31.1.06

Buen oído

Constantemente me sorprende, a veces por gratuita, otras veces por abstracta, pero siempre por insustancial, y por inocua, la muletilla frecuente con que críticos y comentaristas señalan como virtud de un escritor su buen oído, su capacidad para recoger el habla popular, la voz de la calle, el lenguaje de un cierto grupo social, cualquiera que éste sea.

Pocas cosas sé con tanta certeza sobre mi gusto por la literatura como ésta: no leo libros para escuchar lo que escucho sentado en la puerta de mi casa, o sentado en la puerta de la casa de nadie.

Por un lado, los dialectos, los sociolectos, me parecen cuerpos demasiado abstractos, demasiado ideales. Un personaje que hable como un grupo me parece una patraña populista. Tengo la impresión de que en una buena novela sólo hay lugar para los idiolectos, para las diferencias, los rasgos que contribuyan a la individualización de los actores.

Por otro lado, pienso que los grandes recreadores de esa cosa abstracta que son las voces con que queremos identificar a ciertos grupos, son siempre eso: recreadores, reinventores. Me asombraría conocer a un delincuente brasileño que hablara como un personaje de Rubem Fonseca, tanto como me sorprendería conocer a un capitán del Ejército Peruano que hablara como Pantaleón Pantoja, a un comunero de la sierra que salmodiara como un personaje de Arguedas, o a un negro sureño que brincara de sílaba en sílaba con el ingenio rítmico y sardónico de un personaje de Gálvez Ronceros.

Todos los personajes literarios son virtuosos del lenguaje, y sus hablas sólo los definen y retratan a ellos mismos; sus discursos no son genuinos extractos del mundo, sino añadidos a él; no son verdaderos, sino apenas verosímiles; no provienen de dialectos copiados, sino de idiolectos originales. Eso es necesario, además, porque, incluso para ser representación de una parte de un cierto mundo social, un personaje debe, primero, ser un individuo definido y diferente.

Si el autor es capaz de asignar a ese habla reinventada un rasgo, un guiño, una clave que la conecte con algo que reconozcamos, o creamos reconocer, entre las voces de la gente de carne y hueso, habrá logrado lo ideal: no copiar las indefinibles voces de la calle, sino hacernos creer que tal parecido es algo más que una mentirosa evocación. No otra cosa sucede cuando insistimos en creer que los personajes son personas y las historias son sucesos. No otra cosa es la literatura. Lo otro, el puro buen oído, no es trabajo de escritores, sino de grabadoras.

Imagen: fotomontaje de gfp.

Borges, Bioy y la leche

Lo siguiente es un fragmento de un texto de Miguel Wiñazki aparecido en el Clarín de Buenos Aires:

"Cuenta Adolfo Bioy Casares que en 1937, su tío, uno de los dueños de la tradicional lechería La Martona, le pidió que escribiera un folleto sobre la leche cuajada y el yogur a cambio de 16 pesos por página. Bioy le propuso entonces a Jorge Luis Borges que lo escribieran juntos. Cuenta Bioy que efectivamente lo escribieron en el comedor de su estancia, mientras crepitaban las ramas de eucalipto en la chimenea. Y cuenta también que aquel folleto significó para él un valioso aprendizaje. Confiesa que después de su redacción era otro escritor, más experimentado y avezado".

Wiñazki saca una conclusión de todo esto:

"Para los grandes escritores", dice, "no existe la literatura pequeña. La palabra merece respeto allí donde se la escriba y la tarea de escribir mejora a quien la practique con conciencia absoluta y absoluta dedicación".

Ese compromiso con la escritura, que es un compromiso ético y no sólo estético, deberían comprenderlo todos los que quieren ser escritores. "La palabra merece respeto": nos representa. Cada vez que escribimos, damos un testimonio de lo que somos. No importa en qué medio escribimos, ni con qué objetivo.

Imagen: De izquierda a derecha: Borges, la leche y Bioy (fotomontaje: gfp).

30.1.06

Los libros del milenio (seamos prematuros)


Imágenes de Yuyanapaq,
libro que queda asociado
en nuestra memoria con
el Informe final de la CVR.


Ya pasó la fiebre de los ránkings y no pude ganar siquiera el premio al peor crítico literario del país, abusivamente concedido a alguien que se ha preparado toda la vida para serlo. Pero casi en silencio apareció un ránking más:
Identidades, suplemento de El Peruano, publicó una pequeña encuesta, hecha a diez intelectuales (críticos de arte y literatura, poetas, historiadores, además de libreros), acerca de cuáles eran los libros peruanos más valiosos en lo poco que va del milenio (es decir, desde el año 2001).

Cada quien se inclinó, saludablemente, por lo que mejor conoce:
Ricardo González Vigil hacia la literatura, con cierta visible preferencia por la poesía de las generaciones del cincuenta y el setenta; Miguel Ildefonso por la narrativa, en la que ha incursionado auspiciosamente hace poco, sin olvidar, curiosamente, al grupo Neón, del cual él mismo formara parte alguna vez; Marcel Velázquez por la crítica académica y la teoría cultural; José Antonio Mazzotti por los estudios peruanistas, sobre todo los referidos a la colonia. El libro más mencionado, con amplia razón creo yo, es el Informe Final de la CVR, que tantos politicastros turbios y lamentables quieren hoy cuestionar.

Gladys Díaz, presidenta de la Cámara Peruana del Libro, aunque nombró tres o cuatro cosas interesantes, prefirió mencionar mayoritariamente los libros secundarios de escritores importantes (no La hora azul de Cueto, sino sus Valses, rajes y cortejos), o las novelas más superficiales de la década: Pudor de Roncagliolo, De repente, un ángel de Bayly; pero tuvo incluso selecciones más inverosímiles: Cocina peruana de Tony Custer, para mencionar sólo un ejemplo. Ojo, entendieron bien: es la presidenta de la Cámara Peruana del Libro... ¿Ahora empezamos a comprender un poco por qué marchan tan bien las cosas en nuestro mundo editorial?

(La lista completa de los libros seleccionados la transcribo como primer comentario en este mismo post).

Y bueno, ahora que ya nadie presta atención a los ránkings, y sin que persona alguna me lo pida, aprovecho para contrabandear mi lista personal. No es la sanción de un crítico ("comisario", preferirán decir algunos que aún no renuevan su jerga anacrónica). Es simplemente el ejercicio de un lector y una forma de agradecer a quienes escribieron estos libros imprescindibles. (Ya que rara vez se les nombra, me pregunto si estaré violando algún protocolo al mencionar, entre quienes confeccionaron el
Informe de la CVR, a mis amigos Eduardo González Cueva y Félix Reátegui, y a Carlos Iván Degregori, a quien hace poco tuve el gusto de conocer en Nueva York: a ellos mi modesta felicitación por su trabajo).

Mi lista, por supuesto, refleja también mi falta de lectura de algunos textos que intuyo importantes (no he leído
Musa mecánica de Lauer, ni Muerte en el pentagonito de Uceda, ni Falso teclado de Varela, ni he terminado Las máscaras de la representación de Velázquez; y lamento que la notable La fiesta del chivo de Vargas Llosa sea de unos meses antes del 2001. También lo es la versión en inglés del libro de De la Cadena, pero ya que la edición en español apareció recién en el 2004, la incluyo aquí). Ya después, seguramente, lamentaré haber olvidado algunos otros libros que debí enumerar.


a. El Informe final de la Comisión de la Verdad
b.
Un crucero a las islas Galápagos, de Antonio Cisneros
c.
Cinco segundos de horizonte, de Mario Montalbetti
d.
Del paganismo a la santidad, de Juan Carlos Estenssoro
e.
El perfil de la palabra, de Peter Elmore
f.
La hora azul, de Alonso Cueto
g.
El mundo en una gota de rocío, de Abelardo Sánchez León
h.
Indígenas mestizos: raza y cultura en el Cusco, 1919-1991, de Marisol de la Cadena
i.
Textos esenciales, de Gustavo Gutiérrez
j.
Rostros criollos del mal, de Gonzalo Portocarrero

La letra con sangre sale

Leyendo los blogs-alcantarilla y también, por qué no decirlo, algunas cartas personales de escritores que he recibido en las últimas semanas, empiezo a temer que, en gran medida, el mundo literario peruano sea, ya no la ciudad letrada que describía Ángel Rama, sino el matadero del que hablaba Esteban Echeverría.

En el ensayo de Rama, la ciudad letrada, es decir, la liga de los pensadores logocéntricos y su burocracia asociada, es el centro del saber y, por tanto, el centro organizador del poder en las naciones latinoamericanas.

En El matadero, el relato decimonónico del argentino Echeverría, el camal, una explanada desértica bordeada por riachuelos de sangre y lodo, donde los matarifes desuellan vacas con la misma facilidad con que los masorqueros del dictador Rosas desuellan seres humanos, es el verdadero centro de esa sociedad degradada.

Desde la ciudad letrada se irradia la letra (que puede ser liberadora pero también sirve para la opresión) y desde el matadero la imbecilidad y la violencia (que son la opresión misma). Los blogs-alcantarilla parecen haber encontrado la síntesis perfecta. Y aunque no son importantes por sí mismos, son una señal de la descomposición de nuestra intelectualidad: los semiletrados anónimos que habitan esos sitios, para espanto de cualquiera con dos dedos de frente, son escritores, lectores, estudiantes universitarios. ¿Qué vendrá después?

Imagen: Esteban Echeverría, un letrado en el matadero (fotomontaje: gfp).

29.1.06

Cuatro de cine

Una recomendación y tres datos sobre cine. Primero los datos: Madeinusa, largometraje de la peruana Claudia Llosa, no recibió premio alguno en el Sundance Film Festival, pero los comentarios que corrieron por allí sobre la película, entre los asistentes al festival, fueron notoriamente positivos. (Aquí pueden ver la lista de ganadores, que incluye, en el rubro Mejor Documental Extranjero, un film de Juan Carlos Rulfo, hijo del maestro).

El segundo dato: Q´Orianka Kilcher, la quinceañera peruano-germano-americana, hija de un padre quechuahablante, que hace el rol de Pocahontas en The New Wolrd (la nueva cinta del genial Terrence Malick, el mismo de The Thin Red Line), ha empezado a cosechar elogios que podrían, eventualmente, llevarla a una nominación al Oscar como mejor actriz. Quienes lean inglés notarán el enorme entusiasmo que Q´Orianka produce, por ejemplo, en este crítico cinematográfico norteamericano. (Como quien agrega curiosidades adicionales a la biografía de Q´Orianka, digamos que fue criada en Alaska y Hawaii y es prima de la meliflua cantante Jewel).

El tercer dato: las pantallas limeñas nunca habrán lucido tan espeluznantes como en los próximos días, cuando sobre ellas se proyecte una nueva cinta de Leonidas Zegarra Uceda, el rey del disparate (si no pueden acceder al enlace, busquen la nota en Domingo de La República). ¿El título de su flamante opúsculo? Poseída por el diablo: en las garras de Lucifer. Véanla ya, antes de que todo se vaya al infierno.

Y la recomendación...

La recomendación es la página Kriando Kuervos, de una blogger limeña que firma con el nombre de Alexandra Sardonicus. A mi modesto entender, si bien no es el más abundante blog cinemero del Perú, y no se renueva con demasiada frecuencia, sí es uno de los más interesantes.

Los amantes de la serie B, y, por qué no, de la C y la D, de weirdos como Russ Meyer y desastres como Ed Wood, Hal Warren y Coleman Francis, por ejemplo, estarán felices con esta página.

Pero Alexandra también incluye en su blog comentarios --sensibles y agudos-- sobre cosas como, por ejemplo, el imprescindible film Shoah, de Claude Lanzmann, nueve horas de cinta acerca del Holocausto, una película que tuve ocasión de ver parcialmente hace unos años, como parte de un curso llamado History and Memory after Auschwitz, dictado en Cornell por una autoridad en el tema del Holocausto y su representación en las artes, el profesor Dominick LaCapra.

LaCapra, tanto en ese curso como en su libro, de igual título, hacía notar que Shoah no es estrictamente un documental, pues en la cinta el rol del montaje y la preparación casi coreográfica de muchas escenas es demasiado crucial, y nota que Lanzmann mismo se refería a su obra (a la que Simone de Beauvoir llamó "una perfecta obra maestra") como una "ficción de lo real".

En Shoa, Lanzmann, de manera interesante, propone simultáneamente el Holocausto como un hecho único, sui generis, irrepetible, y también, sin embargo, como la lógica culminación de una serie de procesos culturales en la historia occidental, conciliando de esa manera dos líneas interpretativas habitualmente discrepantes. Algo de eso se intuía ya, adelantándose a los años de información y reflexión que han mediado dese entonces, en un cuento de Jorge Luis Borges: Deutsches Requiem.

En fin, dense una vuelta por la página de Alexandra.

Imágenes. Arriba, izquierda: los protagonistas de Madeinusa en una escena del film; arriba, derecha: el diablo y su trinche en la cinta de Zegarra; abajo, izquierda: Alexandra, blogger de Kriando Kuervos; abajo, derecha: Q´Orianka Kilcher debuta en una cinta dirigida por uno de los más enigmáticos y personales cineastas norteamericanos de hoy.

28.1.06

Leo & Leo

Mirado de lejos, es Leo Zelada. Mirado de cerca, es Leo Aguirre. Uno juraría que son dos personas distintas, y tal vez sea verdad, pero en el fondo son lo mismo: ególatras sin ángel ni gracia capaces de cualquier cosa por un poco de publicidad. El Chávez y el Ollanta de las letras peruanas.

Zelada anda en gira española presentando libros a diestra y siniestra, y colmando casillas de correo electrónico con mensajes sobre sus vueltas al ruedo ibérico (por lo menos, mi correo recibe cinco o diez copias diarias de mensajes suyos). Sobre él hablaré en otro momento; o mejor no. Sin contar sus emails, la última vez que supe de él, amenazó con fusilarme cuando Humala llegara al poder. Por ahora, hablemos de Leo Aguirre.

Leonardo Aguirre sigue teniendo su blog, casi clandestino, en el que los anónimos marginados de Puente Aéreo entran a comentar las cosas que se escriben aquí. Y sigue luchando para ser reconocido. Aunque, en el fondo, ya lo es.

Es reconocido como el más gratuito y el menos calificado reseñador de literatura en la prensa peruana; como el seudocrítico que juzgaba los libros por sus solapas y sus contratapas; como el tipo al que le pegaron por mezquino y a quien absolutamente nadie quiso levantar del suelo; como el literato incompetente para quien Dante Alighieri es un poeta renacentista y C.S. Lewis la cumbre de la literatura universal; como el sujeto que propicia en un espacio de Internet la injuria, la maledicencia y la infamia contra medio mundo, y en cuyo blog se puede difamar a vivos y muertos con tristísima impunidad; como el evangelista renegado que quisiera parecer progre pero no sabe qué hacer con su homofobia, su racismo y sus resentimientos sociales; como el único admirador declarado de su propia obra, y, finalmente, como el autor de unos cuentos aburridos, despatarrados y tan superficiales como una erisipela de media hora en la azotea de un edificio, relatos hechos de muletillas sin ingenio y plagados de lugares comunes.

Muchas personas me han pedido que deje de caer en el juego de Aguirre, que deje de referirme a él y me dedique a otros asuntos, que no le dé la publicidad que un blog puede brindar, que es poca, pero que él busca y disfruta cada vez que puede. Voy a hacerles caso: no volveré a hablar más sobre Aguirre. Hasta ahora lo hice en la creencia de que, al leer sus cuentos, descubriría que valía la pena prestarle atención. Ya los leí, y veo que estaba equivocado. No vale la pena hacerle concesiones al individuo por respeto al autor. En este caso, también, ambos son lo mismo.

¿Por qué, entonces, me doy el trabajo de hablar sobre él en esta oportunidad? Porque Aguirre, en una muestra más de su bajeza espectacular, ha permitido la publicación en su blog de un anónimo que dice lo siguiente:

"
Ni el señor Faverón, por lo visto en actitud cómplice, ni el señor Marcel Velázquez, han respondido a las acusaciones del señor Montoya sobre la militancia del crítico Velázquez en el grupo subversivo Puka Llacta”.

(Tengo que aclarar que, al supuesto señor Gustavo Montoya, lo invité a escribirme un email, en el que comprobara de algún modo su identidad, y a presentar todas las pruebas que tuviera para respaldar su acusación contra Marcel Velázquez. Nunca lo hizo).

Aguirre
, que jamás ha sido capaz de escribir dos líneas coherentes de respuesta a mis críticas, sólo ha encontrado como camino para sus pequeñas venganzas el dejar la puerta de su blog abierta a comentarios de ese tipo. Hay que recordar que, según él mismo ha dicho muchas veces, Aguirre aprueba uno por uno los mensajes que aparecen en su blog, de modo que él es cómplice y responsable por cada uno de esos anónimos, algunos de los cuales bien merecerían una demanda judicial.

Según ese mensaje, Marcel Velázquez es un ex subversivo y yo, que ni siquiera lo conozco, soy su cómplice y encubridor. Aguirre sonríe, agradece y publica esa infamia. ¿Se necesita algo más para saber qué tipo de persona es?

Postdata

Añadiendo torpeza a su mala intención, Aguirre ha colocado en un post un mensaje firmado por "Marcel Velázquez" que llegó como comentario a su blog. El verdadero Marcel Velázquez lo ha tenido que desmentir. Esperemos que estas prácticas poco éticas de Aguirre acaben de una buena vez.

Noé celebrante y un debut tardío pero feliz



Dos premios de no poco interés (aunque el periodo de esplendor de uno de ellos esté ya muy lejano) han sido otorgados a escritores peruanos el día de ayer.

El primero es Arturo Corcuera (izquierda), a quien le ha sido concedido el premio Casa de las Américas 2006 de poesía por su colección A bordo del arca. Todo hace suponer que se trata del arca de Noé, el delirante. (El premio extraordinario de poesía, que hace poco ganara José Watanabe, se le ha dado este año al chileno Raúl Zurita).

Y Jaime Alberto Begazo, un peruano de cuarentiocho años, residente en New York desde hace veinte, ha ganado, con su primer libro, el premio más reconocido en español para el género de la novela breve, el Juan March. La novela de Begazo (cuyo título es El testigo) es un juego metaliterario, uno de cuyos protagonistas se llama Jorge Luis Borges, y que tiene como referente y subtexto el cuento Emma Zunz.

En el pasado, el premio Juan March ha sido recibido por escritores como Zoé Valdez y José Luis de Juan. Es la segunda vez que un peruano lo obtiene: el primero fue, en 1999, Julio Ortega, con Habanera.

27.1.06

Sólo literatura

En mi post Los odios y las pasiones de Lobo Antunes se ha iniciado una interesante discusión, estrictamente literaria, entre los novelistas Iván Thays y Luis Hernán Castañeda, a quienes se les ha unido luego un colega más, Peter Elmore.

Pongo esta llamada de atención aquí porque, tratándose de un post anterior, los lectores de Puente Aéreo podrían pasar por alto esa conversación en marcha, interesante y recomendable.

La discusión ha sobrevenido a raíz de los comentarios de Lobo Antunes sobre Nabokov, a quien el portugués caracteriza como un obseso formalista incapaz de lidiar con contenidos complejos, y también a causa de las metáforas boxísticas que Lobo Antunes emplea para coronar o derrocar íconos literarios.

Quienes quieran unirse a la discusión, háganlo por favor en el post aludido.

Imagen: ¿Iván Thays y Ludo Castañeda rompiendo palitos por Nabokov? Quizá, pero los seguirá uniendo el play station, suponemos (fotomontaje: gfp).

Los fantasmas de Velázquez

Hace días pedí que el crítico Marcel Velázquez nos quitara la duda de a quiénes se estaba refiriendo cuando, en un cuestionario de Somos, respondió, la semana pasada, que bluffs literarios eran "todos los cadáveres de renombre que siguen publicando inútilmente".

Ahora nos ha enviado un amable mensaje que comienza diciendo lo siguiente: "Quería agradecerte por impedir que sujetos anónimos utilicen tu blog para difamar e injuriar a otros, entiendo que es una cuestión de principios y ha sido sólo obra del azar que yo haya sido la víctima de los ataques en este caso".

Más adelante pasa a responder la pregunta:

"
Un crítico académico posee varios registros y debe adaptarse a ellos. El cuestionario de Somos no es un documento literario, es un microespacio de reflexión veloz cuyo más alto honor podrá ser envolver pescado en alguno de nuestros mercados en vías de extinción, o conservarse, virginal para siempre, en alguna biblioteca despistada".

Y continúa Velázquez:

"Se me preguntó por bluff literarios. En nuestra literatura hay varios escritores que viven de un ya lejano, pero legítimo prestigio ganado. Ellos tienen todo el derecho de publicar continua o discontinuamente y proseguir con entusiasmo la degradación de su imagen creadora. El problema radica en que sus últimos libros se convierten en imposturas literarias que con el apoyo mediático/crítico siguen vendiendo langostinos por camarones, a esos fantasmas que viven de sombras pasadas (Verástegui, Hinostroza y Bryce) me refería. Ejemplos de otros lares son: Saramago, Sabato, Houllebecq cuyos últimos trabajos constituyen traspiés lamentables para quienes lograron novelas imprescindibles. Sospecho que mi pesimismo innato me impide creer que ellos puedan volver a crear obras significativas, pero ojalá me equivoque por el bien de la literatura".


En el caso de los escritores peruanos, discrepo largamente con
Marcel, por motivos diversos. Verástegui se ha vuelto oscuro y gratuito, es cierto, pero no veo cómo se pueda pasar de señalar eso a acusar una impostura. Bryce (en la foto) se ha internado en una poética del excurso sentimental y la mitificación de la intimidad que no sirve para llenar las expectativas de los mismos lectores que disfrutaron Un mundo para Julius y Huerto cerrado, y que, por eso mismo, no debería ser evaluada desde el punto de vista de quienes quieren seguir viendo en él la crítica pundonorosa de la vieja aristocracia limeña, por ejemplo. Hinostroza ha decidido aproximarse a la poesía desde la entrada opuesta a la de su obra previa, pero con un afán de memoria y sentimentalismo que ya se asomaba un poco en algo de su muy apreciable narrativa; no hay que buscar en él la épica social de la juventud rebelde sesentera.

No estoy quitando el cuerpo a las críticas de
Velázquez. Yo tampoco creo que ninguno de esos autores esté produciendo al nivel de su obra de hace diez o veinte o incluso treinta años. Pero creo que hay un error en llamar a eso "impostura", y uno mayor en preocuparse por la conservación de la "imagen creadora" de estos escritores si, para conservarla, se les va a exigir que no creen nada más: dejar de producir no puede ayudar a la creación, hasta donde entiendo.

De todas maneras, pese a la discrepancia, muchas gracias a
Marcel por comunicarse y por aclarar sus palabras.

La última de Saramago



En un país ignoto, que podría ser cualquiera, o acaso una ciudad, poblada, quién sabe, por hombres y mujeres sin nombre de pila ni apellido, un día los Premios Nobel de Literatura extravían por completo la capacidad de imaginar fábulas propias, y deciden hurtar las ajenas. Las consecuencias de esa fantástica premisa abren un tour de force de maravillas y sorpresas en el que no otra cosa se cuestiona que la condición humana. Toda, todititita la condición humana.

No se trata del plan de argumento para una próxima novela de José Saramago. Es, más bien, la sospecha que se esconde tras la acusación de una escritora chilena que dice haber sido plagiada por el narrador portugués.

La historia es más llamativa que controversial.
Pueden ver los pormenores del caso, en el blog de Jorge Gómez Jiménez, editor de Letralia.com.

Cuando mucho, se podrá coincidir en que los argumentos de las novelas recientes de Saramago, formulaicos y predecibles, los puede imaginar cualquiera, o casi cualquiera, o, al menos, mucha gente. ¿Que la muerte deja de matar? Esa idea, según recuerda alguien en el blog de Gómez, aparece en un capítulo de La dimensión desconocida, y un episodio de Los Simpson. Y, si la memoria no me falla, también en una telenovela brasileña llamada O Bem Amado).

Así, es difícil acusar a Saramago de apropiarse de una idea ajena. Sus ideas son, casi casi, de dominio público. (Lo que, por supuesto, no es para nada lo más criticable de su obra; pero de eso hemos hablado en un post anterior).

Imagen: Saramago irrumpe en un Vermeer (fotomontaje: gfp).

26.1.06

Por la moral de Morales

Días atrás, Mario Vargas Llosa publicó un artículo acerca de Evo Morales, el nacionalismo aymara, y los nacionalismos paralelos del autócrata venezolano Hugo Chávez y de su entenado, el aun menos talentoso ex militar peruano Ollanta Humala.

Un tema central del texto de Vargas Llosa (que metía las cuatro en su caracterización de Morales como un criollo intrigante y un "aristócrata" del sindicalismo) era el asunto del racismo reactivo del movimiento aymara, y el racismo incluso más arbitrario y artificial de los Humala.

Decía Vargas Llosa: "gracias a personajes como el venezolano Hugo Chávez, el boliviano Evo Morales y la familia Humala en el Perú, el racismo cobra de pronto protagonismo y respetabilidad y, fomentado y bendecido por un sector irresponsable de la izquierda, se convierte en un valor, en un factor que sirve para determinar la bondad y la maldad de las personas, es decir, su corrección o incorrección política".

De inmediato, han llovido las respuestas, sobre todo de nacionalistas bolivianos airados, y, cuando no, tampoco ha faltado una réplica de la pluma más rápida del panfleto latinoamericano, el uruguayo Eduardo Galeano, uno de los escritores menos interesantes y más inexplicablemente admirados de la región.

El artículo de Vargas Llosa es ampliamente discutible, cuando no desacertado, y, sin embargo, parece dar en el blanco al menos en un aspecto, el referente a la forma en que cierta izquierda desesperada se viene subiendo al carro de Chávez, Morales y Humala, aquí y allá.

La respuesta de Galeano no toca ninguno de los verdaderos puntos débiles del comentario de Vargas Llosa (por ejemplo, la manera en que el escritor peruano pasa por alto cualquier diferenciación entre los discursos nacionalistas de Morales, Chávez y Humala, y las muy distintas formas en que se conectan con el asunto étnico).

Galeano
se contenta con amontonar lugares comunes, y, finalmente, parece darle la razón a VLL acerca de la rapidez con que alguna izquierda oportunista se está apresurando a aplaudir a Morales y compañía aún antes de tener muy claro cuál será su perfil político de ahora en adelante.

Galeano balbucea acerca de "esperanzas" y menciona "el nacimiento de una nueva historia", pero sus palabras y silencios dejan bastante claro que, en el fondo, no tiene idea de qué pasará en el futuro con Bolivia en manos de esa incógnita política que es hoy Evo Morales.

(Algo más sobre el nuevo presidente de Bolivia y los primeros días de su gobierno, en el nuevo blog de Edmundo Paz Soldán).

Imagen: Vargas Llosa y Galeano, como siempre, enfrentados (fotomontaje: gfp).

Los odios y las pasiones de Lobo Antunes


Un duro de la narrativa europea actual, quizá el más brillante escritor portugués de hoy, Antonio Lobo Antunes, ha publicado en Babelia, suplemento de El País, un excelente y breve artículo sobre Juan Marsé (otro de los duros, como pudimos recordar a raíz de sus coherentes y atendibles opiniones, meses atrás, acerca de la calidad de los premios Planeta).

El artículo, junto con un imperdible comentario sobre Nabokov y el valor de su obra (básicamente lo despacha como un estilista original e ingenioso pero no demasiado trascendente), contiene también observaciones como la siguiente, sobre la lectura literaria y la eficacia narrativa, en el marco de un símil entre el arte de contar historias y el boxeo:

"Los malos libros son aquellos que nos dejan la cara y el estómago intactos. En general, venden más por eso mismo, pero no nos tiran a la lona.
Cumbres borrascosas nos tira a la lona. Guerra y paz nos tira a la lona. Cualquier gran libro nos tira a la lona y le quedamos agradecidos por eso, puesto que vivimos a ras de tierra y no logramos levantarnos del suelo sin ayuda. Esto es difícil de explicar, pero espero que hayáis entendido".

Luego, Lobo Antunes añadé, ya sobre Marsé: "Por tanto, volviendo a Juan Marsé, digo que es un excelente luchador. Uno lo lee y puede no coincidir con su estilo o su estructura o sus tics o lo que sea: no obstante, tenemos que admirar su eficacia. Y, como repetía Tolstói, la eficacia es la primera cualidad de un escritor".

Imagen. De izquierda a derecha: Lobo Antunes, Nabokov, Marsé (fotomontaje: gfp).

25.1.06

Suciedad anónima

Desde que este blog apareció por primera vez, hubo un problema ético rondándolo: propuse Puente Aéreo como un lugar de discusión y debate y los anónimos lo convirtieron en una excusa para la difamación, la calumnia y la ofensa a mansalva.

Puente Aéreo ha recibido cincuenta mil visitas en tres meses, sin contar a quienes consultan el blog varias veces al día. La mayor parte de los lectores entienden que nuestro objetivo básico es dialogar. Por desgracia, esos lectores tienen que soportar que la catarata de insultos atrabiliarios y ataques gratuitos desvíe casi todas las conversaciones hacia terrenos, por decir lo menos, inoportunos.

Los anónimos no conversan, no debaten y no dialogan. No lo pueden hacer, por una razón sencilla: un verdadero intercambio de ideas pone en juego siempre, necesariamente, la identidad de quienes las proponen. Los anónimos dejan caer mensajes, pero tienen una suerte de moral invisible, están siempre desvinculados de las cosas que dicen, no son capaces de respaldar con su nombre sus palabras ni son capaces de ponerse ellos mismos sobre el tapete para ser juzgados por lo que piensan.

Algunos asumen un seudónimo, sin usurpar identidades ajenas, y sostienen ese seudónimo constantemente, creando la ficción de una identidad que, al fin y al cabo, los convierte en voces aceptables en un diálogo informal, como es el diálogo en un blog.

Otros, en cambio, los que sólo hablan para intrigar, para maldecir o para ensuciar a los demás, prefieren no colocar nunca una firma, o usar una distinta cada vez. Otros más, los más infelices, firman con nombres de personas a las que detestan, envidian o desprecian, y ponen en sus labios mensajes rastreros: esos quieren entramparlo todo; su único fin es acabar con cualquier posibilidad de conversación.

Desde este día estoy cerrando la opción de los anónimos en Puente Aéreo. Si, conservando los seudónimos, la tónica se mantiene, cerraré esa opción también y abriré el blog sólo a quienes quieran ser colaboradores de Puente Aéreo. Si eso no prospera, quitaré del todo la opción de los comentarios.

Entre quienes han entrado al blog a comentar y han firmado con su propio nombre hay mucha gente estimable y valiosa: Daniel Salas, Iván Thays, Eduardo González Cueva, Félix Reátegui, Peter Elmore, Enrique Prochazka, Pedro Mairal, Luis Hernán Castañeda, Mario Michelena, Patricia de Souza, Jeremías Gamboa, Miguel Rivera, Miguel Rodríguez Mondoñedo, Fernando Velásquez, Alonso Rabí do Carmo, etc. Entre los lectores que han escrito en otros medios acerca de Puente Aéreo están Edmundo Paz Soldán, Enrique Vila-Matas y Omar Pérez Santiago.

Si al final me quedara sólo con los comentarios de esas personas, sumados a los seudónimos dialogantes que frecuentan el blog, y libre de anónimos, poco habría perdido. ¿No creen?

24.1.06

Hueso en Internet

Hace varias semanas, cuando me referí a la última nouvelle de Oswaldo Reynoso en este blog, algunos comentaristas me pidieron que hablara más extensamente sobre ella, con saludable ánimo polémico. Como estaba escribiendo por esos días una reseña de ese libro para Hueso Húmero, me abstuve de decir mucho más, con la idea de colocar aquí un enlace a mi texto cuando apareciera la versión online de la revista. El número de Hueso está en librerías hace un mes, y acaba de aparecer también la versión de Internet, donde está, abierta a quien quiera discutirla, mi reseña de El goce de la piel, que pueden ver aquí.

La revista trae muchas cosas interesantes (bastante más que mi comentario, claro está), comenzando por la correspondencia entre Luis Loayza y Julio Ramon Ribeyro sobre la cual han escrito Abelardo Oquendo e Iván Thays, y siguiendo por la reseña que, sobre el más reciente libro de Magdalena Chocano escribe William Rowe.

Pero, a mi juicio, y sobre todo para aquellos que insisten en decir que el último poemario de Antonio Cisneros es "más de lo mismo" (como si eso pudiera ser malo en el caso de Cisneros), me parece que lo más recomendable de este Hueso es el artículo de Peter Elmore sobre Un crucero a las islas Galápagos. Léanlo, si les parece, y conversamos.

Imagen: Oswaldo Reynoso, con el corazón rojo (fotomontaje: gfp).

23.1.06

Enterrados vivos


Sigo con el tema anterior. ¿De dónde habrá salido esa costumbre de declarar agotados a los escritores cuando pasan un tiempo sin publicar? ¿Y por qué se suele adivinar un dejo de placer en quienes se explayan en ese tipo de observación? Difícil decirlo.

Tampoco resulta sencillo comprender por qué un crítico serio puede caer en esos deslices, o en uno muy parecido: el de sentirse en la necesidad de decir que ciertos escritores deberían dejar el oficio, simplemente porque él los juzga acabados.


Cuando una declaración así se hace sin siquiera anotar el nombre de los autores a los que se refiere el comentarista, la cosa se torna ya no sólo arbitraria, sino innecesaria.

Por eso es curiosa la frase de Marcel Velázquez en el último Somos, cuando, ante un cuestionario que esa revista publica semanalmente, declara que, para él, son un bluff literario "todos los cadáveres de renombre que siguen publicando inútilmente".

Sería interesante que Marcel Velázquez dijera a quiénes tenía en mente cuando hizo esa declaración. Como sabemos, hay escritores peruanos de gran prestigio que han publicado en el último par de meses libros que, a mi juicio, merecen muchísima atención (Cisneros e Hinostroza son comebacks notorios luego de larguísimos silencios), y la frase de Velázquez podría interpretarse como alusiva a alguno de ellos, si no a ambos.

Una aclaración: no me interesaría saber a quiénes se refiere Velázquez si no fuera él un crítico inteligente y respetable, cuyo libro reciente, por cierto, lleno de observaciones agudas y de gran rigor intelectual, estoy leyendo con interés.

Imagen: Buried Alive, del noruego Odd Nerdrum.

La promesa de Verástegui



Blogs de los mejores y de los peores se han despedido en estos días. Entre los primeros, a la salida del
Qaphqa de Daniel Salas (quien amenaza con regresar pronto a la blogósfera, acompañado por el medievalista americano Vincent Barletta, en dos blogs de corte eminentemente académico), se suma el cierre de O Biscoito Fino e a Massa, del estupendo crítico cultural brasileño Idelber Avelar.


En el lado positivo, hay que anunciar que ha pasado a mejor vida Leonardo Aguirre, no la persona, claro, cuya desaparición sería lamentable, sino el blog epónimo, al respecto del cual he opinado varias veces.

Antes de dejarnos su último saludo en el escenario (para usar la frase de Conan Doyle), Aguirre tuvo tiempo de colocar un post en que parecía condolerse risueñamente de que la obra de Enrique Verástegui hubiera sido alguna vez considerada crucial y preeminente en nuestra poesía, a la vez que dejaba carta blanca a sus lectores para colocar, anónimamente, toda suerte de comentarios injuriosos contra el poeta cañetano.

Yo nunca he comprendido esa lógica de la inmediatez que hace que menospreciemos a los escritores vivos que elaboraron lo mejor de su obra años atrás y que no parecen escribir cosas a la misma altura en tiempos recientes. Está claro que, una vez muertos, poco nos importará en qué momento de su vida escribieron sus mejores cosas. Nadie dejará de leer a Faulkner tras descubrir que todo lo crucial de su creación estaba terminado veinte años antes de su muerte. Nadie haría nada similar con Salinger, Rulfo u Orson Welles. No quiero imaginar a ningún londinense renegando entre dientes, en 1616, "ese Shakespeare no ha vuelto a su antiguo nivel desde 1608".

En fin. No tengo idea de qué cosas escribirá Verástegui en el futuro. Sé que nadie que haya escrito el notable poema que copio a continuación puede ser considerado una promesa incumplida:


GIORDANO BRUNO

"Toda potencia de la naturaleza o del espíritu
debe formar su opuesto como única condición y
medio de su manifestación"
(citado por Joyce,
Cf. The Critical Writings).

Follajes de Noli
y aire suave de Labor,
Nápoles –fábricas de Nápoles tan llenas de Gramsci
y en Gramsci relampaguea
el aura de Bruno:

Giordano Bruno nacido en 1548, poeta,
filósofo que en el temblor de la duda
encontró la verdad
tan delicado como sombras
de lilas que el viento arrastra –el
saber alejandrino brotó fresco
en el jardín ya florido
de una mente severa.

Tuvo lo que su época le dio (fue clérigo intratable)
mas convino que toda época está en retroceso
y el pasado -¿donde está?
que no esté arrumado
entre murallas de prejuicio
y largos trámites
burocráticos, la represión,
las relaciones mercantiles.
Oh campo aún velado en nieve espesa
y con ligeros brotes
de verdor: núcleos semánticos
núcleos de meditación
entre pétalos no más desesperados que este abismo
abierto entre el día
y la noche mientras nuestro paso es un siglo
tenuemente vacío levemente extraviado como hipótesis
que van
rechazándose y negándose en un texto que a lo a priori
prefirió la luz de lo móvil
y el soñar
y errar en la vida
buscando belleza
y sabiduría = gramática de flores
aunque penumbras del vivir
sin más pobre lumbre
que haber regado un poco
este misterio del verdor
hoy signos sólo
y flores turbias
de un muy viejo manuscrito: el tuyo,
Giordano.

Y 30 años tenías,
vestidos trashumantes
cabellera oscura
y larga: hombrecillo
de rostro moreno
y oscura y rala barba –cuando
insultado y desterrado
vagó vagaste vagón perdido como chispa rápida
de un detonante que ya
en la mecha de tu propia expresión
revienta los sentimientos de tu/mi éxodo poético
al sueño –tierra de promisión inhollada.

Milán, Venecia, Niza, compuertas de Génova
que han recibido a tantos extranjeros
te cerraban puertas y persianas
-sus bandos
bien claro (decían) que no debías
pisar sus yerbas
y has dormido al sereno
contemplando la elíptica del cometa en tu estilo
el cabello escarchado la materia infinita
y algún texto de Sedulius Scottus
te complace:

Scriptor sum (fateor), sum Musicus et Orpheus,
sum bos triturans, prospera quaeque volo,
sum vester miles sophiae praeditus armis:
pro nobis nostrum, Musa, rogato patrem...
(y seguiste recordando más versos).

Te amparaba
tu propio desamparo
y cielo infierno: suggetto – á doi contrarii eterno,
Bandito son dal ciel, et dal infierno
están lejos de ti
ni te reciben
vagabundo al llegar el día.

En Londres y París
en Wittemberg al dictar tus clases aprendías
la pesada luz de tus alumnos.
Y Praga te vio volar
como una antorcha de Joan Huss,
Caballería Roja,cerebro de flores en el sueño.

¿Quién decidirá
-pensabas-
entre Aristóteles
y Platón?
¿Quién entre Tomás y Agustín?
¿Entre la forma racional
y la forma ideal
de un mismo lenguaje represivo?

Y ya habiamos decidido
Giordano:
contigo en tus escritos.
No la verdad –no
sino el conocimiento de la causa
en el efecto
y me crucé contigo
en la penumbra
de la antecámara materialista
almácigos tiernos
dialéctica aún suave
como un crepúsculo.

Tu Opera de ligar/ desligar
los misterios
y problemas de la física las leyes de la naturaleza
que tu mnemotecnia
dominaba (tu práctica analógica)
te valió el lodo de tu nombre
-ser el brillo
que alumbra este pasado
de hombres que pagaron caro
su arrogante deseo de saber.

Y en Venecia te llevaron al miserable tribunal
del Santo Oficio y te juzgaron
te desnudaron te maniataron te humillaron
y el proceso penoso y largo
duró años: Giordano Bruno
ni transa ni se retracta - no pierde
el nolano
judío errante
la altivez de su verdad.

Lo declaran ateo impío corrompido –lo excomulgan
y viene la condena:
"que sea castigado
con la mayor dulzura posible y sin efusión
de sangre, sine ulla sanguinis effusione"
que en maligna lengua eufemista represiva
y clasicista dictaminaban los Inquisidores de siempre
morir quemado vivo
y entonces Bruno replica
ya bellísimo su alto testamento: más os intimida
pronunciar mi sentencia a vosotros
que a mí el oírla
y entró sereno en la brasa
lúcido entre las ávidas llamas.

Toda época está

en retroceso y todo presente es pasado devorado
en el futuro y aquel 9 de febrero 1600
Giordano Bruno, poeta,
loco y filósofo que en la duda encontró su verdad
nació para todos
y yo nací con él,
yo soy Giordano Bruno.

Enrique Verástegui

22.1.06

Le verdad se ahoga



La Fundación Príncipe de Asturias viene convocando a los intelectuales que alguna vez han recibido su premio anual, el prestigioso Príncipe de Asturias, para que se reúnan en coloquios públicos a debatir sobre temas planteados por ellos mismos.

A pedido del italiano Claudio Magris, su pareja de conversatorio fue el alemán Günter Grass (no por nada Magris es un triestino, es decir, poco menos que un germano-italiano en términos culturales, y catedrático de literatura alemana).


¿El tema? Magris lo resumió en una pregunta: "¿Es posible decir las cosas tal como son?", y, aunque el telón de fondo de su cuestionamiento recoge muchas de las dudas actuales que recaen sobre el pensamiento postmoderno, su blanco inmediato, en lo político, era la notoria falsedad y la inclinación por el engaño que se ha vuelto predominante en el gobierno del segundo presidente Bush.

(¿Alguien ha notado que lo que caracteriza a la mitomanía del régimen de Bush no es una mayor sofisticación de la mentira, una mayor complejidad, como cabría pensar, sino, por el contrario, la inexplicable vulgaridad y simpleza de sus engaños?).

"La verdad existe, pero se ahoga", dijo Magris en el conversatorio. Grass, por su lado, añadió: "
La manipulación existió siempre, pero hasta 1989 teníamos a la URSS para echarle la culpa... Ahora que no está la URSS, ya sabemos que no sólo en los países autoritarios se manipula".

(Si Magris o Grass se dieran una vuelta por Lima, leyeran nuestros diarios, escucharan a nuestros políticos, verían que el asunto puede ser aún más grave: la verdad puede ser ignota e indescifrable del todo, y eso de tener la decencia de andar buscando, al menos, chivos expiatorios, ya pasó de moda. El artículo de El País en que Juan Cruz, desde Oviedo, nos entrega una crónica del conversatorio, lo pueden leer aquí.

Imagen: De atrás hacia adelante, Magris, Grass, Bush (fotomontaje: gfp).

20.1.06

Selección andina (con refuerzos)



El nombre del profesor americano Mark R. Cox es conocido para quienes se interesan en el tema de la narrativa peruana y el conflicto interno de los años ochentas y noventas, debido a dos volúmenes editados por él: la antología El cuento peruano en los años de la violencia y la recopilación Pachaticray (El mundo al revés). Testimonios y ensayos sobre la violencia política y la cultura peruana desde 1980, ambos publicados por Editorial San Marcos, el primero el año 2000 y el segundo el año 2004.

Debo decir que, gracias a los libros de Cox y al minucioso seguimiento de fuentes y documentos que forma parte de su trabajo, me ha sido posible conocer la obra de muchos autores que hace apenas unos meses no había leído. Su antología de cuentos, sobre todo, pese a los reparos que mencionaré luego, es sin duda informativa
.

En Pachaticray encuentro esta inesperada mención del profesor Cox a un texto mío escrito hace nueve años:

"Un artículo citado por muchos escritores andinos para mostrar cómo una gran parte de la crítica los ignora es el artículo La narrativa peruana después de Vargas Llosa, publicado en Quehacer en 1997 por Gustavo Faverón Patriau. Menciona a más de veinte escritores, pero en su lista sólo hay dos escritoras y los únicos "andinos" son Edgardo Rivera Martínez y Laura Riesco, ambos excelentes escritores y de casi la misma edad que Vargas Llosa".

Me causa sorpresa comprobar que, para el profesor Cox, o para los escritores "andinos" a los que alude (eso no queda claro), mencionar a pocas mujeres es una discriminación contra la literatura "andina".

Más sorpresa aún me causa el descubrir que la antología
El cuento peruano en los años de la violencia, editada, como dije, por el mismo Cox, que contiene narraciones de quince escritores, sólo incluye tres relatos de autores limeños (y, por cierto, apenas un cuento escrito por una mujer). Los limeños antologados son Walter Ventosilla Quispe, José de Piérola y Pilar Dughi.

¿Qué criterio habrá seguido el profesor Cox para dejar fuera de su antología los relatos referidos a los años de la violencia escritos por Alonso Cueto, Rodolfo Hinostroza, Fernando Ampuero, Guillermo Niño de Guzmán, Julio Ortega, etc.? El prólogo del libro no ofrece una explicación al respecto. Concedamos que los textos de Hinostroza y Ortega puedan ser muy largos para el espacio de una antología. De todas formas, el título hace referencia general al "cuento peruano", y el lector, en consonancia con ese anuncio, tiene derecho a suponer que el libro le ofrecerá un panorama lo suficientemente abarcador y comprensivo como para formarse una idea de las muchas percepciones que un fenómeno tan complejo tiene en distintas capas y zonas de nuestra sociedad. (Y, por cierto, la última vez que me fijé, Cueto, Hinostroza, Ampuero, Niño de Guzmán y Ortega eran peruanos).

Estoy seguro de que este tipo de discriminación no es la mejor respuesta a la secular marginación de los provincianos en el circuito literario peruano. Cosas como esta no son muy distintas de las que, con menos sutileza, anuncian los Humala con su distinción entre "nacionales" y "ciudadanos": todos son peruanos pero unos son más peruanos que otros.

Yo reconozco el error y la miopía de ese artículo que escribí hace casi una década; me resulta difícil entender que alguien pueda señalar mi error y cometer a sabiendas uno similar.

En la imagen: Dante Castro, José de Piérola, Luis Nieto, Zein Zorrilla, Sócrates Zuzunaga, Mark Cox, Mario Guevara, Pilar Dughi, Aníbal Paredes, Félix Huamán, Óscar Colchado, Enrique Rosas, Julián Pérez, en la presentación de la antología. Las montañas del fondo, por cierto, son producto de un fotomontaje.

¿La fiesta o el chivo?



Alonso Rabí ha colocado en su blog un texto interesante acerca de La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa. Entre otras cosas afirma lo siguiente, en referencia a la figura del protagonista, el dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo (arriba):

"
A diferencia de otras novelas que abordan este tipo humano, en La fiesta del chivo hay una clara estrategia de humanización de Trujillo. Así, el personaje no solamente es presentado en su ferocidad con el poder en la mano, también se nos aproxima a sus debilidades, como esa disfunción eréctil y la prostatitis que lo atormentan día y noche, y también a un hombre dotado de cierto sentido del humor".

Recuerdo que hace unos años, en Ithaca, Peter Elmore me hizo notar cómo la estructura narrativa de La fiesta del chivo, con esa disposición argumental que coloca la muerte del dictador no al final sino en medio del relato, subraya la fuerza y la durabilidad de la estructura dictatorial más allá del rol particular del dictador: Trujillo desaparece pero su espacio en tal estructura perdura y puede ser, por tanto, ocupado por otro.

Meses después, Efraín Kristal pasó por Cornell para dar una conferencia sobre La fiesta del Chivo, conferencia que en más de un aspecto era un complemento a su libro sobre Vargas Llosa. Su idea central era opuesta a lo comentado por Peter, e incluso alejada de lo que escribe Alonso. Para Kristal, lo crucial de la novela no era la humanización, sino la demonización del protagonista (la del Chivo, después de todo, es una de las formas del diablo), y no la lógica extendida del régimen dictatorial, sino la forma en que (ante los ojos de Vargas Llosa) el dictador es su motor crucial y casi único.

Recordando lo dicho por Peter, le pregunté a Efraín si no sería posible entender La fiesta del chivo como un relato en el que el protagonista no es el chivo, sino, precisamente, la fiesta: una representación de la proteica y multiforme sucesión de degradaciones del cuerpo social durante un periodo dictatorial, y de la dinámica que tal proceso llega a adquirir más allá de los designios del tirano. Después de todo, queda claro que, en la novela, la desaparición de Trujillo no pone fin al proceso ni detiene el deterioro; el régimen siguiente se sirve de las mismas estructuras, el carnaval continúa. Muerto el perro, diríamos, sigue la rabia... A Efraín mi lectura le pareció desacertada, así que mi intervención terminó sin pena ni gloria.

Leyendo el texto de Alonso justo después de leer los diarios peruanos de hoy, me he acordado de todo esto. Creo que algo de verdad hay en lo que le dije a Efraín ese día, pero espero estar desacertado al trasladar esa impresión a nuestra realidad actual. Es decir, espero equivocarme al pensar que, pese a su aparente alejamiento del poder en el Perú, Alberto Fujimori nos ha dejado una dinámica de degradación que corre ya libre y por su cuenta, independiente de él, una dinámica que se sigue manifestando en la corrupción de la clase política y, peor aún, continúa influyendo en la forma en que el pueblo elige a sus gobernantes: no importa la moral si se demuestra un nivel mínimo de rechazo a lo tradicional (aunque lo tradicional sea un fantoche sin mucho de realidad), no importan las ideas si se da la impresión de una cierta fuerza autoritaria capaz de imponer los propios designios. La fiesta de nuestro propio chivo, en efecto, parece todavía abierta.

19.1.06

La comedia y el mal



Que haya un tono justo para contar una historia no quiere decir que haya una sola manera, o una sola manera correcta, de contarla. Aun así, tendemos a pensar que hay tonos vedados para ciertos asuntos. Solemos creer que, por ejemplo, el humor no es el camino para tratar en la ficción un hecho que en la realidad fue desgraciado, obscuro, acaso funesto u horrorizante.

Se puede recordar, sin embargo, contraejemplos notables, como la elección del humor (aunque fuera un humor irónico y corrosivo, que subrayaba lo grotesco) de parte de Gunter Grass para relatar la historia privada del nazismo en El tambor de hojalata. Y la de Chaplin para caricaturizar a Hitler en The Great Dictator (arriba) (aunque la película, hay que anotarlo, fue anterior a las peores atrocidades del monstruo austriaco). Roberto Begnini causó menos escándalo que suspiros con su versión azucarada de la cotidianidad en las prisiones nazis en La vida es bella; quienes lo criticaron, no criticaron tanto la posibilidad del humor en un tema así, sino el particular humor rosa del italiano.


Sigo con mi revisión de ficciones peruanas referidas a los años de la violencia y encuentro hasta ahora tan sólo una pieza narrativa en la que el humor es predominante, la nouvelle "El muro de Berlín", que Rodolfo Hinostroza incluyó entre sus Cuentos de Extremo Occidente. Incluso en ese relato, el humor parece justificarse en el hecho de que la narración toma el punto de vista de un extranjero que anda de viaje por el Perú, de modo que su mirada no alcanza a ser la de una víctima real, sino la de un involuntario aventurero caído por casualidad y pasajeramente en el laberinto de una locura ajena de la cual, finalmente, escapa indemne.

La nouvelle juega tópicamente con la figura del carnaval: para el viajero, el paso por el Perú es como una caminata callejera por un mundo no solamente desconocido sino, además, súbitamente puesto de cabeza. Hinostroza es un narrador sagaz: su recurso no es gratuito. Al dividir a sus personajes, inicialmente, en esos dos grupos, uno donde aparece, solitario, el protagonista extranjero, y otro donde quedan reunidos todos los actores peruanos, Hinostroza genera la idea, poderosa, de que, después de todo, terrotistas y soldados, marginales y burgueses, ejecutivos y campesinos, todos son parte de un mismo cuerpo social. En otras palabras, la presencia del personaje forastero hace del escenario nacional un todo, y su drama (o su comedia) se transforma así en un problema entre semejantes.

Me pregunto si (descontando este relato de Hinostroza) la casi total ausencia de
literatura humorística referida a estos asuntos es una simple casualidad estadística o una confirmación de que el tema es aún traumático en exceso para los peruanos. Es decir, me pregunto si es posible para nosotros contar la violencia de ese periodo con humor sin asumir, como el narrador de Hinostroza, una mirada distante, casi casi turística.

17.1.06

Para ser un Enrique nuevo



Prochazka es una de las personas más paradójicas que quepa imaginar: es un amante de los deportes de aventuras a quien, por sus libros, sus lectores imaginan siempre encerrado en una biblioteca; tiene un puesto de gran importancia en el Ministerio de Educación, pero sigue siendo un escritor en buena medida marginal al circuito literario que solemos llamar "oficial"; y aun así, esa marginalidad suya de librerías y bibliotecas amenaza con convertirse en protagonismo en el mundo de los weblogs, y ahora su presencia constante en los blogs peruanos empieza a llamar la atención de escritores y lectores dentro y fuera del país. (Bueno, de algunos lectores y algunos escritores, pero algo es algo).

En las últimas semanas, en La Tercera de Chile, primero, y en su blog Río Fugitivo, después, Edmundo Paz Soldán se refirió a él y a quienes admiramos su trabajo a despecho de la falta de popularidad de sus libros. Y ahora ha sido Enrique Vila-Matas quien, a raíz de un comentario mío en Puente Aéreo, y, sobre todo, de la respuesta enviada por Prochazka, ha escrito una larga columna, bastante personal, en El País, titulada "Plan para el más allá".

El texto de Prochazka era una explicación de su propia marginalidad:

"Abrigo la teoría de que uno tiene éxito porque se agita como loco, o logra que los demás se agiten como locos por uno, o bien los demás lo obligan a uno a agitarse como loco. Según esta noción a mis textos les sucede lo que les sucede porque yo no me agito. De hecho, escribir estas líneas ya me parece acercarme demasiado a la visibilidad y al agitarse, si bien levemente. Prochazka reduce a su público infinitamente: sí. Y también el contacto con las personas. Vivo en una especie de distante Sydney del espíritu, que se llama Lima. Camino un sábado por la noche de Magdalena a Chacarilla, pasando por todos los sanantonios y centros culturales y cafés, y literalmente no conozco a nadie, y nadie me saluda ni conoce mi cara. Me borré en paz, hace años. Entro al Virrey lleno de clientes, compro un libro, dos libros, salgo del Virrey: nadie sabe quién soy. Me borré...".

Aunque Vila-Matas anuncia que lo que le llama la atención de lo escrito por Prochazka en esa respuesta no es su idea central, sino, más bien, un par de detalles laterales, me atrevo a decir que, a la larga, entre ambos textos hay una coincidencia mayor. La extrañeza de aquel que se diluye y desaparece en el lugar propio, de la que habla Prochazka, no deja de parecerse, y mucho, a la ansiada extrañeza del exilio autodescubridor de la que habla Vila Matas, aquella en la que él, Vila-Matas, podría "ser un autor nuevo", o, quizá, quién sabe, un autor reencarnado en sí mismo.

En fin, que no sólo en el nombre y la vocación coinciden estos dos enriques.


(Gracias a Enrique V-M por darse una vuelta por este blog. Y disculpas a Enrique P: esta noche salgo de regreso a Maine y no pude darte la llamada ofrecida ni tomarme contigo la segunda taza de café. Será para mitad de año).