30.12.05

Puente Aéreo y Weblog.21

El diario Perú.21 tiene desde ayer la amabilidad de ofrecer, en la primera plana de su edición online, un enlace a Puente Aéreo, en un espacio nuevo que llaman Weblog.21.

Obviamente, la vinculación entre el diario y este blog no influye en el contenido de Puente Aéreo.

Perú.21 tiene la intención de ampliar el espacio Weblog.21 para ofrecer enlaces a otros blogs que puedan resultar de interés para sus lectores.

26.12.05

¿Hierba mala nunca muere?



Hace unos meses, alguien dejó en Puente Aéreo un comentario lleno de insultos y despropósitos y firmó con el nombre "Leonardo Aguirre". Como este blog no tiene filtros, el comentario fue publicado, y además lo respondí. El verdadero Aguirre me envió un email en el que se quejaba de que yo hubiera sido tan inocente como para creer que ese comentario era suyo. Me pidió que lo retirara del blog. Lo hice. Obviamente, le pedí reciprocidad, y, en efecto, durante algunos días, Aguirre retiró los comentarios que llegaban a su blog cargados de insultos anónimos hacia mí. Y retiró también los que llegaban firmados por gente que usaba mi nombre.

Poco a poco, Aguirre dejó de ser tan minucioso, se le empezaron a "pasar" algunos insultos (lo que es curioso, porque su blog sí tiene un sistema de filtro en el que él aprueba los mensajes antes de ser publicados). Cada vez que vi un ataque doloso contra mí en su blog, le escribí pidiendo que lo retirara. Lo hizo siempre (respondiendo mis emails con mensajes muy correctos en los que me hablaba de "usted").

De pronto, se le ha olvidado hacerlo. Su blog está, desde hace días, repleto de mensajes estúpidos firmados por un tal "Gustavo Faverón" (y un tal "Daniel Salas", obviamente, y hasta un "Sergio Galarza de Faverón"). El blog de Aguirre sigue siendo un vertedero de bajezas, una cloaca, en la que cualquier anónimo puede, con la aprobación de su blogger moralmente miope, insultar y denigrar, difamar y agraviar, suplantar y calumniar.

Aguirre no parece lo suficientemente letrado como para saber que varias de esas cosas son delitos. Me pregunto una cosa: ¿qué pasa por la cabeza de alguien que salta hasta el techo para protestar cuando un desconocido utiliza su nombre, pero, a la vez, promueve, celebra e incita la difamación y el escarnio gratuito de los demás?

¿Volverá a pedir, esta vez, como siempre, que a él no se le juzgue por su blog sino por su obra? Si lo hace, aquí va la primera respuesta que me viene a la mente: su obra más conocida, de lejos, es ese blog en que recibe y publica ataques anónimos de contenido racista, clasista, homofóbico, etc. Colocar esos posts y desentenderse de la calidad moral de las respuestas es tirar la piedra y esconder la mano. Y todos sabemos quiénes tienen ese tipo de conducta.

¿Quién lee los libros del año?



Viendo las encuentas, los ránkings, los recuentos y las votaciones más o menos arbitrarias que se vienen haciendo para elegir, o al menos enumerar, los mejores libros peruanos del año 2005, no cabe sino preguntarse qué libros leen los peruanos, y por qué, y qué correlación hay entre los méritos de un libro y su potencial para ser incluido en esos febriles balances navideños.

Sospecho que si yo votara en alguno de esos muestreos, mis nominados serían, en poesía, los libros más recientes de Toño Cisneros y Mario Montalbetti, y, en narrativa, dos novelas que estoy por terminar simultáneamente, Aroma de Gloria de Juan Morillo Ganoza, y La hora azul, de Alonso Cueto.

El caso lamentable es el de la crítica literaria: los votantes de sondeos online, como muchos comentaristas en diarios y revistas, parecen ignorar olímpicamente las cosas más interesantes hechas por críticos literarios peruanos durante este año.

Quiero mencionar dos libros que me parecen notables en ese aspecto: La palabra y la pluma en Primer nueva corónica y buen gobierno de Raquel Chang Rodríguez, y Las mascaras de la representación: el sujeto esclavista y las rutas del racismo en el Perú (1775-1895) de Marcel Velásquez Castro. (A ellos hay que añadir The Cambridge Companion to the Latin American Novel, editado por nuestro compatriota Efraín Kristal, autor además de un largo y lúcido texto introductorio).

Que los votantes, más bien chacoteros y rápidos, en encuestas de Internet, olviden o desconozcan estos trabajos, es explcable (más explicable aun si uno mira la calidad paupérrima de los sitios en que esas votaciones se llevan a cabo). Pero que varios críticos de prensa ignoren obras como esas, o los innumerables ensayos de críticos peruanos en revistas de todo el mundo, habla de la enorme desconexión entre los comentaristas y la labor de los investigadores. Pésimo síntoma para quienes esperamos que la prensa ayude a llevar conocimiento al lector interesado pero no necesariamente especializado.

24.12.05

Arthur Koestler y las prostitutas


Las tres edades del húngaro-británico Arthur Koestler.

En el centenario de su nacimiento, la figura del filósofo y narrador británico Arthur Koestler (húngaro de nacimiento) pasa por un periodo de semiolvido, del que apenas se salva su estupendo El cero y el infinito, especulación ficcional sobre la naturaleza de los juicios, los públicos arrepentimientos, las autocríticas de los antiguos bolcheviques perseguidos en la Unión Soviética durante los años treinta. La Nación de Buenos Aires ha publicado un excelente artículo de Walter Laqueur sobre Koestler, traducido de The Times Literary Supplement.

(Lo primero que leí de Koestler, hace ya muchos años, fue una extraña novela, The Call-Girls, una poderosa discusión del rol de los intelectuales en las grandes crisis políticas de la segunda mitad del siglo veinte, y de sus posibilidades de aportar soluciones a esos mismos problemas, desde las más variadas áreas del conocimiento. El tono y la mirada son escépticos (las "call-girls", es decir, las prostitutas aludidas en el título, son los intelectuales más destacados del mundo, convocados a un congreso con la esperanza de que ideen salidas a una terrible crisis mundial). Y, sin embargo, uno tiene la impresión inevitable de que el pesimismo de la voz narrativa tiene grietas, que el hecho mismo de plantearse ese tema particular y desarrollarlo en un par de centenares de páginas finamente tejidas es la demostración de la fe íntima de Koestler en el poder del diálogo y el debate. Es una lectura que no está de más recomendarle a los intelectuales peruanos de hoy).

23.12.05

Expreso juega con fuego


El antisemitismo no es tan ajeno. Derecha: marcha neonazi ante La Moneda, en Santiago.

Isaac Mekler, que ha probado ser una veleta política, un asombroso oportunista, apenas un mes después de acusar a Ollanta Humala de antisemitismo, se ha incorporado a su lista parlamentaria con la expectativa de llegar al Congreso. El caso no sería sorprendente (tenemos centenares de oportunistas de ese tipo), si no fuera porque Mekler es un ex directivo de la Unión Judía del Perú. Allá él: esa actitud lo va a enajenar de la gran mayoría de su propia comunidad, y lo pinta de cuerpo entero.

Mucho más me preocupa la reacción del diario Expreso, que se apresuró a publicar ayer, en primera plana, un titular que hablaba de un supuesto "lobby judío" que estaría apoyando a Humala (porque, en la mente idiota de los antisemitas, un judìo es un lobby, dos son un peligro, tres son una conspiración). La fotografía de esa primera plana mostraba el rostro de Humala y una estrella de David, amenazante y oscura, sobrevolando al fondo de la imagen: la misma retórica primitiva de la propaganda nazi.

"Lobby judío", la frase usada por los irresponsables editores del diario Expreso, no es una frase inocente. Es exactamente la misma que usa la agencia fascista IAR en su campaña antisemita alrededor del mundo, una y otra vez (en cables que, en el colmo del ridículo, son recogidos y republicados en el Perú por Patria Roja). Es exactamente la misma frase, sílaba por sílaba, que usan sitios web neonazis como El Cuarto Reich para sus delirantes informes sobre la "conspiración judía mundial". Es la traducción literal de "Jewish lobby", la frase más usada por el IHR, instituto de estudios históricos que afirma que el Holocausto nunca sucedió y que es un invento de los judíos para controlar el planeta. Es la muletilla de Mark Weber, el más célebre antisemita de Estados Unidos hoy en día. Y es la misma frase que usa el oligofrénico y antisemita periódico peruano Jornal de Arequipa en sus editoriales (vean el último párrafo de esta nota).

Esa es la familia a la que Expreso se acaba de unir. Felicitaciones, desde aquí, a su director Luis García Miró Elguera. Que viva feliz con sus maniobras nauseabundas, con esa cátedra deslumbrante de ética y responsabilidad que acaba de dictar desde su guarida de papel.

Expreso publicó su exabrupto antisemita, como digo, ayer en primera plana. En la edición de hoy desmiente buena parte de lo dicho (por ejemplo, habían afirmado que Mekler era todavía directivo de la Unión Judía, lo cual es falso, y habían dado a entender que se lanzaba con el apoyo de esa sociedad: también falso). Pero el desmentido es una nota de un octavo de página en la sección de Política, que casi nadie verá. Y está claro que esas proporciones dicen mucho del espíritu de Expreso y su director: un gran daño y nada de arrepentimiento.

Fúmate esa


Mikhail Bakhtin y los cigarrillos más interesantes de la historia.

Muchos ya habrán escuchado esta historia: en 1942, durante el inacabable sitio de Leningrado por los nazis, el crítico y teórico ruso Mikhail Bakhtin, fumador empedernido y escaso de insumos debido al cerco, tuvo que usar todas las páginas del manuscrito de un libro inédito para armar con ellas cigarrillos y aplacar la llamada del vicio.

Unos afirman que había dos copias del manuscrito, y que Bakhtin ignoraba que la otra había ardido en un ataque aéreo. Otros dicen que el crítico sabía que se estaba fumando la única copia, pero que no le quedaba otro papel para enrollar el tabaco y decidió sacrificar su trabajo. Era un libro entero sobre novelas de aprendizaje, y jamás lo volvió a escribir.

Un condolido lector de Bakhtin ha rastreado todas las fuentes que tratan el tema, y las ha reunido en esta página de Internet, que sólo podrán disfrutar quienes lean inglés. Hay poemas alusivos, fragmentos de novelas y ensayos, menciones hechas en películas y citas extraídas de biografías. Ribeyro se quedó chiquito.

La vida y la ficción


El tradicionista Ricardo Palma y el teórico Georgy Lukács en el último Quehacer.

La vida y la ficción es el título del dossier que trae en su sección cultural el último número de Quehacer. Son cinco los artículos que cubren el tema: "Bryce y la autobiografía", del escurridizo Mariano de Andrade; "Perfilando a César Vallejo", de Manuel Bonilla; "Entre la ficción y la realidad", de Edmundo Paz Soldán, en el que narra la historia real detrás de su más reciente novela, Palacio quemado (aún inédita); "Las trampas del pasado: cinco notas", de Peter Elmore, con reflexiones en torno a la novela histórica (una de ellas dedicada al historicismo progresista de Lukács); y, modestamente, un artículo mío, "Escribir la ficción, escribir la nación: el espejo roto de Ricardo Palma", sobre la carencia de una gran novela fundacional en el Perú decimonónico y el papel de Palma en el canon de ese periodo. (Sólo ofrezco links al artículo de Peter y el mío porque son los únicos que Desco ha colocado en Internet).

22.12.05

Plagios creativos


Izq.: Aguafuerte de Spilimbergo para un libro de Oliverio Girondo (der).

En una edición bastante fea, pero valiosa por el rescate que implica, el sello Talleres Tipográficos lanzó, en mayo pasado, Cuentos, volumen de Alberto Hidalgo que recoge su libro Los sapos y otras personas además de algunas reseñas, imágenes fotográficas y caricaturas.

Hidalgo se distinguía por odioso y peleonero, y sus libros por originales y casi siempre divertidos, sobre todo los de prosa. El peruano fue quizá el personaje más detestado en el Buenos Aires de los años veinte, y algunos de los textos recogidos aquí (que no siempre son cuentos, sino relatos en clave sobre personajes de la época, hechos para molestar), explican por qué.

Uno de esos textos es "El plagiario", un ataque brutal contra el poeta argentino Oliverio Girondo, a quien Hidalgo acusa de ser una máquina de reproducir lecturas ajenas, y más específicamente, de plagiar de manera sistemática a Ramón Gómez de la Serna y Paul Morand (personalmente, diré que Girondo me resulta bastante más interesante que los otros dos). En el cuento de Hidalgo, Girondo muere y en la autopsia se descubre que "en el lugar que debían ocupar sus vísceras" sólo había "tiras de papel": el tipo estaba hecho, él mismo, de plagios y fragmentos robados.

Es un curioso momento, ese, cuando algunos escritores de la misma vanguardia que empezaba a introducir los más extensos pastiches, las más osadas extrapolaciones, la estética del fragmento, la cita, la parodia, la referencia (Borges y Macedonio Fernández son personajes de ese mismo relato), levantan el dedo acusador para señalar quiénes de ellos son plagiarios.

Hoy es difícil acusar de plagio a un creador literario (articulistas y ensayistas son, por supuesto, medidos con otra vara). La sombra que siguió siempre a Cela en España jamás alcanzó para descalificarlo. Contra el estupendo Quim Monzó hay un mar de acusaciones, pero todas tienen que ver con artículos de prensa, y los casos peruanos también se reducen a columnas de periódicos.

Incluso, hay en España un concurso bienal de Plagio Creativo, promovido por la Escuela de Escritores, que en el 2003 tuvo como tema (o víctima) a García Márquez, y en el 2005 al Quijote. Estamos en una época en que la copiandanga es respetable, y paga en euros.

21.12.05

Los hijos apócrifos



Días atrás, algún comentarista de este blog sugirió que literaturas como las de Jaime Bayly y Beto Ortiz, a la larga, cuando el (innecesario y pacato) escándalo en torno a ellas se esfumase, serían rescatadas y pasarían a nuestra historia literaria en una posición similar a la que tienen hoy los libros de José Diez Canseco (arriba, izquierda). Relatos como Duque, decía el comentarista, después de todo, son sátiras sociales, novelas en clave, llenas de humor, donde la forma es secundaria y el chisme y la burla apenas velada son, en cambio, lo esencial. Pasada la baraúnda, queda la gracia y la diversión.

Pienso que no es así, primero, porque Diez Canseco fue un autor múltiple, en cuya obra se hallan vertientes diversas que van desde el costumbrismo hasta la experimentación, y porque en muchos aspectos su trabajo fue fundador (lo es Duque, por ejemplo, con respecto a la narrativa urbana que habría de desarrollarse dos décadas más tarde). Pero también porque Diez Canseco fue un constante experimentador formal. Duque es un relato que adapta y modifica su lenguaje al ritmo de cada acción, acelerando en las secuencias en que sus personajes viajan en automóvil por las calles de Lima, serenándose o desconcertándose con ellos cuando ingresan en casas y bares, en salones y prostìbulos. Es una novela vanguardista, en la que el ensayo y el error lingüísticos son siempre un requisito autoimpuesto.

Hay una gran diferencia entre ese lenguaje puesto al servicio de la representación y el lenguaje colocado a las órdenes del mercado, hecho para complacer al lector sin plantearle exigencia alguna: el lenguaje que uno encuentra en los libros de Bayly u Ortiz. El narrador de Duque, al inicio del tercer capítulo, describe la tertulia de un grupo de esnobs en una fiesta con las siguientes palabras: "Anécdotas sin gracia contadas graciosamente". Viajando en el tiempo, Duque nos entrega esa frase perfecta para describir la literatura de estos autores contemporáneos, que no son herederos de Diez Canseco, sino de esos personajes de Diez Canseco.

20.12.05

Largos silencios sin importancia



Yo he sido siempre uno de esos beatlemaniacos muy mal vistos: los que, reconociendo el talento y la valentía explícita de John Lennon, defienden que el centro de gravedad musical de los Beatles lo proveía Paul McCartney, de lejos el mejor músico de los cuatro.

Como seguidor de McCartney, he pasado años escuchando a quienes desprecian su obra: lo culpan de repetirse, de autoplagiarse, de hacer música demasiado simple o demasiado comercial, y gozan con la aparente comprobación de que su carrera post-beatle ha sido un constante declive: McCartney ha sido un acabado desde los veintiocho años de edad.

El hecho de que su último disco, Chaos and Creation in the Backyard, sea, quizá, la más acabada y compleja obra de su carrera solista, un álbum descollante, demuestra que a los genios no hay que tirarles la lápida encima tan fácilmente.

Escribo esto, partiendo de una estrella pop, porque creo que, de manera caprichosa, esa forma en que el mercado juzga a sus íconos se ha contagiado a la manera en que el público lector evalúa a los escritores vivos: como si los silencios, los hiatos, los bloqueos, anularan el talento previo, o como si dejar de producir cancelara para siempre el valor de esas figuras en la historia literaria.

¿Cuántas veces hemos escuchado a alguien decir que Vargas Llosa no es nadie después de La guerra del fin del mundo (1981); que Toño Cisneros perdió el toque mágico en 1978, tras El libro de Dios y de los húngaros; que Rodolfo Hinostroza será astrólogo y gourmet, pero ya no poeta, desde 1971, el año de Contra natura? Curiosamente, esos tres autores, que ya nada tienen que probar pues su talento es indiscutible, son de los que más claramente se rebelan, y desmienten a sus críticos del modo más enfático: con nuevas obras. Los dos últimos lo han hecho recientemente.

(Vargas Llosa se ha encargado de cerrarle la boca a los agoreros varias veces, sobre todo con su extraordinaria novela sobre la dictadura de Trujillo, La fiesta del chivo, pero también con libros de una importancia crucial que la crítica se ha demorado en reconocer: Historia de Mayta, El hablador).

Quienes esperamos confiados a Toño Cisneros durante los trece años transcurridos desde Las inmensas preguntas celestes, y quienes hemos pasado toda nuestra vida, desde adolescentes, con la esperanza de que Hinostroza volviera a la poesía (sin despreciar su casi olvidada y muchas veces brillante obra en prosa), hemos tenido, en sólo un mes, todas las recompensas aguardadas.

Un crucero a las islas Galápagos, el libro de Toño, no sólo es uno de sus mayores creaciones; es el gran libro de la poesía peruana en lo que va de la década (él preferirá que dijera "lo que va del siglo", o "del milenio", lo que también es cierto), con su sabio tejido de tres hilos conductores: el pasado recordado, el futuro previsto o imaginado, el cuerpo que transita de uno a otro, registrando la experiencia bajo la forma de la salud o la enfermedad: "En qué rincón del páncreas aletean los diablos de Lutero". (El último Hueso Húmero trae un excelente ensayo de Peter Elmore en que explica esos puntos).

Memorial de Casa Grande, el nuevo libro de Hinostroza, es la prueba notable de que el enorme poeta de la épica juvenil y rebelde de los sesentas puede ser también un conmovedor intimista, despojado de retórica, de abstracción, de hermetismo, y, sin embargo, no menos significativo. Desprendiéndose de sus formalismos más queridos, Hinostroza logra acuñar una forma de narracón en verso que resulta inédita en nuestra tradición.

Daría mi lista personal de escritores a quienes sigo esperando, pero quizá, si la digo, mis deseos no se me cumplan. Y tal vez, de todas maneras, no sea difícil imaginarla.

19.12.05

Humala: ¿Medio Evo?



Chávez sigue en Venezuela, Morales gana las elecciones en Bolivia, y, en el Perú, la gente mira con temor a Ollanta Humala. Ignoro cuál sea el contacto real entre los tres. Chávez es un populista de perfil autoritario, y un demagogo como pocos. Morales viene moderando su discurso, pero sus bases no le permitirán atemperarlo demasiado, y, después de todo, hay reivindicaciones de los movimientos indígenas bolivianos que se caen de maduras, que suenan más bien inevitables en un país en el que la franja divisoria económica entre las etnias es aun más profunda que en el Perú, y eso es decir mucho.

Humala, sin embargo, es bastante más parecido a Chávez que a Morales, y, aunque eso pueda ser relativamente consolador para algunos (sobre todo para los burgueses más prejuiciosos y, por supuesto, para los racistas), ése es, en verdad, el mayor de los problemas que Humala puede representar para nuestro futuro como sociedad: el riesgo violentista y autárquico. El otro es que, mientras el radicalismo étnico de Morales suena, al fin y al cabo, bastante natural en su medio y en los labios del mismo Morales, el radicalismo racista de Humala es, ante todo, un lema, una pose populista y demagógica, que se puede convertir en una bola de nieve incontenible, pues puede fomentar el enfrentamiento sin darle ningún rumbo, transformando la legitimidad de un reclamo igualitario en un simple ramalazo de odio y en una ola destructiva, o, quizá, haciendo de él una excusa para la corrupción y el saqueo.

Edmundo Paz Soldán (que está pasando estos días en Bolivia como enviado especial de La Tercera de Chile para cubrir las elecciones) ha colocado un artículo suyo relativo al caso de Evo Morales en el blog Río Fugitivo. Mirko Lauer ha escrito sobre Humala en su columna de La República hoy día. Ambas lecturas son recomendables.

Lingüística y tiempo de sobra

Un equipo de lingüistas de las universidades de Birmingham, Londres y Warwick, tras dios sabe cuántos años de infatigable y sesudo análisis, en el que sus miembros deben de haber convocado hasta el último ápice de su saber científico, ha determinado (según afirma una noticia aparecida en El Universal) de México, las razones del éxito de las novelas de Agatha Christie (foto).

Una de ellas es que, hacia el final de las novelas de Christie, la sintaxis se simplifica y las frases se hacen más breves, lo que incrementa el suspenso y, con ello, el interés del lector. Otra razón es que ciertas frases de los textos parecen carecer de relación entre sí, y de mayor relevancia, pero, en el fondo, contienen significados que el lector capta sólo inconscientemente. Una tercera razón es que el lenguaje de Christie es lo suficientemente sencillo como para permitir que el lector se concentre sobre todo en el argumento de sus relatos.

Los resultados completos de la investigación serán dados a conocer a fines de mes. Ojalá digan algo más que la bola de lugares comunes que anuncia el cable: de otro modo, habrá que señalar que los "hallazgos" de estos lingüistas los conoce desde siempre hasta el más neófito estudiante de literatura, y los han descubierto, uno tras otro, todos los narradores del universo: la relación entre ritmo narrativo e intriga, las correspondencias intratextuales ocultas, la transparencia estilística como recurso para potenciar la concentración del lector sobre los detalles de la historia contada (el rasgo más obvio de todos los best sellers)... Ah, pero, eso sí, ahora que lo dice la ciencia, los críticos literarios podemos descansar tranquilos: todo era cierto.

Si el mencionado documental no añade algo sustantivamente distinto y novedoso a la lista de hallazgos, juro por Kafka que voy a postular a este equipo de lingüistas para una nominación al infamante Premio Anti Nobel de ciencias naturales, que verdaderos ganadores de Nobel entegan año tras año en un auditorio de Harvard University.

18.12.05

Escribir en la mente


Tres veces Anna Akhmátova. El autor de la segunda imagen es Modigliani y el de la tercera Altman.

Quizá teniendo en mente el caso actual de Orhan Pamuk en Turquía, Mario Vargas Llosa dedica su más reciente Piedra de Toque, "El huésped del futuro", a una famosa historia de veto, censura y acoso político: la persecución que el régimen de la Unión Soviética desató, por décadas, tras la genial poeta Anna Akhmátova. (Quienes no puedan acceder al texto en El País, pueden verlo como primer comentario en este post).

El texto de Vargas Llosa recoge, además, los pormenores del encuentro entre la Akhmátova e Isaiah Berlin. De ambos se dijo que, por décadas y luego de apenas unas horas de conversación (que le causaron a la poeta rusa acusaciones de espionaje que llevaron a su hijo a prisión en Siberia), habían permanecido profundamente enamorados, obsesionados e influidos uno por el otro.

Los poemas de Akhmátova, por otro lado, acaban de aparecer en un curioso libro que los reúne con los de otra poeta rusa marginada por los soviéticos, Marina Tsvetáieva. Quizá en esta antología aparezcan los versos que Akhmátova, durante los años de su persecusión, tuvo que componer en la mente, sin consignarlos por escrito, para evitar que la KGB los incautara y los destruyera.

Quién mató a Bernarda Alba




Las muchas Bernardas. Arriba, de izq. a der.: afiche de una versión
norteamericana; protagonista de un montaje sueco; García Lorca y la primera
de todas las Bernardas, Margarita Xirgú. Abajo: Bernarda y Poncia en versión
inglesa y, finalmente, imagen de una puesta inusual, con Bernarda y todas
las demás protagonistas representadas por actores varones.

Mi segunda ida al teatro, durante estos días en Lima, ha sido mucho menos auspiciosa que la primera. El montaje de La casa de Bernarda Alba que ha dirigido Jorge Guerra en el Centro Cultural PUC es chato (pese a respetar el complejo texto de García Lorca al pie de la letra) y, sorprendentemente, casi amateur en sus detalles técnicos.

Un error monumental de esta
puesta es la construcción del personaje de Poncia: la mujer es amarga e irónica en la obra original, pero se vuelve un "gracioso" siglodeoresco en la versión de Guerra, un ser de caricatura, lo que no sería grave si no fuera porque Poncia interviene crucialmente en muchos de los momentos críticos del drama, momentos que, en esta puesta, debido al carácter puramente cómico del personaje, son recibidos por el público como simples humoradas. Poncia es quien anuncia la muerte de la hija, al final, la cumbre de la tragedia en el hogar de Bernarda, y ese anuncio es, en este montaje, casi imposible entenderlo en su real dimensión dramática. Y está claro que, cuando el público es capaz de reír en el clímax de una historia como esta, es porque la historia no se le está contando de manera efectiva.

Otro factor que rebaja la calidad de esta versión es la pobreza de casi todas las actrices para asumir el encargo del director de respetar la dicción hispana: Guerra ha decidido preservar la singularidad histórica de la pieza (su ubicación en un cierto lugar, en una cierta época), y para ello ha dispuesto que los personajes hablen como españoles, pero las actrices han abierto un abanico de intentos fallidos: las hermanas hablan unas como gallegas, otras como andaluzas, otras como castellanas, la madre (Milena Alva) como una perfecta señora limeña, Poncia (Sofía Rocha) con el dejo de una villana de Televisa, la criada (Magali Bolívar) como una sevillana con frenillo.

Pero a eso hay que sumarle muchos errores adicionales: el vestuario diseñado por Pepe Corzo, con su sensualidad a media caña, destruye la castrante sensación opresiva que reina en la obra original; el recurso de los muros transparentes es formulaico y trivial; el truco de las paredes que se van aproximando y cerrando hasta reducir el espacio de la casa a su mínima expresión no hace sino volver irritantemente literal una idea sutil sugerida en el texto ("calla y no me hagas hablar, que si hablo se van a juntar las paredes unas con otras de vergüenza", dice Martirio, una de las hijas de Bernarda).

Sin embargo, confieso que nada me pareció tan lamentable, en esta Bernarda de Jorge Guerra, como los injustificados y, de nuevo, involuntariamente cómicos pasajes en que, en medio de su desgracia, los personajes encuentran oportuno ni más ni menos que ponerse a bailar flamenco. Ahí sí, puedo decir que yo zapateé más que cualquiera de las sufridas bailaoras.

17.12.05

Costumbrismo de vanguardia


Dos escenas de Kimbafá, por el grupo Teatro del Milenio.

"Costumbrismo" debe de ser uno de los términos más devaluados de nuestra historia literaria, uno que desde el colegio aprendemos a vincular con los relatos y obras teatrales más aburridos de la república. Pero también es costumbrismo eso que, con grandes transformaciones, sirve de telón de fondo a obras más interesantes, como ciertos relatos de López Albújar, las novelas de José Diez Canseco e, incluso, algunos de esos pocos y extraños cuentos que escribió, bajo el influjo de las vanguardias, Alberto Hidalgo.

Eso quiere decir que no todo el costumbrismo está condenado a la medianía y la falta de originalidad (Bayly o Beto Ortiz): también hay versiones del costumbrismo con un alto componente experimental, sin que eso las aleje de la obsrevación de los usos sociales, y, más importante aun, sin que esa observación diluya la capacidad crítica o desaparezca la posibilidad de articular proyectos a futuro.

Teatro del Milenio da un excelente ejemplo con su Kimbafá, una obra escénica que propone la creación de relatos musicales producidos con objetos cotidianos (básicamente percutivos, al estilo del grupo neoyorquino Stompers), las danzas populares afroperuanas, la representación teatral episódica, la danza contemporánea, etc.

Lo brillante de este divertido montaje es su capacidad sintética: sus seis o siete coreografías representan, cada cual, un hecho recurrente de nuestra sociedad, en escasos minutos y con gran economía de medios, pero, en todas, actores, bailarines y músicos se dan maña para retratar todo aquello que es típico de esos hechos recurrentes (invasiones, clásicos de fútbol, viajes en combi, broncas callejeras), y se dan el tiempo, además, para articular un guiño crítico, o una breve expresión de orgullo, o una clara reprimenda social, según el caso.

Que en Kimbafá convivan el rescate tradicional y la experimentación, la reivindicación y el rechazo de ciertos rasgos del mundo popular (y del mundo oficial), el lenguaje de la calle y el arte de vanguardia, y que todo esto surja de Teatro del Milenio, un grupo distinguido por la seriedad de su estudio del folklore negro y, simultáneamente, por sus extensas campañas por el rescate del valor de la lectura (¿recuerdan Alibombo?), deja clarísimo, una vez más, que los discursos de la calle no hay que buscarlos sólo en los exabruptos machistas, homomóbicos y lumpenescos de los cómicos ambulantes, sino en esas otras zonas donde las ideas se vuelven proyectos y programas y las observaciones se articulan y empiezan a sistematizarse.

Maldita belleza



La sonrisa de la Mona Lisa "expresa un 83 por ciento de felicidad, un 9 por ciento de desprecio, un 6 por ciento de miedo, y un 2 por ciento de ira", dice un cable de EFE que, a su vez, transcribe una nota de la revista de divulgación científica New Scientist. El artículo resume los resultados de un estudio hecho por un rumano, profesor de la Universidad de Amsterdam, a partir de un software diseñado en la Universidad de Illinois.

(Hay que decir, aunque esta precisión no cambie demasiado las cosas, que el cable de EFE traduce como "desprecio" lo que en el original es, más bien, "disgusto", "molestia", o incluso "asco": "Mona Lisa was a 9 per cent disgusted", dice en New Scientist).

Quizá eso explique por qué Jules Michelet decía "ella me atrae, me enferma, me consume; me acerco a ella a pesar de mí mismo, como el ave a la serpiente", y por qué tanto E.M. Forster como Oscar Wilde coincidían, también, en describir a la Gioconda con rasgos contradictorios: era la dueña de un secreto que ella misma desconocía (pensaba Wilde); era la dueña de un secreto que jamás nos querría revelar (pensaba Forster).

Hace pocos años, una neurocientìfica de Harvard propuso la idea de que la Mona Lisa cambiaba de sentido según dónde uno posara la mirada: la distribución del foco de la visión central permitía percibir, con la visión periférica, una cierta expresión en el rostro de la mujer, que cambiaba por completo si el foco central se desplazaba a otro punto del cuadro (las dos áreas clave eran los ojos y la boca): la Gioconda era un complejo sistema de significados que aparecían y desaparecían de acuerdo con la mirada del observador. (Una mejor explicación, aquí).

Esto es interesante: si uno las lee con cuidado, estas y otras observaciones acerca del cuadro de Leonardo y acerca de su protagonista parecen no sólo hablar sobre una obra de arte en particular. Parecen, más bien, fragmentarias poéticas del arte en general, brevísimos resúmenes de lo que el arte es y de cuál es la atracción que ejerce sobre nosotros: el fomento de la contradicción, la inoculación de la duda, la intuición de significados siempre mayores de los que uno llega a entender con claridad, la atracción y el rechazo, la mirada que debe atender a lo aparentemente secundario para comprender lo central, y que, aún así, nunca llega a certezas absolutas.

16.12.05

Ficción y tranquilidad



Advertencia: el tema de este post no es La hora azul, la más reciente novela de Alonso Cueto, sino, más bien, una idea inquietante contenida en una reseña de ese libro, escrita por el chileno Álvaro Matus para la Revista de Libros de El Mercurio. Dice Matus, hacia el final de su comentario:

"Alonso Cueto ha explicado que el libro está basado en una historia real y que para escribirlo viajó a Ayacucho, ciudad donde `cada persona que uno encuentra en la calle tiene un cargamento de muertos en las espaldas, entre familiares y amigos`. Si bien la tentación por saber qué hechos sucedieron realmente es natural, resulta tranquilizador recordar que en las buenas novelas los personajes adquieren el espesor propio de la realidad. Poco importa, entonces, si Adrián Ormache encontró a la mujer que su padre tuvo secuestrada en Ayacucho. Su soledad, su asombro y su dolor son reales".

Quizá sea sólo un desliz o un malentendido. ¿Qué es lo que Matus encuentra "tranquilizador" en la lectura de La hora azul? ¿Que se trate de una ficción y, por tanto, no nos ponga en el deber de pensar el problema real que existe detrás de ella? Pero, ¿no debería ser justamente al revés? ¿No es fácil, acaso, entender que la novela está allí, entre otras cosas, para llamar la atención sobre la atroz realidad de la guerra sucia?

No creo delirar al decir que, si el lector se desentiende del destino del personaje ficticio, si se "tranquiliza" con la ficción, en cierta forma se está desentendiendo, también, del destino de las personas reales que subyacen a ese personaje (no un destino en términos de intriga o suspense, sino en términos de reubicación en el tejido social y en la historia). Esa, ciertamente, sería una manera empobrecedora de leer la novela de Alonso: las buenas novelas nunca son tranquilizadoras; son, por el contrario, incómodas e inquietantes.

Carta por Orham Pamuk



Vargas Llosa, Grass, Saramago, Fuentes,
Goytisolo, García Márquez, Eco, Updike.

Pamuk empezó a ser juzgado ayer (aunque ha habido un aplazamiento tras la primera audiencia), con el riesgo de pasar entre seis meses y tres años en prisión por haber dicho que los turcos tenían en su conciencia la culpa del genocidio armenio de la segunda década del siglo veinte.

La carta suscrita por célebres colegas suyos a la que aludí hace unos días es breve y está firmada únicamente por los ocho nombres mencionados (VLL, Grass, Saramago, Fuentes, Goytisolo, GGM, Eco, Updike), lo que, en cierta manera, la hace más impresionante. Es cierto, sin embargo, que es una carta moderada, como consecuencia, quizá, de lo estrecho de las coincidencias políticas entre sus suscriptores.

Coincidencia macabra



Joseph Kony, Idi Amín Dada. Abajo: Kony con algunos de sus
secuestrados, ahora convertidos en parte de su ejército de criminales.


Los hombres que aparecen en las fotos de arriba son dos de los seres humanos más malvados de la historia. Los dos, por desgracia para sus connacionales, son pestes que han asolado, sobre todo, a su país natal, Uganda.

No es necesario explicar la clase de criminal que fue el dictador Idi Amin Dada. El otro, en cambio, es menos conocido, pese a que está vivo y sus crímenes están ocurriendo hoy mismo. Se llama Joseph Kony, dice que, cuando cae en trance, habla con Dios, y que Dios lo instruye para sus acciones.

¿Cuáles son esas acciones? Kony secuestra niños, centenares, miles de niños ugandeses, los saca de su país hasta una base protegida por el régimen criminal de Sudán, elige a las niñas para satisfacer su bajeza instintiva, las prostituye y luego las vende, o las mata, y a los niños los entrena, desde los siete u ocho años, para asesinar a otros niños, les lava el cerebro, y los transforma en máquinas homicidas, que van a engrosar su ejército y se convierten en secuestradores de otras criaturas.

Los fines de tal ejército, así, son la continua retroalimentación, una bola de nieve de violencia y el fundamento de un negocio abyecto, aunque Kony
dice luchar por la libertad de Uganda y la reivindicación de la fe cristiana.

Debo confesar que, quìzá, jamás me hubiera enterado de esta historia si no fuera porque, dándole una mirada a un ejemplar del Vanity Fair de enero, me encontré, en un artíuclo cuyo título no había visto, con una frase que traduzco a continuación:

"A los niños a quienes tiente la idea de huir, les advierte que el aceite bautismal es visible para él, por siempre, y que, por ese motivo, él sabrá cómo encontrarlos, no importa adónde vayan".

"Él", claro está, era Joseph Kony, y "los niños", sus secuestrados; pero de eso me enteré después. Primero, sólo me sorprendió la coincidencia entre esa idea feroz e intimidante, y el famoso pasaje de Cien años de soledad en que los diecisiete hijos del coronel Aureliano Buendía son "exterminados uno tras otro en una sola noche, antes de que el mayor cumpliera treinta y cinco años", de un balazo en la marca cenicienta que el aceite bautismal ha dejado en sus frentes.

En la siempre hiperbólica imaginación de García Márquez, los diecisiete Aurelianos no llegan a los treinticinco años; en la aun más hiperbólica realidad ugandesa, son miles los Aurelianos, y muchas veces no llegan a los diez u once años. El artículo de Christopher Hitchens tiene otros rasgos que el realismo mágico habría sido incapaz de suponer: cada noche, en toda Uganda, decenas de miles de niños sin hogar hacen largas colas frente a refugios donde ciertas instituciones tratan de protegerlos de la muerte. La gran mayoría no alcanzan un espacio, y se les ve perderse, en una inacabable fila india, en selvas y poblachos, corriendo a ocultarse para emerger de nuevo, a la siguiente mañana, todas y cada una de las mañanas de su vida.

Y las potencias extranjeras (las que que incautan el mar en El otoño del patriarca) no hacen nada por ayudar al gobierno de Uganda a detener a Kony, o a responder el descaro genocida del gobierno sudanés, entre otras cosas, porque pocos beneficios sacarían de ello. Es difìcil defender el principio de no intervención radicalmente, cuando uno se encuentra con casos como este, en que la no intervención parece colaborar con la perpetuación de este tipo de clamorosa violación de los derechos humanos.

15.12.05

Viejos online / libros a granel

Este blogger, por ejemplo, no es un chiquillo, pero ahí está, haciendo lo que puede por ser un cibernauta.


A mi llegada a Lima (aquí estaré por un mes), me he encontrado con una pregunta en el blog de Iván Thays, relacionada con mi comentario de días atrás aceraca de la encuesta anual de El Comercio. Dice Iván:

"Habría que preguntarle a Gustavo Faverón, por ejemplo, abierto admirador de Enrique Prochazka, si votó por él (y si lo hizo, cuántas veces lo hizo). Es probable que la respuesta sea negativa por una simple razón: quien admira a Prochazka no es el prototipo de elector en una votación electrónica como la propuesta por El Comercio, y menos aún tiene esperanza (o interés) de que un autor complejo como él gane una elección de popularidad como ésta".

Te equivocas, Iván. He votado por Enrique 755 veces; de hecho, yo soy el total de ese porcentaje de seguidores suyos que aparece en los resultados parciales (pueden llamarme "Quince Por Ciento". Y es mi esperanza que un día sus libros sean leídos en el horario de las nueve de la noche en todos los canales de televisión del país.

Dejando las (malas) bromas de lado, debo decir que de me di una vuelta por El Virrey hace un rato, después de un año y medio, y estoy impresionado por la cantidad de libros peruanos nuevos, e, incluso más, por el número de editoriales que ni siquiera existían en mi última visita a Lima. Es reconfortante, sin duda; esperemos que no sea una epidemia, sino una endemia.

Quienes viven aquí y ven de cerca el fenómeno, ¿a qué lo atribuyen? ¿Revitalización económica? ¿Oferta y demanda ocasionada por la aparición de nuevos escritores? ¿Quijotismo saludable? ¿Casualidad? ¿Necesidad ocasionada por la falta de criterio de las editoriales mayores? ¿Cuánto tiempo sobrevivirán esas editoriales?

12.12.05

Contra la idiotez

Izquierda: imagen del genocidio armenio a manos del Imperio Otomano, durante la primera guerra mundial. A la derecha: Vargas Llosa, Saramago y Pamuk.

Al reconocido escritor turco Orhan Pamuk le ha bastado criticar el rol de sus connacionales en el genocidio armenio, producido durante la primera guerra mundial (en el entonces Imperio Otomano), para ser acusado por su gobierno de "ultrajar la identidad turca".

Esa abusiva intransigencia nacionalista ha generado lo impensable: una carta de protesta firmada a la vez por José Saramago, Gabriel García Márquez, Günter Grass y Mario Vargas Llosa (además de Umberto Eco, Carlos Fuentes y Salman Rushdie, entre otros).

Como se sabe, Vargas Llosa es poco menos que el demonio encarnado para Saramago, además de mantener una lucha silenciosa con García Márquez desde hace décadas, y un enfrentamiento directo con Grass, a partir de cierta célebre reunión del Pen Club Internacional. Pero hay cierto tipo de idiotez que, está claro, es necesario atacar desde cualquiera que sea la trinchera política de cada cual.

Pueden ver más información sobre la carta que reúne a perro, pericote y gato en esta página.

Matar a la muerte

Stanley "Tookie" Williams, ex pandillero sentenciado a muerte, y el gobernador de California que acaba de rechazar su pedido de clemencia. (Fotomontaje: gfp).


En "El milagro secreto", Borges elaboró la idea de un ser superior que otorgaba a un condenado a muerte un perdón que, a la vez, parecía eterno y fugaz. En "Los teólogos", otro de sus cuentos, la idea crucial es que, en la mente de Dios, defensores y atacantes de una causa pueden confundirse hasta parecer una misma persona.

En California, como en todos los estados de Estados Unidos, el perdón de los condenados a muerte está en manos del gobernador. Y el gobernador es Arnold Schwarzenegger, quien, en su campaña para penalizar el asesinato, se ha negado a perdonar, hasta ahora, a tres sentenciados (todos los que le han pedido clemencia). Para quienes no creemos en la pena de muerte, esas vidas quedan en la cuenta del gobernador, quien no deja de parecerse, así, a aquellos a quienes quiere combatir.

El caso más reciente es el de Stanley "Tookie" Williams, fundador, treinta años atrás, de una pandilla de Los Angeles, los Crips, y hallado culpable de cuatro muertes en dos asaltos cometidos en 1979. Williams, quien siempre se declaró inocente, ha pasado las últimas décadas una vida peculiar, convertido en abogado del pacifismo, y en escritor de libros para niños, y nominado en el 2001 a un Premio Nobel de la Paz.

Difícil decir si ese cambio es sincero o parte de una estrategia defensiva. Poco importa: matarlo es repetir el crimen que él, o alguien, más, cometió. El pedido de clemencia ha sido rechazado ayer por Schwarzenegger, y la muerte de Williams está programada para la medianoche.

(Postdata del martes 13 de diciembre: en efecto, Stanley "Tookie" Williams fue ejecutado con inyección letal a la medianoche del lunes al martes).

El peregrino y sus ideas

Mexicano Sergio Pitol, en busca del centro perdido. (Fotomontaje: gfp).

Ayer apareció en El Dominical de El Comercio un artículo mío sobre Sergio Pitol, en el que desarrollo algunas ideas de una nota publicada en este blog días atrás y que fueron, al parecer, más que discutibles para algunos comentaristas y amigos.

Aprovecho para dejar aquí este enlace a dos ensayos de Pitol que pueden resultar interesantes en relación con lo que digo sobre él en mi artículo.