26.1.06

Los odios y las pasiones de Lobo Antunes


Un duro de la narrativa europea actual, quizá el más brillante escritor portugués de hoy, Antonio Lobo Antunes, ha publicado en Babelia, suplemento de El País, un excelente y breve artículo sobre Juan Marsé (otro de los duros, como pudimos recordar a raíz de sus coherentes y atendibles opiniones, meses atrás, acerca de la calidad de los premios Planeta).

El artículo, junto con un imperdible comentario sobre Nabokov y el valor de su obra (básicamente lo despacha como un estilista original e ingenioso pero no demasiado trascendente), contiene también observaciones como la siguiente, sobre la lectura literaria y la eficacia narrativa, en el marco de un símil entre el arte de contar historias y el boxeo:

"Los malos libros son aquellos que nos dejan la cara y el estómago intactos. En general, venden más por eso mismo, pero no nos tiran a la lona.
Cumbres borrascosas nos tira a la lona. Guerra y paz nos tira a la lona. Cualquier gran libro nos tira a la lona y le quedamos agradecidos por eso, puesto que vivimos a ras de tierra y no logramos levantarnos del suelo sin ayuda. Esto es difícil de explicar, pero espero que hayáis entendido".

Luego, Lobo Antunes añadé, ya sobre Marsé: "Por tanto, volviendo a Juan Marsé, digo que es un excelente luchador. Uno lo lee y puede no coincidir con su estilo o su estructura o sus tics o lo que sea: no obstante, tenemos que admirar su eficacia. Y, como repetía Tolstói, la eficacia es la primera cualidad de un escritor".

Imagen. De izquierda a derecha: Lobo Antunes, Nabokov, Marsé (fotomontaje: gfp).

9 comentarios:

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Yo creo que "sorpresa" está usado por Lobo Antunes de modo metafórico, en reemplazo de "originalidad", pero en el sentido de "descubrimiento", es decir, de "asombro" o "revelación".

(Sería interesante que nuestro nabokoviano por excelencia, Iván Thays, terciara en la conversación. Si estás por ahí, Iván, quedas invitado como siempre).

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Sobre lo que dices al principio, Luis Hernán, en referencia a Carpentier y Rama: hay un artículo interesante de Jonathan Culler, publicado en Diacritics hace unos cinco años, en donde estudia cómo, en El hablador, Vargas Llosa es meticuloso en explicar al lector no peruano todo término que pueda resultarle oscuro, operación que no se repite en la dirección contraria. Por ejemplo, las frases en italiano no son aclaradas, pero sí las jergas peruanas, de modo que la narración va decantando un público más bien cosmopolita.

Ivan Thays dijo...
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Ivan Thays dijo...

Tengo un día fastidioso en la oficina, y no he tenido tiempo de leer lo de Lobo Antunes -a quien también admiro-, ni de postear nada en mi blog sobre el tema. Sin embargo, pienso hacerlo porque me interesa mucho.

Solo adelanto que, al parecer, Lobo Antunes (como otros) cae en el prejuicio y la caricatura de Nabokov como un autor al que solo le importa "la forma" o "la buena prosa". Es una lástima que haya prestado más atención a sus declaraciones que a sus trabajos. Si uno lee LECCIONES DE LITERATURA EUROPEA o LECCIONES DE LITERARURA RUSA se encontrará con que Nabokov era mucho, mucho, mucho MAS que un escritor al que le interesara las palabras "bonitas". Era un lector profundamente atento a las estructuras literarias y obviamente también a eso que llaman "contenido" y que no es otra cosa que una serie de ideas o de conceptos o de referencias que no significan nada sin el tramado que los sostiene.

Lobo Antunes es un ejemplo de ello. ¿Cuántos leemos sus novelas porque nos interesa saber qué pasó en Angola, cómo se enamora la clase media en Lisboa o cómo se muere un chiquillo drogadicto hincha del Benfica? Todo eso está ahí, y nos conmueve SOLO porque detrás de esos temas está un autor que ha inventado -con palabras, con la voz melancólica o furiosa de esos monólogos impresionantes, con esos personajes que ven pasar pelícanos entre las nubes- un mundo capaz de conmovernos. La literatura -lo sabemos todos- no es la realidad sino una "representación" y por ello depende de eso que llaman "buena prosa" y que no es sino la palabra adecuada, la frase justa, que logre disparar la sensibilidad y la inteligencia en los lectores.

Y desde luego, eso no tiene nada que ver con usar "ceibo" o "pino"

Saludos

Iván

Ivan Thays dijo...

"Dime si me equivoco: propones un tipo de lectura pasiva, cerrada en el individuo (lector universal, al parecer) que contempla extasiado a algún pelícano perdido, y que no cuestiona nada, solo "consume belleza"

Sí, Luis Hernán, te equivocas.

Ivan Thays dijo...

Acabo de leer lo que dice sobre Nabokov Lobo Antunes. ¡Es ridículo! Está lleno de prejuicios "son más inteligentes y hábiles que otra cosa", de lugares comunes "Acumuló uno tras otro libros bonitos, impecables desde el punto de vista técnico " y opiniones huecas que no podría sostener en una discusión seria: "desprovistos de la llama de la que está hecho el genio". ¿Y cuál es esa llama? ¿Cómo se cuantifica? ¿En que enciclopedia está la fotografía de esa llama?

Esta frase es la más ridícula: "la atención al detalle le impide la amplitud del vuelo". Ha caricaturizado una de las ideas sobre el arte más precisas que he leído. Nabokov dice claramente que en el arte solo importan los detalles. El calificaba de "asnos" a aquellos que se ponían a hablar del mundo judío y la marginación en La Metamorfosis y ni siquiera estaban seguros si Samsa era un escarabajo o una cucaracha. A ellos, lo mismo daba si se convertía en una mosca o un perro sin pelo o una tabla de madera. Para Nabokov, los libros no ilustran generalidades, sino que crean a través de esos detalles un mundo autónomo en el que el lector debe introducirse con paciencia, aguardando sorpresas e iluminaciones, y luego de esa lectura atenta a lo que propone el autor, recién entonces, puede decir cosas generales.

Es decir, arremete contra quienes van al libro con una opinión formada y buscan confirmarla sin hundirse en la realidad que el texto propone. Y contra los autores, como Dostoievski, a quienes les encantan esos lectores y por eso llenan sus obras de personajes alegóricos (eso opina Nabokov) más fáciles de digerir.

Lobo Antunes desconoce u olvida que Nabokov siempee proponía la doble lectura: la primera para capturar esos luminosos detalles y la segunda para capturar ese vuelo general, que tanto le gusta a Lobo. A diferencia de la pintura, donde uno puede capturar al mismo tiempo el detalle y la totalidad, la lectura que es lineal necesita de dos tiempos.

Nabokov es, cierto, un escritor ingenioso y lleno de trucos. Pero eso no quiere decir que sea necio o superficial. Por ejemplo, como bien comenta Peter, lo que hizo al QUIJOTE fue un atropello... pero leyendo PALIDO FUEGO o LA VERDADERA VIDA DE SEBASTIAN KNIGHT pienso que es muy difícil encontrar un homenaje más inteligente y profundo a la novela de Cervantes.

Él era así.

Saludos

IVAN

Gustavo Faverón Patriau dijo...

Curiosamente, por lo que dice Iván, parece que sobre Nabokov se podría formular uno la misma pregunta que planteaba Félix Reátegui hace un momento, en otro post, acerca de Vargas Llosa:

"Supongo que la pregunta será ingenua, pero no está de más tratándose de un escritor que también quiere ser, o es, pensador: ¿cómo puede ser, sobre el mismo tema, sofisticado cuando crea y simplista cuando opina?".

(Pienso en el flaco análisis de Cervantes comparado con sus homenajes literarios).

Luis Moreno Villamediana dijo...

En su comentario, lateral y un poco arbitrario, Lobo Antunes no hace más que repetir la dicotomía de la que el propio Nabokov fue víctima ocasional: la idea de que el planeta literario se divide equitativamente en escritores que son puro humo estructurado y otros que son descosidos y verídicos. Esa reducción llevó a Nabokov a desairar la obra de Dostoievski y la de Cervantes: en ellas cree ver más alegorizaciones que individuos, e ineptitud en la sintaxis y en la elección del vocabulario. Está claro que Nabokov no fue siempre un crítico certero o generoso (generoso se refiere aquí a la posibilidad de aceptar disensiones y desviaciones de una poética personal, más que a la pródiga repartición de elogios y espaldarazos), pero su obra no se reduce a esa falta clarísima.

La metáfora pugilista no salva a Lobo Antunes de su propio simplismo. En esas líneas Nabokov queda despachado de un modo que nada tiene que ver con la perspicacia ni con la verdadera crítica cultural. Allí no se halla sugerida una condena del canon literario, nada que insinúe una diatriba contra las normas lingüísticas. De hecho Lobo Antunes recurre a la noción de "gran literatura" para describir aquello que Nabokov, según él, no podía entender (los autores, supongo, que el escritor portugués prefiere). De esa forma repite, distraídamente, las limitaciones y boutades del ruso. La falta de argumentación puede llevarnos a imaginar las consecuencias de sus acotaciones, pero el caso es que la sola mención de Nabokov no da para mucho.

Sí, Nabokov se consideraba un estilista, y esa confesión parece suficiente. Su prosa, sin embargo, no tiene la claridad del siglo dieciocho inglés, tampoco estaba del todo anclada en la lengua de su tiempo. Justo anoche leí de nuevo la opinión de Italo Calvino sobre Tommaso Landolfi: como D'Annunzio, dice, Landolfi escribía con toda la lengua italiana, la pasada y la presente (INVENCIONES. Madrid: Ediciones Siruela, 1991, p. 18). El amor de Nabokov por el Oxford English Dictionary presidió su traducción del ONEGIN de Pushkin (extrañísima, a ratos torpe) y terminaría por causar, indirecta y metafóricamente, la ruptura de su amistad con Edmund Wilson. En los libros de Nabokov, "pino" y "ceiba" conviven con naturalidad, lo que inhabilita cualquier transformación de sus textos en postales para los que Carpentier llamaba "verdaderos lectores". Primera conclusión (parcial): cualquier definición del término "belleza" en la obra de Nabokov debe considerar ese elemento, extraño en su arcaica domesticidad.

La imaginación de Nabokov no es frívola ni placentera; acaso no sea inútil recordar el escándalo provocado por LOLITA. Se dirá que las reacciones airadas contra esa novela representan mejor la pacatería de su tiempo que las cualidades de su escritura. Algo de eso hay, sin duda. No puede negarse, sin embargo, que se encuentra allí una innegable vindicación del erotismo (repetida en ADA O EL ARDOR) que acompaña la prosa. En este caso podríamos decir que la elección de los adjetivos y el ritmo de la sintaxis constituyen una postura moral (de la misma forma en que Jean-Luc Godard considera el "travelling" una actitud moral en el cine). También encontramos en LOLITA una novedosa e incómoda manera de narrar una historia de amor, con la lucha (aquí exacerbada) que toda historia de amor supone entre deseo y realidad, entre libertad y sumisión, entre violencia y devoción. Que esa novela tenga también relevancia política lo comprueba la lectura promovida en Irán por Azar Nafisi y relatada en READING LOLITA IN TEHRAN. Un repaso atento de PALE FIRE nos permite ver, como indicara Peter Elmore arriba, la relación patológica entre crítico y autor; igualmente, la banalidad de ciertos comentarios que se metamorfosean en autobiografía y que sería mejor leer como tales; la fragilidad del arte literario, de cuyo porvenir muy poco somos capaces de entrever; nuestra propia inconsistencia y fantasmagoría. En fin... Segunda conclusión (también parcial): los libros de Nabokov no carecen de la llama que Lobo Antunes propone como definición de gran literatura.

Que Lobo Antunes admire la obra de Juan Marsé es justificable; que esa admiración tenga que apoyarla en el menoscabo de la obra de Nabokov es menos comprensible y sin duda requiere un poco más de análisis y deliberación.

Portnoy dijo...

Personalmente pienso que existen sobrados motivos para convertirse en detractor de Nabokov, pero ninguno para convertirse en detractor literario de Nabokov. Creo que Lobo Antunes, a quien admiro como escritor, comete el error de confundir a la persona con su obra... el razonamiento que justifica su ataque contra el ruso creo que carece de fundamento lógico:
y si un libro no es bueno, o muy bueno, su autor, regla prácticamente absoluta, tampoco lo es: toma conciencia de su falta de calidad y se vuelve agresivo, envidioso y amargo.
Esta premisa o este postulado, a parte de no ser rigurosamente cierto no implica que pueda ser aplicado a la inversa. Si aceptásemos que Nabokov era "agresivo, envidioso y amargo" eso no quiere decir que fuera un mal escritor... es posible que la excelencia literaria de Nabokov estuviese motivada precisamente por esas características que se le atribuyen a su carácter (a las que yo añadiría unas cuantas más, quizás más peyorativas todavía) (y eso con la incertidumbre que debe provocarnos la posibilidad de que la imagen pública que se empeñó en mostrar Nabokov no fuera también una labor literaria, una creación de un personaje)
Lobo Antunes se equivoca tanto en su definición de "bondad" literaria como poniendo a Nabokov como ejemplo, confunde, creo a la persona con su obra.
Un saludo.