El descubrimiento de Melody Mir
Ya lo leyeron en algún otro sitio: Melody Mir (izquierda) es la Señorita España que en cierto concurso de belleza, en Bolivia, declaró a los cuatro vientos, hace unos días, que el descubrimiento de América se produjo en el año 1980.
La noticia es tan similar a otras anteriores que no es exagerado verla como parte de un género:
a) La ex-miss California Carrie Prejean (abajo, derecha) mostró su descontento con el "same-sex marriage" y defendió, en cambio, la institución del "opposite marriage".
b) Una miss Bolivia (última foto), en el 2004, pensó necesario aclarar (aparentemente en tono reivindicatorio) que no todos los bolivianos eran indios, chatos y misios.
c) Una candidata a miss Panamá, hace no mucho, nos informó sobre la vida y la obra de Confucio, filósofo "chino, japonés" que "inventó la confusión".
d) Una miss South Carolina (más abajo, izquierda), este mismo año, concluyó que muchos americanos no son capaces de ubicar la posición de Estados Unidos sobre el mapa porque... no tienen mapas.
e) Una miss Venezuela, hace no muchos años, afirmó que el ser humano lleva solamente veinte siglos sobre la faz de la tierra. (Ok, ese fue Hugo Chávez, pero digamos que el ejemplo no rompe la misma lógica de los anteriores).
En ningún lugar la corrección política genera tantos absurdos como en los concursos de belleza, que siendo nítidamente antitéticos con ella, han decidido sin embargo maquillar su impropiedad adoptando la práctica de preguntar cuestiones de "cultura general" o de actualidad política o social.
La intención de los organizadores es, claro está, proponer la borrosa noción de que una chica no ganará un concurso de belleza a menos que quede en evidencia que, además de bonita, armónica, seductora y modélica, es también apolínea o tomista o gnóstica o platónica o, al menos, como dicen, medianamente articulada (lo que en el dialecto oficioso se traduce como "bella por fuera y bella por dentro").
En este punto del post, yo debería añadir un sólo párrafo proponiendo que los propietarios de estos concursos hagan una de las siguientes dos cosas:
(a) Que se dejen de venias vacías a la corrección política y asuman que su trabajo es juzgar estructuras óseas, coberturas epidérmicas, masas capilares y pigmentaciones del cristalino, sin detenerse en ejercicios mayéuticos, como si esperaran en verdad descubrir entre sus concursantes a una nueva Simone de Beauvoir, una nueva Marie Curie o una nueva Indira Gandhi, tan despampanante en traje de baño como en traje de noche.
(b) Que explosionen, implosionen o se disuelvan en el aire, y contribuyan con ello a desaparecer una tradición que, bien vista, es tan anacrónica como la heráldica, las polainas, el tendido de sombra, el día de la canción criolla, Marco Aurelio Denegri y la calata de Caretas.
En vez de decir todo eso (o a continuación, en vista de que ya lo dije), tomaré el camino largo y en una dirección distinta. Porque sucede que, de manera insospechada, a mí todas estas noticias me han llevado a pensar sobre un tema en apariencia completamente distinto: si es válido elegir como reina en un concurso de belleza a una chica absolutamente hueca e ignorante, esto se debe no a que los jueces hayan renunciado a la idea de encontrar una mujer perfecta en sus circuitos internos y externos, a la vez, sino a que los jueces saben que, después de todo, no están buscando ninguna coherencia de interior y exterior porque la mujer (y el hombre, claro) no es una obra de arte.
Porque, creo yo, si Melody Mir, en vez de ser una modelo canaria, fuera una novela de Saramago o de Vila-Matas, o una película de Bigas Luna, o un cuadro de Antoni Tapies, entonces, enconces sí, entonces con toda razón, le exigiríamos que a la total armonía exterior le sumara ese otro rasgo que sería imprescindible y necesario: le pediríamos que no nos dijera idioteces.
Y por el contrario, si los jueces de un concurso de estos se ciñeran de verdad a la máxima de la armonía exo/endo, entonces tendrían que aceptar que una mujer con apariencia de torva y despiadada, con pinta de malhadada contumaz, satisfaría el requisito clave si, al abrir la boca, soltara un discurso digno de una borrachera de Jean Genet o una mala amanecida de Louis Ferdinand Celine.
Lo que me lleva, porque así son las tardes de los viernes, colmadas de ociosidad en potencia y en acto, a la siguiente reflexión, mi axioma del día de hoy: mi seguridad de que un magnífico peluquero y un excelente chef y un extraordinario decorador no son artistas se debe al hecho de que al goce de los sentidos que su trabajo puede provocar es casi imposible hallarle un sentido que no sea más o menos trivial, un mensaje que no sea, en el peor de los casos, equivalente a declarar que Colón llegó a América en 1980 (afirmación que tiene, eso sí, el logro de la casi desconcertante originalidad), o, en el mejor de los casos, a la platitude de afirmar que llegó en 1492 (statement cumplidor pero, a estas alturas, opacado por quinientos diecisiete años de repetición).
(Quienes conocen mi última monomanía saben que el objetivo final de este post es hacer notar que Gastón Acurio no es un artista, pero no pienso estirar este texto con otro párrafo tan gratuito como todos los anteriores, así que les dejo el alcance de esa conclusión a mis aguerridos lectores).
30.10.09
28.10.09
Test de Wilde, 3
Rocío Silva Santisteban: el otro Freud, el mismo Eliot y el Rey León
Poeta, crítica, profesora universitaria, columnista, ferviente szymsborskaiana y (desde ahora) confesa antipacoyunquista: Roció Silva Santisteba responde nuestro tercer test de Wilde.
¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
Lucien Freud... aunque quisiera escribir como pinta Klimt.
¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
El 2666...
En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
A ninguno: el realismo mágico es un zombie y el compromiso social resucita siempre...
Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
El vulvismo, para ser vulvivucionaria...
Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
Crimen y castigo... le daría mayor protagonismo a Razumijin: me encantan los segundones.
La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
La muerte del papá del Rey León fue una verdadera tragedia para mi hija y los 200 niños que estaban en el cine en aquella época: no dejaron de llorar a gritos y reclamar: papá, papá, papá...
¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
Al "yo omnisciente".
¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
La Poesía completa de Wislawa Szymborska: qué buena es... extraordinaria, genial, serena y apabullante a la vez, totalmente envidiable.
Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
La del Quijote: un loquito podría aguantarme.
T.S. Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
A Eliot, para que se desquite...
Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
Desarmaría un ejército con la única finalidad de no seguir haciéndole el juego a esos obscenos señores denominados vendedores-de-armas.
Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
Con Las benévolas, de hechooooo...
Te acaban de nombrar ministra de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
Cambiaría a Paco Yunque por algunos poemas de Trilce, aunque no los entiendan...
Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
A Cesare Pavese... y sólo para darle algo de cariño.
Poeta, crítica, profesora universitaria, columnista, ferviente szymsborskaiana y (desde ahora) confesa antipacoyunquista: Roció Silva Santisteba responde nuestro tercer test de Wilde.
¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
Lucien Freud... aunque quisiera escribir como pinta Klimt.
¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
El 2666...
En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
A ninguno: el realismo mágico es un zombie y el compromiso social resucita siempre...
Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
El vulvismo, para ser vulvivucionaria...
Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
Crimen y castigo... le daría mayor protagonismo a Razumijin: me encantan los segundones.
La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
La muerte del papá del Rey León fue una verdadera tragedia para mi hija y los 200 niños que estaban en el cine en aquella época: no dejaron de llorar a gritos y reclamar: papá, papá, papá...
¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
Al "yo omnisciente".
¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
La Poesía completa de Wislawa Szymborska: qué buena es... extraordinaria, genial, serena y apabullante a la vez, totalmente envidiable.
Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
La del Quijote: un loquito podría aguantarme.
T.S. Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
A Eliot, para que se desquite...
Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
Desarmaría un ejército con la única finalidad de no seguir haciéndole el juego a esos obscenos señores denominados vendedores-de-armas.
Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
Con Las benévolas, de hechooooo...
Te acaban de nombrar ministra de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
Cambiaría a Paco Yunque por algunos poemas de Trilce, aunque no los entiendan...
Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
A Cesare Pavese... y sólo para darle algo de cariño.
26.10.09
El apocalipsis de Johnny Carter
Sobre un pasaje críptico de "El perseguidor"
Modelado libremente sobre la imagen de Charlie Parker, el Johnny Carter de "El perseguidor" es un ateo convencido. Al principio se nos antoja empeñado en descubrir alguna forma de trascendencia más allá de la realidad inmediata; luego nos parece obsedido y devorado por la conciencia de la irrealidad de cualquier deseo de trascendencia.
Bruno --el crítico que vive para intentar explicarlo y no lo consigue jamás-- parece ver en Johnny una suerte de mesías secular y terrestre, que eternamente se ofrece como víctima para el sacrificio y se estrella contra muros, suelos y techos intentando quebrar los linderos de la prisión de la vida humana.
Mesías, cordero, animalesco, inopinado: un freak con un único talento (su música alucinada) pero carente de inteligencia; un genio idiota y un demente.
Cuando muere Bee, su hija, Johnny entra en una enésima depresión y, rodeado de amigos, en un menesteroso departamento parisino, elige a Bruno para decirle lo que el deceso de su hija le hace sentir:
"Me parece haberlo leído en algún sitio": la frase en labios de Bruno es el disparador para que el lector sospeche que Johnny está citando un texto ajeno cuando expresa el propio dolor por la muerte de Bee. Pero, ¿cuál es el texto?
Durante años supuse que debía ser un poema de Dylan Thomas: del escritor galés son los versos que Johnny lee día y noche. Y la última frase del saxofonista, que repite el epígrafe del relato, es el inicio de otro bello (e idiosincrásico) poema de Thomas: "O make me a mask". Esa misma frase explicaría la idea que cruza por la mente de Bruno: "Me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar".
Nunca encontré el imaginario poema de Dylan Thomas que mencionara caballos amarillos, piedrecitas blancas y manos que enjugaran lágrimas. Esta semana, una corazonada me llevó a la solución del enigma (que no sé si otros lectores habrán solucionado antes, por cierto; seguramente sí): releí la poesía de Dylan Thomas y decidí probar suerte con la fuente del otro epígrafe de la novela, el Apocalipsis de San Juan.
Et voilà. Cito los tres versículos del Apocalipsis que son relevantes:
En la versión de Johnny --que todos en torno de él consideran el balbuceo de un orate--, el mensaje divino ha muerto, el caballo apocalíptico (que es él mismo) queda suelto sobre la tierra y las almas de los redimidos no encuentran nunca la mano de una divinidad que les seque las lágrimas: han resucitado en un mundo sin Dios.
Modelado libremente sobre la imagen de Charlie Parker, el Johnny Carter de "El perseguidor" es un ateo convencido. Al principio se nos antoja empeñado en descubrir alguna forma de trascendencia más allá de la realidad inmediata; luego nos parece obsedido y devorado por la conciencia de la irrealidad de cualquier deseo de trascendencia.
Bruno --el crítico que vive para intentar explicarlo y no lo consigue jamás-- parece ver en Johnny una suerte de mesías secular y terrestre, que eternamente se ofrece como víctima para el sacrificio y se estrella contra muros, suelos y techos intentando quebrar los linderos de la prisión de la vida humana.
Mesías, cordero, animalesco, inopinado: un freak con un único talento (su música alucinada) pero carente de inteligencia; un genio idiota y un demente.
Cuando muere Bee, su hija, Johnny entra en una enésima depresión y, rodeado de amigos, en un menesteroso departamento parisino, elige a Bruno para decirle lo que el deceso de su hija le hace sentir:
"--Bruno, me duele aquí --ha dicho Johnny al cabo de un rato, tocándose el sitio convencional del corazón--. Bruno, ella era como una piedrecita blanca en mi mano. Y yo no soy nada más que un pobre caballo amarillo, y nadie, nadie, limpiará las lágrimas de mis ojos".Bruno y los demás lo escuchan y parecen atribuirle a la psicosis, las drogas, la estupidez o el general deterioro psíquico la aparente banalidad de esas palabras:
"Todo esto dicho solemnemente, casi recitando, y Tica mirando a Art, y los dos haciéndose señas de indulgencia, aprovechando que Johnny tiene la cara tapada con la toalla mojada y no puede verlos. Personalmente me repugnan las frases baratas, pero todo esto que ha dicho Johnny, aparte de que me parece haberlo leído en algún sitio, me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar, así de hueco, así de inútil".El lector sabe, sin embargo, que por lo común es Bruno el banal, el superficial, el falsamente inteligente, el del intelecto convencional, y que las aparentes incoherencias de Johnny, en cambio, poco o nada tienen de huecas, aun cuando él pueda parecer absorto en objetos que nadie más alcanza a percibir.
"Me parece haberlo leído en algún sitio": la frase en labios de Bruno es el disparador para que el lector sospeche que Johnny está citando un texto ajeno cuando expresa el propio dolor por la muerte de Bee. Pero, ¿cuál es el texto?
Durante años supuse que debía ser un poema de Dylan Thomas: del escritor galés son los versos que Johnny lee día y noche. Y la última frase del saxofonista, que repite el epígrafe del relato, es el inicio de otro bello (e idiosincrásico) poema de Thomas: "O make me a mask". Esa misma frase explicaría la idea que cruza por la mente de Bruno: "Me ha sonado como una máscara que se pusiera a hablar".
Nunca encontré el imaginario poema de Dylan Thomas que mencionara caballos amarillos, piedrecitas blancas y manos que enjugaran lágrimas. Esta semana, una corazonada me llevó a la solución del enigma (que no sé si otros lectores habrán solucionado antes, por cierto; seguramente sí): releí la poesía de Dylan Thomas y decidí probar suerte con la fuente del otro epígrafe de la novela, el Apocalipsis de San Juan.
Et voilà. Cito los tres versículos del Apocalipsis que son relevantes:
2:17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre nuevo, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.La piedrecita blanca del texto bíblico de San Juan es un mensaje de Dios para sus fieles que sepan vencer en la batalla contra las tinieblas. El caballo amarillo es el cuarto de los animales del apocalipsis (su jinete se llama Muerte, el infierno se abre detrás suyo). Por último, es Dios mismo quien limpia las lágrimas de la faz de los redimidos en el día del juicio.
6:8 Miré, y he aquí un caballo amarillo, y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades le seguía; y le fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad, y con las fieras de la tierra.
7:17 Porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
En la versión de Johnny --que todos en torno de él consideran el balbuceo de un orate--, el mensaje divino ha muerto, el caballo apocalíptico (que es él mismo) queda suelto sobre la tierra y las almas de los redimidos no encuentran nunca la mano de una divinidad que les seque las lágrimas: han resucitado en un mundo sin Dios.
24.10.09
¿Fue Jung otro William Blake?
El libro rojo emerge ochenta años después
Esta noticia sobre Carl G. Jung es una completa sorpresa para mí: El libro rojo, que Jung consideraba su obra maestra, origen de todas sus teorías posteriores, pero mantenido en riguroso secreto durante su vida y luego de su muerte, acaba de aparecer en edición cuidada por Shonu Shamdasani, historiador de la psiquiatría.
En los años transcurridos desde su muerte, está de más decirlo, la fama de Jung se ha transformado de muchas maneras, aunque las tendencias generales, que llevan ya varias décadas, son la del descrédito galopante y aparentemente irreversible en la comunidad científica y la elevación y virtual inconización entre la marginalia new age y otras comunidades, digamos, alternativas.
Inmediatamente después de su distanciamiento de Freud, en 1910, Jung entró en un largo periodo de introspección y revisión de su propio trabajo teórico: ese es el tiempo durante el cual inició la composición de El libro rojo (cuyo título original en latín es Liber Novus: "el libro nuevo"). Para ser más preciso: el libro mismo fue el receptáculo de aquella introspección, la superficie donde Jung escribió y dibujó los hallazgos y los conflictos de su viaje interior.
Más de un biógrafo asegura --y el mismo Jung lo dijo alguna vez-- que el inicio de ese proceso fue una profunda crisis psicótica que colocó a Jung al borde del desbarrancamiento en la locura. Precisamente, la crudeza y la inmoderada sinceridad con que trató el tema en el libro habrían sido las razones por las que decidió no publicarlo durante su vida.
El libro no es simplemente un texto: es una compleja construcción mixta de escritura, dibujo y diseño, por partes narrativa, en más de un momento guiada por una suerte de impulso emblemático, y siempre cercana a los elementos y los iconos de más de un relato mítico y más de una mitología antigua, en la mayoría de los casos de origen oriental.
A eso se debe que los primeros comentarios sobre él propongan un paralelo entre El libro rojo y la obra de William Blake. Y a juzgar por la dirección de las comparaciones, imagino que los críticos tienen en mente sobre todo las Profecías continentales del poeta londinense.
(Pueden ver mucho más sobre todo esto en un interesantísimo artículo publicado por Sara Corbett en The New York Times un mes atrás).
Esta noticia sobre Carl G. Jung es una completa sorpresa para mí: El libro rojo, que Jung consideraba su obra maestra, origen de todas sus teorías posteriores, pero mantenido en riguroso secreto durante su vida y luego de su muerte, acaba de aparecer en edición cuidada por Shonu Shamdasani, historiador de la psiquiatría.
En los años transcurridos desde su muerte, está de más decirlo, la fama de Jung se ha transformado de muchas maneras, aunque las tendencias generales, que llevan ya varias décadas, son la del descrédito galopante y aparentemente irreversible en la comunidad científica y la elevación y virtual inconización entre la marginalia new age y otras comunidades, digamos, alternativas.
Inmediatamente después de su distanciamiento de Freud, en 1910, Jung entró en un largo periodo de introspección y revisión de su propio trabajo teórico: ese es el tiempo durante el cual inició la composición de El libro rojo (cuyo título original en latín es Liber Novus: "el libro nuevo"). Para ser más preciso: el libro mismo fue el receptáculo de aquella introspección, la superficie donde Jung escribió y dibujó los hallazgos y los conflictos de su viaje interior.
Más de un biógrafo asegura --y el mismo Jung lo dijo alguna vez-- que el inicio de ese proceso fue una profunda crisis psicótica que colocó a Jung al borde del desbarrancamiento en la locura. Precisamente, la crudeza y la inmoderada sinceridad con que trató el tema en el libro habrían sido las razones por las que decidió no publicarlo durante su vida.
El libro no es simplemente un texto: es una compleja construcción mixta de escritura, dibujo y diseño, por partes narrativa, en más de un momento guiada por una suerte de impulso emblemático, y siempre cercana a los elementos y los iconos de más de un relato mítico y más de una mitología antigua, en la mayoría de los casos de origen oriental.
A eso se debe que los primeros comentarios sobre él propongan un paralelo entre El libro rojo y la obra de William Blake. Y a juzgar por la dirección de las comparaciones, imagino que los críticos tienen en mente sobre todo las Profecías continentales del poeta londinense.
(Pueden ver mucho más sobre todo esto en un interesantísimo artículo publicado por Sara Corbett en The New York Times un mes atrás).
23.10.09
Trabalenguas 23
Rasca-rascas de la epiglotis en días recientes
"Bajamos música, bajamos videos y eso según la ley peruana es piratería. Entonces, revela que la ley del siglo XX no se adapta a la mentalidad del siglo XXI y hay que cambiar esa ley".
(Blogger Marco Sifuentes, explicando que, como 6 de cada 10 limeños cometen el delito de piratería, entonces hay que dejar de considerar delito a la piratería. Claro, y como 8 de cada 10 limeños evade impuestos, supongo que también habrá que cambiar esa ley. Y como 9 de cada 10 directores de medios de comunicación se vendieron al gobierno de Fujimori, habrá que dejarlos tranquilos, considerando que lo que estaba mal era la ley: la ley que no se supo adaptar al mundo de hoy).
"Fue uno de los pocos escritores que influenciaron directamente en la obra de su compatriota Fernando Pessoa".
(Estupefaciente Víctor Colomural, disertando sobre el poeta portugués Mario de Sá-Carneiro, aprovecha para proponer la idea de que casi nadie influyó en la obra de Pessoa... ¿Y entonces de dónde salió el arte de Pessoa? Poesía infusa, que le llaman).
"Qué duda cabe de que la poesía está en efervescencia en el Perú. En la prestigiosa revista especializada en literatura Letras S5 han tenido por correcto reproducir mi reseña a Oeste oriental de Pedro Favarón".
(Notable demostración de modestia del antedicho Colomural, que esta semana dupletea en esta mi pequeña antología de necedades).
"Difícil denominar como salsa a toda la música hecha por Blades. El panameño ha hecho colaboraciones con Fabulosos Cádilacs o Calle 13, ha tocado música celta, ha experimentado con todos los ritmos, desde la música disco hasta el vallenato".
(José Alejandro Godoy encuentra problemático llamar salsa a la música que... evidentemente no es salsa).
"Bajamos música, bajamos videos y eso según la ley peruana es piratería. Entonces, revela que la ley del siglo XX no se adapta a la mentalidad del siglo XXI y hay que cambiar esa ley".
(Blogger Marco Sifuentes, explicando que, como 6 de cada 10 limeños cometen el delito de piratería, entonces hay que dejar de considerar delito a la piratería. Claro, y como 8 de cada 10 limeños evade impuestos, supongo que también habrá que cambiar esa ley. Y como 9 de cada 10 directores de medios de comunicación se vendieron al gobierno de Fujimori, habrá que dejarlos tranquilos, considerando que lo que estaba mal era la ley: la ley que no se supo adaptar al mundo de hoy).
"Fue uno de los pocos escritores que influenciaron directamente en la obra de su compatriota Fernando Pessoa".
(Estupefaciente Víctor Colomural, disertando sobre el poeta portugués Mario de Sá-Carneiro, aprovecha para proponer la idea de que casi nadie influyó en la obra de Pessoa... ¿Y entonces de dónde salió el arte de Pessoa? Poesía infusa, que le llaman).
"Qué duda cabe de que la poesía está en efervescencia en el Perú. En la prestigiosa revista especializada en literatura Letras S5 han tenido por correcto reproducir mi reseña a Oeste oriental de Pedro Favarón".
(Notable demostración de modestia del antedicho Colomural, que esta semana dupletea en esta mi pequeña antología de necedades).
"Difícil denominar como salsa a toda la música hecha por Blades. El panameño ha hecho colaboraciones con Fabulosos Cádilacs o Calle 13, ha tocado música celta, ha experimentado con todos los ritmos, desde la música disco hasta el vallenato".
(José Alejandro Godoy encuentra problemático llamar salsa a la música que... evidentemente no es salsa).
20.10.09
¿Fantasía de quién?
La última película de Quentin Tarantino
Mi objeción más notoria contra Inglourious Basterds es sobre todo ideológica: me resulta incomprensible que un cineasta capaz de enormes sutilezas narrativas y complejidades estéticas se ande desbarrancando en los últimos años, tan notoriamente, por la misma ruta fascistoide que siguen varios de sus amigos más cercanos: Eli Roth, Robert Rodríguez, Frank Miller, artistas en cuyas obras la única respuesta posible a la violencia más atroz es una violencia doblemente atroz.
Se ha querido ver en Inglourious Bastards algo así como una "fantasía judía de la venganza". Ty Burr, en el Boston Globe, ha puesto la idea en palabras: Tarantino se habría preguntado "how about a movie where the Jews fight back?"
Son muchos los críticos que han señalado el mismo rasgo, arribando a conclusiones disímiles: Michael Phillips, en Chicago Tribune, llama a la película "sometimes ofensive" y "willfully messed up". Keith Phipps, en The Onion, señala que, a diferencia de Kill Bill, esta cinta es una fantasía de venganza en la que "the disparate styles never cohere, and the vengeance carries virtually no ambiguity".
No falta quien, con enorme difusión en Internet, señala, felicitándose, que la cinta de Tarantino, en el fondo, denuncia el espíritu revanchista del sionismo, al imaginar un Holocausto en el que los judíos americanos se comportan con la misma brutalidad de los sionistas de hoy.
Otros, como Jonathan Rosenbaum, a mi juicio de manera pertinente, se preguntan qué idea "más o menos adulta" se puede concebir acerca del Holocausto, el antisemitismo, el racismo, la segregación, el fascismo y la violencia totalitaria a partir de la visión de la "fantasía de venganza judía" que propone Inglourious Basterds.
La misma pregunta se la traslado a todos quienes defienden la película como una obra maestra.
La noción de que la cinta de Tarantino colma o puede colmar o satisfacer una "fantasía judía" es en sí misma difícil de aceptar. En primer lugar, claro, está el hecho primario y evidente de que este tipo de reelaboraciones sobre la historia del Holocausto o de su escenario inicial no están presentes o son, al menos, escasísimas en la tradición judía; Tarantino imagina esta fantasía desde fuera de ese círculo, como una atribución.
En segundo lugar, habría que preguntarse por qué son más abundantes los críticos judíos que se han sentido ofendidos o, en todo caso, distantes del discurso de venganza que se propone en la película, que aquellos que lo han abrazado como una fantasía propia. "Fantasía judía de la venganza" se vuelve un término inexacto, por decir lo menos; quizá Inglourious Basterds sea mejor descrita como una "fantasía goy sobre la venganza judía".
En tercer lugar: la noción de que la resistencia judía al Holocausto fue poco menos que nula y que por ello el cine y la literatura lo han retratado tradicionalmente como el genocidio de víctimas fantasmales y privadas de voluntad y reacción, es peligrosa, antihistórica y facilista.
El cine ha retratado la resistencia judía en más de una ocasión --recientemente, en un film notable: Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky, en el 2007--. Y no siempre ha tenido la necesidad de inventarla: también la ha tomado de la historia, la ha recogido de su realidad original. Puedo pensar en media docena de películas sólo entre aquellas que cuentan la resistencia judía en el ghetto de Varsovia.
Lo que el cine no había tenido la necesidad de hacer hasta hoy es construir una ficción en la que la única forma posible de defenderse del asesinato masivo, el genocidio y la fiereza salvaje del Holocausto fuera abrazar las mismas armas: responder a la bestialidad enfermiza del racismo con racismo, al aniquilamiento étnico con aniquilamiento étnico, al indiscriminado destruccionismo con indiscriminación y destrucción.
El escuadrón de criminales de guerra que la película llama "bastardos sin gloria" está formado por media docena de judíos robóticos, que sólo reaccionan al brillo de la sangre, que parecen incapaces incluso de articular una frase, y cuyas instrucciones vienen siempre de labios del único de ellos que no es judío (el teniente Aldo Raine, interpretado por un muy divertido Brad Pitt).
Los bastardos inician la supuesta venganza del Holocausto en 1941, es decir, antes de la puesta en marcha del plan nazi de la llamada "solución final al problema judío"; venganza anticipada, equívocamente profética, algo incoherente dentro de la lógica misma del film: se podrá alegar que, más que una venganza contra el genocidio, es una venganza contra el racismo, pero a eso cabe responder que los métodos de la venganza son idénticamente racistas.
La gran mayoría de las víctimas de los bastardos no son nazis, sino soldados alemanes, militares de carrera o soldados reclutados por la Wehrmacht: los bastardos sin gloria no discriminan, para ellos un alemán es un enemigo, por su pertenencia étnica, no por sus acciones ni por sus ideas. Cuando labran en sus frentes una esvástica, los están reduciendo, convirtiéndolos simbólicamente en algo que ellos no necesariamente son.
Sobra decir que la marca de la esvástica a cuchilladas es un reflejo de la práctica nazi de identificar a los judíos con una estrella amarilla cosida sobre las ropas o con un número tatuado en la piel; Tarantino se toma más de un trabajo por convertir a los judíos en imágenes especulares de los nazis y los construye como tales: los judíos de Tarantino son perfectamente racistas, genocidas y fascistas, su método es el asesinato en masa, su solución es una solución final.
La respuesta de los críticos que han llamado ofensiva a la cinta de Tarantino suele ir en esa dirección: ¿por qué la "fantasia judía" debería cobrar la forma de un relato en el que los judíos son tan criminales, tan sádicos y tan sedientos de sangre como aquellos que los persiguieron, masacraron e intentaron eliminar de una vez y para siempre?
Ese es el punto en el cual los defensores de la película se detienen, dan vuelta en u, y dicen: no comprendes: lo que pasa es que esta es una película sobre el cine, el poder de la imaginación, la reivindicación de la realidad en manos de la fantasía, la solución del mundo real en el escenario del cine, la sublimación del horror y su conversión en ficción vindicante: la Operación Kino: el cine aniquila al fascismo.
Ok. Pero sucede que la película elige un hecho histórico para articular esa defensa de la imaginación y de la fantasía, y ocurre también que reelabora la historia degradando todos sus matices, elidiendo los valores que estuvieron en juego, colocando a casi todos los actores en un mismo nivel de bestialidad, dando a las víctimas solo las armas de sus verdugos y rebajando el carácter moral del episodio histórico hasta convertirlo en una suerte de videogame en el que, literalmente, ganará quien corte más cabezas (o más cueros cabelludos).
¿Que es solo fantasía? De acuerdo. Pero la fantasía tiene también una lógica interna. Y en esta película esa lógica (la misma de todo el rat pack al que aludí antes: la misma lógica de las ficciones de Frank Miller, de Robert Rodríguez, de Eli Roth) es, lamentablemente, la lógica del fascismo y muy particularmente la lógica del nazismo: en ella, la moral del colectivo no es un bien que se deba defender, sino uno que hay que ofrecer en sacrificio, en un acto de enfrentamiento radical del cual emergerá un ganador mientras que del perdedor no quedará absolutamente nada (tan claramente lo vio Borges en "Deutsches Requiem").
La larga secuencia final de la cinta, la del teatro, en la que algunos quieren encontrar la gran lección moral de Tarantino, es una apenas maquillada alegoría del Holocausto y las cámaras de gas, en la que los actores se invierten: el recinto cerrado en que las víctimas han entrado con engaños y donde perecerán por asfixia, arrumados unos sobre otros, buscando una salida, angustiados y agónicos, condenados en masa sin mayor diferenciación, no por haber hecho algo, sino por ser lo que son.
¿Es esa una fantasía que alguien en su sano juicio quiera reivindicar?
Mi objeción más notoria contra Inglourious Basterds es sobre todo ideológica: me resulta incomprensible que un cineasta capaz de enormes sutilezas narrativas y complejidades estéticas se ande desbarrancando en los últimos años, tan notoriamente, por la misma ruta fascistoide que siguen varios de sus amigos más cercanos: Eli Roth, Robert Rodríguez, Frank Miller, artistas en cuyas obras la única respuesta posible a la violencia más atroz es una violencia doblemente atroz.
Se ha querido ver en Inglourious Bastards algo así como una "fantasía judía de la venganza". Ty Burr, en el Boston Globe, ha puesto la idea en palabras: Tarantino se habría preguntado "how about a movie where the Jews fight back?"
Son muchos los críticos que han señalado el mismo rasgo, arribando a conclusiones disímiles: Michael Phillips, en Chicago Tribune, llama a la película "sometimes ofensive" y "willfully messed up". Keith Phipps, en The Onion, señala que, a diferencia de Kill Bill, esta cinta es una fantasía de venganza en la que "the disparate styles never cohere, and the vengeance carries virtually no ambiguity".
No falta quien, con enorme difusión en Internet, señala, felicitándose, que la cinta de Tarantino, en el fondo, denuncia el espíritu revanchista del sionismo, al imaginar un Holocausto en el que los judíos americanos se comportan con la misma brutalidad de los sionistas de hoy.
Otros, como Jonathan Rosenbaum, a mi juicio de manera pertinente, se preguntan qué idea "más o menos adulta" se puede concebir acerca del Holocausto, el antisemitismo, el racismo, la segregación, el fascismo y la violencia totalitaria a partir de la visión de la "fantasía de venganza judía" que propone Inglourious Basterds.
La misma pregunta se la traslado a todos quienes defienden la película como una obra maestra.
La noción de que la cinta de Tarantino colma o puede colmar o satisfacer una "fantasía judía" es en sí misma difícil de aceptar. En primer lugar, claro, está el hecho primario y evidente de que este tipo de reelaboraciones sobre la historia del Holocausto o de su escenario inicial no están presentes o son, al menos, escasísimas en la tradición judía; Tarantino imagina esta fantasía desde fuera de ese círculo, como una atribución.
En segundo lugar, habría que preguntarse por qué son más abundantes los críticos judíos que se han sentido ofendidos o, en todo caso, distantes del discurso de venganza que se propone en la película, que aquellos que lo han abrazado como una fantasía propia. "Fantasía judía de la venganza" se vuelve un término inexacto, por decir lo menos; quizá Inglourious Basterds sea mejor descrita como una "fantasía goy sobre la venganza judía".
En tercer lugar: la noción de que la resistencia judía al Holocausto fue poco menos que nula y que por ello el cine y la literatura lo han retratado tradicionalmente como el genocidio de víctimas fantasmales y privadas de voluntad y reacción, es peligrosa, antihistórica y facilista.
El cine ha retratado la resistencia judía en más de una ocasión --recientemente, en un film notable: Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky, en el 2007--. Y no siempre ha tenido la necesidad de inventarla: también la ha tomado de la historia, la ha recogido de su realidad original. Puedo pensar en media docena de películas sólo entre aquellas que cuentan la resistencia judía en el ghetto de Varsovia.
Lo que el cine no había tenido la necesidad de hacer hasta hoy es construir una ficción en la que la única forma posible de defenderse del asesinato masivo, el genocidio y la fiereza salvaje del Holocausto fuera abrazar las mismas armas: responder a la bestialidad enfermiza del racismo con racismo, al aniquilamiento étnico con aniquilamiento étnico, al indiscriminado destruccionismo con indiscriminación y destrucción.
El escuadrón de criminales de guerra que la película llama "bastardos sin gloria" está formado por media docena de judíos robóticos, que sólo reaccionan al brillo de la sangre, que parecen incapaces incluso de articular una frase, y cuyas instrucciones vienen siempre de labios del único de ellos que no es judío (el teniente Aldo Raine, interpretado por un muy divertido Brad Pitt).
Los bastardos inician la supuesta venganza del Holocausto en 1941, es decir, antes de la puesta en marcha del plan nazi de la llamada "solución final al problema judío"; venganza anticipada, equívocamente profética, algo incoherente dentro de la lógica misma del film: se podrá alegar que, más que una venganza contra el genocidio, es una venganza contra el racismo, pero a eso cabe responder que los métodos de la venganza son idénticamente racistas.
La gran mayoría de las víctimas de los bastardos no son nazis, sino soldados alemanes, militares de carrera o soldados reclutados por la Wehrmacht: los bastardos sin gloria no discriminan, para ellos un alemán es un enemigo, por su pertenencia étnica, no por sus acciones ni por sus ideas. Cuando labran en sus frentes una esvástica, los están reduciendo, convirtiéndolos simbólicamente en algo que ellos no necesariamente son.
Sobra decir que la marca de la esvástica a cuchilladas es un reflejo de la práctica nazi de identificar a los judíos con una estrella amarilla cosida sobre las ropas o con un número tatuado en la piel; Tarantino se toma más de un trabajo por convertir a los judíos en imágenes especulares de los nazis y los construye como tales: los judíos de Tarantino son perfectamente racistas, genocidas y fascistas, su método es el asesinato en masa, su solución es una solución final.
La respuesta de los críticos que han llamado ofensiva a la cinta de Tarantino suele ir en esa dirección: ¿por qué la "fantasia judía" debería cobrar la forma de un relato en el que los judíos son tan criminales, tan sádicos y tan sedientos de sangre como aquellos que los persiguieron, masacraron e intentaron eliminar de una vez y para siempre?
Ese es el punto en el cual los defensores de la película se detienen, dan vuelta en u, y dicen: no comprendes: lo que pasa es que esta es una película sobre el cine, el poder de la imaginación, la reivindicación de la realidad en manos de la fantasía, la solución del mundo real en el escenario del cine, la sublimación del horror y su conversión en ficción vindicante: la Operación Kino: el cine aniquila al fascismo.
Ok. Pero sucede que la película elige un hecho histórico para articular esa defensa de la imaginación y de la fantasía, y ocurre también que reelabora la historia degradando todos sus matices, elidiendo los valores que estuvieron en juego, colocando a casi todos los actores en un mismo nivel de bestialidad, dando a las víctimas solo las armas de sus verdugos y rebajando el carácter moral del episodio histórico hasta convertirlo en una suerte de videogame en el que, literalmente, ganará quien corte más cabezas (o más cueros cabelludos).
¿Que es solo fantasía? De acuerdo. Pero la fantasía tiene también una lógica interna. Y en esta película esa lógica (la misma de todo el rat pack al que aludí antes: la misma lógica de las ficciones de Frank Miller, de Robert Rodríguez, de Eli Roth) es, lamentablemente, la lógica del fascismo y muy particularmente la lógica del nazismo: en ella, la moral del colectivo no es un bien que se deba defender, sino uno que hay que ofrecer en sacrificio, en un acto de enfrentamiento radical del cual emergerá un ganador mientras que del perdedor no quedará absolutamente nada (tan claramente lo vio Borges en "Deutsches Requiem").
La larga secuencia final de la cinta, la del teatro, en la que algunos quieren encontrar la gran lección moral de Tarantino, es una apenas maquillada alegoría del Holocausto y las cámaras de gas, en la que los actores se invierten: el recinto cerrado en que las víctimas han entrado con engaños y donde perecerán por asfixia, arrumados unos sobre otros, buscando una salida, angustiados y agónicos, condenados en masa sin mayor diferenciación, no por haber hecho algo, sino por ser lo que son.
¿Es esa una fantasía que alguien en su sano juicio quiera reivindicar?
19.10.09
El test de Wilde, 2
Alonso Cueto: Héctor, Goya y dos clavos extra
El segundo Test de Wilde lo responde Alonso Cueto, escritor peruano. Alonso es autor de las novelas El susurro de la mujer ballena, La hora azul (que ganó el Premio Herralde 2005) y Grandes miradas, entre otras, y de libros de cuentos como Pálido cielo y Amores de invierno. Estas son sus respuestas.
¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
No lo había pensado. Durante mucho tiempo viví fascinado por el Greco y cuando vivía en Madrid fui a verlo muchas veces. Sin embargo, luego Tiziano y Goya me impresionaron mucho. Hay un cuadro de Goya que se llama El perro semihundido que me ha obsesionado siempre. Durante un tiempo tuve una reproducción colgada en mi casa. De los pintores contemporáneos puedo mencionar muchos pero quizá hoy a Van Gogh porque hace poco tuve la gran experiencia de estar en su museo. No sé si ellos han pintado el mundo como lo imagino, pero si me han hecho vivir en su mundo, al menos.
¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
No lo sé, creo que hoy en día coexisten muchas tendencias, lo que hace imposible definir nuestra época más que por ese abigarramiento. Ya se acabaron además las obras que cambian el paradigma o rompen los esquemas, porque todos los paradigmas y los esquemas ya se han usado. Por otro lado, no me interesa el aspecto revolucionario o innovador de las obras, si no van acompañadas de una complejidad estética. Prefiero una buena novela poco original que una novela original y aburrida o defectuosa.
En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
Le pondría un clavo al compromiso social y dos al realismo mágico, pues este último tiene más poderes ultraterrenales.
Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
Nunca formaría una escuela propia. La literatura es la creación de un espacio individual. Todas las escuelas que se han formado han tenido otros intereses, incluso de parte de grandes escritores como Victor Hugo. Una escuela, una asociación, una ideología siempre son externas y distractoras pues introducen un elemento de valor moral a la discusión. Los movimientos ideológicos en el arte sirven para los manuales escolares y para las guerrillas.
Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
Recuerdo que durante mucho tiempo pensé que alguien debía haber evitado la muerte de Héctor en La Iliada. Sin embargo es obvio que debía morir. Hay un momento en el que ni siquiera el escritor puede evitar que su personaje muera.
La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
Hubiera creído que la peor tragedia en la vida de Lucien de Rubempré fue la muerte de Oscar Wilde y que Emma Bovary lo hubiera consolado en la cama.
¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
Al gran Yago.
¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
Tengo envidia muchas veces por los libros que me gustan. En estos días, estoy leyendo la Anatomía de un instante de Javier Cercas que me gusta muchísimo. La envidia, en un sentido sano, también puede ser una emoción constructiva.
Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
Creo que preferiría al Quijote porque además de todas las virtudes que comparte con Hamlet, tendría algo de humor. Y con él, a diferencia de Hamlet, por lo menos tendríamos alguna oportunidad de escapar.
TS Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
Creo que a escritores como Maupassant, Chéjov y Julio Ramón Ribeyro. Me siento muy cerca de ellos.
Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
Para construir y abastecer una red de bibliotecas en el Perú como las que hay en México y Colombia. Es un modo de reivindicar el honor en nuestro país.
Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
Con El Quijote, En busca del tiempo perdido y el Ulises. Los dos primeros me gustan mucho y el tercero me gusta mucho a ratos y otros no. De cualquier modo, en nuestro medio es más frecuente enorgullecerse de la ignorancia que del conocimiento en el tema de los libros.
Te acaban de nombrar ministro de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
Eliminarlo significaría consagrarlo. No eliminaría a ninguno. Pero le daría más espacio a Eguren y a Westphalen.
Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
A Borges para seguir escuchándolo en una última entrevista. A Ribeyro para jugar ajedrez con él. A Onetti para poder leer un cuento sobre su experiencia con la muerte.
El segundo Test de Wilde lo responde Alonso Cueto, escritor peruano. Alonso es autor de las novelas El susurro de la mujer ballena, La hora azul (que ganó el Premio Herralde 2005) y Grandes miradas, entre otras, y de libros de cuentos como Pálido cielo y Amores de invierno. Estas son sus respuestas.
¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
No lo había pensado. Durante mucho tiempo viví fascinado por el Greco y cuando vivía en Madrid fui a verlo muchas veces. Sin embargo, luego Tiziano y Goya me impresionaron mucho. Hay un cuadro de Goya que se llama El perro semihundido que me ha obsesionado siempre. Durante un tiempo tuve una reproducción colgada en mi casa. De los pintores contemporáneos puedo mencionar muchos pero quizá hoy a Van Gogh porque hace poco tuve la gran experiencia de estar en su museo. No sé si ellos han pintado el mundo como lo imagino, pero si me han hecho vivir en su mundo, al menos.
¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
No lo sé, creo que hoy en día coexisten muchas tendencias, lo que hace imposible definir nuestra época más que por ese abigarramiento. Ya se acabaron además las obras que cambian el paradigma o rompen los esquemas, porque todos los paradigmas y los esquemas ya se han usado. Por otro lado, no me interesa el aspecto revolucionario o innovador de las obras, si no van acompañadas de una complejidad estética. Prefiero una buena novela poco original que una novela original y aburrida o defectuosa.
En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
Le pondría un clavo al compromiso social y dos al realismo mágico, pues este último tiene más poderes ultraterrenales.
Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
Nunca formaría una escuela propia. La literatura es la creación de un espacio individual. Todas las escuelas que se han formado han tenido otros intereses, incluso de parte de grandes escritores como Victor Hugo. Una escuela, una asociación, una ideología siempre son externas y distractoras pues introducen un elemento de valor moral a la discusión. Los movimientos ideológicos en el arte sirven para los manuales escolares y para las guerrillas.
Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
Recuerdo que durante mucho tiempo pensé que alguien debía haber evitado la muerte de Héctor en La Iliada. Sin embargo es obvio que debía morir. Hay un momento en el que ni siquiera el escritor puede evitar que su personaje muera.
La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
Hubiera creído que la peor tragedia en la vida de Lucien de Rubempré fue la muerte de Oscar Wilde y que Emma Bovary lo hubiera consolado en la cama.
¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
Al gran Yago.
¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
Tengo envidia muchas veces por los libros que me gustan. En estos días, estoy leyendo la Anatomía de un instante de Javier Cercas que me gusta muchísimo. La envidia, en un sentido sano, también puede ser una emoción constructiva.
Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
Creo que preferiría al Quijote porque además de todas las virtudes que comparte con Hamlet, tendría algo de humor. Y con él, a diferencia de Hamlet, por lo menos tendríamos alguna oportunidad de escapar.
TS Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
Creo que a escritores como Maupassant, Chéjov y Julio Ramón Ribeyro. Me siento muy cerca de ellos.
Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
Para construir y abastecer una red de bibliotecas en el Perú como las que hay en México y Colombia. Es un modo de reivindicar el honor en nuestro país.
Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
Con El Quijote, En busca del tiempo perdido y el Ulises. Los dos primeros me gustan mucho y el tercero me gusta mucho a ratos y otros no. De cualquier modo, en nuestro medio es más frecuente enorgullecerse de la ignorancia que del conocimiento en el tema de los libros.
Te acaban de nombrar ministro de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
Eliminarlo significaría consagrarlo. No eliminaría a ninguno. Pero le daría más espacio a Eguren y a Westphalen.
Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
A Borges para seguir escuchándolo en una última entrevista. A Ribeyro para jugar ajedrez con él. A Onetti para poder leer un cuento sobre su experiencia con la muerte.
14.10.09
Dancing with myself
Entrevistas en Nudo y Otro Lunes
De casualidad, y sin que medie ningún motivo común, aparecieron casi al mismo tiempo, hace unos diez días, dos entrevistas que me fueron hechas recientemente. Dejo aquí un fragmento de cada una y los enlaces a ambas.
En Otro Lunes: Revista Hispanoamericana de Cultura (la entrevista la hace Laura García):
De casualidad, y sin que medie ningún motivo común, aparecieron casi al mismo tiempo, hace unos diez días, dos entrevistas que me fueron hechas recientemente. Dejo aquí un fragmento de cada una y los enlaces a ambas.
En Otro Lunes: Revista Hispanoamericana de Cultura (la entrevista la hace Laura García):
LG: En tu opinión de crítico, ¿cuáles deben ser las cualidades de una obra narrativa para que sea impresionante?En la Revista Nudo, de la Universidad Católica del Perú (la entrevista es de Adrián Lerner):
GFP: ¿Impresionante?
LG: Sí, para que deje marca en ti, para que sea capaz de superar el tiempo, de ser vigente, de no quedarse en lo superficial.
GFP: Primero, una obra narrativa no tiene que ser impresionante. Sospecho que muchas obras notables no dejan una huella en mí. Así como quizá nunca me enamore de la mujer ideal, es probable que jamás llegue a comprender o disfrutar vivamente de cierta novela extraordinaria. A mí, en lo personal, me suelen impresionar las narraciones complejas, que son agudas y reflexivas (lo que no quiere decir necesariamente densas o de un intelectualismo evidente), y encuentro que las narraciones imperfectas, las involuntariamente imperfectas, me atraen cada vez más: esos libros que son campos de batalla, donde uno nota que no sólo el autor quiere descubrirnos una verdad, una idea, o sensibilizarnos frente a un hecho, sino que él mismo, o ella misma está corriendo el camino junto al lector, caminando en pasillos oscuros, descubriendo al avanzar. Las novelas contradictorias, las novelas difíciles, las que colocan al lector en una encrucijada moral. Levi, Auster, Mulisch, Sebald, Piglia, Bolaño, Kafka, Melville, Vargas Llosa, Rulfo, Kis, Shalamov, Borowski... Hay una cierta forma en que un libro te puede hacer sentir realmente mal y que a la larga te lleva a sentirte profundamente mejor. Eso sólo ocurre cuando el libro te precipita a un vacío real, moral, a una zona gris, donde se te hace inevitable preguntarte quién eres y cómo eres en el fondo. Bolaño tiene eso; no sé si sus lectores más entusiastas siempre lo perciben. Ese, por cierto, es el mismo camino de la poesía de Platt, de Pizarnik, de Rimbaud: los descalabros del mal, a walk on the dark side.
AL: Los blogs han abierto un espacio nuevo para la crítica literaria. No es necesario tener antecedentes profesionales para ganar prestigio como en Internet, donde nadie te pide un bachillerato para publicar. ¿Cómo vez esa suerte de democratización del espacio para ejercer la crítica?
GFP: La verdadera democratización no radica en dar la posibilidad de que todo el mundo hable (lo que está bien en sí mismo), sino en darle la oportunidad a todo el mundo para educarse en una o más áreas y opinar en ellas con conocimiento. El acceso a los medios de expresión en una parte de la democracia, pero el acceso a la educación y a la información, a la cultura, al estudio de la cultura, son, más que complementos, la base misma sobre la cual cualquier democracia debe asentarse.
AL: ¿Cómo ves la forma en que se ha aprovechado la Internet por quienes están relacionados con los distintos campos de las humanidades en el Perú? ¿Qué logros específicos han sido conseguidos? ¿Cuáles son los problemas más importantes y las posibilidades que aún no han sido aprovechadas? ¿Hay algo así como un camino a seguir marcado por experiencias en otros países o en otras áreas del conocimiento?
GFP: Dudo que hayamos explorado siquiera un 1% del territorio disponible para crecer. Es un poco como si hace diez años Gutenberg hubiera construido la primera imprenta mecánica y ahora nos preguntáramos qué más podemos hacer con ella: podemos hacer de todo, cosas insospechadas, o podemos dormirnos y no hacer nada. El logro tangible está en haber inaugurado un sitio de discusión amplio y accesible; el problema más visible es que, por decirlo así, construir un estadio no nos convierte en grandes futbolistas: hay que aprender a jugar, y eso implica una serie de operaciones intelectuales que no empiezan en Internet, sino en la escuela, en la prensa, en la universidad, en las otras habitaciones de la esfera pública.
12.10.09
El test de Wilde, 1
Gonzalo Garcés inaugura una nueva sección de Puente Aéreo
El test de Wilde es un nuevo ingreso en la programación semanal de Puente Aéreo.
Se trata de un cuestionario de catorce preguntas (siempre las mismas) que cada semana será respondido por un distinto escritor latinoamericano.
El primer invitado ha sido también el primero en notar que el test contiene un error, error del cual deriva su (de otra forma arbitrario) nombre; El test de Wilde, así, nace equivocado y espera seguir estándolo siempre.
Ese primer invitado es Gonzalo Garcés, escritor bonaerense, ganador en el año 2000 del Premio Biblioteca Breve por su novela Los impacientes. Es autor, además, de las novelas Diciembre (1997) y El futuro (2003), y colaborador de Quimera, Letras Libres, El Mercurio, Revista Ñ, La Nación Domingo, etc. Aquí el primer Test de Wilde:
-¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
-Gustave Moreau, que es un pintor pésimo.
-¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
-En 1986, cuando murió Borges. Viene siendo un siglo de mierda, desde entonces.
-En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
-El compromiso social del escritor no está muerto. Ian McEwan escribe novelas comprometidas con una visión liberal y racionalista del mundo. Fernando Vallejo escribe desde el compromiso con una visión fascista del mundo. Y muy bien, además.
-Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
-¿Por qué no me iban a aceptar? Aunque fuera en el futurismo, yo entraba en lo que fuera.
-Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
-Anna Karenina no se suicidaría: envejecería llena de dudas, preguntándose si hizo bien en fugarse con Vronsky, pensando a veces que sí, a veces que no, a veces que da lo mismo, porque finalmente un hombre no es tan diferente de otro. Pero eso, pensándolo bien, ya lo hizo Chéjov en La dama del perrito. Chéjov, en ese cuento, es como si le dijera a Tolstoi: no sea tan melodramático, ni tan literariamente convencional, las cosas suelen ser más grises y usted lo sabe.
-La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
-Oscar Wilde no habló de la muerte de Emma Bovary, sino de la de Lucien de Rubempré. Yo sí eligiría un momento de Madame Bovary, pero no la muerte, sino cuando Emma mira cómo Charles se pasa la lengua por los dientes después de comer y lo desprecia. Ahí nomás empecé yo también a despreciar al varón de la especie humana, y por supuesto a mí mismo como tal.
-¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
-Al artista del hambre de Kafka. Es uno de los pocos con los que yo tendría una chance de ganar.
-¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
-Todos. Todos los libros que leo me dan envidia. Lo digo en serio.
-Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
-La de Hamlet, claro. Es que no soy sociable. El Quijote seguro que quería conversar todo el tiempo.
-TS Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
-Es interesante que Eliot se haya dejado hacer por Pound, y en cambio cuando Pound trató de meter las manos en el Ulises, Joyce lo ignoró completamente. ¡Cómo me gusta esa actitud de Joyce! Me parece mucho más admirable, aunque quizá si hubiera escuchado a Pound tendríamos un Ulises más legible. A propósito, yo como editor eligiría justamente a Joyce. Porque Joyce no cortaba: reinterpretaba tu manuscrito, dándole sentido a lo que no lo tenía. Un método mucho más económico, elegante y artístico. Fue lo que hizo con La conciencia de Zeno, de Svevo.
-Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
-Para crear un estado independiente en Uspallata, en los Andes, entre Chile y Argentina.
-Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
-La verdad es que yo encuentro que pasa más bien al revés, hay libros que nadie admite haber leído y todos lo han hecho.
-Te acaban de nombrar ministro de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
-De Julio Cortázar. Cortázar encarna la tara latinoamericana de empezar con las conclusiones grandiosas y dejar la curiosidad y la observación para cuando haya tiempo. Ningún alumno de escuela necesita que le refuercen eso; ya lo está aprendiendo en su casa.
-Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
-Es gracioso, iba a escribir el nombre de Philip Roth, para que siga escribiendo, y me di cuenta de que Roth sigue vivo y sigue escribiendo. Es como prepararse para ir de compras y encontrar una pizza en la heladera.
El test de Wilde es un nuevo ingreso en la programación semanal de Puente Aéreo.
Se trata de un cuestionario de catorce preguntas (siempre las mismas) que cada semana será respondido por un distinto escritor latinoamericano.
El primer invitado ha sido también el primero en notar que el test contiene un error, error del cual deriva su (de otra forma arbitrario) nombre; El test de Wilde, así, nace equivocado y espera seguir estándolo siempre.
Ese primer invitado es Gonzalo Garcés, escritor bonaerense, ganador en el año 2000 del Premio Biblioteca Breve por su novela Los impacientes. Es autor, además, de las novelas Diciembre (1997) y El futuro (2003), y colaborador de Quimera, Letras Libres, El Mercurio, Revista Ñ, La Nación Domingo, etc. Aquí el primer Test de Wilde:
-¿Qué pintor ha pintado el mundo como tú lo imaginas cuando escribes?
-Gustave Moreau, que es un pintor pésimo.
-¿Cuándo comenzó el siglo XXI para la literatura en español?
-En 1986, cuando murió Borges. Viene siendo un siglo de mierda, desde entonces.
-En una tumba está enterrado el compromiso social del escritor; en otra, el realismo mágico. ¿A cuál de los dos ataúdes le pondrías un clavo extra?
-El compromiso social del escritor no está muerto. Ian McEwan escribe novelas comprometidas con una visión liberal y racionalista del mundo. Fernando Vallejo escribe desde el compromiso con una visión fascista del mundo. Y muy bien, además.
-Estás en París, a principios del siglo XX. Todos los escritores que conoces pertenecen a algún grupo literario y ninguno te acepta. Tienes que inventar tu propia escuela: ¿cuál sería?
-¿Por qué no me iban a aceptar? Aunque fuera en el futurismo, yo entraba en lo que fuera.
-Si pudieras cambiar parte del argumento de una célebre obra literaria, ¿qué obra sería y cuál sería el cambio?
-Anna Karenina no se suicidaría: envejecería llena de dudas, preguntándose si hizo bien en fugarse con Vronsky, pensando a veces que sí, a veces que no, a veces que da lo mismo, porque finalmente un hombre no es tan diferente de otro. Pero eso, pensándolo bien, ya lo hizo Chéjov en La dama del perrito. Chéjov, en ese cuento, es como si le dijera a Tolstoi: no sea tan melodramático, ni tan literariamente convencional, las cosas suelen ser más grises y usted lo sabe.
-La muerte de Emma Bovary fue la mayor tragedia en la vida de Oscar Wilde. ¿A qué hecho ficticio habrías aludido tú si hubieras sido autor de la célebre frase?
-Oscar Wilde no habló de la muerte de Emma Bovary, sino de la de Lucien de Rubempré. Yo sí eligiría un momento de Madame Bovary, pero no la muerte, sino cuando Emma mira cómo Charles se pasa la lengua por los dientes después de comer y lo desprecia. Ahí nomás empecé yo también a despreciar al varón de la especie humana, y por supuesto a mí mismo como tal.
-¿A qué personaje literario le caerías a golpes?
-Al artista del hambre de Kafka. Es uno de los pocos con los que yo tendría una chance de ganar.
-¿Cuál fue el último libro ajeno que te ocasionó un atisbo de envidia?
-Todos. Todos los libros que leo me dan envidia. Lo digo en serio.
-Te llevan, por un tiempo indefinido, a las mazmorras del castillo, donde sólo hay dos celdas que ya albergan cada una a un prisionero. ¿Prefieres compartir la celda del Quijote o la de Hamlet?
-La de Hamlet, claro. Es que no soy sociable. El Quijote seguro que quería conversar todo el tiempo.
-TS Eliot aceptó las masivas modificaciones que Ezra Pound le hizo a The Waste Land. ¿A quién --sin barreras de tiempo-- le darías una libertad similar con un manuscrito tuyo?
-Es interesante que Eliot se haya dejado hacer por Pound, y en cambio cuando Pound trató de meter las manos en el Ulises, Joyce lo ignoró completamente. ¡Cómo me gusta esa actitud de Joyce! Me parece mucho más admirable, aunque quizá si hubiera escuchado a Pound tendríamos un Ulises más legible. A propósito, yo como editor eligiría justamente a Joyce. Porque Joyce no cortaba: reinterpretaba tu manuscrito, dándole sentido a lo que no lo tenía. Un método mucho más económico, elegante y artístico. Fue lo que hizo con La conciencia de Zeno, de Svevo.
-Mishima construyó un ejército personal para reivindicar la idea de honor del Japón medieval. ¿Con qué objetivo armarías un ejército?
-Para crear un estado independiente en Uspallata, en los Andes, entre Chile y Argentina.
-Siempre ha habido libros de los que medio mundo habla pero que muy pocos leen en verdad. ¿Con qué libro sospechas que ocurre algo parecido en estos tiempos?
-La verdad es que yo encuentro que pasa más bien al revés, hay libros que nadie admite haber leído y todos lo han hecho.
-Te acaban de nombrar ministro de Educación y tu primera orden es eliminar de los libros escolares a cierto autor. ¿De quién se trata?
-De Julio Cortázar. Cortázar encarna la tara latinoamericana de empezar con las conclusiones grandiosas y dejar la curiosidad y la observación para cuando haya tiempo. Ningún alumno de escuela necesita que le refuercen eso; ya lo está aprendiendo en su casa.
-Si tuvieras el poder de regresar a la vida a un escritor ya muerto, ¿a quién elegirías y por qué (o para qué)?
-Es gracioso, iba a escribir el nombre de Philip Roth, para que siga escribiendo, y me di cuenta de que Roth sigue vivo y sigue escribiendo. Es como prepararse para ir de compras y encontrar una pizza en la heladera.
Trabalenguas 22
Curiosidades escritas en días recientes
"Primero fue la Negra Sosa, hoy el Zambo Cavero y mañana matan a Obama por ganar el Nobel. Van a ver".
(Blogger Marco Sifuentes, el mismo que quiere que los blogs sean "más influyentes e importantes que un medio de comunicación masivo, como el periódico o la televisión". Y ya ven ustedes de qué razonable y ejemplar influencia estamos hablando).
"Ha decidido cancelar prácticamente al género masculino y convertirse casi en un hombre para sobrevivir".
(Actriz Mónica Sánchez describiendo a la Chunga, el personaje que ella interpreta en la obra teatral del mismo nombre, de Mario Vargas Llosa. ¿Total? ¿La Chunga cancela al género masculino o se incorpora a él, cancelando, más bien, su propia femineidad?).
"Las únicas películas que recuerdo que tuvieron del 2003 en adelante un estreno comercial (sin contar las de Leonidas Zegarra) y que tenían como atractivo principal el desnudo femenino de alguna famosa (cosa que no está mal si se hace bien) son las Mañana te cuento".
(Rodrigo Bedoya, crítico de cine de El Comercio, nos recuerda que las cosas que se hacen bien suelen no estar mal).
"La reacción moderna es siempre una resistencia frente al acontecer, un contramovimiento que se fuerza frente al movimiento. Los contrarrevolucionarios del siglo XIX "resistían". La reacción hermenéutica no se resiste, sino que acepta. Acepta --al decir de Vattimo-- las huellas, los monumentos VIVIENTES del tiempo pasado, en tanto estos son experiencia de sentido dentro del fin de la metafísica, que es también el fin de la historia. Los reyes que vuelven no son reaccionarios, son simplemente los reyes que vuelven, pues son de la herencia de nuestro envío. La muerte es su sentido de volver, pero vuelven porque viven".
(Víctor Samuel Rivera, profesor de Filosofía y último monarquista que se traga su propio rollo, vuelve a esta sección para dejarnos sin reacción ni resistencia --y ciertamente sin palabras--. Vuelve porque vive, como quien dice).
"Dos paradigmas de ciudades imaginarias existen en la literatura desde siempre. Las que carecen de relación con el mundo real por completo, como las ciudades invisibles del famoso libro de Italo Calvino --lo cual no quiere decir que su descripción o lo que en ellas suceda no aluda o simbolice el mundo real--, y las que son creadas a partir de una deformación, mutación o degeneración de una ciudad real".
(Víctor Mural, obviamente. Su primer "paradigma" implica una fe ciega en la magia: la idea de que existen escritores en este planeta que son capaces de crear objetos ficcionales sin "relación con el mundo real por completo". Pero la magia sería incluso mayor: esos escritores lograrían que sus creaciones carecieran de relación con el mundo real pero aun así "aludieran" a él y lo "simbolizaran". Así que "aludir" y "simbolizar" no son formas de relacionar un discurso con la realidad. Curiosa idea).
"Primero fue la Negra Sosa, hoy el Zambo Cavero y mañana matan a Obama por ganar el Nobel. Van a ver".
(Blogger Marco Sifuentes, el mismo que quiere que los blogs sean "más influyentes e importantes que un medio de comunicación masivo, como el periódico o la televisión". Y ya ven ustedes de qué razonable y ejemplar influencia estamos hablando).
(Actriz Mónica Sánchez describiendo a la Chunga, el personaje que ella interpreta en la obra teatral del mismo nombre, de Mario Vargas Llosa. ¿Total? ¿La Chunga cancela al género masculino o se incorpora a él, cancelando, más bien, su propia femineidad?).
"Las únicas películas que recuerdo que tuvieron del 2003 en adelante un estreno comercial (sin contar las de Leonidas Zegarra) y que tenían como atractivo principal el desnudo femenino de alguna famosa (cosa que no está mal si se hace bien) son las Mañana te cuento".
(Rodrigo Bedoya, crítico de cine de El Comercio, nos recuerda que las cosas que se hacen bien suelen no estar mal).
"La reacción moderna es siempre una resistencia frente al acontecer, un contramovimiento que se fuerza frente al movimiento. Los contrarrevolucionarios del siglo XIX "resistían". La reacción hermenéutica no se resiste, sino que acepta. Acepta --al decir de Vattimo-- las huellas, los monumentos VIVIENTES del tiempo pasado, en tanto estos son experiencia de sentido dentro del fin de la metafísica, que es también el fin de la historia. Los reyes que vuelven no son reaccionarios, son simplemente los reyes que vuelven, pues son de la herencia de nuestro envío. La muerte es su sentido de volver, pero vuelven porque viven".
(Víctor Samuel Rivera, profesor de Filosofía y último monarquista que se traga su propio rollo, vuelve a esta sección para dejarnos sin reacción ni resistencia --y ciertamente sin palabras--. Vuelve porque vive, como quien dice).
"Dos paradigmas de ciudades imaginarias existen en la literatura desde siempre. Las que carecen de relación con el mundo real por completo, como las ciudades invisibles del famoso libro de Italo Calvino --lo cual no quiere decir que su descripción o lo que en ellas suceda no aluda o simbolice el mundo real--, y las que son creadas a partir de una deformación, mutación o degeneración de una ciudad real".
(Víctor Mural, obviamente. Su primer "paradigma" implica una fe ciega en la magia: la idea de que existen escritores en este planeta que son capaces de crear objetos ficcionales sin "relación con el mundo real por completo". Pero la magia sería incluso mayor: esos escritores lograrían que sus creaciones carecieran de relación con el mundo real pero aun así "aludieran" a él y lo "simbolizaran". Así que "aludir" y "simbolizar" no son formas de relacionar un discurso con la realidad. Curiosa idea).
Suscribirse a:
Entradas (Atom)