más con el ejemplo de sus novelas o con la postulación hecha en
Historia de un deicidio y muchos otros ensayos).

Por supuesto, es más común medir la influencia de un crítico atendiendo a las consecuencias que sus juicios ocasionan en la recepción pública de una obra. Hay casos míticos: críticos de esos que, cuando comentan, inventan o revientan famas, o consagran o avinagran obras enteras. El alemán
Marcel Reich-Ranicki es acaso el arquetipo de ese estilo en nuestros días. No existe nada siquiera lejanamente parecido en el Perú.

Cuando era editor de
Somos, hace seis o siete años, recuerdo haberme sorprendido al comprobar, hablando con gente de librerías limeñas, que mis comentarios en la revista influían en las ventas de los libros.

Mejor dicho, no me sorprendió que influyeran; me sorprendió cómo influían. Un comentario positivo y uno negativo, según descubrí, tenían más o menos el mismo efecto: potenciaban las ventas por unos días, acaso una semana, a veces un poquito más. Un comentario sumamente negativo tenía las mismas consecuencias que uno sumamente positivo.

Entonces me di cuenta (ya para siempre) de que el influyente no era yo, sino
Somos. Y acaso no Somos, sino El Comercio. Y acaso no El Comercio, sino el comercio, y su vástago más constante: el puro prurito de la novedad. Mi columna era poco más que una vitrina para exponer carátulas de libros, y mis reseñas eran algo así como la letra chica del contrato, que nadie lee.

Por supuesto, eso es exagerado. Mucha gente lee
Somos. Aunque sigue siendo verdad que poca gente lee libros. Y así las cosas, ¿a quién influye lo que dice un crítico?

A otros críticos, a algunos estudiantes, a un porcentaje minúsculo de lectores comunes pero avisados, y a pocos escritores, a quienes la influencia se les nota más frecuentemente en el hígado o en el corazón que en las mentes o los libros.

En esa misma época me hicieron una entrevista en
Quehacer sobre el trabajo de la crítica. Dije entonces que la labor de un reseñador era crearle a la gente los prejuicios que juzgara sinceramente mejores.

¿Cómo puede ser parte del oficio de la crítica crear prejuicios? Pues, lo es. Sobre todo, pero no únicamente, cuando uno ejerce la crítica en medios masivos, o más o menos masivos.

De hecho, una gran diferencia entre escribir críticas académicas y escribir críticas en la prensa es el asunto del prejuicio: comúnmente, en el medio académico, un lector consulta críticas sobre libros que ya leyó, y sobre los cuales quiere profundizar.

En la reseña de prensa, en cambio, el lector suele consultar primero el comentario y luego decidir si lee o no el libro: en este caso, entonces, el crítico, quiera o no, al emitir un juicio, estará creando un prejuicio en el lector.

Es decir, el crítico académico influye en la relectura, mientras que el reseñador influye en la decisión de leer y, acaso, en algunos casos, en la lectura misma: si uno lee una novela después de haber leído una crítica de la novela, la crítica queda inevitablemente incorporada a la recepción de la obra, las palabras del crítico se filtran y se tejen con el texto de la ficción, resuenan en él, lo modifican.

Algo similar, pero menos radical, ocurre con la interferencia que supone la crítica académica en la relectura de un texto. (Uso el término relectura de manera libre: la crítica misma es lectura y relectura).

La creación del prejuicio es inevitable. Por eso es que la actividad crítica implica una ética: el crítico necesariamente es un polizón filtrado en una conversación ajena. Si ya está allí, si ya irrumpió en un circuito que no le corresponde (el crítico siempre es un mediador no previsto por el autor en la relación entre su texto y el lector común; salvo que el escritor escriba para la crítica), lo menos que el crítico puede hacer es permanecer fiel a su juicio, no obstaculizar la relación entre texto y lector, permitir la fluidez, propiciar la conexión, en la medida en que el texto la propicie también, de manera eficaz y original.

Y parte de esa ética estriba en denunciar los textos tramposos, los inauténticos, los tontos, los tullidos, los que venden gato por liebre, etc, etc.

¿Quién le da al crítico la autoridad para decidir esos casos? Nadie. Es una autoridad arrogada y que se debe justificar cada vez que se escribe una nueva crítica. Por eso, una crítica debe quedar siempre sometida al juicio de los demás críticos.


En resumen: un crítico literario es por definición influyente. Influye mucho y muy profundamente. Pero influye en poquísima gente.

Imagen: El crítico, de Arthur Dove (1925).

Lecciones de origami (adelanto)

Una vez, hace unos pocos años, le envié un cuento mío a Enrique Prochazka, para escuchar sus comentarios.

Sus comentarios fueron un tanto más largos que el cuento mismo, minuciosos, atentos a cada detalle, dispuestos a impugnar todo adjetivo y todo adverbio, uno por uno si era necesario, y generaron una serie de subdiscusiones que incluyeron tópicos como:


(a)
Qué posibilidades hay de que una persona, en pleno siglo veinte, haga abluciones todas las mañanas (yo puse el antecedente de don Rigoberto en Elogio de la madrastra, pero fue descalificado por no tratarse de una persona de carne y hueso), o

(b)
¿Existen duraznos en conserva que vengan con la pepa incluida, o siempre vienen despepitados?

Tras algunos meses, debido a señales menores e indirectas, pude darme cuenta de que a
Enrique el cuento sí le había gustado...

En fin, lo que quiero decir es que si hay un lector inmisericorde en este mundo, ese lector es
Prochazka. De modo que los elogios que le hace Enrique a Augusto Effio Ordóñez (escritor que publica en estos días, en editorial Matalamanga, su primer libro de cuentos, Lecciones de origami), son para tenerlas muy, muy en cuenta:

“Ocultos en el prolijo lenguaje de
Lecciones de origami hay detalles que desenmascaran que, sin duda, Effio viene observando a los humanos durante mucho más tiempo que el que su edad debería haberle concedido. Su marca personal son estas telarañas que vigilan telarañas: sutiles relaciones entre voces que no admiten que el mundo sea tan simple como parece requerirlo buena parte de nuestra actual literatura, empeñada en creer grácil tan sólo lo tenue, lo ligero".

El mismo Enrique estará entre los presentadores del libro de Augusto Effio Ordóñez (foto), este viernes 1 de diciembre, a las 7:30 pm, en la Alianza Francesa de Miraflores. Por ahora, y a través de su editor, Effio nos envía un adelanto de ese libro, el cuento que le da título a todo el volumen:
Lecciones de origami.

23.11.06

Un camaleón y tres cuentos

Tres cuentos y un adelanto de novela aparecen en Quipu hoy. Los cuentos son Visita a Lucía, del limeño Óscar Bocanegra; Ángel del ventanal, del también limeño Mariano Carranza, y Fuego cruzado, un relato sumamente dramático del huaracino Edgar Norabuena sobre la violencia senderista y la respuesta militar en los Andes.

El adelanto de novela nos lo hace llegar el narrador limeño Gabriel Ruiz Ortega, autor de La cacería. Se trata de Un plan simplemente perfecto, capítulo de la novela aún inconclusa El camaleón.

Para los interesados: Quipu vuelve a recibir cuentos en la siguiente dirección electrónica:
gfaveron@gmail.com

Para qué sirve el cine

Agárrense. Pero agárranse duro, en serio. ¿Quieren confirmar de una vez por todas por qué hay quienes nos quejamos del nivel de la prensa peruana y de la calidad de las chaturas que ella difunde y promueve?

Lean esta columna de la periodista de espectáculos
Patricia Salinas, en Expreso.

Ideas cruciales de su artículo: es bueno que haya mucho cine peruano; es secundario si es bueno, malo o pésimo; es bueno que los cineastas no crean que el cine es un arte; no importa que una industria tan pobre como la peruana gaste su dinero en engendrar zonceras; lo realmente importante del cine es que refuerza "la identidad nacional"; la identidad nacional peruana se funda en rasgos profundos, como chupar pisco con cualquier excusa; otro mérito del cine es que promueve el turismo.

La comentarista incluso ensaya una defensa del cine como instrumento para lavar el cerebro subliminalmente a los espectadores, de modo que se los instruya en el difícil arte de ser peruanos (siguiendo un ejemplo extranjero, eso sí).

Nada digo sobre las películas a las que alude el artículo (
Mariposa negra, de Francisco Lombardi, y Talk show, de mi amigo Sandro Ventura), ni creo que el artículo sirva para juzgarlas. Sólo quiero llamar la atención sobre el nivel de pobreza intelectual de nuestros diarios.

Último Guevara

Del diario La República tomo estos tres adelantos del más reciente libro de poesía de Pablo Guevara, que recoge textos escritos por el poeta --recientemente fallecido-- en los días de su internamiento en un hospital de Lima, entre agosto y setiembre últimos, y en las semanas posteriores, hasta su muerte.

El libro, que se presentará el 30 de noviembre en el auditorio de Letras de la UNMSM, lleva el título de Hospital.

El artículo de Pedro Escribano da detalles sobre su aparición y el grupo de personas que la han hecho posible. Aquí los adelantos:



(De la apertura del libro)

otra vez aparece un trasatlántico en
mi vida… herido de muerte acaso…
(lo veo acoderado entre las avenidas
Salaverry y Arenales aunque no logro
saber cuál es la proa cuál la popa…
desconozco estos inciertos muelles y
la carta de navegación distrital de
Jesús María)
y tronaban como júpiter

(Del episodio 1)

primeras incoherencias 1 a.m. la habitación cueva de al lado rebasaba de aullidos… parecían los de un animal poderoso portentoso mitológico furioso… de repente se trocó en juvenil voz de mujer muy entristecida que decía sollozando entrecortadamente...:

«por qué tengo que tener los zapatos más feos de este lugar… no sé»… –y sonó como una gran explosión– y otra vez esos aullidos salvajes aun peor que antes…

(Del episodio 2)

segundas incoherencias 2 a.m. - 5 a.m. el viejo por tres noches pifió como en los estadios … [las ovejas enfermeras y técnicas entraban y salían apresuradamente… frente a mí un viejo cuadro del Doré en vivo (sí Gustave, el del Inferno) un viejo total calva monda el muslo musculoso plegado como en los grabados y elevando los brazos a los cielos… mi placer sin embargo no alcanzaba a mi desconsuelo… yo estaba con él en el grabado…] pero el viejo de la habitación del fondo todavía era un bocatto de horror [las ovejas seguían saliendo apresuradamente al trote… él invitando a gritos a que lo toqueteasen como fuera… «¿ven esta pita?… tiene un nudo… hay que deshacerlo… agarre nomás señorita… o señora… es un nudo… un nudo nada más…»] y el maldito viejo a mi lado que fingía dormir rompía a pifiar fuera de sí como en los estadios… 5… 7 veces… y más veces cerca de mi oído la guerra de los hielos seniles se había desatado… la humanidad entera vieja estaba a mi lado rugía el océano de encrespadas olas… trataba de avanzar y sortear todos estos arrecifes como sea

Ambigüedad

Otro artículo sobre Toda la sangre se suma a los anteriores. Esta vez el comentarista es Fernando Lozano y la publicación es la conocida revista política colombiana Semana. Les dejo un enlace al artículo en su sitio web.

El texto finaliza con un llamado de alerta sobre el paradero de los desaparecidos y las víctimas de la violencía política.

Por tomar a
Hildebrando Pérez Huarancca como piedra de toque y único nombre propio mencionado en ese reclamo, resulta (voluntaria o involuntariamente) poco más que ambigua la posición ideológica desde la cual el autor de la nota lo formula.

22.11.06

Tom Waits (y Kerouac)

Una coincidencia: hace dos días les contaba sobre On the Road, de Kerouac, y cómo jamás ha sido llevada al cine hasta hoy que Walter Salles empieza a trabajar en su adaptación de la novela.

Ahora, hace unos minutos, terminé de escuchar el tercero de los cd´s que forman
Orphans, el nuevo álbum triple de Tom Waits, y me encontré con que On the Road, en todo caso, sí ha sido llevada a la música.

La última de las casi sesenta canciones de
Orphans es On the Road, versión de una canción escrita por Kerouac, en la que queda sintetizada la idea de escape y encuentro / desencuentro que anima también a la novela homónima.

(La versión original de Kerouac y el excelente cover de
Tom Waits habían sido lanzados ya al mercado seis años atrás, en el disco Jack Kerouac Reads On the Road, y pueden escucharlas en esta página (la de Kerouac en el número 3; la de Waits en el 9).

Orphans, el disco triple que Waits puso en las tiendas de Estados Unidos anteayer, es a mi modesto entender la novedad más interesante del año en materia de música popular. Sus tres cd´s tienen altos y bajos, pero son en conjunto una obra extraordinaria.

Cada uno tiene un título independiente (Brawlers, Bawlers, Bastards) y un espíritu distinto. Brawlers es el más circense, y el de las melodías más deformes: parece el soundtrack para una pesadilla de The Sandman, pero incluye momentos muy emotivos y hasta una larga y reflexiva canción sobre el conflicto judeo-palestino. Salvo por eso último, ese primer volumen de Orphans podría perfectamente venir completo del mismo periodo en que Waits compuso The Black Rider.

Bawlers está menos lleno de percusiones y más de vientos bajos y cuerdas desafinadas, pero también de melodías cambiantes y un mood melancólico; es el heredero directo de Alice, uno de los mejores discos de Waits en años recientes. En Bawlers hay varias de las canciones más conmovedoras que ha escrito el músico en la última década.

El tercer disco de
Orphans, Bastards, está hecho mayoritariamente de covers. Allí viene la canción de Kerouac que mencioné (con Primus como banda de apoyo) y también otra del poeta beat, Home I´ll Never Be, así como una de Bukowski (Nirvana) e interpretaciones de piezas de Kurt Weill y Bertolt Brecht.

Los tres discos, que incluyen exactamente cincuenta y seis canciones --de las cuales treinta son novedades absolutas--, tienen una peculiar unidad, pese a contener algunas grabaciones hechas hasta quince años antes que la mayoría de las demás.

Todas las piezas sin excepción son complejas fusiones estilísticas en las que bebop, folk, punk, funk, blues, country y cuanta cosa más se le ocurra hacer suya a Waits es pasada antes por un filtro de vaudeville y un espíritu de cabaret que no ironizan sino que, más bien, hacen más sentido y patético el melodrama que suele poblar las letras estupendas del genio californiano.

Dos debates

¿Que una editorial no es otra cosa que una empresa destinada, como todas, a ganar dinero, vendiendo libros como podría vender camotes o pelotas de fútbol? En algunos casos parece así. En otros no, por fortuna.

La editorial
Matalamanga, que publicó mi antología Toda la sangre, da en estos días una muestra evidente de pertenecer al segundo grupo, por la responsabilidad con que viene extendiendo su trabajo más allá de la publicación del libro.

No contenta con que la antología haya despertado ya el debate en torno al asunto de la literatura peruana y la violencia política, Matalamanga viene propiciando y organizando, en colaboración con la Univesidad Católica y la Universidad de San Marcos, dos mesas redondas sobre el tema.

La nota de prensa dice:

"Continuando con la discusión surgida a partir de la reciente publicación de Toda la sangre: antología de cuentos peruanos sobre la violencia política, bajo la dirección literaria de Gustavo Faverón, el Grupo Editorial Matalamanga, el Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Universidad Católica y el Vicerrectorado Académico de la Universidad de San Marcos se complacen en invitarlos a las mesas de debate
Representaciones de la Violencia en la Literatura Peruana (1980-2000)".

No tengo que decir cuánto lamento no estar presente en esas mesas, pero sí quiero contarles que, si todo sale bien, ya estaré colaborando, dentro de poco, en un proyecto relacionado con ellas.


La primera mesa de debate es en el Centro Cultural PUC, el jueves 30 de noviembre a las 6:30 pm, y los expositores serán la poeta y crítica Yolanda Westphalen, el sociólogo Félix Reátegui (autor del epílogo del libro) y los críticos Javier Ágreda y Carlos Garayar.

La seguda mesa es en el auditorio de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de San Marcos, el miércoles 6 de diciembre a las 4 pm. En ella intervendrán el antropólogo Carlos Iván Degregori, los críticos literarios Miguel Ángel Huamán, Santiago López Maguiña y Marcel Velázquez y el sociólogo e historiador Guillermo Nugent.

21.11.06

Este es Jack the Ripper

Jack the Ripper, Jack el Destripador: sobre su identidad se han tejido decenas de teorías y en torno a los hechos infames de su vida se han hilvanado decenas de ficciones, desde las más verosímiles hasta las más dislocadas.

Ahora,
John Grieve, un ex jefe de Scotland Yard, premunido de expertos y tecnología de punta, ha concebido el primer "retrato robot" más o menos confiable del sospechoso, según declaraciones de trece testigos de la época en que el criminal anónimo llevó a cabo su serie de asesinatos de prostitutas, en las calles de Londres, el otoño de 1888.

En la literatura peruana contemporánea (en la que no faltan destripadores, como el de Enigma de los cuerpos, de Peter Elmore), Jack aparece en alusiones y referencias veladas. La más reciente, es una súbita irrupción del asesino londinense en un monólogo en las páginas de Abril rojo, la novela de Santiago Roncagliolo.

La frase, que alude a los crímenes y a la "obra" del destripador como la señal del advenimiento de una nueva era, es una cita extraída de una narración genial: From Hell, la novela gráfica de Alan Moore, que es, dicho sea de paso, la mejor ficción que yo conozco sobre el tema del destripador (mediocremente llevada al cine en una cinta con buenos actores: Johnny Depp y Heather Graham --foto).